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A las 7:30 está como un reloj en la puerta de la gesthouse el que será nuestro conductor durante el día de hoy. Es un chaval joven con un coche muy pequeño, pero suficiente, que nosotros estamos encanijaos y no llevamos mucho trasto encima. Al ser tan temprano (para nosotros), los dueños del Hanthana Holiday Rooms nos han preparado unos sandwiches de tortilla para el camino. Nos despedimos del encantador matrimonio y de la maravillosa casa que tienen y tras montarnos en el coche, comenzamos a bajar la colina.
Al poco de incorporarnos al tráfico de la ciudad, el conductor nos pide parar un momento en la puerta de un templo budista, le decimos que por supuesto, así que se baja del coche, realiza un rápido rezo, dona unas monedas en un buzón que había en la entrada del templo y seguimos camino. Ésta gente vive con poco, pero actos así demuestran que necesitan incluso menos.
Empezamos a salir de Kandy y el conductor recibe una llamada. Nos llama la atención la manera que tienen los srilankeses de coger el móvil, ya que lo cogen con la pantalla orientada hacia afuera, y hablan poniendo el móvil perpendicular a la boca, de modo que se pasan el rato cambiando rápidamente de posición el móvil en función de si están hablando o escuchando. Y todos todos todos tienen el mismo móvil, un Nokia de éstos del año catapum, más duro que una piedra, no como los mierdamóviles que tenemos ahora que se rompen con soplarles…
El conductor se gira y me pasa el móvil mientras me dice “my boss”. Me dice que si queremos visitar algo por el camino, le digo que no, que preferimos hacer el viaje directo, que son bastantes horas de camino, y que una vez en Haputale queremos aprovechar el día, así que preferimos hacer el viaje de una sentada. Me dice que nos lo pensemos, que podemos visitar una fábrica de té y una catarata por el camino. Cuelgo no muy convencido, pero realmente estamos pagando muy poco por el trayecto y es de justicia que a cambio ellos se lleven alguna comisión, así que le decimos al conductor que OK, que paremos en la catarata cuando llegue el momento.
En cuanto salimos de Kandy, empezamos a ascender por carreteras sinuosas y el paisaje cambia completamente. Pasamos de la vegetación frondosa que rodea Kandy, a, ya por fin, ¡los inmaculados campos de té! Laderas llenas de té, da igual la verticalidad que tengan, no hay trozo de tierra sin cultivar. ¡Es toda una obra de ingeniería el cultivo de té en este país! Seguimos subiendo y subiendo, disfrutando de un paisaje completamente nuevo, hasta que cuando llevamos 1h y algo de camino, paramos en las famosas Ramboda Falls. Es ahí cuando comprendemos que el conductor no quería parar por llevarse comisión, sino porque el pobre hombre ¡quería comerse su almuerzo! Y nosotros poniéndole pegas para parar… hay que ver cómo somos jajajaja.
Las Ramboda Falls ya se ven desde la carretera, pero para disfrutarlas en toda su plenitud hay que acceder a través del hotel que llevan su nombre. Es un poco extraño, porque tienes que bajar la empinada cuesta de entrada, entrar al hotel a través de un pequeño hall, tomar las escaleras que van a las habitaciones hasta que llegas al comedor, el cual tienes que atravesar para llegar por fin a un sendero desde donde se tienen unas vistas fantásticas de las cataratas.
Hace un día precioso, y aunque no baja mucha agua porque es el fin de la temporada seca, el sendero discurre entre las primeras plantaciones de té que tenemos el gusto de ver, por lo que en general todo el conjunto nos parece muy muy bonito. Por si fuera poco, a pesar de ser domingo, a lo lejos vemos algunas tea pluckers, las valiosas mujeres tamiles que desde hace generaciones son las encargadas de recoger las hojas de té. Las vemos muy a lo lejos, pero en día sucesivos podremos verlas realizar ese duro trabajo más de cerca, en esas pendientes tan pronunciadas trabajando de sol a sol. En contraste en el hotel hay gente desayunando con unas vistas fantásticas a las cataratas. Suponemos que el hotel será bastante caro…
Se puede bajar hasta la base de la catarata, pero nosotros seguimos sufriendo los estragos de Sigiriya, y preferimos no invertir fuerzas tan pronto, que hoy queremos subir hasta Lipton Seat… Así que volvemos hasta el coche, donde nuestro conductor nos está esperando. Proseguimos la marcha por la preciosa carretera que sigue subiendo dirección a las Tierras Altas. La ruta va atravesando pequeños pueblos de montaña llenos de puestos de fruta, y en cada curva de la carretera hay una pequeña cascada que baja de la montaña entre ordenados campos de té, todo muy idílico. Nosotros somos muy de marearnos en el coche, pero vamos tan embobados con el paisaje, con las ventanillas bajadas, disfrutando de una fresquita brisa, que ni nos acordamos de que lo normal es haber echado la papa ya a esas “alturas”, y nunca mejor dicho, porque no dejamos de subir. Incluso éstas carreteras están perfectamente asfaltadas y señalizadas, las carreteras están siendo toda una sorpresa.
