Después de una eterna noche en el aeropuerto, ahí estaba yo, haciendo cola para embarcar en el vuelo de Ryanair con destino Bratislava (37,90€) de las 06.30. Momentos de estrés, no estaba segura de si aceptarían mi mochila como equipaje de mano o si la aplicación móvil funcionaría bien (no llevaba impresas las tarjetas de embarque).
Tres horas después ya estaba en destino. Ahora debía coger un bus al centro de la ciudad y resultó ser muy sencillo. Saliendo del aeropuerto, solo tenemos que cruzar y ya vemos donde paran los autobuses. Es el bus nº 61, pero antes debemos comprar los billetes en las máquinas. Os aconsejo coger el billete de 1,30€ (billete+maleta) puesto que es una línea en la cual hay mucho control de revisores. Aunque no entendáis el idioma no hay problema, solo hay que tocar el botón del importe correspondiente.
En el aeropuerto había conseguido un mapa de la ciudad, por lo que una vez en la estación de autobuses decidí ir caminando hasta el hotel, pues es un paseo. Tenía reserva para una noche en el Hotel City Center (31,65€ hab. Individual).
Una vez liberada del peso de la mochila, café en vena para despejar del todo y a patear la ciudad. Sin prisa, pero sin pausa, comencé visitando la Iglesia de Santa Isabel (o Iglesia Azul) para después acercarme a la zona del río y ver el Puente nuevo o Most SNP, fácilmente reconocible pues parece un ovni sobre el Danubio.
Tres horas después ya estaba en destino. Ahora debía coger un bus al centro de la ciudad y resultó ser muy sencillo. Saliendo del aeropuerto, solo tenemos que cruzar y ya vemos donde paran los autobuses. Es el bus nº 61, pero antes debemos comprar los billetes en las máquinas. Os aconsejo coger el billete de 1,30€ (billete+maleta) puesto que es una línea en la cual hay mucho control de revisores. Aunque no entendáis el idioma no hay problema, solo hay que tocar el botón del importe correspondiente.
En el aeropuerto había conseguido un mapa de la ciudad, por lo que una vez en la estación de autobuses decidí ir caminando hasta el hotel, pues es un paseo. Tenía reserva para una noche en el Hotel City Center (31,65€ hab. Individual).
Una vez liberada del peso de la mochila, café en vena para despejar del todo y a patear la ciudad. Sin prisa, pero sin pausa, comencé visitando la Iglesia de Santa Isabel (o Iglesia Azul) para después acercarme a la zona del río y ver el Puente nuevo o Most SNP, fácilmente reconocible pues parece un ovni sobre el Danubio.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Muy cerca se encuentra el paseo Hviezdoslavovo, lugar muy agradable para pasear o descansar a la sombra de los arboles. En el podemos encontrar una estatua del escritor que da nombre al paseo. Continúo caminando sin rumbo, encontrándome en mi camino el Teatro Nacional, la catedral de San Martín, la iglesia de los Jesuitas, Columna de la Peste, el Palacio del Primado y la Puerta de San Miguel.
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Se acerca la hora de comer, y decido acercarme hasta uno de los lugares recomendados en el foro. No es otro que el Slovak Pub (Obchodna, 62), donde empiezo a probar la gastronomía del lugar probando Bryndzove halusky.
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Este restaurante estaba muy cerca de mi hotel, por lo que decidí pasar por él para acceder a la habitación (cuando llegué no estaba disponible) y descansar un poco. Lamentablemente, viajé con un problema en la rodilla que me dio un poco de guerra durante el viaje.
Con las pilas cargadas, vuelvo a la calle a seguir conociendo la ciudad. Me acercó hasta el Palacio Presidencial para luego subir hasta el Castillo. Merece la pena, tanto por los exteriores del edificio como por las vistas desde allí.
Con las pilas cargadas, vuelvo a la calle a seguir conociendo la ciudad. Me acercó hasta el Palacio Presidencial para luego subir hasta el Castillo. Merece la pena, tanto por los exteriores del edificio como por las vistas desde allí.
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El resto de la tarde/noche me dedico a deambular sin rumbo por la Plaza Hlavné Námestié y sus alrededores, encontrándome a cada paso con sus famosas estatuas como son Cumil, Napoleón, el paparazi, etc.
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Cena rápida y a dormir… 36 horas sin dormir ya eran demasiadas y al día siguiente el despertador sonaría implacable a las 06.30, pues ya tenía reserva para el tren a Praga y no lo quería perder.