Roatán: De West End a West Bay ✏️ Diarios de Viajes de Honduras

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Ya tenía el cuerpo un poco más golfo, por lo que ahora mi nueva hora de levantarme ya no era como en la otra parte del viaje, ahora ya aguantaba hasta las siete e incluso siete y media de la mañana, ja, ja, ja, por lo que Inma estaba ya prácticamente despierta y bajábamos a desayunar prontito para aprovechar el día al máximo. Por cierto el desayuno en el hotel era una pasada, ya no tanto por la comida, que también, sino por donde estaba situado el comedor. Éste era una pérgola de madera, construida literalmente sobre el mar, en una parte del comedor, el agua pasaba por debajo e incluso se podía ver entre las lamas de madera del suelo, y por supuesto las vistas a la bahía eran preciosas. La verdad es que era una auténtica gozada desayunar todos los días de esta manera, sin prisas, relajados, disfrutando de las vistas y tomándonos todo el tiempo del mundo.

Bueno, hoy nos habíamos propuesto conocer otra parte de la isla, también muy famosa por sus paradisíacas playas, se trataba de West Bay, para ello podíamos coger un taxi normal o un taxi-boat, que en apenas quince minutos te llevaba allí por mar. Andábamos dirección a la calle principal, cuando se nos acercó un chaval isleño y nos pregunto si queríamos ir a West Bay, se llamaba Bryan y nos dijo, que tenía una lancha y nos llevaba por el mismo precio que los taxis oficiales, es decir tres dólares por persona, y la verdad es que no lo dudamos y nos fuimos con él hasta donde tenía la lanchita, subimos y nos llevó rumbo a West Bay. Durante el camino nos comentó que también se dedicaba a hacer tours para hacer snorkel y conocer la isla desde el mar, a lo que le dijimos que lo pensaríamos y ya le diríamos algo.

En unos minutos llegamos a West Bay y la primera impresión fue que era mucho más turística que la zona de la que veníamos, pero enseguida comenzamos a descubrir sus playas, que eran espectaculares. Eran las típicas playas de postal, con sus palmeras, arena blanca y aguas turquesas, por lo que nos acomodamos bajo de una de las palmeras, en primerísima línea y empezamos a disfrutas de nuestra estancia.

Allí estuvimos toda la mañana y a mediodía buscamos de nuevo una barca para volver a nuestra zona. Llegamos a West End y buscamos un sitio para comer en una terraza junto al mar y después de dar buena cuenta de una suculenta comida, nos dirigimos a nuestro hotel, ya que el sol pegaba con fuerza.

Por la tarde le dije a Inma que ya era el momento de ver el arrecife y la animé a que junto conmigo cogiera aletas, gafas y tubo y nos metiéramos al mar. ¡No sabía lo que había hecho!. Ella, hasta ese día nunca había sido muy partidaria del tema del snorkel, ya que decía que se agobiaba un poco y que no podía respirar bien, pero tras unas breves lecciones de cómo tenía que respirar bajo el agua, nos dispusimos a explorar los fondos marinos. Esa fue mi perdición, ya que cuando empezó a descubrir toda la belleza que había bajo el agua, no había manera de convencerla para que nos saliésemos fuera a descansar, sólo quería estar allí deleitándose con la vista. Y no era de extrañar, ante nosotros se encontraba el arrecife coralino con toda su belleza salvaje y pudimos observar, además de toda una gran variedad de peces de todas clases, colores e incluso tamaños, corales de distintas especies, langostas escondidas en sus cuevas, bancos de calamares, etc, etc. En definitiva estábamos disfrutando en directo de uno de esos reportajes submarinos, que a veces hacen en la televisión y la verdad es que era súper chulo.

Tras apurar toda la tarde, nos cambiamos y salimos a dar una vuelta y cenar algo, pero esta vez ya nos portamos bien y volvimos prontito al hotel.

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