Tercer día de viaje, en nuestro planning aparecía ir a Conímbriga, el Bosque de Buçaco, quizá Guarda y Belmonte. Pero cambiamos, no acabábamos de ver claro lo de Buçaco y meternos luego dos horas de coche después de comer con el calor, así que optamos por introducir Trancoso y su castillo como consejo de la Lonely. Finalmente suprimimos Guarda porque mis padres sí que lo conocen y me dijeron que no tiene nada.
TOTAL: 259 kms.
La primera parada fueron las Ruinas Romanas de Conímbriga, una ciudad romana que estaba situada en la vía que unía Olissipo (Lisboa) con Bracara Augusta (Braga) y que se cree que estuvo construída sobre un castro celta. Creció enormemente durante el reinado del emperador César Augusto (en el cambio del siglo IaC y el I dC), construyéndose tres siglos después una nueva muralla para defender la ciudad del caos reinante por el progresivo desmoronamiento del Imperio Romano, pero esto no evitó que en 468 fuera tomada por los suevos y que su población fuera trasladándose a la más segura Aeminium (Coimbra) Su conservación es perfecta, puesto que por encima de las ruinas había una buena capa de tierra y césped, no siendo encontradas hasta el siglo XX por parte de equipos de arqueólogos, evitando así que los habitantes de la zona las saquearan para realizar diversas tareas y objetos con los materiales romanos, como ocurrió en muchos otros yacimientos (sin ir más lejos todo el mármol del Coliseo romano)
Llegamos media hora antes de que abriera, así que dimos una vuelta por Condeixa-A-Nova (el pueblo que está al lado) para ver un pueblo portugués original, sin nada de turismo, y nos recordó muchísimo a uno castellano capital de comarca, como Sahagún de Campos por ejemplo.
A las 10 sacamos las entradas y nos fuimos a comprar una guía en español (2€) que es imprescindible para que la visita tenga algo de sentido, si no es ver solo piedras. Tras esto empezamos por las ruinas, que como aprete el sol tiene que ser horrible verlas. Lo primero que vemos es la muralla antigua, a la altura del aparcamiento, pero debemos caminar un trecho para llegar a la ciudad en sí, guarecida por la muralla bajo-imperial, más alta, gruesa y cerrada. Delante tiene varios edificios extramuros, en primer plano están varias casas con mosaicos.
Se siguen viendo sus peristilos, sus patios interiores, en los que había jardines que se intentan reproducir.
Una de estas casas es la llamada Casa de la Cruz Gamada, y es que su suelo tiene muchas esvásticas, si bien evidentemente no tiene nada que ver con Hitler y los nazis, puesto que fueron estos quienes tomaron esta figura de la iconografía clásica.
Bajo la muralla nos encontramos también unas pequeñas termas, pero no tienen un estado de conservación idóneo, aunque se cree que estuvo compuesto por dos plantas.
Rodeamos la muralla y entramos ya en la zona más acomodada, la intramuros. En primer lugar nos encontramos una basílica paleocristiana de más de 1.500 años de antigüedad, siendo uno de los primeros edificios cristianos de toda Portugal. Solo se conserva la planta, con un enorme baptisterio, una pequeña nave y una diminuta capilla mayor en la cabecera.
De ahí nos vamos al fondo del yacimiento, hasta alcanzar las termas principales de la ciudad, las Termas del Sur, que estaban en pleno centro de la ciudad. Había unas pequeñas termas augusteas que están bajo los cimientos de una gran construcción imperial. Las termas tienen definidos su caldarium, su frigidarium y su laconium (es imprescindible como dije antes el folleto para entender algo las ruinas, pues está todo muy bien explicado y de forma breve)
Debajo de las termas había una gran piscina de agua fría con vistas del paisaje circundante de la ciudad, tenía que ser una gozada bañarse aquí.
Cerca de las termas están las Ínsulas Centrales, unas pequeñas manzanas de origen prerromana que sobrevivieron a todos los esfuerzos de normalización romanos. Son un poco caóticas y rompen con todos los esquemas del urbanismo romano. Estaban dedicadas a pequeñas tiendas de comercio y artesanía, siendo una zona bastante próspera dentro de la ciudad.
Y cerca encontramos ya el Foro, el centro de la ciudad. Como muchos sabreis los emperadores intentaron asegurar su permanencia en el poder asumiendo una condición divina, dejando obras en cada foro para ser recordados, siendo este culto imperial (salvo excepciones como las de Calígula o Nerón que vieron sus memorias eliminadas) el principal medio de cohesión del imperio y el principal culto en las provincias. En este foro se reconstruyeron estructuras del pórtico de la plaza.
