Itinerario del día:
A: Hurricane
B: Zion Nat. Park (Springdale)
C: Las Vegas
El viaje estaba dando ya sus últimos coletazos, pero uno de ellos todavía prometía grandes emociones: después de haber recorrido un par de días antes la sorprendente zona alta de Zion National Park -su entrada Este-, en esta ocasión los planes pasaban por la llegada al lugar a través de Springdale, la entrada Sur, para tomar allí uno de los pintorescos shuttles que se internan en el cañón principal del parque, donde se concentran la mayor parte de sus puntos de interés.
Por lo tanto, nos levantamos muy pronto, como casi siempre, y tras seguir rigurosamente nuestro ritual cotidiano -arreglarnos, recoger las cosas, llenar la nevera, cargar el equipaje en el maletero, etc- fuimos a desayunar a la sala contigua a la recepción. María volvió a dejar patente su habilidad en la maquinita de los waffles y dimos buena cuenta de los tres o cuatro que preparó. Riquísimos.
Sin más, hicimos el check out con un empleado bastante más cordial que el gruñoncete de la víspera y nos fuimos hacia Zion. El día había amanecido radiante de sol, y nos sentíamos animados y dispuestos a disfrutar con la última jornada efectiva de road trip.
Al acercarnos a Springdale, justo en la zona en la que el pavimento de la carretera toma ese color marrón oscuro tan característico de Zion -sin duda, uno de sus toques distintivos- comenzaron a aparecer a nuestra derecha las espectaculares y afiladas crestas de las hermosísimas montañas Eagle Crags. Atravesamos el bonito pueblo sin perder de vista los imponentes murallones rocosos que se levantan a uno y otro lado: The Watchman a la derecha y West Temple y Mt. Kinesava a la izquierda. Dejamos el coche en el aparcamiento del Visitor Center, llenamos con bebidas nuestra mochila y caminamos hasta la cercana parada del shuttle.
Durante la temporada veraniega, sólo es posible acceder a la Canyon Scenic Drive utilizando el servicio de autobuses gratuitos del parque. De tal modo que subimos al primero que apareció y en pocos minutos llegamos al cañón. A través de los amplios ventanales del vehículo fuimos contemplando todas aquellas míticas montañas que en algunos tramos caen casi en vertical sobre el estrecho desfiladero: East Temple, Great White Trone, Court of Patriarchs, etc.
Tema musical: "The trees" (RUSH)
Eagle Crags
The West Temple
Nos apeamos en la última parada: Temple of Sinawava. Allí comienza el trail del Riverside Walk, que recorre la orilla del Virgin River. Fue nuestro primer trek del día. Llegamos hasta el lugar donde se inician los llamados Narrows, en los que para continuar avanzando por el cada vez más angosto cañón se hace necesario introducir buena parte del cuerpo dentro del cauce del río. Nosotros no íbamos preparados para ello, y además tampoco nos sobraba el tiempo, porque teníamos otros objetivos previstos en el parque, así que dimos media vuelta y regresamos a la parada del shuttle. En cualquier caso, este sencillo paseo por el Riverside Walk está francamente bien y resulta recomendable. El entorno merece la pena.
Tema musical: "Another day like Superman" (ANYONE'S DAUGHTER)
Al llegar de nuevo al Temple of Sinawava, nos sentamos un momento a descansar y a beber algo. Se ve que la caminata había sido más agitada de lo que yo pensaba, porque quise abrir una botella de Coca Cola y, en cuanto aflojé un poco el tapón, de allí dentro salió una especie de Old Faithful enbrutecido que me dejó la mochila completamente empapada y pringosa. Ni que decir tiene que me acordé del santoral completo, incluyendo nombre, apellidos, dirección y actividad laboral de cada miembro de tan selecto grupo. Toda una escenita de las de “tierra, engúlleme”, vaya… María se reía a mandíbula batiente y alguno de los turistas que rondaban por las inmediaciones, también.
Subimos otra vez al bus y nos apeamos en Weeping Rock. Sin perder tiempo nos dirigimos al primero de los trails que teníamos la intención de recorrer en esta zona: el Hidden Canyon Trail. Se trata de una subida en la que hay que salvar una pendiente bastante significativa, y conviene por ello ajustar el ritmo a nuestras posibilidades. El firme del sendero es bueno y no ofrece demasiada dificultad -salvo si se padece de vértigo, claro está -. En la zona de arriba, las vistas son tremendas, puesto que se alcanza una altura importante y el conocido Angel’s Landing está justo enfrente. Nos hubiese gustado continuar la ascensión hasta Observation Point, el mirador más elevado del parque de Zion, desde donde se puede observar todo el cañón en sentido longitudinal. Pero se necesitaban para ello cinco o seis horas y, por desgracia, no disponíamos de tanto tiempo.
