Aterricé en Kathmandú por segunda vez en menos de un mes, y esta vez al ser un vuelo doméstico, el proceso fue mucho más rápido y sencillo. Había estado debatiendo cómo ir hasta el hotel, porque esta vez no tenía la recogida gratis, y sabía que los taxis “oficiales” reservados en el propio aeropuerto antes de salir del edificio costaban unas 800 rupias creo recordar, pero en la calle se pueden conseguir por 600. Me habían recomendado instalar la app Pathao, que es como el uber nepalí, y me animé a probarla. Necesitas una SIM local pero los precios son más baratos y no tienes que regatear. Lo malo es que el conductor te llama por teléfono para confirmar el punto de recogida, pero si les dices que English please no suele haber problema (y si no hablan inglés, dicen ok ok, y se fían de la ubicación que les da la app). Me costó 600 rupias pero ya digo que es más cómodo que andar regateando.
Para esta última noche en Kathmandú había elegido un hotel distinto, reservado en booking también. Se llamaba Vastu Boutique Hotel y me costó $37. Era muy nuevo y estaba bastante bien, y los chicos que lo llevan eran muy majetes, pero estaba en una callejuela estrecha y a los taxis les costaba encontrarlo. Cuando llegué al hotel, después de pasar por la oficina de la agencia de trekking para recoger la mochila que había dejado allí en depósito, me di una ducha rápida y me acerqué a Seeing Hands, una organización que entrena y emplea a discapacitados visuales para dar masajes, y que estaba justo al lado del hotel. Reservé un masaje para esa misma tarde, había que aprovechar!! Con el masaje reservado me fui a comer con un compañero de trabajo que estaba justo esos días en Nepal de vacaciones con su mujer nepalí. Cuando estaba preparando el viaje me dijo que íbamos a coincidir allí ese día y quedamos en que iríamos a comer juntos. Me llevaron a un restaurante tradicional newari, de sentarse en el suelo, y fue toda una experiencia. Después de comer estuvimos dando una vuelta por Thamel, de compras, y dejé que su mujer hiciera todo el regateo, porque me decía que los turistas no consiguen los mismos precios (obviamente). De allí al masaje y esa tarde la verdad es que hice poco más. El masaje fueron 2200 rupias por una hora, y la verdad es que estuvo muy bien y se lo recomendaría a todo el mundo, no sólo por el masaje en sí, sino porque colaboras con una organización que ayuda a gente que de otra forma tendría muy pocas opciones de trabajar. Después de otra ducha para quitarme la tonelada de aceite que llevaba encima me fui a cenar al Western Tandoori, que tanto me había gustado unas semanas antes. Cené como una reina por 890 rupias (poco más de 6€, una ganga…).
Mi vuelo de vuelta al día siguiente no salía hasta las 3 de la tarde, así que esa mañana madrugué para aprovechar mis últimas horas en la ciudad y visitar Swayambhu, más conocido como Monkey Temple. Este templo budista es uno de los más visitados de Kathmandú, no solo por turistas sino también por locales. Está relativamente cerca de Thamel y se puede ir andando, pero para ahorrar algo de tiempo yo decidí ir en taxi (pedido por Pathao, 300 rupias) y volver andando. Poco después de las 8 ya estaba en la base de los 365 escalones que suben hasta el templo. Se llama Monkey Temple por todos los monos que viven allí, y nada más llegar ya me encontré los primeros. Me daban un poco de respeto porque había leído que pueden ser un poco agresivos si llevas comida, y como no me había puesto la vacuna de la rabia, prefería no acercarme mucho, pero me parecieron bastante tranquilos. Al final de las escaleras se compra la entrada para el recinto (200 rupias).






Los monos del Monkey Temple
El templo es una pasada. Es uno de los recintos religiosos más antiguos del país, y data del siglo V. Aunque es un templo budista, también es venerado por hindúes. El edificio principal es una enorme estupa (con los tradicionales ojos de Buda pintados en los cuatro lados, y renovada en 2010 con más de 20 kg de oro) pero además hay montones de altares, prayer wheels, templos, museos, monasterios, estupas más pequeñas, una estatua de Buda de piedra del siglo VII y única en Nepal, y tiendas de souvenirs. El templo más curioso, y uno de los más populares en todo Kathmandú, es el Hariti Temple. Hariti es la diosa de la viruela (tal cual) y responsable tanto de la enfermedad como de la cura en los niños. Está prohibido hacer fotos y siempre tiene una cola de gente para hacer sus ofrendas. El otro motivo por el que es curioso es porque Hariti es la diosa budista, pero los hindúes la conocen como Sitala, y es un templo dual.









Swayambhu


Hariti Temple desde atrás; en la parte delantera está la cola de peregrinos y no se pueden hacer fotos
Me gustó mucho este templo, es un paraíso para los fotógrafos y me tiré casi dos horas recorriendo cada rincón. A eso de las 10 decidí que era hora de volver a Thamel, y fui dando un paseo agradable (dentro de lo agradable que es pasear por Kathmandú, entre las motos, los coches, el ruido y los olores). Me compré un sándwich por el camino porque no me iba a dar tiempo a comer en condiciones y volví al hotel a recoger mis cosas. Pedí un taxi por Pathao pero el conductor no fue capaz de encontrar la calle del hotel y me canceló el viaje, y no conseguía encontrar a otro rápidamente, así que como los chicos del hotel me vieron un poco apurada, enseguida llamaron al taxista que usan ellos y le dijeron que me cobrara 520 rupias, que era el precio que me daba Pathao. No debió hacerle mucha gracia, pero un 10 para los chicos del hotel. Finalmente llegué al aeropuerto a tiempo, a pesar del tráfico infernal.
Así terminó mi primera aventura por Nepal. Y digo primera porque una de las cosas que compré en Thamel ese último día fue una guía de la zona del Everest, porque ya estaba yo maquinando para volver a Nepal a hacer los Three Passes… y ya tengo billete para noviembre de este año, así que si todo sale bien, este no será mi último diario de Nepal!