Y tras esto volvemos a la zona de la muralla bajoimperial, donde nos encontramos con la enorme Casa de Cantaber, el máximo exponente de la arquitectura civil de Conímbriga. La casa se atribuye a Cantaber, pero no en la fecha de su construcción, durante la época flavia (finales del siglo IdC) sino en el saqueo suevo de 468, y es que se sabe que aquí vivía Cantaber, un gran aristócrata romano. Esta casa ocupa toda una ínsula (manzana) alrededor de un eje principal con entrada, peristilo, triclinio y jardín, con varios peristilos laterales complementarios. Es enorme, a lo largo de toda la historia siempre hubo gente que supo vivir bien.
A su lado tenemos la zona del Acueduto, que tiene una ínsula y unas pequeñas termas (tras las cuales hay un pequeño auditorio moderno con el escenario sobre las mismas)
Y llegamos al plato fuerte del yacimiento, la Casa de los Surtidores, al lado de la entrada y que dejamos para el final para ir de menos a más, tiene construida una cubierta protectora para que no se dañen los preciosos mosaicos, pero también acoge otras muchas muestras del apogeo de la ciudad; además en un estilo con pocos ejemplos en el Imperio Romano: los juegos de agua ajardinados en el centro de los peristilos; que se encuentran a su vez rodeados de perfectos mosaicos.
Los mosaicos cubren toda la superficie de la casa, que es realmente bonita.
Y tras esto vamos al Museo, donde tenemos varias piezas extraídas del yacimiento, un poco frío (por esto mismo no entramos ayer en el Museo Romano de Coimbra) y con alguna cosa interesante. Menos mal que madrugamos, porque a la que salíamos del yacimiento entraba un señor grupo del Imserso o similar, y esperaban fuera varios grupos escolares, por suerte pudimos disfrutar de las ruinas practicamente a solas.
Información práctica
Acceso: En Condeixa-A-Nova, a 20 kilómetros de Coimbra dirección Pombal-Lisboa
Horario: Todos los días de 10-19
Precio: 4€ (2€ estudiantes, jubilados...); gratis domingos y festivos hasta las 14
Web: www.conimbriga.pt/index.html/
Cogemos el coche y nos vamos a Trancoso, casi dos horas de trayecto en las que bordeamos Viseu, en la Lonely aparece como lo imprescindible de las Beiras (junto con Coímbra, Aveiro, Conímbriga, Almeida y además Piodao, Manteigas y Monsanto que tuvimos que dejar sin visitar) con el siguiente encabezamiento: "Explorar los maravillosos castillos y murallas de Almeida, Trancoso y otras poblaciones con fortaleza del Planalto", así que eso íbamos esperando, un castillo y unas murallas. En el coche aprovechando la eurotarifa de Telecable (2€ diarios por 20MB) busqué algo de información de esta visita improvisada para contar.
Y es que Trancoso, como muchas localidades de la zona, empezaron a crecer con las escaramuzas con Castilla y la construcción de fortalezas. Dom Dinis la fortificó (como a tantas otras localidades fronterizas, este tío era un fuera de serie) en el siglo XIII aprovechando un castillo morisco, y además se casó aquí con Isabel en 1282. Sin embargo el hijo predilecto de la ciudad es Bandarra, un zapatero de finales del siglo XVI que podía adivinar el futuro y que contradijo a las autoridades lusas al predecir el término de la monarquía; poco despues de su muerte murió el joven Dom Sebastiao sin descendencia cayendo inmediatamente Portugal bajo dominio español. Bandarra tenía razón, toda la razón...
Aparcamos justo al lado de las Portas d'El Rei coronadas por el antiguo escudo de armas, la entrada principal a la ciudad (sí, tiene 3.000 habitantes pero el título de ciudad, una de las más pequeñas de Portugal)
Cruzamos la puerta y nos empezamos a asombrar, una calle empedrada muy cuidada. Nos empieza a asaltar la idea de que esto no es solo el castillo
Al poco tenemos a mano izquierda el Ayuntamiento, delante del cual está una estatua de Bandarra.
Seguimos caminando y la calle desemboca en la plaza central de Trancoso, el Largo Padre Francisco Ferreira, en el centro de la cual hay una pelourinho (picota) de 1510, tras ella la Igreja do Sao Pedro, la principal de la población.
