Desde Auschwitz hasta Cracovia, el paisaje cambió bastante respecto del que habíamos contemplado los días anteriores, ya que aparecieron los bosques y empezamos a vislumbrar alguna zona montañosa con un aspecto un tanto romanticón, más del tipo cuento que esperas en centro Europa.


Cracovia está situada en las márgenes del omnipresente río Vístula y es la segunda ciudad más grande de Polonia con una población cercana a los ochocientos mil habitantes, tres millones si se incluye su área metropolitana. Aunque la ciudad ya existía en el siglo VI, su nombre actual deriva de Krakus (también llamado Grakch), el príncipe legendario al que se considera su fundador.

En el siglo X, ya era un importante centro comercial con un castillo, iglesias y edificios de ladrillo. Destruida tras las invasiones mongolas del siglo XIII, fue reconstruida y consolidó su resurgimiento cuando Casimiro III fundó su Universidad, la segunda más antigua de Europa Central tras la de Praga. Miembro de la Liga Hanseática, la ciudad creció y fue capital de la Liga Lituano-Polaca hasta 1596, cuando pasó a serlo Varsovia. Tras los repartos de Polonia del siglo XVIII, pasó a manos de los austriacos, que ejercieron su dominio (salvo algunos periodos aislados) hasta el final de la I Guerra Mundial, en que se integró en la Segunda República Polaca (1918-1939).

Aparte del tremendo drama humano en que se vieron sumidos sus habitantes, la ciudad en sí no sufrió graves daños durante la II Guerra Mundial, por lo que su legado histórico y arquitectónico se ha mantenido casi intacto. La ciudad vieja fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978.

Nos alojamos en el Novotel Krakow Centrum, a orillas del río y bastante bien situado para conocer el casco histórico, a un cuarto de hora a pie hasta la Plaza del Mercado. Lo único negativo era que toda la calle estaba en obras y resultaba un poco lioso moverse por los alrededores.
Mapa turístico de Cracovia que estaba en la pared del vestíbulo del hotel.



Estuvimos en Cracovia una tarde y dos días completos, aunque la mañana del segundo día la dedicamos a visitar las Minas de Sal y a última hora de la tarde tomamos el tren hacia Varsovia. Como nuestro deambular por la ciudad fue un poco caótico, voy a contarlo tratando de mantener un orden para no dispersar la información.

Desde el hotel, en dos minutos llegamos al Bulevar Czerwienski, que va paralelo al río, bordeado por una zona ajardinada y con numerosos bares y restaurantes, muy concurridos por la noche. Tanto desde el propio paseo como desde el Puente Debnicki, se contemplan unas buenas vistas de la zona aledaña al río y de la colina de Wawel, situada en la margen izquierda del Vístula; un lugar simbólico para los polacos, donde se encuentran el Castillo y la Catedral.


Antes de subir hacia el castillo, seguimos un rato junto al río, contemplando la Avenida de las Estrellas, con sus placas doradas en el pavimento, tipo Hollywood. Se empezaron a poner en 2008 y la primera que grabó su nombre y sus manos fue Céline Dion. No nos entretuvimos mucho en localizar a los artistas más famosos, y tomé las fotos al azar.

Colina de Wawel.
Más tiempo le dedicamos a la escultura del famoso Dragón de Wawel, que escupe fuego cada cinco minutos, haciendo las delicias de los visitantes que buscan un selfie. De acuerdo con la leyenda, Krakus construyó el Castillo de Wawel sobre la cueva donde vivía un malvado dragón que aterrorizaba a la gente. Fueron muchos los caballeros que intentaron vencerlo sin éxito, hasta que un zapatero le ofreció una oveja llena de azufre; cuando el codicioso dragón se la comió, devorado por el ardor, intentó beberse todo agua del Vístula, pero no lo consiguió y… estalló. La escultura está comunicada con el castillo mediante un túnel excavado en el interior de su supuesta cueva, aunque no le vimos especial interés en recorrerlo.

Accedimos por la Puerta Bernardina, construida en 1945 para sustituir a otra de la época austriaca. Luce bonita cubierta de yedra; y más todavía teniendo a un lado la Torre de Sandomierz, del siglo XV y que fue utilizada como mazmorra. Muy cerca, la Torre de los Ladrones, del siglo XIV, desde donde eran arrojados los criminales al vacío. A esta altura, ya se divisa una buena perspectiva del Vístula.




Ya en los jardines, confirmamos que, tal como nos habían comentado, una de las torres de la Catedral estaba cubierta de lonas y andamios, lo cual afeaba bastante una estampa panorámica del conjunto que no arreglaban ni las flores. En fin, mala suerte. Mirando hacia detrás, el asunto mejoraba un poco.