Cada vez los campos de té son más y más grandes, y vamos pasando por distintas factorías. Cada una de ellas cuelga letreros en sus campos de té para hacer notar que esos campos son los suyos. Es curioso porque los letreros son gigantescos, y nos hace especial gracia el de Mackwoods imitando el letrero de Hollywood jajajaja.
El camino hasta Nuwara Eliya es sencillamente fabuloso, van pasando las horas y no nos damos ni cuenta, porque a lo tonto llevaremos unas 2h30m de viaje, en las cuales hemos subido desde los 500 metros de Kandy hasta los 1.800 de Nuwara Eliya.
Atravesamos Nuwara Eliya, que en una primera impresión nos parece bastante grande. Además, hace un día magnífico y los alrededores del lago están preciosos. Dan ganas de parar a disfrutarlos, pero dentro de un par de días dormiremos aquí, asi que ya tendremos tiempo de disfrutar de la ciudad. Ya hablaré más adelante de ellos, pero los jardines del lago están cuidadísimos, llenos de jardines con flores de mil colores, embarcaciones para recorrer el lago, y pequeños puentes y saltos de agua.
Desde aquí hasta Haputale empezamos a bajar otra vez, ya que Nuwara Eliya es el punto más alto en el que estaremos. En una de las múltiples llamadas que recibe el conductor el móvil se le cae al típico agujero negro que hay en todos los coches: el hueco que hay debajo del asiento del copiloto. Empieza a buscarlo mientras sigue conduciendo por una carretera de 3 metros de ancho y curvas de 180 grados, así que le decimos que pare tranquilamente y busque el móvil. Él nos contesta agradecido, y cuando se baja del coche para abrir la puerta del copiloto comprobamos que el conductor va… ¡descalzo!
Lleva 3 horas conduciendo descalzo por una carretera con más curvas que la carretera del infierno, desde luego los conductores srilankeses son mis ídolos automovilisticos.La ruta desde Nuwara Eliya hasta Haputale se nos hace un poco más pesada, supongo que porque estamos ya un poco cansados, y además porque durante un buen rato hemos pasado de los preciosos campos de té a un bosque de pinos muy corriente. Poco antes de llegar a Haputale atravesamos Bandarawela, que al ser domingo está a reventar de gente debido a su famoso Sunday Market. Y por fin llegamos hasta Haputale. Hemos tardado 4h30m desde que salimos de Kandy, pero salvo el último tramo el viaje lo hemos disfrutado muchísimo. El conductor nos ayuda a bajar los trastos del coche, y al final le pagamos 1.000 LKR más de las 7.500 LKR acordadas. Le decimos que esas 1.000 LKR extra son estrictamente para él, que no se las quede ningún boss, que para eso él se ha pegado la paliza de llevarnos hasta allí, y ahora le quedan otras 4h30m de vuelta…
La guesthouse donde dormiremos esta noche se llama Awinco Rest Inn. Está en la carretera de acceso al pueblo, a unos 5 minutos andando, aunque tiene un tuktuk que te lleva gratis hasta el pueblo. Nos reciben con un té que disfrutamos en una pequeña terraza con vistas a los campos de té, mientras nos preparan la habitación. El dueño es amable pero no nos termina de dar buena espina, tiene un no sé qué que no sabría explicar. La habitación no es desastrosa pero es la peor de todo el viaje, sobre todo porque no está especialmente limpia, pero bueno, para una noche sobreviviremos.
El “baño” no tiene puerta, sólo una cortina, por lo que la intimidad para hacer aguas menores es la justa, y ya no hablemos de otras cosas… Lo mejor sin duda de la habitación es el balcón desde el cuál tienes unas vistas preciosas de los infinitos campos de té.
Nos asomamos y comprobamos que en la terraza donde habíamos estado tomando el té, sentado justo donde estaba yo, ahora hay un adorable mono con pinta de tener más años que Matusalem. Está allí sentado como esperando a que a él le sirvan un té también jajajaja.
Llevamos sin comer desde el sandwich de esta mañana, así que lo primero es lo primero: comer. El dueño nos pregunta dónde queremos ir, y le decimos que no se preocupe, que vamos andando al pueblo, que llevamos casi 5h metidos en un coche y que nos apetece andar un rato. Él insiste en que el tuktuk es gratis, así que por ser amables accedemos. El tuktuk lo lleva un chaval joven, al cuál le decimos que nos lleve a comer donde quiera. Nos lleva a un sitio que hay ya pasado el pueblo, probablemente el sitio más occidental posible de la zona, lo cual no quiere decir que sea occidental, sólo que está ligeramente más limpio que el resto jajajaja.