En la calle que sale por la izquierda de la foto encontramos un restaurante con muy buena pinta, iríamos luego a comer, pero había que hacer tiempo, así que nos dimos un paseo por la Judería que citaba la Lonely. ¡Qué sorpresón! Junto con la Biblioteca Joanina y el Museo de Aveiro fue lo que más nos gustó del viaje. Las expectativas eran nulas y son una serie de callas empedradas con casas cuidadas y muchas flores. Es increíble, una auténtica pasada.
Sin darnos cuenta llegamos al Castillo, la entrada es gratuita pero cierra al mediodía, así que lo dejamos para después de comer (terça es martes y sexta viernes).
Y seguimos nuestro paseo sin rumbo, caminando por preciosas calles y dejándonos sorprender en cada esquina y cada rincón.
Y sin darnos cuenta llegamos a las Murallas, que llevan más de 700 años bordeando y protegiendo la ciudad.
Subimos a ellas por unas escaleras ciertamente vertiginosas (sobre todo a la bajada) y obtuvimos buenas vistas.
Pero las mejores estaban en una torrecilla, teniendo bajo nosotros el precioso Trancoso y al fondo en lo alto el castillo, con su Torre de Menagem (Torre del Homenaje) árabe a la que luego subiríamos destacando.
Y ahora sí, nos fuimos a comer al Cantinho dos Arcos, donde tomamos como entrante ensalada de pulpo, como plato principal me pedí carne con queso de la zona, una Super Bock y postre (todo riquísimo) y nos salió por 14€/persona. Os lo recomiendo en Trancoso, creo que es la mejor opción.
Y para bajar la comida nada como volver a cruzar la Judería para llegar al Castelo, con una cruz que hace muy buen efecto delante.
Hay unas escaleras para subir, en cada escalón tenemos un hecho clave en la historia de Trancoso, es algo novedoso y muy interesante.
Y entramos, no queda nada del interior, solo las murallas y la torre morisca, pero tiene encanto.
Subimos a la torre, con vistas muy cerradas y parciales.
Pero mi madre se dio cuenta de que había más escaleras aún (que sería de nosotros sin las mujeres...) y subimos a lo más alto, desde donde el pueblo parecía una maqueta preciosa. Su inesperada visita fue de lo mejor del viaje, sin duda.
Bajamos y nos dimos una vuelta por el interior, pegaba el sol pero no hacía un calor asfixiante como temíamos.
Y nos volvimos al coche con la sensación de descubrir un pueblo que tiene muchísimo más que el castillo y las murallas, tiene una de las juderías más guapas y cuidadas que vi en mi vida (y lo que es más fuerte, eso mismo opina mi padre que conoce bastantes más que yo)
CONCLUSIONES DE TRANCOSO: La gran sorpresa del viaje, cayó de rebote y fue de lo que más nos gustó. La entrada es bonita, pero la Judería supera cualquier expectativa, super cuidada, empedrada y adornada con muchas flores. Se merece mucha más fama de la que tiene muy a la sombra de Belmonte. Las vistas desde el castillo son buenas.
Para ver la ciudad basta con una hora para el viajero medio, es muy pequeña y se trata de callejear sin rumbo, pero rapidamente se nos acabará la ciudad; subir al Castillo no lleva más de 10 minutos, no tiene nada realmente; para mí es un imprescindible de las Beiras, por detrás de las ciudades de Aveiro y Coimbra debería brillar con luz propia y no ser la hermana pequeña de Belmonte y Almeida. Creo que está muy infravalorada.
La última parada del día fue Belmonte, una localidad al sur de Guarda y que teníamos anotado en rojo por su judería y su historia, y es que durante 5 siglos (desde que expulsaron a los judíos de España y se instauró la Inquisición en Portugal) acogió una secreta comunidad judía que no salió a la luz hasta la década de 1980 y que se mantuvo cerrada con matrimonios de conveniencia y ritos en la intimidad durante 5 siglos (que se dicen pronto) manteniendo todas las tradiciones de forma oral. Solo por eso merece la pena la visita, es increible pensar en como se puede tener tal arraigo a las tradiciones. Una historia maravillosa que sobrevivió a todas las desgracias del pueblo judío, desde las expulsiones en masa al Holocausto pasando por el fervor inquisitorio.
