Día sábado. Era ya nuestro cuarto día en Isla de Pascua. Aprovechamos para dormir hasta tarde y desayunar tranquilos en nuestra cómoda casa. Solo música de fondo en una pequeña radio y las puertas y ventanas abiertas para disfrutar de la brisa. Hace 4 días cuando llegamos nos preguntábamos con mi mujer como sobreviviríamos sin internet, y sin tv, pero ahora ya lo tomábamos con una naturalidad total. Creo que la visita a la isla también sirve para que uno se dé cuenta que se puede vivir sin un montón de elementos superfluos como una tv o una conexión ilimitada de 24 hs en internet!
Ese día teníamos planeado realizar el plato fuerte, es decir, conocer el otro sitio de acceso pago en la isla que es el volcán Rano Raraku, más conocido como “la cantera de moais”. Richard, el dueño de la casa que alquilábamos nos recomendó visitarlo luego de las 14 hs ya que dijo que a esas horas bajaba notablemente la afluencia de turistas, y la luz solar era mucho mejor para poder tomar buenas fotografías. Tomamos su consejo, así que aún no era mediodía, salimos con el auto a dar otra vuelta exploradora por los alrededores de Hanga Roa.
Nos topamos con un show de danza Rapa Nui que estaban dando en una especie de centro cultural que hay sobre la avenida costera (la Policarpo Toro). Desde allí mismo nos asomamos a la costa, donde había una pequeña playa formada por una suerte de piletón natural, muy hermosa por cierto.
Luego, andando solo unos 5 minutos en dirección al oetse, llegamos a otra famosa cueva de la isla, conocida como Ana Kai Tangata.
Hay carteles indicando su ubicación, de manera que encontramos fácil un pequeño sendero que lleva hasta ella. La cueva en realidad es un enorme hueco cavado en la piedra por efectos de la erosión del mar. Es de fácil acceso ya que hay escaleras para bajar por el acantilado. De todas maneras hay que tener siempre cierta precaución de por donde se pisa. Al bajar allí nos encontramos con unas magnificas pinturas rupestres representando aves y todo lo concerniente a la celebración del hombre pájaro. Vale la pena la visita, toma poco tiempo y es muy interesante.
Así se veia el mar desde el interior de la cueva
Volvimos a comer algo a casa y cerca de las 2 de la tarde fuimos al fin a encontrarnos con el plato fuerte, la cantera de moais del volcán Rano Raraku. Tomamos la carretera costera que bordea toda la costa sur de la isla. Como siempre, nos encontrábamos con hermosos paisajes de verdes colinas y prados, cientos de caballos y salvajes costas plagadas de roca volcánica.
También pasamos por infinidad de sitios arquelógicos que prometimos ir viendo uno por uno a la vuelta. El viaje no dura más de media hora yendo muy tranquilos. Por fin, nos topamos con un cartel que indica un desvío hacia la cantera. Desde el auto ya podíamos ver a lo lejos las faldas de este extinto volcán con infinidad de moais.
¿Que es el Rano Raraku?
En sus faldas se construyeron los casi 900 moais que se reparten por toda la isla. Rano Raraku era la cantera de los moais, un lugar que los canteros abandonaron de manera súbita dejando más de 400 de estos colosos de piedra volcánica en diversas fases de construcción. Aún se desconoce realmente cual fué el motivo por el que se detuvo la construcción de los moais cerca del siglo XVI. Una de las teorias es que debido a la sobreexplotación de los recursos naturales de la isla, las distintas tribus entraron en un estado crisis ambiental, cultural y social que desembocó en una guerra civil con el consecuente abandono de esta actividad megalítica.
Al llegar a la entrada al sitio, nos encontramos con un pequeño parking, un puesto para comprar souvenirs, baños y una caseta de guardaparques donde debimos mostrar las entradas que habíamos comprado el día anterior en Orongo para que las sellen.
Esta parte del Parque Natural consta de dos senderos: el principal que vá por la falda exterior del volcán pasando al lado de los moais, y otro que llega hasta la laguna formada en el extinto cráter del volcán. Por supuesto, fuimos entusiasmados al sendero de los moais.
