Antes de llegar a Göreme, que era el pueblo donde habíamos decidido establecer nuestra base para visitar la Capadocia, paramos para visitar la ciudad subterránea de Derinkuyu. Al parecer hay bastantes ciudades subterráneas por la región, pero la mayoría están siendo descubiertas. Derinkuyu es una de las más adecuadas para ser visitada. Una vez se inicia el descenso a las profundidades, toda la zona está llena de túneles, salas y recovecos, que si no fuera porque el camino a seguir está indicado, sería muy fácil perderse. Los túneles son muy estrechos y en general bastante profundos. Se dice que esta ciudad podía cobijar a 10.000 personas y que cuenta con innumerables pisos subterráneos y chimeneas de ventilación. Nosotros vimos una y era realmente profunda. Fue una visita un tanto claustrofóbica, pero muy interesante.
Habíamos llegado a Göreme un día antes de lo previsto, y como el alojamiento que previamente habíamos reservado no tenía sitio para esa noche, tuvimos que dormir en otro hotel y cambiar al día siguiente.
Ese primer día aprovechamos para tener una primera toma de contacto con la zona y decidir en qué íbamos a emplear los cuatro días siguientes.
Ya desde el principio quedamos impactados por el paisaje de la Capadocia. Todas las formaciones rocosas, todos los valles, las magníficas vistas panorámicas que se veían desde casi cualquier punto… Enseguida comprendimos que aquello nos iba a encantar.
Esa tarde fuimos hasta el sunset point para ver atardecer. Este punto está situado sobre los valles rojos y rosa, que visitaríamos días más tarde, y ofrecía una bonita vista con el sol desapareciendo al fondo.
Ese primer día aprovechamos para tener una primera toma de contacto con la zona y decidir en qué íbamos a emplear los cuatro días siguientes.
Ya desde el principio quedamos impactados por el paisaje de la Capadocia. Todas las formaciones rocosas, todos los valles, las magníficas vistas panorámicas que se veían desde casi cualquier punto… Enseguida comprendimos que aquello nos iba a encantar.
Esa tarde fuimos hasta el sunset point para ver atardecer. Este punto está situado sobre los valles rojos y rosa, que visitaríamos días más tarde, y ofrecía una bonita vista con el sol desapareciendo al fondo.
A la mañana siguiente nos dimos un buen madrugón. Una de las actividades más populares de la Capadocia es sobrevolarla en globo aerostático. Pero como tenemos ciertos problemas con el vértigo, queríamos ver despegar algunos globos para decidir si nos íbamos a animar a hacer la actividad o no. Los globos son muy madrugadores, para aprovechar el aire frío (por las noches baja la temperatura en la zona una barbaridad), y ese día nosotros lo fuimos también.
Nos acercamos con el coche a uno de los muchos sitios desde donde despegan y estuvimos viendo el proceso. Disfrutamos mucho del espectáculo de ver centenares de globos en acción, pero nos dio la sensación de que eso no era lo nuestro, así que decidimos ahorrarnos el dinero.
Una vez tomada la decisión, volvimos al hotel a dormir hasta una hora un poco más razonable.
Unas horas más tarde, nos levantamos de la cama por segunda vez en el día. Después de desayunar y pagar la cuenta, fuimos al hotel en el que teníamos reserva para las siguientes tres noches. En la Capadocia, y especialmente en Göreme, son muy habituales los alojamientos tipo habitación-cueva, ya que están excavados sobre la roca. Nuestro hotel era el Gedik Cave Hotel y proporcionaba pequeñas habitaciones-cueva muy acogedoras. Además los chicos que lo regentan (una pareja turco-holandesa) eran muy simpáticos y amables y nos dieron muchísima información sobre las caminatas por la zona.
Ese primer día nos limitamos a dejarles nuestro equipaje y les pedimos que lo lavaran entero, ya que estábamos en el ecuador de nuestra ruta por Turquía y nos habíamos quedado sin ropa limpia. Después nos fuimos a caminar.