Aparcamos junto al Castillo, al que entramos, pero que estaba tomado por operarios instalando un escenario, y es que era el Festival de la Cerveza Artesana, con numerosos puestos montándose por fuera, una pena no poder venir porque me hubiera gustado catar alguna cerveza casera portuguesa.
Al lado del castillo me llamaron la intención unas casas empedradas con la Meseta de fondo
Y ya sí, entramos al Castillo y subimos a la torre, en la que hay varias exposiciones (una de Pedro Álvares Cabral, nacido en Belmonte y descubridor de Brasil) con cierto interés. Seguimos subiendo a ver Belmonte desde lo alto. Tenía una pinta preciosa.
Y al llegar a lo más alto nos gustó mucho la vista de la judería con una iglesia al fondo. No llega a la altura de Trancoso, pero Belmonte también es muy bonito.
Bajamos del castillo y empezamos a callejear. Aquí mi opinión es un poco subjetiva: hacía mucho calor y no estaba nada agusto; las casas eran más grandes y con mejor pinta que en Trancoso, pero no tenían el mismo aire medieval y llevaba las expectativas demasiado altas, por lo que en el momento me decepcionó un poco en contraste con lo que acabábamos de ver, aunque no puedo hablar de decepción como tal porque Belmonte es también muy interesante y con rincones bonitos, como estos (me encantó sobremanera la Praça da República
En la Judería las casas son grandes y de piedra, habiendo multitud de simbología judía.
Y subimos hasta la Igreja Matriz conmemorando los 500 años de evangelización en Brasil. Aquí el calor ya era insoportable y pese a ser pronto (5 de la tarde) decidimos irnos al hotel a descansar
La bajada hacia el coche era preciosa, pero no la disfrutamos por estar asados.
Y llegamos al hotel, la Pousada de Belmonte, la cadena Pousadas es como nuestros Paradores. Fue un caprichín de mis padres, ¡y qué capricho! Está en un antiguo monasterio y las habitaciones son celdas de frailes, cada una lleva el nombre de uno. La nuestra la de Frai José, quien se ocupaba de sacar leña.
Por dentro intentan aparentar ser sencillas, como las celdas monacales, y lo consiguen con elementos de bastante lujo. Es una combinación extraña pero que queda genial, pareces estar en un monasterio pero sin que ne te falte de nada, ni siquiera una superbañera en un baño muy completo.
Las salas comunes son increibles, una de ellas es el claustro y otra un salón con techos altos (solo pasé por estas dos, pero seguro que había muchas más)
Y cuenta con piscina, adonde fuimos a darnos un chapuzón, llevábamos chanclas y bañador, pero no pasa nada, en cada tumbona hay una toalla para uso de los clientes. Las vistas de la piscina son increíbles, a la Serra da Estrela, y es que la tenemos justo enfrente.
Y querido compañero de viajes, espero que te hayas traído bañador, porque seguro que quieres descansar de las caminatas del día y desconectar del calor con un bañito aquí. ¿O no?
La habitación tiene una terraza desde las que se ve esta sierra, la más alta de Portugal, tanto de día como anocheciendo es increíble estar un rato sentado leyendo tranquilamente fuera con este decorado de fondo
Y para cenar no salimos del hotel, en la piscina lo decidimos y al pasar el chico de recepción a recoger toallas le pedimos mesa para las 8 y media. El restaurante es caro para lo que es Portugal (27€/cabeza) pero es uno de los mejores del país (lleva varios años en la lista de los 26 mejores del país) Nos pedimos unas setas con queso como entrante y como plato principal me metí entre pecho y espalda jabalí de la sierra con especias y salsa, estaba brutal. El pescado de mis padres también, que lo caté jeje.
El restaurante en sí está muy bien montado y con las mismas vistas que las terrazas de las habitaciones.
Y así acabó un día genial. Os recomiendo mucho esta Pousada, es algo cara (125€ la triple con desayuno-el desayuno es increíble, que se me olvidó decirlo antes, muchísima calidad y variedad), pero un capricho de los que presta darse a uno mismo. Lo malo es que está apartada y se necesita coche, pero es la única pega. ¡Ah! Y el WiFi va perfectamente hasta en la piscina.
CONCLUSIONES DE BELMONTE: Pese a tener la Judería más famosa de Portugal no alcanza el nivel de la de Trancoso, pero está también cuidada y es bonita. El Castillo tiene buenas vistas y es una visita interesante.