Inicio del sendero
Para un fanático como yo de esa misteriosa cultura, que ansiaba desde niño ver a los gigantes de piedra, esto fue el punto culminante del viaje. Creo que sentí algo muy similar al Sindrome de Stendhal. El corazón se me salía por la boca de la emoción. Me encontré abrumado y sumamente emocionado por el espectáculo que ofrecía aquel lugar mágico, espléndido y misterioso. A lo largo y a lo ancho de la pared exterior del volcán emergían de la tierra cientos de moais, de todos los tamaños, y en todas las posiciones imaginables: erguidos, derribados, de costado e inclusive adheridos aún la roca volcánica, inconclusos por algún motivo que aún hoy se desconoce.
Algunos de los rostros son tan perfectos que por momentos pareciera que cobrarán vida en cualquier momento. Sin dudas que haber estado ahí, en ese momento, ya había justificado absolutamente nuestro viaje a la isla.
Creo que las fotos, por más que lo intenté, no logran describir fielmente la belleza de ese lugar que solo se aprecia estando allí en vivo y en directo.
Tukuturi, un curioso moai sentado que hay en Rano Raraku
Llegando a uno de los extremos del sendero, nos deleitamos viendo a lo lejos, al fabuloso Ahu Tongariki, con el mar de fondo. Más tarde iríamos a verlo.
Luego de esa increíble recorrida que dura unos 45 minutos aproximadamente se regresa por el mismo sendero y se toma el otro que lleva al cráter mismo del volcán donde hay una laguna de agua dulce y plantas de totora. Una tropilla de caballos que iban a beber de esas aguas nos pasó por al lado en el sendero, indiferentes y acostumbrados a la gente.
Para mi sorpresa, toda la pared interior del volcán está cubierta también por moais. Otro espectáculo único! Lamentablemente los accesos a esos moais están prohibidos y así me lo hizo saber un guardaparque cuando intenté aventurarme hacia ellos. De todas maneras las vistas desde el mirador al lado de la laguna son imperdibles.
Feliz volví a la entrada y nos pusimos a charlar con una guardaparque que con gran amabilidad y pasión por su trabajo nos contó mas detalles sobre ese mítico lugar.
Por ejemplo, mostrándonos cual era el moai que había sido desenterrado totalmente en la década del 80 para su estudio. Cabe recordar que por efecto del paso del tiempo, hoy en día se ven en el Rano Raraku sólo las caras de los moais, mientras que los cuerpos se encuentran enterrados por acumulación de tierra y sedimento a través de los siglos.
Nos explicó también que hay muchísimas teorías de cómo movían los antiguos esas estatuas. Todas las teorías son válidas, pero a ciencia cierta no se sabe realmente qué método usaban. Lo que sí está claro, nos dijo, es que los Rapa Nui contaban con algo fundamental y de lo que carecemos hoy en día la mayoría de las personas: tiempo.
Para pensar, no?
Intenté guardarme en mi retina y en mi memoria las últimas imágenes de ese lugar tan lleno de historia y misterio que acabábamos de visitar y emprendimos viaje hacia el ahu Tongariki.
Este es el ahu más impresionante de toda la isla y representa otra postal clásica. El ahu consta de 15 monumentales moais, que fueron restaurados en la década del 60 luego de que un maremoto los derribara.
Los impasibles gigantes yacen orgullosos dándole la espalda al mar en un marco natural impresionante. Este, nos dijeron, es el sitio ideal para ver el amanecer en la isla ya que el sol se asoma exactamente por detrás de ellos. Nos prometimos que deberíamos volver a ese lugar y verlo.
Corriendo a ver los moais!
La tarde comenzaba a caer lentamente, así que retomamos la ruta costera que nos había llevado hasta allí, pero ahora aprovechamos para parar y visitar muchos de los yacimientos arqueológicos que se encuentran al costado de este camino, pegados al mar.
Pudimos conocer entonces los Ahu One Makihi, Akahanga, Ura Uranga y Vaihu entre otros. Todos están lamentablemente derribados, pero la visita de cada uno de ellos vale mucho la pena. En todos los casos tuve la precaución de no tocar absolutamente ningún moai, cosa que está estrictamente prohibida en virtud de tratar de conservarlos para generaciones futuras.
Volvimos al pueblo, pero nuestro día no terminaba aún. Cenamos algo y nos preparamos para salir por la noche ya que ese día era la ceremonia final de la fiesta Tapati 2014.