Decidimos ir hasta el vecino pueblo de Uçhisar por el valle de las Palomas y volver paralelos a la carretera para parar por los sucesivos miradores.
La caminata por el valle de las Palomas fue bastante tranquila y agradable. Vimos muchos palomares, pero ninguna paloma, y nos cruzamos tan solo con dos francesas en todo el trayecto. Pasamos por algún túnel cavado en la roca de la montaña, teniendo finalmente que subir un poco para salir del valle y llegar a Uçhisar.
Unas horas más tarde, nos levantamos de la cama por segunda vez en el día. Después de desayunar y pagar la cuenta, fuimos al hotel en el que teníamos reserva para las siguientes tres noches. En la Capadocia, y especialmente en Göreme, son muy habituales los alojamientos tipo habitación-cueva, ya que están excavados sobre la roca. Nuestro hotel era el Gedik Cave Hotel y proporcionaba pequeñas habitaciones-cueva muy acogedoras. Además los chicos que lo regentan (una pareja turco-holandesa) eran muy simpáticos y amables y nos dieron muchísima información sobre las caminatas por la zona.
Ese primer día nos limitamos a dejarles nuestro equipaje y les pedimos que lo lavaran entero, ya que estábamos en el ecuador de nuestra ruta por Turquía y nos habíamos quedado sin ropa limpia. Después nos fuimos a caminar.
Decidimos ir hasta el vecino pueblo de Uçhisar por el valle de las Palomas y volver paralelos a la carretera para parar por los sucesivos miradores.
La caminata por el valle de las Palomas fue bastante tranquila y agradable. Vimos muchos palomares, pero ninguna paloma, y nos cruzamos tan solo con dos francesas en todo el trayecto. Pasamos por algún túnel cavado en la roca de la montaña, teniendo finalmente que subir un poco para salir del valle y llegar a Uçhisar.
Durante todo el camino estuvimos rodeados de curiosas y extrañas formaciones rocosas y vimos huertos por todas partes; en el que estaba ya al final del valle había un señor recolectando la fruta y nos regaló una manzana a cada uno: estaban exquisitas.
Una vez en Uçhisar, subimos hasta una inmensa roca que hace que el pueblo se vea desde casi cualquier punto de la zona, y que popularmente se conoce como el castillo de Uçhisar. Una vez en lo alto de la roca pudimos disfrutar de la increíble vista de la zona: ante nosotros se extendían todos los famosos valles de la Capadocia, muchos de los cuales pensábamos recorrer en los próximos días. En el centro de toda esa zona, el pueblo de Göreme totalmente mimetizado con el entorno y casi escondido entre las formaciones rocosas.
Una vez en Uçhisar, subimos hasta una inmensa roca que hace que el pueblo se vea desde casi cualquier punto de la zona, y que popularmente se conoce como el castillo de Uçhisar. Una vez en lo alto de la roca pudimos disfrutar de la increíble vista de la zona: ante nosotros se extendían todos los famosos valles de la Capadocia, muchos de los cuales pensábamos recorrer en los próximos días. En el centro de toda esa zona, el pueblo de Göreme totalmente mimetizado con el entorno y casi escondido entre las formaciones rocosas.
Para llegar hasta la carretera fuimos bajamos por un camino distinto al que habíamos tomado para subir. Pasamos junto a muchas casas trogloditas o casas cuevas, ubicadas por todas partes, que se ve que alguna vez estuvieron habitadas; quizá todavía alguna de ellas lo esté.
Una vez junto a la carretera, fuimos acercándonos hacia Göreme y, en un momento dado, nos adentramos por otro valle que discurría paralelo al de las palomas.
Una vez llegamos al pueblo, fuimos directamente a comer, pues después de la caminata teníamos hambre. Después volvimos al hotel, donde recogimos nuestra ropa y nos acomodamos en nuestra habitación-cueva.
