Hoy dejábamos nuestro apartamento en Albi y nos dirigíamos a nuestro siguiente destino, ya que los siguientes días nos dedicaríamos a explorar el departamento de Lot principalmente. Cahors es su capital, la ciudad más grande y que más servicios ofrece, por lo que fue nuestra opción para mirar alojamiento. Según el GPS tardaríamos 1:45 en llegar a Cahors, así que tampoco es que madrugáramos mucho, y dedicamos la mañana al viaje de ida para llegar allí a mediodía para comer y después poder entrar en el alojamiento que teníamos reservado. De camino aprovechamos para buscar un supermercado, ya que era domingo y en Francia, al menos en esa zona, todos los supermercados cierran a mediodía del domingo, así que la compra no la podíamos hacer al llegar a Cahors. Paramos en uno cualquiera que encontramos por ahí y entre otras cosas adquirimos unos medallones de queso, tipo queso de cabra, que venían envasados en un mismo recipiente. Esos días hacía bastante calor, y cuando llegamos a Cahors se habían derretido formando entre los tres una masa amorfa que olía bastante fuerte... pero que estaba de muerte. Resulta que sin querer compramos queso de Rocamadour y resulta que estaba buenísimo. Muy recomendable para quien le gusten los quesos de sabor intenso y cremosos.

Nuestro alojamiento de Cahors merece un párrafo de este diario al menos, ya que fue, con diferencia, el mejor de todo el viaje, y por suerte, donde más noches nos quedamos. Cuando hicimos la reserva pensábamos que era una habitación normal de hotel, pero la noche antes de ir para allá, revisando la reserva, nos dimos cuenta de que era... ¡¡una residencia de ancianos!!



Entramos a Cahors desde el sur, atravesando los típicos polígonos con gasolineras y centros comerciales, así que fuimos fichando sitios para repostar y hacer compra cuando fuera necesario. Comparando precios vimos que la gasolina era más barata en el Carrefour, así que intentamos repostar ahí siempre que fuera posible. Al final como no queríamos perder mucho tiempo comimos en un McDonald's y fuimos a la residencia a hacer el checkin. Tras dejar las maletas, descansar y asearnos un poco, salimos a conocer la ciudad. Como ya dije, Cahors es la capital del departamento de Lot, y también lo fue de la antigua provincia de Quercy, y además forma parte del Camino de Santiago. También fue una próspera zona comercial durante la Edad Media ya que se asienta a la orilla del río Lot, que es navegable. En esta ciudad nació el papa Juan XXII y fundó una universidad en 1331. Sin embargo, después de la guerra de los 100 años entre franceses e ingleses, en el siglo XIV, la ciudad cayó en manos inglesas hasta 1450, y cuando se fueron la dejaron en la ruina, aunque tuvo su resurgimiento en el siglo XIX.
Esta ajetreada historia ha dejado numerosas huellas, por lo que el patrimonio artístico de la ciudad es considerable. Sin embargo, no nos pareció una ciudad bonita. Sí tiene ciertos puntos interesantes, pero en general nos pareció algo fea comparada con otras localidades que vimos durante el viaje. Nuestra primera parada fue la Barbacana, una de las puertas de la antigua muralla que servía también de torre de vigilancia. Seguimos avanzando por la Rue de la Barre hasta llegara a una placita donde destaca una torre de piedra de 34m de altura. Es el edificio más alto de la ciudad y fue parte de una mansión del siglo XIV que perteneció a Jacques Duèze, que después sería el papa Juan XXII. Por desgracia está cerrada al público y no se puede visitar. A su lado se puede contemplar la iglesia de Saint-Barthélemy, pero estaba cerrada y no la pudimos visitar.


A partir de aquí ya nos internamos en las callejuelas del centro histórico, donde se pueden observar algunas casas típicas con entramado de madera, pero al ser domingo estaba casi todo cerrado y daba la sensación de estar en algún pueblo fantasma. Sólo alguna cafetería o restaurante estaba abierto al público, y desde luego, poca gente por la calle, ni locales ni turistas.



Sigas el camino que sigas, al final acabas irremediablemente en la Catedral de St Etienne, el principal monumento religioso de la ciudad. Es una de las catedrales más curiosas de Francia, muy espaciosa y coronada por dos grandes cúpulas. Fue construida durante el siglo XI y hoy en día es Patrimonio de la Humanidad junto al puente del que hablaré más adelante.


Una de las curiosidades de esta parte de la ciudad son los jardines secretos. Cahors cuenta con 25 magníficos jardines secretos en el centro de la ciudad, que además son únicos en todo el sur de Francia. Prácticamente todos ellos están situados dentro de la parte medieval de la ciudad. Son pequeños jardines ubicados en rincones más o menos escondidos. Existe una ruta para poder encontrarlos todos, en la oficina de turismo pueden proporcionar más información, pero en nuestro caso nos limitamos a ver los que nos íbamos encontrando a nuestro paso.



Justo delante de la catedral, en la Place Jean Jacques Chapou, se celebra un mercado los miércoles y sábados por la mañana, donde se pueden comprar especialidades y artesanías locales, como el pato (magret, confit, foie gras) o vinos.
Desde aquí nos encaminamos a la orilla del río, pasando por la Maison de Henry IV, una casa donde se alojó dicho rey, un molino junto al río y el un curioso Reloj monumental cuyo mecanismo se puede ver cómo funciona.


Después de un buen rato de paseo a la orilla del río y por algunas calles del centro llegamos al Pont Valentré, ubicado sobre el mismo río Lot y que es el principal reclamo turístico de la ciudad, además de uno de los puentes más icónicos de Francia. Construido como parte de la defensa de la ciudad en el siglo XIV, sus torres fueron diseñadas así para que los defensores pudieran atacar a los invasores desde la ventaja que otorga la altura. Junto con la catedral de Cahors, el pont de Valentré, es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En la orilla opuesta del puente se encuentra la Fuente des Chartreux, dedicada a la diosa galorromana Divona, alrededor de la cual creció la ciudad. A esta hora ya estaba atardeciendo y la luz dorada reflejada en las piedras del puente quedaba realmente preciosa.


Con esto dimos por finalizada nuestra visita a Cahors y nos volvimos a la residencia, también caminando, lo que nos llevó un buen rato, pero sabíamos que al llegar nos esperaba la piscina de agua calentita y sus burbujas y que podríamos relajarnos convenientemente.