Miércoles, en teoría hoy tocaba ver la zona costera y luego volver a casa, pero con la extensión de Llanes íbamos a tomarlo con calma. Nuestros objetivos eran Santillana del Mar y Comillas, teniendo San Vicente de la Barquera por si nos sobraba tiempo (ambos lo conocemos de visitas recientes); finalmente no madrugamos y dejamos el día en dos visitas, ambas a fondo.
TOTAL: 108kms.
Nos levantamos hacia las 10 (se nos pegaron un poco las sábanas) y después de desayunar y comprar un par de detalles en la tienda del hotel (eran todo regalos muy originales y detallitos varios) pusimos rumbo a Santillana del Mar, para patearnos todo el pueblo antes de comer (no subimos hasta Altamira por conocerlo ambos). Es uno de los pueblos más bonitos de España, y también es uno de los lugares más visitados de Cantabria, y aquí ya se notaba el turismo de masas, con calles practicamente llenas y un sinfín de tiendas de souvenirs.
Conocida popularmente como el pueblo de las tres mentiras (ni es santa, ni llana ni tiene mar) lleva habitada desde la prehistoria, y es que se encontraron en sus cercanías varios vestigios arqueológicos, destacando sobre todos ellos la Cueva de Altamira, descubierta en 1879 y considerada la Capilla Sixtina del arte paleolítico; en las cercanías se asentaron los romanos, pero la Santillana actual tiene su origen en la Alta Edad Media alrededor de la abadía de Santa Juliana hacia el siglo IX. La villa ganó poder hasta conformar un dominio territorial y jurisdiccional conocido como las Asturias de Santillana, una de las 13 merindades que formaban el Reino de Castilla. La abadía pasa a ser colegiata en 1045 y el poder crece (la villa pertenecía al completo a la Iglesia), siendo el abad el señor de la merindad; y la abadía la más importante de la Cantabria medieval.
El siglo XIII fue penoso para la abadía, que se convirtió en dependiente de la diócesis de Burgos, pero de gran auge para la villa, que vivió un enorme desarrollo urbano entorno a la Plaza Mayor; durante los años finales de la Edad Media se construyeron grandes palacios y torres y el rey Juan II creó el Marquesado de Santillana, lo que hizo que se iniciara la decadencia de la villa debido a constantes enfrentamientos entre los marqueses y los abades, agravada en la Edad Moderna al quedar integradas las Asturias de Santillana en las Cuatro Villas, lideradas por Laredo.
En el siglo XVI se produce el Pleito de los Valles, fundamental en la historia de las instituciones que dieron lugar a Cantabria, y en el que los Nueve Valles pleitaron contra los Marqueses de Santillana, logrando una aplastante victoria judicial; por lo que queda totalmente marginada y el crecimiento se estanca, resurgiendo un poco en el siglo XVII con la riqueza llegada de América, construyéndose este siglo un gran número de las casas que se conservan hoy en día en la villa, que es fundamentalmente barroca (por esto se mantiene intacta, por su marginación durante el nacimiento de la actual Cantabria)
En el siglo XIX se constituye el Ayuntamiento de Santillana y comienza un turismo selectivo, y es que diversos políticos, escritores y viajeros escriben sobre la época; en 1879, con el descubrimiento de Altamira llegan numerosos estudiosos que crean asociaciones artísticas en la villa, siendo la más importante la Escuela de Altamira de la posguerra, donde participaron artistas como Vivanco o Ángel Ferrant. Además, poco después del descubrimiento de Altamira es nombrada la villa conjutno histórico-artístico (uno de los primeros de toda España) atrayendo a aristócratas vascos en sus periodos vacacionales. A lo largo del siglo XX aumenta el turismo hasta ser a día de hoy la principal industria de la localidad, y es que casi todos sus habitantes viven de la llegada continua de turistas atraídos por el cuidado casco histórico y por las Cuevas de Altamira (actualmente la innovadora Neocueva)
En lo referente a la visita aparcamos en el aparcamiento gratuito en la entrada de Santillana, aprovechando para pasar por el puesto de información turística y hacernos con un mapa.