Por la tarde fuimos al museo al aire libre de Göreme. Se trata de un lugar donde hay excavadas en las piedras pequeñas capillas e iglesias adornadas casi todas ellas con frescos en diferentes estados de conservación. Si bien algunos de los frescos están muy bien conservados y son bastante sorprendentes, la visita se nos hizo un poco monótona, pues consistía siempre en lo mismo: acceder a la iglesia, contemplar los frescos y salir en busca de la iglesia siguiente.
Una vez llegamos al pueblo, fuimos directamente a comer, pues después de la caminata teníamos hambre. Después volvimos al hotel, donde recogimos nuestra ropa y nos acomodamos en nuestra habitación-cueva.
Por la tarde fuimos al museo al aire libre de Göreme. Se trata de un lugar donde hay excavadas en las piedras pequeñas capillas e iglesias adornadas casi todas ellas con frescos en diferentes estados de conservación. Si bien algunos de los frescos están muy bien conservados y son bastante sorprendentes, la visita se nos hizo un poco monótona, pues consistía siempre en lo mismo: acceder a la iglesia, contemplar los frescos y salir en busca de la iglesia siguiente.
A la salida del museo, y mientras veíamos atardecer, estuvimos deambulando sin rumbo fijo por las pequeñas colinas que separan el museo del pueblo. Fue un paseo cansado, pues no paramos de subir y bajar todo el tiempo, pero muy agradable.
A la mañana siguiente nos despertamos cuando estaba amaneciendo y aprovechamos para salir de la habitación y observar nuevamente el espectáculo del cielo plagado de globos por todas partes. Al estar ubicado el hotel en un lado de una pequeña colina, teníamos una vista magnífica.
Ese día la caminata fue larga y dura. Decidimos ir caminando hasta Pasabagi. Para ello, debíamos recorrer el valle de la Espada, de ahí conectar con el valle Rojo y el valle Rosa y, después, ir bordeando la montaña (dejando Çavusin a nuestra izquierda) para llegar hasta Pasabagi. La vuelta la haríamos en transporte público. Casi nada salió como esperábamos.
Comenzamos caminando por el valle de la Espada, que era donde habíamos estado la primera mañana viendo despegar los globos. Desde un principio el paisaje resultó ser increíble, y fuimos siguiendo diferentes senderos que pasaban junto a formaciones rocosas muy originales. Toda la zona estaba llena de pequeños senderos y por supuesto, no había ningún cartel, así que había que decidirse por uno u otro en función de lo que nuestra orientación nos fuese diciendo. Llegados a un punto, no sabíamos cómo pasar al valle Rojo, pero encontramos una pareja de italianos con un guía local, quien nos indicó cómo hacerlo. Una vez en el valle Rojo, nos encontramos más solos que la una, así que la decisión de pasar al valle Rosa cayó sobre nuestros hombros. Y claramente erramos, porque cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos metidos en una zona relativamente profunda y estrecha, y no veíamos la manera de salir de ahí. Como dar media vuelta no era una opción, porque no aseguraba que fuéramos a encontrar el camino correcto, decidimos buscar una zona en la que pudiésemos escalar para salir de ahí, ya que en ningún momento perdimos la orientación. Lo que perdimos fue el camino correcto.
Ese día la caminata fue larga y dura. Decidimos ir caminando hasta Pasabagi. Para ello, debíamos recorrer el valle de la Espada, de ahí conectar con el valle Rojo y el valle Rosa y, después, ir bordeando la montaña (dejando Çavusin a nuestra izquierda) para llegar hasta Pasabagi. La vuelta la haríamos en transporte público. Casi nada salió como esperábamos.