Tema musical: "Three observations of one ocean"
(WILLIAM ACKERMAN)
Descendimos con cuidado para no sobrecargar las rodillas y, al llegar al punto de partida del trail, nos desviamos a ver la Weeping Rock, la roca que llora. El sendero hasta ella es corto y merece la pena hacer el mini-trek, porque resulta un lugar curioso. Por un lado, la roca en sí misma es muy bonita. Además, las estupendas vistas desde el pequeño balcón natural que se forma en su interior suponen otro aliciente. Y, como guinda, la ligera ducha que se recibe al pasar bajo las “lágrimas” de la piedra permite soportar algo mejor el fuerte calor que hace en el fondo del cañón durante el verano.
Tema musical: "Overland" (AD INFINITUM)
El servicio de shuttles de Zion funciona bien y hay un goteo incesante de autobuses tanto en una dirección como en la otra. De ello nos aprovechamos para irnos deteniendo en las sucesivas paradas de la ruta: The Grotto, Zion Lodge y Court of the Patriarchs. En cada una de ellas dimos un pequeño paseo e intentamos contemplar las montañas que flanquean el cañón, pero la temperatura a esas horas de la mañana era ya muy elevada y no apetecía alejarse demasiado de las sombras. En Court of the Patriarchs, no obstante, hicimos un pequeño sobreesfuerzo y sacamos a pleno sol unas tomas de vídeo del fenomenal entorno.
Tema musical: "Open book" (HAPPY THE MAN)
Ya a mediodía, de vuelta en el parking del Visitor Center, hice partícipe a María de mi interés por llevar a cabo algo que un par de días antes me había planteado íntimamente en el Canyon Overlook: regresar allí para poder contemplar con buen tiempo aquellas maravillosas vistas. Y ella, como era previsible, me dijo que le parecía perfecto mi interés, y que, por su parte, no había mayor inconveniente… siempre y cuando pudiera esperarme en el coche mientras me hacía el trek yo solito, claro. Así que allá nos fuimos.
Subimos a través de la bellísima Zion - Mount Carmel Highway y nos vimos obligados a aguardar un rato justo antes de la entrada del túnel, porque al ser tan estrecho funciona en un solo sentido y tienen que cortar el tráfico alternativamente.
Tema musical: "Delivered up for tea" (CITIZEN CAIN)
En la foto de la izquierda, The Streaked Wall y The Sentinel, y en la de la derecha,
The East Temple, todos ellos vistos desde la Zion - Mt Carmel Hwy.
Al llegar al trailhead del Canyon Overlook, encontramos de casualidad un sitio libre en el abarrotado parking y allí se quedó la pobre María, atosigada por el calor y aún recuperándose del esfuerzo realizado en las fuertes pendientes de Hidden Canyon. Yo me aprovisioné bien de agua -nada de peligrosos líquidos efervescentes - y cogí las dos cámaras para ir dejando constancia gráfica de este mi segundo paso por tan fantástico lugar.
Subí a buen ritmo, y al final del sendero me encontré con la grata sorpresa de que en el mirador final no había absolutamente nadie. Pude, por lo tanto, disfrutar de aquella imagen de postal con la máxima tranquilidad. Como suponía, haberle dado una segunda oportunidad al Canyon Overlook se había revelado como un gran acierto. La panorámica desde allí arriba mejora muchísimo con el cielo casi despejado.
La bajada la hice ya de un modo más pausado y las paradas para contemplar el paisaje fueron muy frecuentes. En el fondo del cañón había un numeroso grupo de personas practicando barranquismo. Se las escuchaba a la perfección.
Tema musical: "Entangled" (GENESIS)
Panorama desde Canyon Overlook: de izquierda a derecha,
Bridge Mountain, The West Temple, Towers of the Virgin,
Altar of Sacrifice, The Streaked Wall, The Sentinel
The East Temple desde Canyon Overlook
Diferentes imágenes del trail del Canyon Overlook
Tras reencontrarme con María en el aparcamiento, retomamos en sentido contrario el mismo tramo de carretera por el que habíamos subido con anterioridad y nos detuvimos en mitad del pueblo de Springdale para repostar y comernos los que serían nuestros últimos wraps picantes del viaje -snif-. Nos supieron tan bien como de costumbre.
