Día 8.
Recorrido:
Tour de Faure/Cahors/Saint-Antonin-Noble-Val/Penne/Castelnau de Montmiral/Albi
Distancia: 150 Km. Tiempo en coche: 2 horas y 41 minutos, aproximadamente.
Perfil en GoogleMaps:
Al mirar por la ventana, vi Saint-Cirq-Lapopie emborronado, por una tenue neblina y una lluvia ligera, pero persistente. No nos quedamos a desayunar en el hotel porque era muy caro. Así que proseguimos viaje hacia nuestro próximo destino: Cahors. La carretera D-662 tiene un recorrido muy bonito, casi encastrada en las rocas y con vistas al río Lot, aunque la mañana lluviosa lo desluciese un poco. Paramos a desayunar en Saint-Géry, uno más de los pequeños y bonitos pueblos de la zona. Como ya habíamos aprendido, compramos nuestras caracolas en la boulangerie/patisserie (riquísimas de nuevo, y baratas, 0,90€) y tomamos el café con leche en la cafetería, tal como mandan los cánones franceses,
CAHORS.
A 32 Km. de Tour de Faure (donde nos habíamos alojado la noche anterior, frente a Saint-Cirq-Lapopie). Unos 40 minutos de viaje en coche.
Es una pequeña ciudad de poco más de 20.000 habitantes, en la Región del Mediodía-Pirineos y Departamento del Lot, muy conocida por sus vinos. Se encuentra un tanto encajonada en un itsmo formado por el río, lo que la hace parecer más grande y, quizás, más incómoda para moverse de lo que en realidad es. Tenía pocas expectativas en relación con este lugar, ya que los comentarios que había leído no eran muy buenos. Sin embargo, y probablemente por eso, me pareció mejor de lo que me esperaba.
Es cierto que viniendo de pueblos encantadores, situados en enclaves idílicos, donde hasta las flores están escogidas para que cuadren en la postal, Cahors se queda un poco fuera de juego. Por eso hay que cambiar de chip inmediatamente, si no será mejor pasar de largo.
El primer problema con el que nos encontramos (ya lo sabíamos) fue el del aparcamiento, realmente muy complicado y más aún siendo día de mercado. Así que no nos lo pensamos más y, como solemos hacer en casos similares, fuimos directamente a un parking subterráneo en la Plaza Gambeta, el lugar más céntrico de Cahors, desde donde se puede llegar caminando a cualquier sitio en unos pocos minutos. Allí mismo se encuentra la Oficina de Turismo y no viene mal hacerse con un folleto y un plano, pues de lo contrario es posible perderse algunas de las cosas más interesantes de la ciudad.
Hay dos visitas imprescindibles en Cahors: el puente Valentré, el más famoso de los cuatro que cruzan el Lot en la ciudad y las sensacionales vistas que se contemplan desde el Mont Saint-Cyr, sin olvidarse de la Catedral de Saint Etienne (San Esteban). Primero, nos dirigimos al puente, bordeando el río Lot, en un paseo muy agradable pese a la lluvia, que nos ofreció bonitas y verdes vistas de los alrededores.
El Puente Valentré fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996. Fue construido entre 1308 y 1378, durante las guerras entre Francia e Inglaterra y constituye un raro y bello ejemplo de arquitectura militar medieval de puente fortificado. Tiene 138 metros de longitud y una forma curva escarpada, con cinco arcos góticos y tres torres almenadas de planta cuadrada. Existen varias leyendas relacionadas sobre la demora en los trabajos de construcción del puente, donde aparece como protagonista el diablo. Merece la pena venir a Cahors por ver este puente y su entorno, resulta bastante especial.
Con la lluvia haciéndonos compañía, dimos una vuelta por la parte antigua de la ciudad, de acuerdo con un recorrido que proponer la Oficina de Turismo. Repito que me sorprendió porque esperaba mucho menos de Cahors. Tiene rincones interesantes y no le falta encanto, pese al aspecto algo desaliñado de muchas de sus calles y sus rincones. Desde luego no es una ciudad de postal, con todo pulcro y en su sitio, mas bien lo contrario: hay calles bastante descuidadas y las fachadas de muchas casas se encuentran viejas y desconchadas, pero eso no significa que a esos lugares les falte todo atractivo en su imagen decadente, con su añoranza de antiguos momentos de esplendor. Reconozco que me gustó el contraste con los pueblecitos inmaculados que estábamos acostumbrados a ver durante todo nuestro viaje, donde ni una piedrecita del camino se encontraba fuera de lugar. Desde luego, se trata de una opinión personal, que sé que no comparten muchos de los que han visitado Cahors.