Comenzamos caminando por el valle de la Espada, que era donde habíamos estado la primera mañana viendo despegar los globos. Desde un principio el paisaje resultó ser increíble, y fuimos siguiendo diferentes senderos que pasaban junto a formaciones rocosas muy originales. Toda la zona estaba llena de pequeños senderos y por supuesto, no había ningún cartel, así que había que decidirse por uno u otro en función de lo que nuestra orientación nos fuese diciendo. Llegados a un punto, no sabíamos cómo pasar al valle Rojo, pero encontramos una pareja de italianos con un guía local, quien nos indicó cómo hacerlo. Una vez en el valle Rojo, nos encontramos más solos que la una, así que la decisión de pasar al valle Rosa cayó sobre nuestros hombros. Y claramente erramos, porque cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos metidos en una zona relativamente profunda y estrecha, y no veíamos la manera de salir de ahí. Como dar media vuelta no era una opción, porque no aseguraba que fuéramos a encontrar el camino correcto, decidimos buscar una zona en la que pudiésemos escalar para salir de ahí, ya que en ningún momento perdimos la orientación. Lo que perdimos fue el camino correcto.
No sin esfuerzo, y con alguna que otra magulladura, conseguimos salir del dichoso valle y encontramos dos cosas: lo primero, una vista increíble (otra más) de toda la zona, incluyendo Göreme y Uçhisar a lo lejos; y lo segundo y más importante, el sendero que bordeaba la montaña y que nos debía conducir hasta Pasabagi.
Recorrimos el sendero disfrutando del paisaje y de las diversas formaciones rocosas, y cuando tuvimos Çavusin a nuestra izquierda, encontramos muchas bifurcaciones de nuestro camino. La ley de probabilidades (y de Murphy) hizo que tomásemos el equivocado, así que de repente nos encontramos atravesando el pueblo de Çavusin. Aprovechamos para comprar agua porque, aunque habíamos salido con bastante cantidad, parecía que la caminata iba a ser más larga de lo inicialmente previsto. En Çavusin preguntamos cómo llegar hasta Pasabagi y conseguimos que nos indicaran un sendero que transitaba paralelo a la carretera, con lo cual en esa ocasión no habría manera de perderse. En ese camino nos cruzamos con dos japonesas.
Finalmente llegamos a Pasabagi. En este sitio es donde mejor se pueden observar las formaciones rocosas llamadas chimeneas de las hadas. Allí si encontramos bastantes turistas, que llegaban al sitio cómodamente en autobús. Estuvimos dando un paseo por la zona y disfrutando de las tan curiosas formaciones.
Recorrimos el sendero disfrutando del paisaje y de las diversas formaciones rocosas, y cuando tuvimos Çavusin a nuestra izquierda, encontramos muchas bifurcaciones de nuestro camino. La ley de probabilidades (y de Murphy) hizo que tomásemos el equivocado, así que de repente nos encontramos atravesando el pueblo de Çavusin. Aprovechamos para comprar agua porque, aunque habíamos salido con bastante cantidad, parecía que la caminata iba a ser más larga de lo inicialmente previsto. En Çavusin preguntamos cómo llegar hasta Pasabagi y conseguimos que nos indicaran un sendero que transitaba paralelo a la carretera, con lo cual en esa ocasión no habría manera de perderse. En ese camino nos cruzamos con dos japonesas.
Finalmente llegamos a Pasabagi. En este sitio es donde mejor se pueden observar las formaciones rocosas llamadas chimeneas de las hadas. Allí si encontramos bastantes turistas, que llegaban al sitio cómodamente en autobús. Estuvimos dando un paseo por la zona y disfrutando de las tan curiosas formaciones.
Aprovechamos una sombra para comer las viandas que llevábamos en la mochila antes de emprender el camino de vuelta. Como nos habíamos quedado con ganas de transitar por el sendero que bordeaba la montaña, decidimos armarnos de valor a pesar del cansancio, y en vez de utilizar el transporte público, volvimos a Göreme caminando. En esta ocasión fue muy sencillo encontrar el sendero y pudimos regresar por él hasta Çavusin. Allí decidimos visitar lo que llaman la ciudad antigua, que era una serie de cuevas y casas trogloditas excavadas sobre una roca.
De allí nos fue muy sencillo encontrar el valle de la Espada que nos llevó de vuelta a Göreme. Al final hicimos todo lo que habíamos pensado, pero en diferente orden y con una dosis de esfuerzo mucho más grande de lo previsto. Ni que decir tiene que ese día nos echamos una buena siesta.
