A las 9:15 estábamos puntuales e impacientes esperando a que nos recogieran. Llegó el hermano de Yazan, que de camino al puerto nos explicó que habían decidido separarnos a los que iban a hacer buceo con botella y a los que haríamos snorkel. Si entendimos bien la razón, en general los sitios son los mismos para unos y otros, pero la famosa tormenta de unos días antes había removido mucha arena y no todos los sitios tenían la visibilidad habitual. Así que nos llevaron a sitios diferentes para que disfrutáramos todos. Tienen tres barcos, nosotros iríamos en el Barakah junto con un grupo de catorce personas más.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Después de un vasito de té (¡como no! ) y un rato que se nos hizo eterno nos dijeron que la excursión de los catorce había cancelado y que estaríamos solos. ¿Tenemos excursión privada sin pagar por ella? Siiii. ¡¡Pues ya estamos tardando en irnos!!
Más o menos a la altura a la que veíamos la montaña que separa Israel de Egipto en la orilla de enfrente pescaron un atún que nos hicieron más tarde a la plancha para comer. Más fresco imposible
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Aún seguía boqueando el pobre atún cuando Omar, el “instructor”, vino a hablar con nosotros. Quiso avisarnos de que con el tiempo que teníamos (después de haber salido con retraso y tener que estar de vuelta puntuales para que no perdiéramos el autobús), si íbamos a varios sitios diferentes supondría tener menos tiempo para disfrutar de cada uno. Decidimos finalmente seguir su sugerencia y explorar el arrecife del Rey Abdulah. Aunque nos habría encantado ver el famoso Jardín Japonés, era uno de los sitios que aún no estaba en condiciones óptimas de visibilidad tras la tormenta.
Omar dijo que se venía con nosotros. Evidentemente para hacer snorkel no hace falta, pero quizá porque sólo estábamos los dos le apeteció acompañarnos. Saltamos del barco y empezó el espectáculo. Qué chulada ir nadando entre bancos de peces y corales tan bonitos . Y fue una ventaja porque el arrecife es grande y porque seguro que nos llevó por rincones que nos habríamos perdido si hubiéramos ido solos.
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Nos señalaba los corales de fuego para que tuviéramos especial cuidado en no tocarlos. Había zonas de coral que estaban a menos de 40 cm de la superficie y sin embargo parecía que estuviéramos en el fondo del mar. Era una sensación alucinante .
No habíamos leído mucho sobre tipos de coral así que aparte de los de fuego y unos que se llaman gorgonia, a los demás los bautizamos nosotros. Nuestros preferidos eran los corales lechuga y cerebro .
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Les di a Omar y a mi marido algún que otro quebradero de cabeza, porque cada vez que veía algo que me llamaba la atención allá que iba sin fijarme por donde seguían ellos . Cuando por fin sacaba la cabeza del agua los veía gritándome a lo lejos. Al final, Omar me tiraba de la mano para que lo siguiera y pudiera ver todo lo que nos quería enseñar. Volvimos al barco para descansar un poco, pero porque él insistió, nosotros lo que queríamos era volver al arrecife lo antes posible .
La segunda vez fue aún mejor, no queríamos volver al barco y eso que el agua estaba fría. Tanto leer que el agua del Mar Rojo está calentita...desde luego ese día nooo. Pero daba igual, ni lo notas entre tanta maravilla .
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Nos quedamos con ganas de más, pero finalmente hubo que volver al barco. Nos comimos ese atún tan fresco y algo de pollo con el hummus y la ensalada. No bebimos cerveza pero tampoco té. Una coca cola y todos contentos .
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De vuelta en Aqaba nos dejaron en el hotel, donde nos cambiamos en la terraza de la piscina y nos tomamos el último zumo de frutas antes de coger el bus hacia Amman en la estación de JETT.
Qué largo y pesado se hizo el viaje en bus. Son cuatro horas y no habría habido problema si nos hubiéramos podido echar una siesta visto lo feo que era el paisaje. Y el autobús estaba bien, tenía aire acondicionado e incluso había una azafata vendiendo bebidas y aperitivos. Pero de la siesta hubo que olvidarse. Pusieron una película ¡con anuncios! de casi tres horas que literalmente te dejaba sordo porque los asientos no tienen enchufes para cascos y claro, para que la oyesen bien en las últimas filas había que dejar sordos a los de las diez primeras . Yo tenía el ipod, miré a mi marido para decirle que compartiéramos los cascos y solté la carcajada...se había puesto unos cascos que no estaban enchufados a nada, solo para amortiguar el ruido un poco .