Jardines Secretos:
Para almorzar, preferimos dejar a un lado las zonas más turísticas y fuimos a un pequeño restaurante que habíamos visto yendo hacia el Puente Valentré. Se llama Mephisto y está en el 10 de la Avenue Jean Jaurès. Es un restaurante de barrio, con su pequeña terraza en la acera y su menú del día que incluye una jarra de vino (no sé si de Cahors, porque éste es bastante caro), todo por 15 euros. La comida no es extraordinaria, pero está buena y vale lo que se paga por ella. Además, el camarero (creo que también es el dueño) es un personaje realmente peculiar, que nos hizo reír de muy buena gana, simpático sobre todas las cosas. No hablaba bien el castellano, pero intentaba agradarnos, expresándose hasta con mímica; quería ser amable y lo consiguió. Luego leímos citas en páginas de opiniones de restaurantes y al citar éste todo el mundo menciona el talante de este hombre. Pasamos un buen rato en aquella terraza. Además, había dejado de llover.
Catedral de San Esteban:
Siguiendo todas las recomendaciones, no nos fuimos de Cahors sin subir al Mont Saint-Cyr para ver las vistas. Hay recorridos a pie, que nos hubiera gustado hacer, pero como no teníamos tiempo, tuvimos que llevar el coche hasta el mismo mirador. Aunque está indicado, hay que ir atentos para no perderse. Las vistas son inigualables. Desde allí se ve la ciudad al completo, abrazada por el río Lot.
SAINT ANTONIN-NOBLE-VAL.
A 56 Km. de Cahors. Aproximadamente, 1 hora en coche.
En nuestro camino hacia el río Tarn, paramos para ver esta pequeña villa medieval, situada en la entrada de las Gorges de L'Aveyron, en la confluencia de los ríos Aveyron y Bonnette. La verdad es que el enorme tajo resultaba impresionante visto desde la carretera, conforme se desciende hacia el pueblo. Sin embargo, no conseguimos encontrar ningún sitio para detenernos a echar un vistazo con un mínimo de seguridad.
Esta localidad tiene su origen en un monasterio fundado en el siglo VIII en honor de Saint Antonin, cuyo cuerpo martirizado en Pamiers apareció en un barco impulsado por dos águilas blancas según cuenta la leyenda. Merece la pena detenerse al menos un rato, pasear por sus callejuelas medievales y acercarse al río y cruzar el puente para ver las vistas de sus casas sobre la orilla desde el paseo de los monjes.
Además, puede ser un buen sitio para hacer una base de unos pocos días de vacaciones, porque vimos bastante animación en su plaza, junto al mercado, donde se conserva su ayuntamiento o "Maison Romane", rematado por un llamativo campanario y que es uno de los edificios civiles más antiguos de Francia,
PENNE.
Desde Saint-Antonin-Noble-Val hay 15 Km. hasta Penne, un cuarto de hora en coche.
Fuimos hasta este pequeño pueblo, cuyo principal atractivo turístico es su castillo en ruinas que, no obstante, ofrece unas vistas fantásticas sobre las gargantas de Aveyron. O eso se comenta, porque ver, la verdad es que no vimos nada.
Cuando llegamos, las calles del pueblo estaban completamente vacías. El cielo se había vuelto negro y arreciaba el viento. Sin embargo, aparcamos el coche, dispuestos a subir al castillo o, al menos, a dar un paseo. En tres minutos el panorama empeoró hasta el punto de tener que desistir. Llovía a cántaros y no se veía a un metro. Así que tuvimos que conformarnos con esta tenebrosa estampa del castillo desde la carretera. El panorama sobre las gargantas... ése quedó pendiente para otra visita.
Seguimos nuestro camino y llegamos a otro de los pueblos catalogados como "más bellos", Bruniquel. Incluso subimos la empinada carretera y aparcamos a sus puertas. De nuevo fue imposible abandonar siquiera el coche. El viento y la lluvia volvieron a hacernos desistir del intento.
CASTELNAU DE MONTMIRAL.
Desde Penne, 22 Km, una media hora en coche.
Este era el siguiente pueblo "más bello" en la lista. Por fortuna, nada más llegar ante su puerta, paró la lluvia y pudimos dar un paseo por sus calles y callejones, impolutos y floridos. Me gustó bastante, muy cuidado y bonito, como todos los que forman parte de este catálogo. Sin embargo, lo más destacado es su Plaza del Ayuntamiento (Place des Arcades), con arcadas y casas de piedra y entramado de madera. Merece la pena llegar hasta aquí para verla.