Nos levantamos pronto, aunque no tanto como los días anteriores. Nos vienen a buscar a las 8:30 y el día no amenaza lluvia aunque está nubladote. Llegamos al puerto y tras pagar y hacer los grupos, subimos a la lancha con nuestra guía “Pajarita”, así se llama.
Tardamos 1 hora y 20 minutos en llegar a Phi Phi Lay, la phiphi pequeña y deshabitada. Primero paramos en una piscina natural para bañarnos. El agua está calentísima y bastante transparente para la época en la que estamos (no hay que olvidar que es agosto, plena época de monzón), nada que ver con la de Patong beach que estaba más turbia.
Después de nadar un ratillo llegamos a la archiconocida Maya Bay, escenario de la película “La playa”. Nos dejan tiempo libre para bañarnos, tomar el “resol” y explorar un poco. La gente es un poco g****a porque toda la zona de la orilla está llena de basura que se "olvidan" los turista, latas, bolsas de patata, hasta un peine vimos y no cre que todavía fueran restos del tsunami...
De ahí nos llevan a Monkey Beach, para que veamos como los monos nos atacan por una triste pieza de sandia, jejeje. No nos bajamos porque la marea está alta y no queda playa. Hay una barquita con unos turistas que si que han bajado. El agua les llega un poco más arriba de la rodilla. Los monos odian el agua, tienes que ver la cara que ponen cuando les tiras un plátano y no lo cogen y se les cae al agua...
Luego nos llevan a hacer snorkel. Que bien, pensamos, ya que no hemos podido bucear por la perdida de días. A ver si nos devuelven el dinero de las inmersiones que habíamos reservado ya vía Internet.
Lo que vamos haciendo snorkel, a nosotros, no nos impresiona mucho. El agua no está muy limpia a causa de todo el plancton que hay en suspensión y la luz no se refleja muy bien sobre los corales, pero claro, el año pasado habíamos estado en el Mar Rojo y somos buceadores habituales, por lo que salimos por una parte un poco decepcionados y por otra pensando que si hubiéramos buceado tampoco habríamos disfrutado tanto como esperábamos (habrá que ir en diciembre que es la buena época).
Después de snorkelear un rato llegamos a Phi Phi Don, la phiphi grande, donde se encuentran todas las infraestructuras hoteleras. Comemos en un restaurante muy chulo, en la misma playa, de no ser por las moscas que estaban bastante pesadas. Después nos damos un paseo y un chapuzón por la playa. Ha salido el sol y la estampa es impresionante.
A la media hora nos suben a la lancha y nos llevan a la isla de Khai para volver a hacer snorkel y disfrutar de la playa. Aquí hay más vida y el agua está más transparente pero es realmente peligroso porque la marea baja muy rápido y el coral queda bastante cerca de nuestra piel, mas de uno sufre algún cortecito, así que decidimos darle fin e ir a tumbarnos a las hamacas.
Una vez pasa el tiempo pactado, subimos a la lancha y nos llevan devuelta al puerto. En el camino, mi pareja y otra chica juran haber visto una aleta de un pez muy grande: shark? Maybe, les dicen, pero yo como santo Tomas, si no lo veo….
La marea está muy baja y pasamos por una especie de carretera acuática donde el conductor de la lancha se marca unas cuantas derrapadas para nuestro deleite. Una vez llegamos a puerto, nuestra guía nos pide una propina para los barqueros, cosa que nos molesta bastante ya que la propina no se pide, no?.
Nos llevan devuelta al hotel y esta noche, que será la ultima decidimos ir a darnos un masaje Thai para despedirnos (300 bth). Cuando acabamos, estamos reventados y además empieza a llover por lo que decidimos darnos un homenaje en el hotel para cenar, a base de marisquito tailandés, botella de vino incluida.