El Castillo de Wawel fue construido por orden de Casimiro III a mediados del siglo XIV y consta de varias estructuras situadas alrededor de un patio central. Más tarde, se añadieron la Torre Pata de Gallina y la Torre Danesa, así como cuarteles para soldados, casas para sirvientes y clérigos, murallas y torres defensivas. Conserva elementos románicos y góticos, aunque su aspecto actual responde principalmente a la renovación renacentista de principios del siglo XVI. En 1595, un incendio quemó la parte noroeste del castillo. Fue reconstruido, pero se abandonó cuando la capital se trasladó a Varsovia. Saqueado por suecos y prusianos, los austriacos lo utilizaron como punto defensivo, cambiando su disposición y dotándolo de nuevas murallas. Tras la II Guerra Mundial, comenzó a ser restaurado y se convirtió en museo. No visitamos el interior, pero sí vimos el Patio renacentista del siglo XVI.


Parte posterir de la Colina de Wawel desde el final de la calle Grodzca


La Catedral de Wawel, que en realidad se llama Catedral de San Wenceslao y San Estanislao, está situada junto al castillo, formando un conjunto muy fotogénico. Desde hace mil años fue el lugar tradicional para la coronación de los reyes polacos, así como panteón real. Su origen se remonta al año 1020, cuando se erigió un templo del que no queda nada. El edificio actual se construyó entre 1320 y 1364 en estilo gótico, aunque se realizaron posteriores modificaciones conforme a los gustos de cada época. En su interior, destaca la Capilla de Segismundo, uno de los ejemplos más bellos del renacimiento toscano.


Casco Antiguo (Stare Miasto).
Dejamos Wawel por la Puerta Vasa, la única entrada a Wawel hasta mediados del siglo XIX, y nos dirigimos al casco antiguo por la calle Kanonicka, flanqueada por casas renacentistas con bellas fachadas pintadas en tonos pastel que son un recreo para la vista. Y tampoco olvidamos mirar hacia atrás, pues la panorámica de la colina de Wawel es sumamente sugerente desde allí.



Más adelante, nos encontramos con la hermosa portada del antiguo palacio donde se encuentra la sede del Instituto Cervantes, que identificamos enseguida al ver la bandera española. Este edificio está en la Plaza de Santa María Magdalena, que comunica con la calle Gotzka, una de las más antiguas de Cracovia y que recorreríamos con más tranquilidad en otro momento.



Entre casas y cruzando calles, seguimos hasta la Plaza de Todos los Santos, en uno de cuyos extremos se encuentra el edificio amarillo del Palacio Arzobispal, con la ventana del Papa Juan Pablo II, donde el Papa se asomaba para saludar durante sus visitas a Cracovia.



Al otro lado, la Basílica de San Francisco de Asís, que fue una de las primeras construcciones de ladrillo de la ciudad. La iglesia se levantó a mediados del siglo XIII en estilo gótico y, aunque tuvo diversas modificaciones y reconstrucciones a lo largo de los siglos, sigue conservando su estructura primitiva.


El interior supone una mezcla de estilos: gótico, barroco, neogótico… Exhibe una réplica de la Sábana Santa de Turín y hay una placa en el banco donde Karol Wojtyla asistía a misa antes de ser Papa. Llama la atención el contraste entre las dos capillas del siglo XV y los altares barrocos con la policromía del presbiterio y del transepto y las vidrieras con motivos religiosos de finales del siglo XIX y principios del XX, que fueron obra del artista polaco Stanisław Wyspiański. Me pareció una iglesia peculiar a la que merece la pena asomarse.





Enfrente, está el Parque Plenty, que rodea todo el casco antiguo en un perímetro de 4 kilómetros. Surgió a principios del siglo XX, cuando se derribaron las murallas que estorbaban el crecimiento de la ciudad, quedando solo las aledañas a la Puerta Florián. El espacio intermedio fue ocupado por estos jardines que hoy sirven de pulmón verde y que se pueden aprovechar para descansar un rato con tranquilidad entre caminata y caminata.

El Colegio Maius es el edificio más antiguo de la Universidad Jagellónica de Cracovia y donde estudió Nicolás Copérnico. Tiene un bonito patio interior rodeado de arcadas que data del siglo XV.



Cada cierto tiempo se pueden ver desfilando las figuras de madera de su reloj. En este momento, se agolpa mucha gente, pero la mayoría desaparece cuando se ocultan los muñecos y ya es posible contemplar los detalles del patio con tranquilidad. Después, dimos un vuelta por el barrio universitario.

