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Comienza en nuevo día y da gusto como el sol entra por la ventana. Esto es lo que esperábamos de Croacía! Salimos a recorrer el centro de Zadar. Como decía, es un pueblo con bastante encanto. No está masificado por el turismo y eso se agradece. Nos perdemos por sus calles y nos encontramos con un mercado. Aprovechamos para hacer algunas fotos a las ruinas romanas y comprar algo de picoteo para el camino. Nos apetece darnos un baño en alguna playa croata y preguntamos en una oficina de turismo por alguna que reúna dos requisitos: que quede de camino a Sibenik y preferiblemente no abarrotada. La chica de la oficina sin pensárselo nos dice cualquier playa de Murter y sin cuestionarlo nos dirigimos a ella.
Durante el trayecto hasta Murter (aprox 1h) nos cruzamos con varios pueblos que piden a gritos una visita gastronómica pero lo dejaremos para otra ocasión si queremos disfrutar hoy de una playa de ensueño. Para llegar a Murter hay que pasar antes por Tisno, un pequeño pueblo pesquero bastante encantador. Llegamos a Murter y ropa fuera!! Acabamos no sé como en un camping casi desierto. La idea de playa de ensueño enseguida se nos va de la cabeza. No hay arena! pero sí unas rocas idóneas para poner la toalla y disfrutar del sol y el agua tan transparente que baña las costas croatas. No más de una hora de relax para emprender el viaje hasta Sibenik.
Cuesta encontrar aparcamiento en Sibenik pero tras dar unas vueltas por fin dejamos el coche muy cerca de la estación de buses y nos dirigimos hasta el precioso casco antiguo. Decorado de algunas tomas de “Juego de Tronos”, Sibenik es una tranquila ciudad que se recorre fácilmente. Uno no deja de maravillarse entre sus empedradas callejuelas dónde el verde de sus ventanas destaca sobre las fachadas. Subimos hasta el cementerio ya que al lado hay un castillo desde el que las vistas son muy interesantes. Fácilmente nos hubiéramos quedado un día en Sibenik pero tras unas tres horas volvimos a coger el coche con destino a Split con parada en Trogir.
Habíamos oído maravillas de Trogir y la verdad que al llegar comprobamos que no era para tanto. Vale que tiene encanto al estar rodeada de murallas pero la masificación turística le quita todo el encanto posible. La pequeña villa parece un parque de atracciones por lo que tras las fotos de rigor y hacer unas cervecitas a pleno sol, arrancamos hacia Split, dónde teníamos reservada noche.
LLegamos a Splitz a última hora de la tarde. Una ciudad enorme para lo que pensábamos que era. Nos acomodamos en un apartamento que ya teníamos reservado desde España. El dueño es demasiado pesado (chapurrea castellano) y es un adicto a los productos naturales. Nos muestra la habitación y el salón para bajar a desayunar. Le decimos que tenemos que dejar la estancia a primera hora de la mañana porque tenemos pensado ir a alguna isla cercana. Sin problema.
Datos del apartamento: St. Luke Residence
Comienza a anochecer y nos adentramos en el centro de Split y aunque hay turistas por todas partes, la ciudad nos encantó. Ruinas romanas albergan restaurantes y comercios a la última. Plazas encantadoras y calles con historia. Maravilloso el Palacio Diocleciano. Definitivamente no hay nada como ir a un sitio para quitarte los prejuicios. Habíamos leído cosas bastantes negativas de esta ciudad y aunque vimos poco nos gustó mucho.
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