El cielo empezó a ponerse negro, negro, pero la verdad es que no le prestamos demasiada atención. El pronóstico del tiempo no decía nada de lluvia
Así que seguimos a lo nuestro.


Las dos calles más importantes del casco histórico salen de la Plaza del Mercado y son Szeroka y Zeglarska, que cuentan con bonitas casas y también con algún que otro palacio. Los adoquines del suelo de la primera calle recuerdan a las ciudades Hanseáticas, mientras que los de la segunda se refieren a los gremios de comerciantes, identificando sus productos. Imprescindible pasear un buen rato por ambas calles, lo que, por lo demás, resulta tan sencillo como inevitable porque quieras o no quieras terminas pasando varias veces por ambas.

Siguiendo la calle Zeglarska hasta el final, se llega al río, pero antes hay que ver la Catedral de San Juan, cuya enorme estampa pude contemplar estupendamente bien desde la torre del ayuntamiento.

Catedral de Torun.
Su origen se remonta al siglo XIII, aunque no alcanzó su forma y proporciones actuales hasta el siglo XV. En 1935 fue elevada a basílica menor y en 1992, tras la visita del Papa Juan Pablo II, se convirtió en Catedral.


En esta iglesia gótica de ladrillo se conserva la pila bautismal del siglo XIII donde se supone que fue bautizado Copérnico y un epitafio del siglo XIV dedicado a él. El interior está ricamente decorado y conserva pinturas en el presbiterio del siglo XIV que representan la Crucifixión y el Juicio Final. También hay una pintura muy curiosa que parece contemporánea, pero que es medieval.





En su monumental torre, está la tercera campana más grande de Polonia con un peso de 7,5 toneladas y que data del año 1500. El reloj de la torre solo tiene una aguja y se conoce con el nombre del dedo de Dios.

De vuelta a la calle Zeglarska, vimos el Palacio Eskens antes de llegar a la casa donde se asegura que nació Copérnico y que hoy se ha convertido en museo. Sea cierto o no, la fachada es muy bonita. Según nos contaron, visitar el interior no merece demasiado la pena. En la esquina está el Palacio Dambski.

Un poco más adelante, se alcanza el bulevar del Vístula, desde donde se contemplan unas buenas vistas del río. Yendo hacia la derecha, vimos lugares como la Puerta de los Marineros, la Puerta del Monasterio, el Granero Gótico, la Universidad y, sobre todo, una de las atracciones de Torun, su Torre Inclinada. Tiene una altura de 15 metros y un desplazamiento de 1,5 metros, con una inclinación aproximada de 5 grados. Construida entre los siglos XIII y XIV como torre defensiva, empezó a inclinarse al estar en tierra arcillosa. En el siglo XVIII se convirtió en prisión de mujeres y fue reconstruida en el siglo XIX.


De vuelta hacia la izquierda por el bulevar, llegamos hasta los restos del Castillo Teutónico del siglo XIII, que se construyó con dos alas dispuestas en forma de herradura. Excavado a partir de 1966, se conservan las letrinas y las celdas. Estábamos en esta zona para dirigirnos después a la otra orilla del río, cuando se confirmó la amenaza del cielo negro y empezaron a caer auténticos chuzos de punta. Pensábamos que sería pasajero, pero no paraba de jarrear y tuvimos que salir corriendo hacia una de las calles principales para refugiarnos durante un buen rato en una cafetería. Las calles se habían quedado vacías. Por el momento, se acabaron los paseos.

Bastante más tarde, fuimos a cenar a una cervecería del centro. Al salir había dejado de llover y hacía muy buena temperatura, así que nos quedamos dando una vuelta y sacando algunas fotos nocturnas.



Todo estaba muy tranquilo. Incluso el burrito, la escultura de Copérnico y el violinista de las ranas estaban aburridos y solitarios, pues los turistas que les acechaban por la mañana ya se habían marchado.



Nos gustó Torun más de lo que habíamos pensado en un principio. Lástima que, por la tormenta, no pudiésemos cruzar el río la tarde anterior para ver el panorama desde la orilla de enfrente. Lo vimos desde el autobús, pero, claro, no es lo mismo.