Vamos dirigiéndonos al centro por la calle principal, que recibe diversos nombres pero que lleva desde el Museo Diocesiano a la Colegiata. La calle es empedrada, y las casas montañesas, pero son muy diferentes a los pueblos interiores que vimos el día anterior.
Esta calle principal sube y baja, teniendo desde el punto más alto las mejores vistas, sobre todo hacia delante (según nuestra marcha), al ver ya la Colegiata asomar al fondo. Hacia atrás (primera foto) tenemos la entrada del pueblo.
De esta calle principal salen numerosos callejones perpendiculares, tienen un aire mágico y son un auténtico viaje al pasado.
En esta bajada, camino ya de la Colegiata, hay multitud de tiendas de souvenirs, artesanía y productos típicos. Mi consejo si vais a Bárcena Mayor es comprar allí, es bastante más barato que en Santillana, si bien aquí hay más variedad. Estas tiendas están instaladas en casas barrocas montañesas que de por sí son preciosas, algunas respetan incluso el interior.
A mitad de la bajada entramos al Museo de la Inquisición, toda una oda a las torturas, no solo de esta institución, si no de otras partes de Europa (aunque los españoles inventamos casi la mitad de las torturas existentes en la Europa Occidental, somos unos hachas...) está prohibido hacer fotos dentro, pero merece mucho la pena y es un museo muy trabajado, ameno (hay reproducciones de todos los instrumentos y las descripciones son breves) y original. Sin duda lo recomiendo.
Información práctica
Acceso: En el centro de Santillana
Horario: 10-20:30 (hasta las 21 fines de semana); abierto a diario
Precio: 3.6€ (2.4€ carnet joven/estudiantes)
Web: www.viajarporcantabria.com/ ...a-del-mar/
Salimos del museo y nos encontramos ya en la Plaza de Las Arenas, que acoge la Colegiata, sin duda el monumento por excelencia de Santillana, la abadía que dio toda la importancia histórica a la villa de Santillana (la citada en la historia de la ciudad)
Es un templo románico de grandes dimensiones, al que no entramos. Es uno de los principales elementos románicos de Cantabria y del Norte de España, y está construido porque según la leyenda aquí llegaron los restos de Juliana de Nicomedia, una mártir cristiana que sucumbió a las persecuciones de Diocleciano a finales del siglo III en Asia Menor y que fue traída a Santillana por peregrinos asturianos.
A su derecha está el Palacio de los Velarde, renacentista, construído en el siglo XVI.
Además de estos dos grandes monumentos, la plaza acoge otros edificios preciosos. Es una auténtica pasada de lugar (aunque para mí no es lo mejor de Santillana)
Nos vamos a la vecina Plaza Mayor, lo mejor de Santillana. Acoge varios edificios de mucho interés, y como conjunto es una auténtica locura; solo esta plaza justifica toda la fama de Santillana.
Aquí está el bonito Ayuntamiento de la villa.
También la Torre de Merino, un torreón defensivo gótico, que servía como residencia para el merino de las Asturias de Santillana (una especie de juez)
En esta plaza construyeron las principales familias sus palacios y casonas, como esta, la de Barreda Bracho
O la del Águila y la Parra.
Y otros edificios que hacen que viajemos a la Cantabria de hace 400 años.
Las calles adyacentes son igualmente bonitas, la verdad es que en general es un lugar ideal.
Y de aquí nos vamos de retirada por la calle paralela a la principal, e igualmente bonita.
CONCLUSIONES DE SANTILLANA DEL MAR: El centro histórico es espectacular, de casas y calles típicas cántabras y prácticamente original; además cuenta con varios monumentos reseñables y con el Museo de la Inquisición, muy original. Está muy orientado al turismo y se nota, pero es una auténtica gozada patearla.
Para el viajero medio con 2-3 horas le dará tiempo más que de sobra a pasear y a entrar a un par de sitios (los que más merecen la pena son la Colegiata y el Museo de la Inquisición); y hay que añadirle otra hora para subir a la Neocueva de Altamira, que es espectacular. Es sin duda una de las visitas imprescindibles en cualquier viaje a Cantabria.
