El segundo día lo dedicamos a visitar la ciudad de Funchal, la capital de la isla. Pensábamos ir andando, ya que el apartamento no se encontraba demasiado lejos del centro, y volver en autobús, dado que la vuelta era cuesta arriba. Pero cuando le preguntamos a Cristina, la dueña del apartamento, sobre la línea de autobús para volver, nos recomendó que fuéramos en coche, porque el autobús era caro (2€ por billete) y que aparcáramos en un parking junto al Mercado dos Lavradores. Así que le hicimos caso y nos fuimos en coche. El parking en cuestión era el Almirante Reis, que costaba 1,10 euros/hora entre semana, y los fines de semana 0,60 euros, con un máximo de 5,80 €.
Comenzamos la visita por el Mercado dos Lavradores. Me resultó una visita muy interesante, sobre todo por la cantidad de frutas y verduras exóticas que se pueden encontrar. El problema es que está muy dedicado al turista y en ocasiones resulta agobiante, ofreciéndote a probar los diferentes tipos de maracuyás. No me gusta este tipo de acoso. Si tienes el producto expuesto es suficiente para que yo lo vea y lo compre si me interesa. Así que en la parte de arriba del mercado había una serie de puestos que no te agobiaban ofreciéndote cosas y en los que vimos comprar a algunos locales. Allí paramos a preguntar por algunas frutas que no conocíamos, y compramos algunas variedades de maracuyá y una fruta rara que sabe a plátano y a piña.
En la planta baja está la pescadería, aunque ya quedaban pocos peces. Pero pudimos ver “en vivo” el típico pez espada tan frecuente en la gastronomía de la isla. También hay puestos de flores y de souvenirs, el sitio donde los encontré más baratos.
Seguimos callejeando por la ciudad, que por cierto, estaba gran parte en obras. Primero fuimos a la catedral, muy al estilo de las iglesias que habíamos visto en las islas Canarias, con la piedra volcánica a la vista en las equinas y el resto encalado. Un aspecto exterior sencillo que contrasta con el interior, bastante más recargado.
Después fuimos a la Oficina de Turismo, donde nos confirmaron que la carretera que va desde la Encumeada hasta Rabaçal estaba cerrada (lleva así casi un año y no se sabe cuándo la van a abrir). Nos tocaba buscar una alternativa para nuestra excursión del día siguiente. Enfrente está el Palacio de São Lourenço, una de las vistas más famosas de la ciudad.
Muy cerca está el Parque de Santa Catarina, muy agradable y con unas bonitas vistas del puerto.
Volvimos sobre nuestros pasos para ir a la emblemática Rua de Santa Maria, con sus puertas pintadas y llena de restaurantes. No me hizo mucha gracia esta zona, ya que lo vi como un parque temático para turistas. Las puertas pintadas tienen su gracia, pero algunas tienen más arte que otras, la verdad. Y los restaurantes son los típicos para turistas, con los relaciones públicas en la puerta…
Como era temprano para comer, pero teníamos ganas de una cerveza, entramos en el bar “Zezinho das Moças”, donde nos pedimos unas tapas. De allí seguimos hasta el Forte de São Tiago y volvimos por el paseo marítimo.
Después fuimos a comer al restaurante Londres, siguiendo las recomendaciones de algunos foreros. Está en la Rua Carreras, cerca de la Catedral, y es un sitio con una decoración antigua, pero donde se come bien, abundante y a buen precio.
Tras la comida, decidimos subir en coche hasta Monte. Se puede subir en teleférico, pero ya que teníamos allí el coche, lo aprovechamos. Aunque vaya tela con la subida a Monte. Como todas, con curvas y una gran cuesta, pero con el añadido de estar todo el camino rodeado de casas, con el peligro de que se te crucen peatones. Cuando aparcamos nos dirigimos hacia la iglesia de Monte, pero antes nos encontramos con los carreiros, que bajan a los turistas en carros de cesto. Tiene que ser toda una aventura.
Después subimos hacia la iglesia, con una situación desde la que se tienen unas vistas fabulosas de Funchal. Por dentro es bastante colorida, y como curiosidad, allí está enterrado Carlos I de Habsburgo, último emperador de Austria, que se exilió a Madeira tras la I Guerra Mundial.
Ya que estábamos en Monte entramos al Jardim Monte Palace. La entrada cuesta 10 euros y, aunque el jardín está muy bien, el precio me parece un poco excesivo. Primero visitamos la sala de exposiciones, con una impresionante colección de minerales.
Después nos dedicamos a recorrer los diferentes senderos del parque. Para que nadie se lleve a engaño, decir que el jardín es más ornamental que botánico. Hay mucha variedad de plantas, me gustaron mucho los helechos arborescentes, y la cantidad de flores, pero algunas partes estaban descuidadas, como el jardín de orquídeas, que ni siquiera existía. En cuanto a decoración, es de lo más variado que te puedas imaginar, desde zonas inspiradas en Asia o África, hasta un lago con puentes y cascadas. Sin olvidar la Historia portuguesa, contada a través de azulejos, estatuas y dibujos.
Con el precio de la entrada está incluida una prueba de vino de Madeira en el bar del parque. Llegamos media hora antes del cierre, cogimos nuestros vasos de vino para tomarlo en la terraza e inmediatamente cerraron las puertas de bar. Así que llegamos por los pelos…
Tras esta visita nos fuimos al apartamento, previo paso por el supermercado para comprar la cena y los bocadillos del día siguiente.