Nos levantamos pronto y tras desayunar cogemos un bus (NIS 5) en la rotonda junto al hotel. Nos dijeron en el hotel que cualquiera que pasa por allí te lleva a la Puerta de Damasco.
Allí buscamos el bus 21 que nos lleva a Belén (el bus 24 también va a Belén, pero que no llega al centro).
Llegamos a Belén como en 30min y nada más bajarnos del bus hay una jauría (estaban de mala leche) de taxistas que ofrecen sus servicios. En principio no teníamos intención de contratar ninguno pero nos dicen que para llegar al centro es un lío, que hay que caminar mucho (realmente no es para tanto) y al final le decimos a uno que ok. El hombre nos pregunta a donde más tenemos pensado ir y al decirle que queremos ir a Hebrón se ofrece a llevarnos; no voy a liarme pero acabamos negociando con el que también nos llevará a Jericó, todo por NIS 400. La verdad es que el chaval se enrollaba y nos contaba un montón de cosas y nosotros le preguntábamos de todo. Creo que merece la pena contratar este tipo de servicios, ya que por nuestra cuenta no nos hubiera dado tiempo a ver lo que vimos y no nos hubiéramos enterado de muchas cosas.
Nos aconsejó ir primero a Hebrón y Jericó y dejar Belén para el final ya que así habrá menos turistas. Durante el camino nos va mostrando los asentamientos judíos en Palestina, que básicamente están por todos lados.
Hebrón no tiene mucho que ver culturalmente: la Mezquita de los Patriarcas o de Ibrahim es lo más destacable. Es un sitio sagrado para judíos y musulmanes. Se encuentra la tumba de Abraham en una especie de sala y en la zona de rezo hay una estructura con un pozo en el suelo en la que se supone también hay enterrados otros patriarcas.
Pero lo más destacable sin duda es el mercado. Los judíos viven sobre el mismo y tiran todo tipo de basura o agua solo por molestar (el taxista nos comentó que una vez les calló agua caliente a unos clientes que él llevaba). Es un sitio único para ver como es la convivencia entre palestinos y judíos.
De camino a Jericó nos muestra las chabolas de los beduinos que se ven desde la autovía. Justo antes de entrar en Jericó hay un cartel que indica que estamos entrando en zona insegura y que ningún israelí puede cruzar esta línea (curioso!).
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Foto de web
Foto de web
Lo primero que vamos a ver son las ruinas del Palacio de Hisham; cobran por la entrada pero como te puedes hacer una idea desde la calle y no estamos muy interesados en ver ruinas pasamos de entrar.
De aquí nos llevó al teleférico para subir al Monasterio de la Tentación (NIS 55).
Al ascender a la derecha se pueden ver las ruinas de la Antigua Jericó; a penas son unas dunas y algún murete pero es increíble pensar que ahí nació la forma en que vivimos actualmente en el mundo con las primeras ciudades de la humanidad... Se puede entrara a visitar las ruinas pero creo que con la vista desde la cabina es suficiente.
Justo cuando llegamos estaban subiendo los últimos miembros de una grupo de nigerianos cristianos. Ya arriba vamos en dirección al monasterio y a las cuevas y empezamos a oír gritos y voces. Son el grupo que nos precede, estaban como en trance, alucinante; personalmente no entiendo esto, es una especie de teatro exaltado al que no le entiendo el sentido. De hecho los monjes les pedían que se calmaran y ya al final les invitaban a irse. Además, a pesar del calor que hacía, llevaban jerséis y abrigos y el olor dentro era insoportable, así que nos fuimos hacia las cuevas donde se supone que estuvo Jesús 40 días y fue tentado por el diablo. Interesante.
Nos volvimos a la base del teleférico y el guía nos llevo al Sicomoro de Zaqueo, bueno, un árbol sin mucho más (aunque si luego piensas que tiene más de 2000 años, te da que pensar...).
En Jericó parece ser que poco más hay que ver, así que nos vamos rumbo a Belén. En el camino aprovechamos a preguntar temas de la vida diaria al taxista, temas sobre la mujer, las relaciones, las mascotas...un autentico interrogatorio en ambos sentidos muy interesante.
Ya en Belén pagamos y nos despedimos de nuestro guía ya que nos deja delante de la Iglesia de la Natividad y la visita por la zona la podemos hacer por nuestra cuenta. Lo primero ir a comer; lo hacemos en el primer restaurante saliendo de la plaza Manger tomando una especie de kebab con un pan que estaba buenísimo. Y ya con la tripa llena entramos en la Iglesia de la Natividad.
Estaba completamente en obras, con las paredes de cemento, las columnas forradas y a penas podemos ver nada, solo ponernos en la cola para ver el lugar donde se supone que nació Jesús. Después de aproximadamente una hora bajamos a la zona donde se encuentra la cruz metálica que indica el lugar exacto del nacimiento. Me llama la atención de nuevo la sensibilidad de los cristianos italianos que nos precedían allí.
Cuando salimos ya es de noche y como en Jerusalem, todo está cerrado o a punto de hacerlo. Así que comenzamos a caminar rumbo a la parada del bus para volver al hotel.
En la carretera, en el checkpoint, se bajan todos los palestinos y a los extranjeros nos piden el pasaporte. Tiene que ser la leche vivir aquí el día a día...
Nos bajamos en la Puerta de Damasco y nos vamos rumbo al muro a modo de despedida porque es que a mi me impresionó desde el primer día y quería volver allí sí o sí. Nos metimos en la parte cerrada a la izquierda del muro y allí nos coge la mano un hombre y nos da una bendición, estábamos flipando; eso sí, cuando nos suelta nos pide un donativo, lo que me hace pensar que es lo importante allí, la fe o el dinero??.
Nos fuimos al hotel; tomamos el último falafel en el chigre de al lado del hotel y nos despedimos de los chicos de allí.