Nos fuimos a comer los bocatas (llevábamos el relleno de casa, y compramos el pan en un Mercadona a la salida de Cabezón de la Sal) en el Mirador de Ubiarco, cerca de Santillana y con buenas vistas al Cantábrico.
De aquí nos fuimos a Comillas, donde ya estuve hace un par de años (aunque solo vi el Capricho de Gaudí) y que tenía muchas ganas de explorar a fondo, y es que promete y apenas la conozco; y la verdad es que me sorprendió muy gratamente (y eso que esta vez no entramos al Capricho))
Comillas, al igual que ocurría con Santillana, ya estaba habitada desde la Prehistoria, y es que se han encontrado diversas cuevas como La Meaza o Portillo con muestras rupestres, aunque nada que ver con la de Altamira. Posteriormente se erigió en la zona un castro llamado Peña del Castillo, y los primeros documentos acerca de Comillas datan del siglo XI, muy a la sombra de San Vicente de la Barquera, el auténtico dominador de la costa occidental cántabra. Comillas forma parte de Alfoz de Lloredo, uno de los nueve valles que pleitearon contra los Marqueses de Santillana. Otra victoria judicial, allá por 1500, fue incluso más importante para Comillas, y es que lograron que San Vicente de la Barquera perdiera el monopolio de pesca en la costa occidental cántabra.
Esto provocó el inicio en Comillas de la industria ballenera, una de las principales actividades económicas de la villa en su historia. Esta industria se basaba en la ballena franca del Cantábrico, la más lenta de todas las ballenas y con la particularidad de que al morir arponeadas se quedaban a flote, por lo que eran relativamente fáciles de cazar, siendo así el sustento básico de la economía comillense hasta 1720, cuando se acabó la actividad en Comillas, aunque los balleneros eran tan afamados que eran contratados en Canarias las décadas siguientes. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue el principal puerto ballenero del Cantábrico, llegando a ser el último en activo de esta zona.
En la segunda mitad del siglo XIX empiezan a llegar turistas de otras regiones de España e incluso de Europa para disfrutar de la playa comillense (baños de ola); siendo el más ilustre de todos el rey Alfonso XII, quien en 1881 es invitado por el primer Marqués de Comillas a la villa logrando darle un cambio de cara, y es que querían que fuera digna de la visita de un rey; tanto fue así que se dispusieron 30 farolillos para iluminarse a su llegada, siendo Comillas en primer pueblo de España con luz eléctrica. La visita se repetiría varias veces (visitando Comillas incluso su hijo, Alfonso XIII), acudiendo a Comillas arquitectos de la época para embellecerla, entre ellos un todavía desconocido Antoni Gaudí que dejó aquí una de sus 3 obras arquitectónicas fuera de Cataluña (junto con el Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines de León]; pero no llegó solo, teniendo hoy en día esta villa marinera un importante legado modernista.
En vez de un plano, como suelo hacer, os dejo dos, y es que la Oficina de Turismo de Comillas nos propone dos rutas (en papel están juntas en un gran mapa con mucha información útil), la monumental y la modernista
En lo referente a la visita la carretera de entrada (vinimos por la costa) estaba cortada, con un semáforo típico de obras, viendo así la fachada cantábrica de Comillas.
Nos metemos en coche hasta el centro y aparcamos bajo la Iglesia de San Cristóbal (es un buen sitio para aparcar, hay bastantes plazas y es gratuito) y nos dirigimos de aquí a la Oficina de Turismo, bajo el Ayuntamiento. Abría a las 4 y eran menos cuarto, así que tomamos algo en una terraza, fuimos a coger el citado plano (id a por él, porque os soluciona toda la visita; además os dan un papel con los horarios de visita a todos los monumentos)
Empezamos nuestra visita por la Plaza Joaquín del Piélago Aquí está el Ayuntamiento Nuevo, construído a finales del siglo XIX como escuela gratuita de párvulos y transformándose en 2003 en casa consistorial.
En el centro de la plaza está la fuente de los tres caños (el primer monumento modernista que vemos), una fuente-farola diseñada por Lluis Doménech i Montaner en 1899; recuerda una fuente barroca y culmina en un punto de luz, que simboliza que Comillas fue el primer pueblo español con luz eléctrica.
