En cinco minutos se llega desde el Hotel Sevilla al edificio del Museo de la Revolución caminando. Muy cerquita está también el imponente edificio de la Embajada Española y la estatua de Máximo Gómez.
La visita del museo, incluido el memorial del Granma (el barco que transportó a Fidel desde Méjico a Cuba en 1956 para empezar las luchas contra Batista, y también se incluyen armas y vehículos), lleva unas dos horas. Algunas zonas del antiguo palacio presidencial de Batista está en restauración, precisamente uno de sus espacios más destacados, el Salón de los Espejos. Respecto al museo en sí, aporta mucha información sobre la revolución, con gráficos, explicaciones y fotografías. Su valoración es muy personal.
Después enfilamos el Malecón, admirando lo bonitos que quedan los edificios del Vedado a esa hora, con el sol resaltando sus colores en el horizonte.
Curioso edificio con cariátides, en el Malecón.
Como hacía calor y hay una distancia considerable, cogimos un coco-taxi (3 cuc) hasta el Hotel Nacional, una forma muy agradable de moverse en distancias cortas.
Entramos a ver el Hotel Nacional, sus impresionantes vistas, los cañones, etc.
Luego fuimos hasta el Hotel Focsa, con intención de subir a la cafetería para ver las vistas desde el último piso, pero parece que no teníamos suerte porque estaba cerrado por una inoportuna avería en las instalaciones.
Caminando tranquilamente, fuimos callejeando hasta salir a la calle 23 o Rampa, por la que ascendimos hasta llegar al Hotel Habana Libre; enfrente está la famosa heladería Coppelia. Hacía mucho calor y la cola para entrar era de las que hacen época. Nos quedamos alucinados. Se guardaba cola si se pagaba en pesos nacionales, pagando en cuc entrabas directamente a una zona más pequeña donde había muy poca gente. Supongo que la zona cubana es más grande y tiene mucha más arboleda, pero no era cuestión de pasarnos dos horas esperando, así que nos tomamos nuestros helados en la zona “guiri”, que le vamos a hacer. Dos bolas en cada copa, 4’50 cuc.
Estaban ricos, pero no para esas esperas, la verdad. Un poco más adelante, merece la pena detenerse unos minutos a ver el pequeño parque de Don Quijote, con una escultura que le presenta desnudo montando a Rocinante y empuñando sus armas. Por cierto, creo que es en la calle Brasil donde hay una escultura dedicada a Sancho Panza. Es curioso que los tengan separados.
Vueltas y vueltas por el Vedado, contemplando la variada arquitectura de una zona bastante diferente de la Habana Vieja, pero también muy interesante de visitar.
De vuelta hacia el Capitolio, tomamos la Avenida de los Presidentes. luego la de Salvador Allende, y nos tropezamos con un conjunto escultórico muy grande, que confieso que no sé lo que es.
También vimos unos ficus gigantescos y pasamos frente a las verjas del Jardín Botánico. Y calles y calles:
Llegamos muy cerca de la Iglesia del Sagrado Corazón, pero allí estábamos ya bastante cansados, así que aceptamos la propuesta del conductor de un bici taxi que por 3 cuc nos llevó al principio de la calle Obispo. La verdad es que te da un poco de cosa, pero nos dijo que “él prefería que ser explotado a morirse de hambre” y nos contó su vida y milagros mientras nos metía por calles nada turísticas, que te acercaban a la vida cotidiana de la zona más empobrecida del Centro de la Habana.
También atravesamos algunas zonas del barrio chino:
Ya a pie, pasamos por La Floridita y seguimos por la calle Obispo ya que queríamos volver al restaurante El Coco, ya que nos gustó el aspecto de la langosta que tenían allí. Cuando al fin llegamos, no había langosta, así que probamos en el Café Europa, un poco más adelante y que también la anunciaban; pero tampoco la tenían. Nuestro gozo en un pozo, ya estábamos sentados, era tarde y estábamos cansados, así que nos quedamos allí. Nos prepararon una parrillada mixta de marisco (gambones), pescado y res, a la que le sobraba la res. Lo demás, bien; un poco caro, pero es que tenían una actuación de unos músicos y bailarines que compensaba el pequeño sobreprecio.