No, pero en serio, el sitio está bastante bien, hay platos occidentales y srilankeses, y está considerablemente limpio. Yo me como un filete con patatas que me sabe a gloria, y Marisa un arroz con vegetales. En el rato que tardamos en comer, el tuktukero se sienta en la mesa de al lado y se mete 2 platos de rice & curry capaces de tumbar al de Crónicas Carnivoras. Desde luego esta gente no tendrá la alimentación más equilibrada del mundo, pero hambre no pasan, ya os lo digo yo.
Cuando terminamos de comer, el chaval nos dice que qué queremos visitar ahora. Le decimos que la prioridad es subir al Lipton Seat, y que si fuese posible nos gustaría visitar también la cascada de Diyaluma. Nos dice que está demasiado lejos, pero que nos puede llevar a otra. Accedemos, y a la hora de negociar el precio nos da a entender que nos lleva hasta la misma cima del Lipton Seat. A nosotros nos extraña porque teníamos entendido que sólo te podían dejar hasta 1.4km de la cima, y el resto lo tenías que hacer tú andando, pero no, él nos dice que nos lleva directamente hasta la cima, por lo que mejor que mejor. Al final acabamos acordando 1.500 LKR por la visita del Lipton Seat + visita a una cascada cercana, así que que en nada y menos estamos enfilando la estrecha carretera que sube hasta el Lipton Seat.
La carretera va serpenteando entre innumerables plantaciones de té, legado británico, y es que lo que no mucha gente sabe es que hasta 1879 en Sri Lanka se producía uno de los mejores cafés del mundo. Sin embargo, en esas fechas un hongo atacó las plantaciones y éstas quedaron arrasadas. En ese momento el escocés James Taylor plantó té por primera vez y fue un rotundo éxito, así que le siguió otro escoces, Thomas Lipton, quién además tuvo la feliz idea de embolsar las hojas molidas y comercializar el que a día de hoy es el mejor té del mundo: el té de Ceylan.
La subida hasta la cumbre es preciosa, vas atravesando lagos y pequeñas aldeas mientras la carretera se va haciendo cada vez más y más estrecha, además el tuktukero para cada poco para contarnos de donde salen las distintas variedades de té.
En una de esas paradas grabamos un pequeño video para que veáis lo bello del lugar:
Poco antes de llegar a la cima se atraviesa el checkpoint donde debes pagar las correspondientes 150 LKR por hacerlo montado en un tuktuk. En caso de que a partir de aquí queráis subir andando, tendréis que pagar 50 LKR por barba, pero desde aquí hasta la cima hay un buen trecho, en mi opinión por 50 LKR no merece la pena subir andando. Durante toda la subida el tiempo ha ido cambiando y cada vez hace más fresquete, así que para cuando llegamos arriba la chaqueta no sobra jejeje. Hemos tenido suerte y no hay nada de niebla, por lo que podemos disfrutar de las maravillosas vistas desde arriba. Se te pierde la vista viendo campos de té…
En la cumbre hay un pequeño meredendero y un chambao donde tomarse un té calentito, y una pequeña torre a la que se accede por unas escaleras, para tener incluso mejores vistas.
Allí nos encontramos con 4 chavales jóvenes, 3 chicas y 1 chico, que no paran de cuchichear mientras nos miran. Desde que aterrizamos en Sri Lanka estamos acostumbrados a que la gente nos mire porque les debemos de parecer muy exóticos, pero en éste caso la atracción es mutua porque a una de las chicas le llega el pelo… ¡por las rodillas! En un ataque de valor, el chaval se nos acerca y me dice a mi que sus amigas piensan que mi mujer es muy muy exótica y que quieren hacerse una fotos con ella jajajaja. Marisa dice que OK, pero que a cambio nosotros también queremos una foto con la chica del pelo kilométrico jajajajaja. Nos cuenta que lleva 10 años sin cortarse el pelo y que tarda un siglo en lavárselo. El chaval, que es su novio, también nos cuenta que está hasta las pelotas y que quiere que se lo corte ya, pero que ella no quiere jajajajaja.
Poco a poco la niebla empieza a cubrir los campos de té y antes de que nos demos cuenta no vemos 3 en un burro, pero hemos tenido tiempo de sobra para disfrutar de las fantásticas vistas.