Por la noche dimos un paseo por el pueblo, subimos hasta un alto para ver Göreme by night y fuimos a cenar un pottery kebab. Se trata de un guiso de carne que ponen en el interior de un jarrón de barro; lo tapan y lo ponen en el fuego de leña. Esto hace que el guiso se termine de cocinar y que la tapa se pegue al resto de la cerámica, de modo que para poder comerlo hay que golpear la junta de las dos piezas hasta que se despega. Y luego tener precaución, porque el guiso está muy caliente.
Por la noche dimos un paseo por el pueblo, subimos hasta un alto para ver Göreme by night y fuimos a cenar un pottery kebab. Se trata de un guiso de carne que ponen en el interior de un jarrón de barro; lo tapan y lo ponen en el fuego de leña. Esto hace que el guiso se termine de cocinar y que la tapa se pegue al resto de la cerámica, de modo que para poder comerlo hay que golpear la junta de las dos piezas hasta que se despega. Y luego tener precaución, porque el guiso está muy caliente.
La mañana siguiente a hora temprana volvimos a disfrutar de los globos surcando los cielos, algunos de los cuales pasaron muy cerca de donde estábamos. El dueño del hotel nos dijo que dependía de la dirección del viento, y que había días que pasaban rozando. También nos dijo que en esa época del año salían unos 80 globos diarios y que en cada globo no había menos de 12 turistas. Eso hacía un total de casi mil turistas diarios. A nosotros inmediatamente nos surgió una pregunta: ¿cómo era posible que luego por los senderos no nos cruzásemos casi con nadie? ¿Dónde se metía toda esa gente durante el resto del día?
Después de ver los globos y desayunar nos pusimos en marcha. Ese día decidimos dividir nuestras excursiones en dos, de manera que haríamos una por la mañana y otra por la tarde. Comenzamos recorriendo el valle Zemi. Quizá no fue el más espectacular en cuanto a formaciones rocosas, pero sin duda fue muy entretenido. Tuvimos que atravesar un río, pasar por túneles y puentes y, ya casi al final para salir del valle, ascender por una gran pendiente ayudados de una cuerda que había allí puesta a tal efecto.
Fue una caminata divertida, que se vio acompañada por una perra, la cual se nos pegó desde el inicio del valle. Al principio pensamos que estaría con nosotros un rato y luego se aburriría, pero no fue así.
Una vez en lo alto del valle, pudimos ver Uçhisar y su enorme roca característica. Nuestra vuelta hasta Göreme fue por una cómoda pista de arena.
Una vez en lo alto del valle, pudimos ver Uçhisar y su enorme roca característica. Nuestra vuelta hasta Göreme fue por una cómoda pista de arena.
Antes de ir a comer nos acercamos nuevamente al inicio del valle Zemi, porque habíamos visto que al lado había unas formaciones rocosas claramente en forma de falos o penes.
Una vez disfrutamos de la vista, iniciamos la vuelta a Göreme. No sabemos por qué motivo, pero finalmente la perra nos abandonó y volvió al lugar donde la habíamos encontrado al inicio.
Por la tarde recorrimos el valle del Amor hasta Uçhisar y volvimos por el sendero que circula paralelo a la carretera para parar en los diversos miradores y contemplar así la zona con la luz del atardecer.
En cuanto se empieza a caminar por el sendero que discurre por el valle del Amor, se llega a la zona de la que el sitio toma su nombre: una explanada en la que hay un bosque de falos o penes. Puede parecer un tanto pueril, pero nosotros no le dimos el nombre.
Por la tarde recorrimos el valle del Amor hasta Uçhisar y volvimos por el sendero que circula paralelo a la carretera para parar en los diversos miradores y contemplar así la zona con la luz del atardecer.
En cuanto se empieza a caminar por el sendero que discurre por el valle del Amor, se llega a la zona de la que el sitio toma su nombre: una explanada en la que hay un bosque de falos o penes. Puede parecer un tanto pueril, pero nosotros no le dimos el nombre.