Para ver la ciudad basta con 1-2 horas para el viajero medio, dependiendo de si quiere entrar en los museos que tiene la localidad o no. Si se viaja a la Beira Alta debería ser una parada obligatoria, si el viaje es más general y no hay tiempo a entrar muy en detalle recomendaría antes ir a Trancoso que aquí, son dos pueblos parecidos pero creo que el primero es mucho más bonito.
TOTAL: 259 kms.
La primera parada fueron las Ruinas Romanas de Conímbriga, una ciudad romana que estaba situada en la vía que unía Olissipo (Lisboa) con Bracara Augusta (Braga) y que se cree que estuvo construída sobre un castro celta. Creció enormemente durante el reinado del emperador César Augusto (en el cambio del siglo IaC y el I dC), construyéndose tres siglos después una nueva muralla para defender la ciudad del caos reinante por el progresivo desmoronamiento del Imperio Romano, pero esto no evitó que en 468 fuera tomada por los suevos y que su población fuera trasladándose a la más segura Aeminium (Coimbra) Su conservación es perfecta, puesto que por encima de las ruinas había una buena capa de tierra y césped, no siendo encontradas hasta el siglo XX por parte de equipos de arqueólogos, evitando así que los habitantes de la zona las saquearan para realizar diversas tareas y objetos con los materiales romanos, como ocurrió en muchos otros yacimientos (sin ir más lejos todo el mármol del Coliseo romano)
Llegamos media hora antes de que abriera, así que dimos una vuelta por Condeixa-A-Nova (el pueblo que está al lado) para ver un pueblo portugués original, sin nada de turismo, y nos recordó muchísimo a uno castellano capital de comarca, como Sahagún de Campos por ejemplo.
A las 10 sacamos las entradas y nos fuimos a comprar una guía en español (2€) que es imprescindible para que la visita tenga algo de sentido, si no es ver solo piedras. Tras esto empezamos por las ruinas, que como aprete el sol tiene que ser horrible verlas. Lo primero que vemos es la muralla antigua, a la altura del aparcamiento, pero debemos caminar un trecho para llegar a la ciudad en sí, guarecida por la muralla bajo-imperial, más alta, gruesa y cerrada. Delante tiene varios edificios extramuros, en primer plano están varias casas con mosaicos.
Se siguen viendo sus peristilos, sus patios interiores, en los que había jardines que se intentan reproducir.
Una de estas casas es la llamada Casa de la Cruz Gamada, y es que su suelo tiene muchas esvásticas, si bien evidentemente no tiene nada que ver con Hitler y los nazis, puesto que fueron estos quienes tomaron esta figura de la iconografía clásica.
Bajo la muralla nos encontramos también unas pequeñas termas, pero no tienen un estado de conservación idóneo, aunque se cree que estuvo compuesto por dos plantas.
Rodeamos la muralla y entramos ya en la zona más acomodada, la intramuros. En primer lugar nos encontramos una basílica paleocristiana de más de 1.500 años de antigüedad, siendo uno de los primeros edificios cristianos de toda Portugal. Solo se conserva la planta, con un enorme baptisterio, una pequeña nave y una diminuta capilla mayor en la cabecera.
De ahí nos vamos al fondo del yacimiento, hasta alcanzar las termas principales de la ciudad, las Termas del Sur, que estaban en pleno centro de la ciudad. Había unas pequeñas termas augusteas que están bajo los cimientos de una gran construcción imperial. Las termas tienen definidos su caldarium, su frigidarium y su laconium (es imprescindible como dije antes el folleto para entender algo las ruinas, pues está todo muy bien explicado y de forma breve)
Debajo de las termas había una gran piscina de agua fría con vistas del paisaje circundante de la ciudad, tenía que ser una gozada bañarse aquí.
Cerca de las termas están las Ínsulas Centrales, unas pequeñas manzanas de origen prerromana que sobrevivieron a todos los esfuerzos de normalización romanos. Son un poco caóticas y rompen con todos los esquemas del urbanismo romano. Estaban dedicadas a pequeñas tiendas de comercio y artesanía, siendo una zona bastante próspera dentro de la ciudad.
Y cerca encontramos ya el Foro, el centro de la ciudad. Como muchos sabreis los emperadores intentaron asegurar su permanencia en el poder asumiendo una condición divina, dejando obras en cada foro para ser recordados, siendo este culto imperial (salvo excepciones como las de Calígula o Nerón que vieron sus memorias eliminadas) el principal medio de cohesión del imperio y el principal culto en las provincias. En este foro se reconstruyeron estructuras del pórtico de la plaza.
