Esa mañana salimos antes de que llegase el panadero, ya que nuestra idea era ir directos a Caniçal por la vía rápida para empezar la ruta temprano y acabar antes de comer. Por el camino se pasa por debajo de la pista del aeropuerto, lo cual nos pareció bastante curioso.
Cuando llegamos había muy pocos coches en el aparcamiento, así que pudimos aparcar justo al comienzo de la ruta. El día estaba muy ventoso, y amenazaba con llover al poco de empezar a caminar. Llegó incluso a aparecer un arcoíris, pero después la lluvia se quedó en la simple amenaza.
El camino es muy bonito, bordeando acantilados, con vistas preciosas de Madeira y del mar. Un fuerte contraste con las rutas que habíamos hecho los días anteriores, aquí la vegetación no existe y el protagonista absoluto es el mar.
El terreno es ondulado, lo que hace que tengamos que subir y bajar bastantes escaleras, por lo que diría que es una ruta más dura que las levadas de los días anteriores. La siguiente foto es una panorámica de la ruta:
Resulta impresionante cruzar por el estrecho paso que une la isla de Madeira con la Ponta de São Lourenço, viendo el mar a ambos lados del camino, y divisando a lo lejos la estrecha franja de tierra que constituye el extremo oriental de Madeira.
El final de la ruta es en la Casa do Sardinha, donde hay unas mesas para comer, y un baño (1 €). Pero se puede continuar un poco más, subiendo al Morro do Furado, por más de 400 escalones. Cuesta llegar, pero las vistas desde arriba son impresionantes: el extremo de la Ponta de São Lourenço y el archipiélago de las “Islas Desiertas”, y más a lo lejos, la isla de Porto Santo.
El camino de vuelta no es exactamente el mismo que el de ida, difiere en el primer kilómetro, ya que luego en el estrechamiento el camino es el mismo, no hay otro sitio por el que pasar. Ya de vuelta nos paramos menos a hacer fotos, así que lo hicimos más rápido.
En total tardamos algo más de 4 horas en hacer la ruta ida y vuelta, más la subida al Morro do Furado. Las guías dicen que se tardan sobre 3 horas, pero nosotros siempre tardamos más. Nos gusta pararnos a hacer fotos y a disfrutar de los lugares por los que pasamos.
Fuimos a comer a Caniçal, al restaurante Muralha, junto a las piscinas, por recomendación del foro. El lugar es bastante agradable, con una amplia terraza, donde nos pedimos un par de cervezas para reponer fuerzas tras la caminata. Los precios son bastante económicos, aunque las raciones no eran precisamente grandes, y algunas tenían mucha patata frita y poca “chicha”. Pedimos lapas, pez espada, pulpo y un pescado frito, que no nos gustó mucho, era un pez de roca y tenía muchas espinas. De postre una mousse de maracuyá, que estaba bastante buena.
Después de la comida dimos un paseo por los alrededores y nos sentamos a reposar la comida junto al mar.
De allí fuimos a Machico, la población más antigua de la isla, ya que allí fue donde llegaron los descubridores portugueses en 1418. Allí destaca la Iglesia Matriz, edificada en 1425, aunque fue restaurada en el siglo XVII. También tiene una playa artificial de arena.
De camino a Funchal paramos en la Ponta de Garajau, un saliente al mar, que constituye un buen mirador de la bahía de Funchal. Desde allí vimos como dejaban el puerto dos barcos de cruceros. Allí hay una estatua, hermana pequeña del Cristo de Corcovado. Se puede llegar al extremo de la punta, bajando unas escaleras. Como si no hubiéramos tenido bastante escaleras ese día, allá que bajamos, no tenemos perdón . Las vistas no difieren mucho de las que se tienen desde el mirador.
Esa noche decidimos ir a cenar a Funchal. Bajamos en coche y aparcamos de nuevo en el Parking Almirante Reis. Callejeamos un poco por la ciudad y finalmente cenamos en el restaurante O Violino, en la Rua de D. Carlos I, junto al teleférico. Pedimos espetada y pez espada con plátano y salsa de maracuyá. Ambos platos estaban deliciosos, la carne de la espetada muy tierna y la combinación de sabores del pescado era muy buena. La comida no era cara, aunque en las bebidas sí que tenían más subidos los precios. Fuimos los últimos clientes del restaurante, allí las horas de las comidas no son tan tardías como en España.