Con cierta pereza, fuimos abandonando Zion National Park en dirección a Las Vegas. No teníamos ninguna gana de irnos de allí pero, por desgracia, no nos quedaba más remedio. Los más de 250 kilómetros del trayecto se hicieron interminables y agotadores. Fue como si todo el cansancio acumulado a lo largo de más de diez mil kilómetros de road trip se me hubiese venido encima de golpe. Cuando, una vez sobrepasado St George, descendimos desde las montañas al desierto de Nevada, se apoderó de mí una tremenda sensación de modorra que me obligó a extremar las precauciones al volante, llegando hasta el punto de atreverme a abrir -ahora sí- otra amenazante botella de Coca Cola… Todo lo di por bueno con tal de que la cafeína me pudiese espabilar un poco.
Tema musical: "Take the time" (DREAM THEATER)
Entramos a Las Vegas por el norte, con la intención de volver a pasar por delante de nuestro añorado Stratosphere y atravesar a continuación todo el Strip en dirección sur hasta llegar al hotel en donde teníamos reservada la habitación, el America’s Best Value Inn, un alojamiento en el que ya habíamos pernoctado la primera noche, después del vuelo de ida, y que habíamos elegido por su cercanía al aeropuerto y su precio imbatible -25 euros-.
Recorrimos el larguísimo Boulevard despidiéndonos de la ciudad hasta una próxima ocasión -que seguro que la habrá-. Antes de ir al hotel nos acercamos a una gasolinera de las inmediaciones, puesto que de madrugada, apenas unas horas después, tendríamos que devolver el coche de alquiler con el depósito lleno. Durante unos instantes, justo el tiempo que tardamos en repostar y abonar el importe del combustible, tuvimos la oportunidad de experimentar de nuevo en nuestras propias carnes la misma sensación de bochorno extremo que tanto nos había impactado al llegar desde España. Esa primera bocanada de calor made in Las Vegas es sencillamente brutal. Y nos pilló un tanto desprevenidos, porque ya casi se nos había olvidado.
Fue un buen momento para volver a interpretar, esta vez a dúo, la tonadilla -o lo que quiera que sea- con la que veintitantos días atrás, recién aterrizados en la ciudad, nos habíamos hecho unas cuantas risas:
- Me se evapora el almaaaaa, me se evaporaaaaa…
Tema musical: "Take the time" (DREAM THEATER)
A media tarde nos recogimos definitivamente en nuestro hotel. Allí teníamos que hacer la facturación online del vuelo interno de Iberia Express, pero el wifi funcionaba fatal en la habitación que nos habían asignado, de tal modo que nos pasamos por la recepción para ver si nos podían cambiar a otra en la que sí pudiésemos conectarnos a internet con normalidad. Le recordamos al recepcionista que la otra noche en la que nos habíamos alojado allí, la conexión wifi iba perfecta, pero el buen hombre no parecía demasiado receptivo a nuestras demandas y lo único que conseguimos de él fue que nos diese largas durante un rato, con la excusa de que tenía que avisar a no sé quién.
Como nos encontrábamos ya muy cansados y sin voluntad ni fuerzas para discutir con nadie, decidimos no insistir más y nos llevamos el portátil a la misma recepción, donde el wifi sí funcionaba sin problema alguno. En apenas unos minutos, dejamos resuelto el asunto del check-in online del vuelo Madrid-Santiago de Compostela, y hay que decir que la página web de Iberia no daba ya el dichoso fallo que a la ida nos había obligado a facturar el equipaje en el aeropuerto, con la consiguiente sobretasa y mi reclamación posterior. Una preocupación menos. Con respecto a los vuelos de American Airlines, sabíamos que en las máquinas del aeropuerto de McCarran podríamos gestionar la facturación, así que ni lo intentamos siquiera.
De regreso en la habitación, recogimos todo el equipaje -salvo las cosas de aseo y la ropa con la que viajaríamos en apenas unas horas-, dejamos la nevera de corcho blanco -fiel compañera, sin duda- en una esquina del cuarto y comprobamos asimismo que no nos habíamos olvidado nada dentro de las guanteras del coche. Muy tempranito, cenamos unos sándwiches fríos que habíamos comprado en la gasolinera y sin más dilación nos fuimos a la cama para intentar dormir lo antes posible. El madrugón del día siguiente -por increíble que parezca- iba a batir de largo todos los records.
.
.
.