Y tras esto volvemos a la zona de la muralla bajoimperial, donde nos encontramos con la enorme Casa de Cantaber, el máximo exponente de la arquitectura civil de Conímbriga. La casa se atribuye a Cantaber, pero no en la fecha de su construcción, durante la época flavia (finales del siglo IdC) sino en el saqueo suevo de 468, y es que se sabe que aquí vivía Cantaber, un gran aristócrata romano. Esta casa ocupa toda una ínsula (manzana) alrededor de un eje principal con entrada, peristilo, triclinio y jardín, con varios peristilos laterales complementarios. Es enorme, a lo largo de toda la historia siempre hubo gente que supo vivir bien.
A su lado tenemos la zona del Acueduto, que tiene una ínsula y unas pequeñas termas (tras las cuales hay un pequeño auditorio moderno con el escenario sobre las mismas)
Y llegamos al plato fuerte del yacimiento, la Casa de los Surtidores, al lado de la entrada y que dejamos para el final para ir de menos a más, tiene construida una cubierta protectora para que no se dañen los preciosos mosaicos, pero también acoge otras muchas muestras del apogeo de la ciudad; además en un estilo con pocos ejemplos en el Imperio Romano: los juegos de agua ajardinados en el centro de los peristilos; que se encuentran a su vez rodeados de perfectos mosaicos.
Los mosaicos cubren toda la superficie de la casa, que es realmente bonita.
Y tras esto vamos al Museo, donde tenemos varias piezas extraídas del yacimiento, un poco frío (por esto mismo no entramos ayer en el Museo Romano de Coimbra) y con alguna cosa interesante. Menos mal que madrugamos, porque a la que salíamos del yacimiento entraba un señor grupo del Imserso o similar, y esperaban fuera varios grupos escolares, por suerte pudimos disfrutar de las ruinas practicamente a solas.
Información práctica
Acceso: En Condeixa-A-Nova, a 20 kilómetros de Coimbra dirección Pombal-Lisboa
Horario: Todos los días de 10-19
Precio: 4€ (2€ estudiantes, jubilados...); gratis domingos y festivos hasta las 14
Web: www.conimbriga.pt/index.html/
Cogemos el coche y nos vamos a Trancoso, casi dos horas de trayecto en las que bordeamos Viseu, en la Lonely aparece como lo imprescindible de las Beiras (junto con Coímbra, Aveiro, Conímbriga, Almeida y además Piodao, Manteigas y Monsanto que tuvimos que dejar sin visitar) con el siguiente encabezamiento: "Explorar los maravillosos castillos y murallas de Almeida, Trancoso y otras poblaciones con fortaleza del Planalto", así que eso íbamos esperando, un castillo y unas murallas. En el coche aprovechando la eurotarifa de Telecable (2€ diarios por 20MB) busqué algo de información de esta visita improvisada para contar.
Y es que Trancoso, como muchas localidades de la zona, empezaron a crecer con las escaramuzas con Castilla y la construcción de fortalezas. Dom Dinis la fortificó (como a tantas otras localidades fronterizas, este tío era un fuera de serie) en el siglo XIII aprovechando un castillo morisco, y además se casó aquí con Isabel en 1282. Sin embargo el hijo predilecto de la ciudad es Bandarra, un zapatero de finales del siglo XVI que podía adivinar el futuro y que contradijo a las autoridades lusas al predecir el término de la monarquía; poco despues de su muerte murió el joven Dom Sebastiao sin descendencia cayendo inmediatamente Portugal bajo dominio español. Bandarra tenía razón, toda la razón...
Aparcamos justo al lado de las Portas d'El Rei coronadas por el antiguo escudo de armas, la entrada principal a la ciudad (sí, tiene 3.000 habitantes pero el título de ciudad, una de las más pequeñas de Portugal)
Cruzamos la puerta y nos empezamos a asombrar, una calle empedrada muy cuidada. Nos empieza a asaltar la idea de que esto no es solo el castillo
Al poco tenemos a mano izquierda el Ayuntamiento, delante del cual está una estatua de Bandarra.
Seguimos caminando y la calle desemboca en la plaza central de Trancoso, el Largo Padre Francisco Ferreira, en el centro de la cual hay una pelourinho (picota) de 1510, tras ella la Igreja do Sao Pedro, la principal de la población.