En el lado opuesto del Ayuntamiento hay unas casas montañesas muy bonitas.
Nos vamos al vecino Corro Campíos, donde se jugaba a los bolos y se realizaban bailes y fiestas; siendo tradicionalmente el lugar de ocio de la villa.
La siguiente parada es la Iglesia de San Cristóbal, un templo construído en el siglo XVII.
El origen de la iglesia está enlazado con una de las historias más bonitas y llamativas de Comillas; corría 1617 cuando en una misa de domingo celebrada en la antigua parroquia, cuando el Duque del Infantado inicio un conflicto al querer ejercer su privilegio nobiliario sobre uno de los asientos. El pueblo se ofendió y acordó trasladar los oficios a la ermita de San Juan y construir una iglesia ahí, poniendo su dinero y trabajo para levantar este bonito templo.
Entramos al interior, tremendamente sencillo, se nota que es la iglesia del pueblo y que no fue remodelada por ningún noble.
Estaban también aquí diversas figuras religiosas, pasos de semana santa.
Enfrente de la iglesia hay varias casas balconadas, las típicas montañesas, si bien son bastante más elegantes que todas las que vimos el día anterior.
Aquí está también el Ayuntamiento Antiguo, construído en 1780 en el solar que ocupaba la Ermita de San Juan.
Vamos subiendo en dirección al mar (el centro está de un lado de una colina, en el opuesto se encuentra la playa y el puerto) y nos encontramos con bellos edificios, e incluso con una buena vista del Palacio de Sobrellano.
Llegamos rapidamente al Corro San Pedro, al igual que ocurría en el Campíos es un lugar destinado al ocio (todos los corros lo son) Este es más pequeño, pero más bonito, al estar rodeado de edificios nobles, típicos de la arquitectura cántabra.
Cerca del Corro está el Espolón, un edificio multiusos mandado construír a principios del siglo XIX por Juan Domingo González de la Reguera, arzobispo de Lima, quien había nacido en Comillas (una historia parecida a la de la multitud de edificios indianos construídos entre finales del siglo XIX y principios del XX)
Empezamos a bajar hacia el mar y pasamos por la Casa Moro, construída hacia 1900, de nuevo una obra modernista.
Lo más destacado de la misma es la puerta de entrada, diseñada por Antoni Gaudí, en un estilo similar al que emplea en el Paseo de Gracia barcelonés, sin usar líneas rectas. Tiene 3 entradas, una para coches, otra para personas y la tercera para pájaros (y es que dice que se inspiró en el vuelo de los mismos alrededor de la Playa de Comillas para diseñarla); introduciendo así un elemento natural a la obra, algo que le encantaba.
La siguiente parada fue la Ermita de Santa Lucía, un sencillo templo erigido sobre el mar y que acoge a la virgen del mismo nombre, a la que acudían los pescadores comillenses antes de faenar para pedir protección. Se unen aquí religión, paisaje y tradición marinera; es un rincón mágico.
A la vista teníamos dos de nuestras siguientes paradas (después de bajar al puerto): Cementerio (al fondo) y Monumento al Marqués de Comillas (en primer término)
Al lado de la ermita hay un pequeño faro, en el mismo lugar donde antes se situaba una atalaya para avistar ballenas. Desde aquí se daba la voz de alarma, llevándose el atalayero el primer trozo de la ballena recién pescada.
Bajamos hasta la Playa de Comillas, donde turistas y locales aprovechaban la temperatura agradable para dar un paseo.
Salimos de la playa y caminamos hacia el puerto, que fue durante tres siglos la principal base ballenera del Cantábrico. Tras oír la alarma del atalayero, los balleneros se lanzaban al mar para arponear a los cetáceos, y una vez debilitado el animal se conducía a tierra, donde era despeciada; según las costumbres de la época el primer trozo era para el atalayero (quien vigilaba desde tierra y daba la alarma al ver ballenas), otro para la Iglesia y otro para el Consistorio. Posteriormente se convertía en aceite.
Emprendemos aquí nuestro regreso al centro histórico de Comillas, pasando por bellas edificaciones al lado del mar y por un monumento a las sardineras, y es que al acabarse la pesca ballenera comenzó la de sardinas, remodelándose toda la flota comillense para este nuevo fin.
