El día empezó muy temprano para nosotros. Habíamos quedado con Sopheap a las 5 de la mañana para ir a ver el amanecer en Angkor Wat. Como tan temprano no servían desayunos, pedimos en el hotel que nos prepararan un sándwich. A esas horas incluso hacía fresco, con el aire del tuc tuc. Parecía increíble, con el calor que habíamos pasado, y que íbamos a pasar ese día. Había mucha gente en Angkor Wat, pero no tanta como yo me imaginaba. Nos sentamos junto al estanque donde habíamos estado la tarde anterior y, cámara en mano, esperamos a que saliese el sol. Poco a poco el día se fue aclarando sobre el templo, pero no tuvimos un amanecer espectacular. No había ni una sola nube en el cielo, por lo que nos olvidamos de los colores rojizos. Esperamos a que el sol levantara un poco más para hacer unas fotos del templo con la luz del amanecer. Estuvimos casi una hora allí, frente al templo.
¿Merece la pena madrugar para ver el amanecer allí? Sinceramente, yo diría que no. Puedes tener suerte y ver un precioso amanecer. O puede que no haya nubes, o que haya demasiadas nubes, y que no se pueda ver mucho. Eso depende de muchos factores. Pero lo que no te quita nadie es el madrugón y el cansancio, que nosotros estuvimos acusando el resto del día.
Una de la cosas positivas de haber madrugado es que pudimos entrar de nuevo a Angkor Wat, que la tarde anterior nos supo a poco y disfrutar del paseo por su interior con menos gente, y con una luz totalmente diferente. Nos volvimos a recrear en los relieves y la decoración, y paseamos tranquilamente, sin preocuparnos de tiempo ni horarios, ni siquiera de fotos. Eso sí, ¡vaya sueño teníamos!
Comenzamos la visita a los templos del denominado circuito largo. El primero fue Pre Rup. Este templo fue de los que menos me gustó. Reconozco su importancia, ya que es uno de los más antiguos, pero su estado de conservación no es bueno, y justo después de ver Angkor Wat, pues no nos dijo mucho, la verdad.
Después fuimos al templo más alejado del recorrido, el Banteay Srei, conocido con el templo de las mujeres, ya que dicen que en su construcción solo participaron mujeres. Es un templo muy pequeño, pero muy bonito, de los que más me gustó. Y es que tiene una decoración exquisita, unos relieves al más mínimo detalle, para perderse en ellos. Lo malo de este templo es que es muy pequeño y muy visitado. Cuando llegamos había gente, pero pudimos visitar bien el templo. 10 minutos más tarde se llenó tanto que era difícil andar por allí. Cuando salimos contamos 17 autobuses en el aparcamiento.
Otra cosa que me gustó del camino a este templo fue la cantidad de niños que vimos, uniformados y en bicicleta, camino del trabajo. Estos son los afortunados, el futuro de Camboya. El resto del día nos encontramos a otros niños en una situación muy diferente, pidiendo y vendiendo souvenirs junto a los templos.
De allí fuimos al Banteay Somre. Un templo que destaca por los relieves que hay encima de las puertas. Estuvimos prácticamente solos.
Después visitamos Mebon Oriental, el templo gemelo del Pre Rup, que habíamos visto a primera hora de la mañana. Tiene unas estatuas de elefantes bastante bien conservadas, en cada esquina del templo.
El siguiente templo que visitamos fue el Ta Som, un templo muy pequeño pero con mucho encanto. Al igual que el Ta Phrom, está integrado en la selva, tiene una puerta en medio de una raíz que es muy curiosa. Justo allí sufrimos a nivel máximo el gusto de las turistas asiáticas por hacerse sesiones interminables de fotos, en todas las posturas posibles. Le contamos al menos 25 disparos, antes de que nos aburriésemos y nos fuésemos sin hacer la foto.