Fuimos a tomar café a la terraza del Hotel Ambos Mundos, muy bonita la fachada en tono rosa. Gran ambiente y buenas vistas. Se puede subir en ascensor y luego bajar por las escaleras para ver un poco el interior del hotel.
Después nos acercamos a la Plaza de Armas, pero ya era tarde para entrar a ver el Palacio de los Capitanes Generales, sólo nos asomamos al patio. Como es habitual, la plaza estaba repleta de vendedores de libros. También se puede ver el Castillo de la Real Fuerza de con la célebre giraldilla, el Templete, el Hotel Santa Isabel...
Tomamos la calle Obispo y luego la calle San Ignacio, con sus tiendas de pintores, para acercarnos nuevamente a la Plaza de la Catedral. Esta vez sin lluvia, y vimos la Bodeguita del Medio:
A la caída de la tarde fuimos hasta el Malecón para ver la puesta de sol, otro imprescindible en La Habana. El Paseo del Prado también muy bonito al atardecer. Después unos minutos de descanso en el hotel, antes de salir a cenar.
Tomamos una pizza en el Café París, a lado del cual había instalado un puesto en el que hacían y vendían ¡churros! Les preguntamos y nos dijeron que les traían la masa de España, nos los dieron a probar. Estaban ricos, pero les sobraba azúcar, nos comentaron que los cubanos son muy golosos.
CABARET TROPICANA.
Por la noche fuimos al cabaret Tropicana, impresionante lo concurrido que estaba el Malecón por la noche, toda la juventud habanera reunida a lo largo del paseo. Como era sábado y la única fecha que nos cuadraba segura, preferí reservarlo desde España por internet sin sobrecoste, lo que sí te cobran las agencias. Cuesta 75, 85 o 95 cuc, dependiendo de que la mesa esté delante, en medio o detrás. Escogí la mesa en posición intermedia, que es la que aconseja todo el mundo. De todas formas, esto es relativo como explicaré. Nos vino a buscar un precioso chevrolet americano de los años cincuenta, que había reservado previamente. El dueño, un chico joven, nos comentó que lo había heredado de su abuelo y que lo mantenían entre su hermano y él. Pintado en azul claro y blanco, relucía. Una pasada. ¡Ay, qué mal me salió la foto!
En el mostrador de entrada, la señorita nos enseñó un plano y nos dijo que estábamos de suerte, que nosotros teníamos mesa intermedia pero que había anulado una pareja que tenía mesa en zona delantera y nos la cambiaba sin incremento de precio, pero que agradecería una propina ????. Te quedas sin saber qué decir, pero le das 2 cuc. Luego, no sabes si has hecho bien o mal, porque es lo de cabeza de ratón o cola de león, ya que las intermedias están un peldaño más alto que las delanteras, pero depende de si te toca la primera mesa o la de detrás, y también lo cabezudos que sean los que están delante. Por lo general, no se ve mal.
El lugar con mucha vegetación, muy bonito, aunque de noche tampoco se aprecia demasiado. Al aire libre, bajo las estrellas, como lo anuncian. La entrada incluye media botella de ron, una copa de cava, un refresco de cola y unos saladitos. Un montón de bailarines y cantantes (dicen que más de 200, no sé) que se mueven por todo el escenario. Sin embargo, no nos convenció del todo. No sé qué esperábamos, pero nos dejó un poco fríos. El espectáculo empieza a las 22:00 y acaba a las 23:45. Luego hay baile hasta la madrugada.
Al final cometimos un error. Dejamos que el portero nos pidiera un taxi en vez de buscarlo nosotros, la verdad, no sé cómo sucedió, debió ser por el ligero atontamiento de la música y el ron (aunque no bebemos mucho y no habíamos tomado ni un cuarto de la botella, jeje). Apareció un Volvo y nos pidió 20 cuc por llevarnos al Hotel Sevilla. Evidentemente era una barbaridad, ese trayecto lo haces por 12 como mucho; pero eran las tantas de la madrugada y no teníamos ganas de montar un número, así que tragamos.
Moraleja: nunca hay que permitir que te busquen un taxi. Para este caso, lo mejor es acordar con el mismo taxista la ida y la vuelta. Nosotros no pudimos porque la ida la teníamos ya contratada con la reserva del cabaret.