Subimos hasta el Cementerio, una de las visitas imprescindibles de la villa, aunque pueda sonar raro.
Y es que no es un cementerio normal. Para empezar se asienta sobre unas ruinas góticas que aún conservan algunos elementos; pero es que además es una obra modernista, y muy bonita. Fue diseñado por Lluis Doménech i Montaner en 1893, y es toda una obra de arte.
Salimos y damos un rodeo de camino al centro para visitar otro monumento. De camino tenemos buenas vistas de la Universidad Pontificia y del propio Cementerio.
Nuestro siguiente destino no es otro que el Monumento al Marqués de Comillas, un homenaje encargado por el propio pueblo en agradecimiento por todas las contribuciones de este hombre a la villa de Comillas. Diseñado también por Lluis Doménech i Montaner (el gran arquitecto modernista de Comillas) muestra al marqués mirando al oceáno, como si esperase por uno de sus barcos que regresara de una expedición comercial de Filipinas o las Antillas.
Está situado en una bonita pradera con vistas preciosas al mar. Es un lugar muy bonito y tranquilo, ideal para cerrar la visita a Comillas, la verdad.
Al salir de este parque en dirección al centro pasamos por El Duque, una mansión construida en los primeros años del siglo XX y con clara inspiración inglesa; que contrasta totalmente con el resto de obras diseñadas en la villa en esos años (modernistas todas ellas)
Seguimos de vuelta hacia el coche y nos encontramos con esta perspectiva perfecta para ver el Monumento al Marqués y el tranquilo parque que lo rodea.
Y bajamos al centro por una calle que no recomienda el mapa de la O.T., pero que nos encantó.
CONCLUSIONES DE COMILLAS: El centro tiene plazas y edificios muy bonitos, siendo muy recomendable dar un paseo. Además tiene varios monumentos modernistas que llaman la atención; destacaría como imprescindibles el Capricho, el Cementerio, la Universidad (aunque nunca haya ido) y el Monumento al Marqués.
Para ver Comillas puede valer con un par de horas (Capricho y un paseo por el centro), pero si se quiere ver medianamente bien serán necesaria 3-4 horas para el viajero medio (Capricho, centro, paseo hasta el mar, Cementerio...) Es una visita obligatoria en cualquier viaje por Cantabria; y por tamaño se combina perfectamente con Santillana para hacer el mismo día.
De Comillas nos fuimos hasta Gomezán, una ganadería en Puente Nuevo (Llanes) para dormir en la casa-cueva que habíamos cogido en Airbnb el día anterior. Previamente pasamos por Posada de Llanes para comprar unas pizzas para cenar y unas ensaladas para comer el día siguiente.
Este original alojamiento está en la carretera que une Posada de Llanes con el Ortiguero (entre Cangas de Onís y Arenas de Cabrales), situado cerca de las playas llaniscas y a media hora de los Picos de Europa, aunque eso sí, no tiene absolutamente nada alrededor (para una noche tuvo mucho encanto esto, la verdad)
El dueño (Isaac) vive en la casa, y es muy buen anfitrión, un genio. Estuvimos hablando con él más de 3 horas desde que llegó de trabajar (nos entregó las llaves una amiga suya) hasta que nos fuimos a la cama. Tiene mil historias que contar y además de ser muy majo nos invitó a unas cervezas y a desayunar. Os recomiendo la experiencia, la verdad, os dejo el link de Airbnb: www.airbnb.es/rooms/7138564
El precio es de 40€/noche y nos incluye una habitación doble (es sencilla, tiene cama -con sábana bajera eléctrica, como se agradece...- y armario) y un baño compartido (en la planta de arriba hay un baño y dos habitaciones, esta es la otra: www.airbnb.es/rooms/7079470)
La casa en sí es muy curiosa, al ser varias paredes la cueva. La tiene además decorada muy buen gusto, aprovechando un hueco en la roca para meter a la Santina; y lo mejor está en la cocina-salón con una fuente al fondo y varios animales disecados. Es un lugar mágico y con muchísimo encanto, la experiencia fue única.
Y con este paisaje nos encontramos al despertarnos, espectacular.