Paréntesis para hablar de las diferencias entre las turistas occidentales y las orientales. Nosotras solemos ir con una camiseta de algodón, unos pantalones cortos o ligeros, y sandalias planas y cómodas. Dado que se suda mucho por allí, no nos solemos echar maquillaje. Las orientales van vestidas de punta en blanco, con taconazos y complementos y perfectamente maquilladas, ¡y no sudan! No sé cómo se las arreglan pero siempre tienen el maquillaje perfecto y ni una gota de sudor a pesar de las altas temperaturas y humedad.
La penúltima parada fue en el Neak Pean. Es un minúsculo templo en medio de una piscina artificial, al que se llega atravesando una pasarela sobre el agua. Solo que cuando nosotros fuimos no había agua, pero nada de nada, y estaba todo tan seco y ofrecía un aspecto tan desolador que parecía Mordor. Aún así, nos gustó bastante el lugar y el templo.
El último templo que visitamos, el Preah Khan, fue de los que más nos gustó. Por su tamaño y su decoración, tuvo que ser impresionante. Se construyó en la época del Bayon, en honor del padre de rey Jayavaram VII, al igual que el Ta Phrom se construyó como homenaje a su madre. Estuvimos prácticamente solos en este inmenso templo, casi laberíntico. Lástima que el cansancio y el madrugón estaban haciendo mella en nosotros, porque nos hubiera gustado recorrerlo con más calma.
Terminado el circuito, Sopheap nos preguntó si nos llevaba al hotel o a comer donde el día anterior. Le dijimos que nos llevase a comer, porque el sitio nos había gustado y así tendríamos la oportunidad de volver a ver la Terraza de los Elefantes, la del Rey Leproso y el Bayon. Pedimos de nuevo amok de pescado, además de unos rollitos frescos y una sopa de noodles con verduras. Total con agua 17 dólares.
Volvimos al hotel y le pagamos a Sopheap por sus servicios. En total por los 3 días eran 77 dólares, aunque le dejamos una merecida propina. Como estábamos tan cansados por el madrugón, nuestra intención era relajarnos un rato en a piscina y después una siesta. Pero nuestro gozo en un pozo. La piscina estaba cerrada porque estaban haciendo obras en la calle, junto a la piscina. No fue culpa del hotel, pero nos fastidió bastante, ya que ese día la necesitábamos. Cambio de planes, ducha, siesta y un masaje tradicional, allí mismo en el hotel. A la hora convenida vinieron dos masajistas a nuestra habitación y durante una hora patearon y manosearon nuestros cansados músculos. No estuvo mal, aunque no es igual que hacértelo en un local adaptado para el masaje. Nos costó 6 dólares cada uno.
Fuimos a recoger nuestra ropa a la lavandería y caminamos hasta el Night Market. Dimos una vuelta y compramos alguna cosilla que consideramos interesante. Allí hay que regatearlo todo y yo no me sentía cómoda con ello. Poco a poco me fui acostumbrando, aunque sigue sin gustarme.
Cenamos en el mismo restaurante que la noche anterior, Lok Lak de ternera y ensalada de mango verde, que picaba como el mismísimo infierno, y eso que le dijimos que no lo queríamos picante. Estuvimos hablando con un grupo de chicos canadienses, que viendo el precio de la cerveza, tenían intenciones de quemar la ciudad. Empezamos a brindar con ellos y menos mal que no les seguimos mucho el rollo, porque si no, todavía estamos allí bebiendo cerveza. En la mesa del otro lado había n grupo de Malasia, con los que también entablamos conversación, aunque su plan era bastante más tranquilo que el de los canadienses.
Después de la cena nos tomamos un batido de mango en uno de los puestos callejeros que los hacían por 1 dólar. Muy bueno. Y nuestro ya típico helado en The Blue Pumpkin. Volvimos paseando al hotel.
GASTOS DEL DÍA (2 PERSONAS)
Tuc tuc 3 días: 77$
Comida: 17$
Cena: 11$
Masajes: 12$
Lavandería: 4$
Helado: 2,90$
Batido: 1$