En la calle que sale por la izquierda de la foto encontramos un restaurante con muy buena pinta, iríamos luego a comer, pero había que hacer tiempo, así que nos dimos un paseo por la Judería que citaba la Lonely. ¡Qué sorpresón! Junto con la Biblioteca Joanina y el Museo de Aveiro fue lo que más nos gustó del viaje. Las expectativas eran nulas y son una serie de callas empedradas con casas cuidadas y muchas flores. Es increíble, una auténtica pasada.
Sin darnos cuenta llegamos al Castillo, la entrada es gratuita pero cierra al mediodía, así que lo dejamos para después de comer (terça es martes y sexta viernes).
Y seguimos nuestro paseo sin rumbo, caminando por preciosas calles y dejándonos sorprender en cada esquina y cada rincón.
Y sin darnos cuenta llegamos a las Murallas, que llevan más de 700 años bordeando y protegiendo la ciudad.
Subimos a ellas por unas escaleras ciertamente vertiginosas (sobre todo a la bajada) y obtuvimos buenas vistas.
Pero las mejores estaban en una torrecilla, teniendo bajo nosotros el precioso Trancoso y al fondo en lo alto el castillo, con su Torre de Menagem (Torre del Homenaje) árabe a la que luego subiríamos destacando.
Y ahora sí, nos fuimos a comer al Cantinho dos Arcos, donde tomamos como entrante ensalada de pulpo, como plato principal me pedí carne con queso de la zona, una Super Bock y postre (todo riquísimo) y nos salió por 14€/persona. Os lo recomiendo en Trancoso, creo que es la mejor opción.
Y para bajar la comida nada como volver a cruzar la Judería para llegar al Castelo, con una cruz que hace muy buen efecto delante.
Hay unas escaleras para subir, en cada escalón tenemos un hecho clave en la historia de Trancoso, es algo novedoso y muy interesante.
Y entramos, no queda nada del interior, solo las murallas y la torre morisca, pero tiene encanto.
Subimos a la torre, con vistas muy cerradas y parciales.
Pero mi madre se dio cuenta de que había más escaleras aún (que sería de nosotros sin las mujeres...) y subimos a lo más alto, desde donde el pueblo parecía una maqueta preciosa. Su inesperada visita fue de lo mejor del viaje, sin duda.
Bajamos y nos dimos una vuelta por el interior, pegaba el sol pero no hacía un calor asfixiante como temíamos.
Y nos volvimos al coche con la sensación de descubrir un pueblo que tiene muchísimo más que el castillo y las murallas, tiene una de las juderías más guapas y cuidadas que vi en mi vida (y lo que es más fuerte, eso mismo opina mi padre que conoce bastantes más que yo)
CONCLUSIONES DE TRANCOSO: La gran sorpresa del viaje, cayó de rebote y fue de lo que más nos gustó. La entrada es bonita, pero la Judería supera cualquier expectativa, super cuidada, empedrada y adornada con muchas flores. Se merece mucha más fama de la que tiene muy a la sombra de Belmonte. Las vistas desde el castillo son buenas.
Para ver la ciudad basta con una hora para el viajero medio, es muy pequeña y se trata de callejear sin rumbo, pero rapidamente se nos acabará la ciudad; subir al Castillo no lleva más de 10 minutos, no tiene nada realmente; para mí es un imprescindible de las Beiras, por detrás de las ciudades de Aveiro y Coimbra debería brillar con luz propia y no ser la hermana pequeña de Belmonte y Almeida. Creo que está muy infravalorada.
La última parada del día fue Belmonte, una localidad al sur de Guarda y que teníamos anotado en rojo por su judería y su historia, y es que durante 5 siglos (desde que expulsaron a los judíos de España y se instauró la Inquisición en Portugal) acogió una secreta comunidad judía que no salió a la luz hasta la década de 1980 y que se mantuvo cerrada con matrimonios de conveniencia y ritos en la intimidad durante 5 siglos (que se dicen pronto) manteniendo todas las tradiciones de forma oral. Solo por eso merece la pena la visita, es increible pensar en como se puede tener tal arraigo a las tradiciones. Una historia maravillosa que sobrevivió a todas las desgracias del pueblo judío, desde las expulsiones en masa al Holocausto pasando por el fervor inquisitorio.
Aparcamos junto al Castillo, al que entramos, pero que estaba tomado por operarios instalando un escenario, y es que era el Festival de la Cerveza Artesana, con numerosos puestos montándose por fuera, una pena no poder venir porque me hubiera gustado catar alguna cerveza casera portuguesa.