Bajamos por la misma carretera y poco antes de llegar al pueblo, el tuktukero hace de Maldonado y nos dice que en la cascada a la que vamos ahora mismo está diluviando, y que es tontería que vayamos. Nosotros ponemos cara de póker y le decimos que OK, que nos deje en el pueblo entonces, y le comentamos que en ese caso habrá que renegociar el precio del paseo, porque no pensamos pagarle el total de lo acordado si sólo hemos hecho una de las dos cosas previstas. Él nos dice que no es culpa suya que esté lloviendo en la cascada, y nosotros le decimos que culpa nuestra tampoco. Tenemos ahí un pequeño encontronazo, aunque al final se pone muy contento cuando le damos 1.150 LKR de las 1.500 LKR acordadas. No comprendremos nada… jajajaja.
Nos deja justo en la carretera principal, donde vemos a los únicos 3 guiris que hay en el pueblo además de nosotros, que tienen bastante cara de perdidos, lo que hace que los tuktukeros se les acerquen con el símbolo de dolar en los ojos. Haputale es una calle, cruzada por las vias del tren, llena de pastelerías y con un campo de cricket que es más grande que el pueblo entero. Y además, se está celebrando algún tipo de jornada especial en el campo, porque hay medio pueblo viendo lo que allí se celebra. En el pueblo hay un ambiente raruno, así que nos guardamos la cámara en la mochila, nos compramos un delicioso bizcocho de chocolate en una de las pastelerías, e intentamos pasar lo más desapercibidos posibles, cosa harto difícil porque vamos llamando demasiado la atención.
Al campo de cricket se accede cruzando las vias del tren y atravesando el mercado. Nada más llegar a las vías del tren, vemos la barrera bajada, y es que el tren está a punto de pasar. Al poco rato pasa un tren de juguete a unas velocidades infrahumanas jajajaja. Ese será el tren que cojamos en un par de días, así que nos hace ilusión verlo. En cuanto pasa el tren, las vias se llenan de gente, y es que allí las vías del tren son un camino igual de válido que una carretera
Nada más cruzar las vías se accede al mercado, que son un par de calles que bajan en zigzag hasta el campo de cricket. Como comentaba antes, el ambiente en general es bastante raro. Haputale es un pueblo 100% tamil, y eso hace que sus habitantes sean “peculiares”, por no decir otra cosa. Nos sentimos observados, además de que el mercado está literalmente comido por la mierda, hay animales por todos lados, vacas sueltas comiéndose la comida de los puestos... un puñetero caos. En ningún momento nos sentimos inseguros, pero sí un poco fuera de lugar, porque somos los únicos turistas allí y vamos llamando la atención.Al fin llegamos al campo de cricket, buscamos un sitio en la colina donde ver el partido, y después de un rato, cuando ya el sol empieza a ponerse un poco, decidimos andar por la carretera hasta la guesthouse, que como dije antes, no está a más de 5 minutos andando. En cuanto llegamos volvemos a ver al mismo mono de esta mañana rondando la zona, en ese momento no sabemos que el mono tiene ganas de fiesta, pero más tarde lo descubriremos jajajaja.
Nada más entrar el dueño nos pregunta si nos vamos a quedar a cenar en la guesthouse, le decimos que sí, así que nos acerca la carta. En cuanto la vemos flipamos, ¡hay tortilla de patatas! ¡Spanish tortilla, para entendernos! jajajaja. Nos cuenta que hace un tiempo tuvo alojado a un español y que le enseñó a hacer tortilla de patatas, y claro, poniéndola en la carta lo peta con el resto de españoles jajajaja. Total, que le decimos que para cenar queremos la tortilla y un plato de pasta, y que bajaremos a cenar sobre las 20:00. Subimos a ducharnos y al poco bajamos a disfrutar de nuestra cena. La pasta está deliciosa y la tortilla de patatas no es la mejor de nuestra vida, pero estando a 9.000 km de España no podemos pedir más, sabe a tortilla, que ya es mucho decir jajajaja. Nada más que por esta cena ya ha valido la pena dormir aquí, aunque la habitación no sea nada del otro mundo. Terminamos de cenar y subimos a nuestra humilde morada, donde tenemos la inteligente idea de cerrar con llave la puerta que da acceso al balcón para que no entre ninguna alimaña por la noche… lo que no sabíamos eran las ganas de fiesta del mono violador… pero esa historia la contaré mañana jajajaja.
Gastos del día:
Taxi hasta Haputale: 8.500 LKR (7.500 + 1.000 propina)
Comida (carne con patatas + arroz con vegetales): 885 LKR
Tuktuk Lipton Seat: 1.150 LKR
Entrada Lipton Seat: 150LKR
Bizcocho chocolate: 60 LKR
Awinco Rest Inn (alojamiento, cena y desayuno): 5.500 LKR
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