JUEVES 4 DE JUNIO
Hoy tocaba la ciudad nueva y alguna visita esporádica a otros lugares de interés. Al pasar por la plaza un grupo musical amenizaba a la concurrencia. Le dedico este video con algunas imágenes unidas.
Y ya que estábamos allí se nos ocurrió subir a la torre del reloj. Pagamos la entrada y ascendimos por escaleras y un ascensor, que se agradece, hasta la ultima planta, a una pequeña estancia cuadrada y acristalada con una puerta al exterior que da a un pasillo cuadrado con vistas a todas las direcciones. Y las vistas no desmerecen.
Cuando bajamos unos novios completaban su álbum fotográfico junto al reloj y toda la parafernalia de luces y blancos estaba montada. Yo no pude mas que unirme a la fiesta con alguna foto.
Luego de corrido y sin prisas subimos la calle Celetna hasta la Torre de la Pólvora y la Casa Municipal, que esta al lado, fotos (y video) y hacia la Sinagoga de Jerusalén. Muy bonita, aunque esté fuera del barrio judío merece la pena verla.
No entramos en casi ningún edificio, no sabíamos siquiera si se podía entrar ni cuanto costaba. En realidad, no somos de visitas a museos ni visitas internas, mas bien de pasear y verlos desde fuera. Que se le va a hacer.
Desde allí directamente a la plaza de Wenceslao, mas bien, boulevard. Una avenida con grandes aceras repletas de tiendas y restaurantes y con mucha gente de aquí para allá.
Comenzamos con la visita de los caballos, primero con uno muy curioso que se encuentra dentro de un centro comercial llamado Galerías Lucerna, el caballo boca abajo también de Cerny (este tío tiene que tener enchufe en el ayuntamiento) y luego con el caballo que monta el propio San Wenceslao, una gran estatua que preside la parte alta de la plaza. Allí está el personaje flanqueado por otros cuatro santos a pie.
A la espalda del santo, la gran mole del Museo Nacional, imponente y con una gran vista de la plaza. Desgraciadamente el sol estaba casi en lo alto y su luz no permitía buenas fotos. Por la tarde tiene que ser espectacular.
Junto al museo, otro edificio emblemático, la Opera Estatal, donde prometo ver una sesión la próxima vez que visite la ciudad.
A los pies del museo se encuentra una cruz de bronce simulando madera que parece semienterrada en el pavimento. Conmemora el lugar donde se prendió fuego el estudiante Jan Palach en enero del 69 como protesta de la invasión soviética de Checoslovaquia. Un mes mas tarde otro estudiante se inmoló en el mismo lugar.
Tuvieron que ser días de tristeza y rabia.
Ya era bien entrada la mañana de modo que una cervecita pintaba muy bien y que mejor sitio que una cervecería cercana recomendada en los foros y también comentada por el guía del tour gratuito. La de los trenes en miniatura, que además quedaba muy cerca. Por cierto, hay que ser rápido para coger las bebidas, a los 15 segundos el tren vuelve a la estación.
Por lo curioso del caso pongo hasta un vídeo.
Una vez refrescado el gaznate y, como no podía ser menos, ya era hora de comer. El restaurante ganador era otro de la lista buena, con varias sucursales y criticas inmejorables, el Ferdinanda.
Esta franquicia se encuentra en una de las calles adyacentes a la plaza de Wenceslao. Se trata de un restaurante moderno con platos muy elaborados y carnes contundentes.
No sé si tienen su propia cerveza pero en el supermercado compre 2 botellas de la marca Ferdinand con graduaciones de 16 y 24 (se trata de una escala propia de la fabricación checa, no de la escala que se utiliza en España). La de 24 era dulce, dulce como el azúcar. Allí desde luego cayó una de medio litro.
Para bajar la comida decidimos volver a la plaza de la ciudad vieja, otra vez, pasando antes por el mercado de Havelska con la intención de comprar uno de esos relojes pequeños y baratos de imitación al astronómico.
Ya en la plaza me fijé entonces en los otros edificios cercanos llamándome la atención uno de fachada oscura con frisos de figuras masculinas y femeninas. Debía ser hora punta porque allí había mucha gente agolpada. La foto curiosa estaba frente a la torre del reloj, en toda la muchedumbre amontonada para ver el espectáculo.
Desde allí bajamos por la calle Paritzska con la intención de cruzar al otro lado del río pero vimos un barco que realizaba recorridos de una hora y además a punto de zarpar. Buen momento para un agradable paseo con un café, y una cerveza, a bordo. Pasaríamos además, por debajo del puente de Carlos y seguro que las fotos no desmerecerían.
Después, ya esta vez si, atravesamos un puente de hierro y subimos las escaleras de la colina para alcanzar el metrónomo gigante. Es eso, un metrónomo gigante que se mueve acompasadamente en lo alto de la colina.
Por el camino se encuentran varios miradores con una de las postales mas bonitas de Praga: la sucesión de puentes sobre el Moldava al atardecer. También a esa hora el camino está plagado de mosquitos pero es la fianza que hay que pagar.
Junto al monumento, mucha gente tomando el sol y en plan botellón y otros haciendo deporte.
Como ya estábamos suficientemente acribillados tiramos escaleras abajo hacia el puente metálico de nuevo en dirección a la ciudad vieja. Por el camino otra de las curiosidades de Praga: algunos de sus semáforos, Aquí tienen un vídeo real del tiempo que te dan para atravesar una calzada (y a mi mujer en posición de preparados, listos, ya).
De camino probamos otro nuevo Trdelnik éste de los grandes, tostadito y azucarado. Una delicia.
También encontramos otra de las excéntricas figuras de Cerny, el hombre colgado, que representa a Freud, al borde del abismo sujeto con una mano a su tabla de salvación y con la otra en el bolsillo. Supervivencia y resignación. ! Y que bonito se ve !. No quedó mas remedio que psicoanalizar un par de cervezas en nuestro cercano rincón del Vejvodu. Y a dormir con unos cuantos kilómetros hechos.