Al lado del castillo me llamaron la intención unas casas empedradas con la Meseta de fondo
Y ya sí, entramos al Castillo y subimos a la torre, en la que hay varias exposiciones (una de Pedro Álvares Cabral, nacido en Belmonte y descubridor de Brasil) con cierto interés. Seguimos subiendo a ver Belmonte desde lo alto. Tenía una pinta preciosa.
Y al llegar a lo más alto nos gustó mucho la vista de la judería con una iglesia al fondo. No llega a la altura de Trancoso, pero Belmonte también es muy bonito.
Bajamos del castillo y empezamos a callejear. Aquí mi opinión es un poco subjetiva: hacía mucho calor y no estaba nada agusto; las casas eran más grandes y con mejor pinta que en Trancoso, pero no tenían el mismo aire medieval y llevaba las expectativas demasiado altas, por lo que en el momento me decepcionó un poco en contraste con lo que acabábamos de ver, aunque no puedo hablar de decepción como tal porque Belmonte es también muy interesante y con rincones bonitos, como estos (me encantó sobremanera la Praça da República
En la Judería las casas son grandes y de piedra, habiendo multitud de simbología judía.
Y subimos hasta la Igreja Matriz conmemorando los 500 años de evangelización en Brasil. Aquí el calor ya era insoportable y pese a ser pronto (5 de la tarde) decidimos irnos al hotel a descansar
La bajada hacia el coche era preciosa, pero no la disfrutamos por estar asados.
Y llegamos al hotel, la Pousada de Belmonte, la cadena Pousadas es como nuestros Paradores. Fue un caprichín de mis padres, ¡y qué capricho! Está en un antiguo monasterio y las habitaciones son celdas de frailes, cada una lleva el nombre de uno. La nuestra la de Frai José, quien se ocupaba de sacar leña.
Por dentro intentan aparentar ser sencillas, como las celdas monacales, y lo consiguen con elementos de bastante lujo. Es una combinación extraña pero que queda genial, pareces estar en un monasterio pero sin que ne te falte de nada, ni siquiera una superbañera en un baño muy completo.
Las salas comunes son increibles, una de ellas es el claustro y otra un salón con techos altos (solo pasé por estas dos, pero seguro que había muchas más)
Y cuenta con piscina, adonde fuimos a darnos un chapuzón, llevábamos chanclas y bañador, pero no pasa nada, en cada tumbona hay una toalla para uso de los clientes. Las vistas de la piscina son increíbles, a la Serra da Estrela, y es que la tenemos justo enfrente.
Y querido compañero de viajes, espero que te hayas traído bañador, porque seguro que quieres descansar de las caminatas del día y desconectar del calor con un bañito aquí. ¿O no?
La habitación tiene una terraza desde las que se ve esta sierra, la más alta de Portugal, tanto de día como anocheciendo es increíble estar un rato sentado leyendo tranquilamente fuera con este decorado de fondo
Y para cenar no salimos del hotel, en la piscina lo decidimos y al pasar el chico de recepción a recoger toallas le pedimos mesa para las 8 y media. El restaurante es caro para lo que es Portugal (27€/cabeza) pero es uno de los mejores del país (lleva varios años en la lista de los 26 mejores del país) Nos pedimos unas setas con queso como entrante y como plato principal me metí entre pecho y espalda jabalí de la sierra con especias y salsa, estaba brutal. El pescado de mis padres también, que lo caté jeje.
El restaurante en sí está muy bien montado y con las mismas vistas que las terrazas de las habitaciones.
Y así acabó un día genial. Os recomiendo mucho esta Pousada, es algo cara (125€ la triple con desayuno-el desayuno es increíble, que se me olvidó decirlo antes, muchísima calidad y variedad), pero un capricho de los que presta darse a uno mismo. Lo malo es que está apartada y se necesita coche, pero es la única pega. ¡Ah! Y el WiFi va perfectamente hasta en la piscina.
CONCLUSIONES DE BELMONTE: Pese a tener la Judería más famosa de Portugal no alcanza el nivel de la de Trancoso, pero está también cuidada y es bonita. El Castillo tiene buenas vistas y es una visita interesante.
Para ver la ciudad basta con 1-2 horas para el viajero medio, dependiendo de si quiere entrar en los museos que tiene la localidad o no. Si se viaja a la Beira Alta debería ser una parada obligatoria, si el viaje es más general y no hay tiempo a entrar muy en detalle recomendaría antes ir a Trancoso que aquí, son dos pueblos parecidos pero creo que el primero es mucho más bonito.