A lo largo de este valle nos cruzamos con más turistas que en los anteriores: un grupo de franceses y más tarde otra pareja de franceses. Tampoco se trató de una muchedumbre.
Tras abandonar el bosque de marras continuamos por el sendero. Tuvimos que atravesar varios túneles y algunas zonas un poco angostas, todo sobre terreno bastante plano. Tan solo al final, como de costumbre, había una subida un tanto pronunciada para salir del valle.
Cruzamos la carretera y volvimos bordeándola y contemplando cómo iba cambiando la luz del atardecer sobre el paisaje. Era nuestra última noche en la Capadocia y queríamos llevarnos un buen recuerdo.
Tras abandonar el bosque de marras continuamos por el sendero. Tuvimos que atravesar varios túneles y algunas zonas un poco angostas, todo sobre terreno bastante plano. Tan solo al final, como de costumbre, había una subida un tanto pronunciada para salir del valle.
Cruzamos la carretera y volvimos bordeándola y contemplando cómo iba cambiando la luz del atardecer sobre el paisaje. Era nuestra última noche en la Capadocia y queríamos llevarnos un buen recuerdo.
A la vez que el sol iba bajando, bajaba también la temperatura, así que en el tramo final antes de llegar de vuelta a Göreme aligeramos el paso.
Al día siguiente teníamos que ir a dormir a Kayseri, pues nuestro vuelo salía temprano un día más tarde. Pero antes fuimos a visitar el valle de Ihlara, también ubicado en la Capadocia, aunque un tanto alejado de la zona donde nos habíamos estado moviendo.
Hay varios accesos a este valle. Nosotros decidimos empezar por el principio y entramos por el mismo pueblo de Ihlara. Por el fondo del valle discurre un río y hay un sendero a cada lado por el que transitar. A lo largo del río hay varias pasarelas y puentes para poder cambiar de orilla. Nos dio la sensación de que más que un valle, se trataba de un cañón, pues los lados eran acantilados que caían más en forma de U que de V.
A lo largo del recorrido fuimos encontrando y entrando en una serie de pequeñas iglesias cavadas en la roca con frescos en su interior, unos mejor conservados que otros.
Fue una visita agradable, si bien cuando ya habíamos entrado en casi una decena de iglesias, vimos que aquello iba a ser todo muy parecido.
Al día siguiente teníamos que ir a dormir a Kayseri, pues nuestro vuelo salía temprano un día más tarde. Pero antes fuimos a visitar el valle de Ihlara, también ubicado en la Capadocia, aunque un tanto alejado de la zona donde nos habíamos estado moviendo.
Hay varios accesos a este valle. Nosotros decidimos empezar por el principio y entramos por el mismo pueblo de Ihlara. Por el fondo del valle discurre un río y hay un sendero a cada lado por el que transitar. A lo largo del río hay varias pasarelas y puentes para poder cambiar de orilla. Nos dio la sensación de que más que un valle, se trataba de un cañón, pues los lados eran acantilados que caían más en forma de U que de V.
A lo largo del recorrido fuimos encontrando y entrando en una serie de pequeñas iglesias cavadas en la roca con frescos en su interior, unos mejor conservados que otros.
Fue una visita agradable, si bien cuando ya habíamos entrado en casi una decena de iglesias, vimos que aquello iba a ser todo muy parecido.
Cuando llegamos a Belisirma paramos para comer en uno de los sitios que hay junto al río. Habíamos recorrido la mitad del valle, pero decidimos no adentrarnos en la segunda mitad hasta llegar a Selime. Después de comer tomamos un taxi allí mismo que nos llevó de vuelta hasta donde habíamos aparcado el coche.
Condujimos hasta Kayseri, donde hicimos noche, y al día siguiente tomamos un vuelo con destino a Estambul.
Condujimos hasta Kayseri, donde hicimos noche, y al día siguiente tomamos un vuelo con destino a Estambul.