La visita del museo, incluido el memorial del Granma (el barco que transportó a Fidel desde Méjico a Cuba en 1956 para empezar las luchas contra Batista, y también se incluyen armas y vehículos), lleva unas dos horas. Algunas zonas del antiguo palacio presidencial de Batista está en restauración, precisamente uno de sus espacios más destacados, el Salón de los Espejos. Respecto al museo en sí, aporta mucha información sobre la revolución, con gráficos, explicaciones y fotografías. Su valoración es muy personal.
Después enfilamos el Malecón, admirando lo bonitos que quedan los edificios del Vedado a esa hora, con el sol resaltando sus colores en el horizonte.
Curioso edificio con cariátides, en el Malecón.
Como hacía calor y hay una distancia considerable, cogimos un coco-taxi (3 cuc) hasta el Hotel Nacional, una forma muy agradable de moverse en distancias cortas.
Entramos a ver el Hotel Nacional, sus impresionantes vistas, los cañones, etc.
Luego fuimos hasta el Hotel Focsa, con intención de subir a la cafetería para ver las vistas desde el último piso, pero parece que no teníamos suerte porque estaba cerrado por una inoportuna avería en las instalaciones.
Caminando tranquilamente, fuimos callejeando hasta salir a la calle 23 o Rampa, por la que ascendimos hasta llegar al Hotel Habana Libre; enfrente está la famosa heladería Coppelia. Hacía mucho calor y la cola para entrar era de las que hacen época. Nos quedamos alucinados. Se guardaba cola si se pagaba en pesos nacionales, pagando en cuc entrabas directamente a una zona más pequeña donde había muy poca gente. Supongo que la zona cubana es más grande y tiene mucha más arboleda, pero no era cuestión de pasarnos dos horas esperando, así que nos tomamos nuestros helados en la zona “guiri”, que le vamos a hacer. Dos bolas en cada copa, 4’50 cuc.
Estaban ricos, pero no para esas esperas, la verdad. Un poco más adelante, merece la pena detenerse unos minutos a ver el pequeño parque de Don Quijote, con una escultura que le presenta desnudo montando a Rocinante y empuñando sus armas. Por cierto, creo que es en la calle Brasil donde hay una escultura dedicada a Sancho Panza. Es curioso que los tengan separados.
Vueltas y vueltas por el Vedado, contemplando la variada arquitectura de una zona bastante diferente de la Habana Vieja, pero también muy interesante de visitar.
De vuelta hacia el Capitolio, tomamos la Avenida de los Presidentes. luego la de Salvador Allende, y nos tropezamos con un conjunto escultórico muy grande, que confieso que no sé lo que es.
También vimos unos ficus gigantescos y pasamos frente a las verjas del Jardín Botánico. Y calles y calles:
Llegamos muy cerca de la Iglesia del Sagrado Corazón, pero allí estábamos ya bastante cansados, así que aceptamos la propuesta del conductor de un bici taxi que por 3 cuc nos llevó al principio de la calle Obispo. La verdad es que te da un poco de cosa, pero nos dijo que “él prefería que ser explotado a morirse de hambre” y nos contó su vida y milagros mientras nos metía por calles nada turísticas, que te acercaban a la vida cotidiana de la zona más empobrecida del Centro de la Habana.
También atravesamos algunas zonas del barrio chino:
Ya a pie, pasamos por La Floridita y seguimos por la calle Obispo ya que queríamos volver al restaurante El Coco, ya que nos gustó el aspecto de la langosta que tenían allí. Cuando al fin llegamos, no había langosta, así que probamos en el Café Europa, un poco más adelante y que también la anunciaban; pero tampoco la tenían. Nuestro gozo en un pozo, ya estábamos sentados, era tarde y estábamos cansados, así que nos quedamos allí. Nos prepararon una parrillada mixta de marisco (gambones), pescado y res, a la que le sobraba la res. Lo demás, bien; un poco caro, pero es que tenían una actuación de unos músicos y bailarines que compensaba el pequeño sobreprecio.
