TRONDHEIM ✏️ Diarios de Viajes de Noruega

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Nuestro avión era el primero que salía de Madrid lo que nos posibilitaba, si no había retrasos, visitar Trondheim con cierta holgura. El viaje no fue tranquilo para nosotros: un par de parejas que facturaron de los últimos y protestaron airadamente por no poder sentarse juntos nos taladraron el oído de buen comienzo (si recomiendan ir tres horas antes al aeropuerto es por algo) y, una vez en el aire, tuvimos que soportar a una tripulación que estaba todo el rato de cachondeo entre ellos, hablando a toda potencia y pasando tres pueblos del pasaje, salvo para venderte un rascaygana o clavarte una de sus viandas a precios que ni en Noruega.

Pero cuatro horas pasan rápido y, en cuanto abrieron las puertas (pusieron de primeras sólo una escalera y no fue en la puerta que yo había previsto) salimos escopetados hacia las jardineras. Ahí entró Murphy en juego. Una azafata nos retuvo un poco antes de subirnos y pude ver como otra escalera se colocaba en “nuestra puerta”. Cogimos la segunda jardinera, que tardó un poco en salir porque el conductor estaba hablando con un colega, y directos a la terminal. Una vez en ella, escopetados otra vez hacia los autobuses, donde pudimos coger el segundo. El trayecto hacia el puerto nos enseñó lo que confirmamos los demás días: Noruega es preciosa, no, lo siguiente.

Y ahora llega el punto clave: cuando llegamos a la terminal del puerto, vimos que había que recorrer un largo pasillo, donde aprovechamos para adelantar a chorrocientos pasajeros. Al final del mismo había una mesa donde me pareció ver que daban zumos y bollería. Digo me pareció porque lo vi de pasada. Si tienes hambre llévate la comida de casa, porque si empiezas ya con el todo incluido, te comerás mucha cola. Simplemente cogimos un par de cuestionarios sanitarios de una mesa (necesarios para hacer el embarque -pon a todo que no, rellena tus datos y firma-) y nos pusimos a la cola que era de dos o tres parejas delante nuestra. Los trámites fueron rápidos, así que tras la foto de rigor con un ancla, ya estábamos en nuestro camarote.

Camarote que estaba más caliente que un fogón a todo trapo en el desierto del Sáhara. No problem, se baja el aire al mínimo, se dejan las maletas de cabina y a patear Trondheim. Estuvimos algo más de dos horas callejeando y mis recomendaciones se reducen a ver la plaza que está en Kongens Gate, la Catedral, el puente Gamble Bybro y subir a la fortaleza Kristiansen, que tiene unas vistas preciosas (una representante de la oficina de turismo proporcionaba planos de la ciudad en los que las indicaciones estaban muy claritas). Nosotros estuvimos dos horas a ritmo de paseo y parando a curiosear cada dos por tres, pero creo que con una hora y media te basta para ver lo principal de la ciudad.

Momento vestuario: yo llevaba de Madrid una camiseta de manga larga y unos chinos y, como hacía bastante fresco en Trondheim, me puse un forro polar y un chaleco shoftshell que llevaba en la maleta de cabina. Zapatillas de deporte para caminar.

Al volver al buque pudimos ver aún a gente del segundo avión de Madrid (que salió con algo de retraso) haciendo cola para entrar por primera vez en el barco, lo que retrasó tanto la salida del crucero como el simulacro de emergencia. Al entrar en el camarote, el calor seguía siendo insoportable y ahí entró en juego nuestro asistente de cabina, Don Elías, al que habría que hacerle un monumento. De primeras, nos saludó por nuestros nombres (después averiguamos que se aprendía los de todos los pasajeros a los que limpiaba la habitación). El se encargó de avisar a mantenimiento del problema, y nos explicó cuatro cosas sobre el camarote. Después de eso tocó simulacro, el cual me pareció más simple de lo que me esperaba; luego nos fuimos a cenar en el buffet (donde había muy poca gente) algo ligero que se nos echaban las 23:00 encima y queríamos ir a la cita con la gente del foro en el salón Rendez-vous. Pero Murphy nos rondaba de nuevo y justo cuando terminábamos de lavarnos los dientes vino el técnico del aire, el cual nos hizo un arreglo provisional (haría el definitivo al día siguiente) que tardó más de media hora Cuando llegamos al Rendez-vous, no quedaba nadie para pena nuestra por no poder conocer al resto de la gente del foro que tanto nos había ayudado.

Estuvimos un ratito viendo el anochecer interminable de esas latitudes y al volver al camarote, nos sorprendió tener la habitación otra vez arreglada (como era nuestro primer crucero desconocíamos que hacen los camarotes dos veces al día). La noche fue tranquila y no hubo movimiento del barco, por lo que pudimos cargar las pilas a conciencia para el día siguiente.

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