Por fin llegamos a Ammán, con su tráfico caótico en las afueras y salvaje en el centro. Nuestra estación era Abdali. No hay que buscar taxista, vienen ellos hasta el mismo autobús a buscarte a ti . El nuestro no hablaba ni papa de inglés, un compañero le dijo que íbamos a Rainbow Street.
No sé si nos tocó el taxista más cafre de Ammán (por lo que veíamos alrededor no) pero por 5 JOD la emoción la tenéis asegurada: os saltaréis semáforos, saldréis de rotondas cruzando tres carriles sin señalizar, y cuando creáis que no puede ser peor pasaréis a tan escasos centímetros de otros coches que le podréis ver los pelos de la nariz a los del otro coche .
No encontrábamos el hotel Heritage House, como el taxista no hablaba inglés le enseñamos la dirección que llevábamos impresa en árabe por si acaso. Tampoco. Creíamos que había parado para preguntarle a un señor que pasaba por allí si lo conocía, pero en realidad había parado para ver si el señor hablaba inglés y nos podía traducir que quería que nos bajásemos con las maletas allí mismo y le pagásemos (el único jordano desagradable que encontramos en todo el viaje).
El pobre señor nos lo tradujo todo apurado, nos cogió una maleta y estuvo dando vueltas con nosotros cargando con ella hasta que encontramos el hotel. El problema es que en la dirección pone Rainbow St, pero la entrada está en una callecita perpendicular, Taher al Juqqash. Le dimos las gracias varias veces, Shukran (se pronuncia shokran) . No serán un ejemplo a seguir en cuanto a conservación del patrimonio, gestión de residuos y seguridad vial, pero desde luego sí que lo son en cuanto a hospitalidad, simpatía y amabilidad .
Había dos sitios a los que queríamos ir esa noche en Amman: el restaurante Hashem y la pastelería Habibah, y los dos estaban cerca del hotel. Primero fuimos a la pastelería (no fuese a cerrar) a comprar kunafas para tomarlos después de postre.
El sitio está en una calle estrechita y por fuera no tiene pinta de pastelería, pero cuando os ven dando vueltas por allí suponen lo que buscáis y os dirán enseguida donde está. Se pide en una taquilla, os preguntarán lo queréis y si lo queréis grande o pequeño. Con el papelito del encargo pasáis dentro de la pastelería.
La foto está muy movida pero la pongo para que reconozcáis el sitio:
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Y después fuimos a Hashem, donde por 3 JOD por persona vais a comer de escándalo. El menú no se elige, a nosotros al menos nos empezaron a poner cosas sin más. No esperéis un sitio elegante y tampoco os quedéis esperando los cubiertos porque no te ponen, pero lleva abierto medio siglo y hasta la familia real ha comido allí. No os podéis ir sin probar el falafel, el hummus y las alubias de Hashem .
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Dimos un paseo para hacerle sitio al kunafa y volvimos al hotel a tomarlo. Por Dios, qué cosa más buena . El hotel estaba muy bien, lástima que solo lo aprovechásemos unas horas, porque el vuelo salía de Amman a las 7:15.
Escuché la llamada a la oración de las 4 porque sonó al mismo tiempo que el despertador. Aquello se había acabado, a las 12:00 aterrizaríamos en Madrid con la sensación agridulce que se tiene siempre al final de un viaje estupendo .
Petra por si sola merece el viaje, pero Jordania es mucho más que Petra. Los colores fueron lo primero que me vino a la mente cuando pensé en el título, pero también podría haberse llamado experiencias en Jordania por las cosas tan diferentes que hemos visto y disfrutado. Y más allá de experiencias y visitas culturales, con los jordanos nos hemos sentido como en casa en muchas ocasiones, y eso es mucho decir cuando se trata de un viaje a un país tan diferente al nuestro .