Fuimos a tomar café a la terraza del Hotel Ambos Mundos, muy bonita la fachada en tono rosa. Gran ambiente y buenas vistas. Se puede subir en ascensor y luego bajar por las escaleras para ver un poco el interior del hotel.
Después nos acercamos a la Plaza de Armas, pero ya era tarde para entrar a ver el Palacio de los Capitanes Generales, sólo nos asomamos al patio. Como es habitual, la plaza estaba repleta de vendedores de libros. También se puede ver el Castillo de la Real Fuerza de con la célebre giraldilla, el Templete, el Hotel Santa Isabel...
Tomamos la calle Obispo y luego la calle San Ignacio, con sus tiendas de pintores, para acercarnos nuevamente a la Plaza de la Catedral. Esta vez sin lluvia, y vimos la Bodeguita del Medio:
A la caída de la tarde fuimos hasta el Malecón para ver la puesta de sol, otro imprescindible en La Habana. El Paseo del Prado también muy bonito al atardecer. Después unos minutos de descanso en el hotel, antes de salir a cenar.
Tomamos una pizza en el Café París, a lado del cual había instalado un puesto en el que hacían y vendían ¡churros! Les preguntamos y nos dijeron que les traían la masa de España, nos los dieron a probar. Estaban ricos, pero les sobraba azúcar, nos comentaron que los cubanos son muy golosos.
CABARET TROPICANA.
Por la noche fuimos al cabaret Tropicana, impresionante lo concurrido que estaba el Malecón por la noche, toda la juventud habanera reunida a lo largo del paseo. Como era sábado y la única fecha que nos cuadraba segura, preferí reservarlo desde España por internet sin sobrecoste, lo que sí te cobran las agencias. Cuesta 75, 85 o 95 cuc, dependiendo de que la mesa esté delante, en medio o detrás. Escogí la mesa en posición intermedia, que es la que aconseja todo el mundo. De todas formas, esto es relativo como explicaré. Nos vino a buscar un precioso chevrolet americano de los años cincuenta, que había reservado previamente. El dueño, un chico joven, nos comentó que lo había heredado de su abuelo y que lo mantenían entre su hermano y él. Pintado en azul claro y blanco, relucía. Una pasada. ¡Ay, qué mal me salió la foto!
En el mostrador de entrada, la señorita nos enseñó un plano y nos dijo que estábamos de suerte, que nosotros teníamos mesa intermedia pero que había anulado una pareja que tenía mesa en zona delantera y nos la cambiaba sin incremento de precio, pero que agradecería una propina ????. Te quedas sin saber qué decir, pero le das 2 cuc. Luego, no sabes si has hecho bien o mal, porque es lo de cabeza de ratón o cola de león, ya que las intermedias están un peldaño más alto que las delanteras, pero depende de si te toca la primera mesa o la de detrás, y también lo cabezudos que sean los que están delante. Por lo general, no se ve mal.
El lugar con mucha vegetación, muy bonito, aunque de noche tampoco se aprecia demasiado. Al aire libre, bajo las estrellas, como lo anuncian. La entrada incluye media botella de ron, una copa de cava, un refresco de cola y unos saladitos. Un montón de bailarines y cantantes (dicen que más de 200, no sé) que se mueven por todo el escenario. Sin embargo, no nos convenció del todo. No sé qué esperábamos, pero nos dejó un poco fríos. El espectáculo empieza a las 22:00 y acaba a las 23:45. Luego hay baile hasta la madrugada.
Al final cometimos un error. Dejamos que el portero nos pidiera un taxi en vez de buscarlo nosotros, la verdad, no sé cómo sucedió, debió ser por el ligero atontamiento de la música y el ron (aunque no bebemos mucho y no habíamos tomado ni un cuarto de la botella, jeje). Apareció un Volvo y nos pidió 20 cuc por llevarnos al Hotel Sevilla. Evidentemente era una barbaridad, ese trayecto lo haces por 12 como mucho; pero eran las tantas de la madrugada y no teníamos ganas de montar un número, así que tragamos.
Moraleja: nunca hay que permitir que te busquen un taxi. Para este caso, lo mejor es acordar con el mismo taxista la ida y la vuelta. Nosotros no pudimos porque la ida la teníamos ya contratada con la reserva del cabaret.