Hoy toca madrugón, que nos vamos a Florencia. Ya estuvimos un par de días en nuestro anterior viaje por Italia, pero nos apetece un montón repetir visita. Para ello, hemos comprado on line en la web de tren Italia 2 billetes ida y vuelta (58 euros cada uno) para el tren de alta velocidad que une Roma y Florencia en hora y media. Para sacarle chispas al día compramos billetes para el tren que salía a las 8:50 y para volver el de las 22:10. No tenemos intención de entrar en museo alguno (ya digo que es nuestra segunda vez en la ciudad), tan sólo nos apetece pasear por sus calles y contemplar otra vez sus monumentos.
[align=center]Sta Maria Novella
[align=center]Sta Maria Novella
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El tren es una maravilla , va a una media de 250 km/h, los asientos son numerados, tiene wifi gratis (hay que registrarse en una web), enchufes para recargar aparatos….
Cumpliendo el horario llegamos a Florencia sobre las 10:30. Al salir de la estación nos damos de frente con Sta Maria Novella y aunque no la teníamos en nuestro planning, decidimos entrar a verla (5 euros por cabeza nos cobran la entrada). Accedemos al interior del templo y al claustro.
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Que nadie se me ofenda , pero hablando desde el punto de vista de un iletrado en arte como yo, la iglesia nos deja más bien fríos y no comprendemos que cobren entrada (máxime cuando en templos como la Basílica de San Pedro, San Juan de Letrán o el mismo Duomo de Florencia la entrada es libre).
Enfilamos por Via de Panzani, una calle animada y comercial hacia el centro de la ciudad y vamos a parar frente a la fachada del Duomo de Florencia, la catedral di Santa María di Fiore.
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Posiblemente la catedral con el exterior más bonito de cuantas he visto en mi vida (y llevo unas cuantas). Una maravilla su fachada en las que se mezcla marmol verde, rojo y blanco. En seguida uno busca una buena perspectiva para contemplar la cúpula de Brunelleschi. Y frente al Duomo, el Baptisterio, con las puertas del paraiso, de Ghiberti.
Mientras yo me alejo del monumental conjunto para tratar de buscar una buena perspectiva veo a mi mujer que se aproxima al baptisterio a curiosear y me llama. Me acerco y me enseña cómo por la puerta destinada a que salgan los visitantes del baptisterio se puede curiosear tranquilamente y ver el edificio por dentro. No es igual que estar dentro, pero nos ahorramos la importante cola que hay del otro lado.
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Entramos después en el Duomo, donde no hay que hacer ningún tipo de cola y el acceso es gratuito (aunque teníamos noticias en sentido contrario ). La nave central del templo está acordonada y no se puede acceder a ella, suponemos que por la inminencia de las celebraciones de Semana Santa. El interior es muy austero y no nos entretenemos demasiado y salimos pronto de allí.
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Nos dirigimos hacia la Piazza de la Repubblica, una amplia explanada presidida por la columna de la abundancia y donde lo que más llama la atención es el gran arco. Un tio vivo clásico y espectacular ocupa también un puesto preponderante en la plaza.
Marchamos de la plaza y vamos hasta la iglesia de Orsanmichele, con un exterior muy peculiar para ser una iglesia pero es que originariamente el edificio fue un almacén o mercado de granos.
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Accedemos a visitar el bonito interior de la pequeña iglesia y nos vamos después hacia el Mercato Nuevo, una logia porticada atestada de puestos que venden sobre todo artículos de piel (cazadoras, bolsos, maletines, cinturones, etc). El comercio del cuero no sólo se ve en el mercato sino por toda Florencia y es que los productos de piel y cuero de la ciudad gozan de muy buena fama. Curioseamos entre puestos y encontramos el porcellino, una fuente con una figura de un jabalí. La costumbre dice que hay que frotar el morro del animal y después depositar una moneda en su boca.
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Si la moneda cae y se cuela entre las rejillas del desagüe, ello quiere decir que volverás a la ciudad.
Si por el contrario la moneda no se cuela…. lo que la gente hacía era volverla a coger y colocarla de nuevo en la boca del sufrido bicho una y otra vez hasta que se acababa por colarse . Así que, finalmente, todo el mundo vuelve por narices o por hocicos a Florencia.
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Bueno, dejamos allí al Porcellino hasta nuestra próxima visita a Florencia (si es que se cumple el sortilegio de las monedas ) y vamos hacia la Piazza della Signoria, donde destaca sobre el resto de los edificios el Palazzo Vecchio con su torre que alcanza los 95 metros de altura y que fue edificado para servir de vivienda al máximo mandatario de la ciudad. A las puertas del palacio se encuentra, entre otras célebres esculturas, el David de Miguel Ángel, aunque el que contemplamos hoy en día es tan sólo una réplica del original.
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Al lado del Palacio se levanta la loggia della signoria (su verdadero nombre es logia dei lanzi) bajo cuyos arcos encontramos entre otras esculturas el Perseo de Benvenuto Cellini y el rapto de las Sabinas.
Pero hay mucho más que ver en la plaza, es una maravilla pasear por ella y contemplar entre otras cosas, la fuente de Neptuno. A mí me gusta especialmente el rincón de la plaza que forman varias casas en torno a la estatua ecuestre de Cosme I.
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Nos planteamos entonces cómo se verá la bella Florencia desde los 95 metros de altura de la torre de Arnolfo (en el Palazzo Vecchio) así que entramos en el edificio y compramos entradas para subir (10 euros por cabeza).
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Hacemos una primera parada en la terraza del palacio y contemplamos la plaza desde allí arriba, pero preferimos subir aún más. Las vistas desde arriba del todo son una auténtica maravilla. Ni más ni menos que Florencia en 360º (desde los diferentes lados de la torre). Por un lado vemos el Duomo, por otro la Santa Croce, por otro los Uffizzi, también el Ponte Vecchio…. Preciosas vistas , ha merecido la pena subir.
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Bajamos de la torre y volvemos a pasear por la Piazza della Signoria contemplando edificios, esculturas y el trajín de la gente. La verdad que cuesta marcharse de allí. Finalmente, atravesamos el pasillo de la galería de los Uffizzi, muy afeado por unos andamios y buscamos el puente más famoso de los que atraviesan el rio Arno y, posiblemente, uno de los más conocidos del mundo: el Ponte Vecchio.
Hay un recodo de la acera que resulta especialmente adecuado para sacarse unas fotos con el rio y el puente detrás, así que aprovechamos para sacarnos unas cuantas con ayuda de una espontánea familia que se prestan a oficiarnos de fotógrafos.
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Atravesamos el puente que está en su totalidad acaparado por negocios de joyería. Sabida es la vieja historia que cuenta que en el puente se reunían negocios de pescaderos, carniceros, etc y los fuertes olores que producían los establecimientos molestaban hasta tal punto a Ferdinando I que éste ordenó que tan sólo se estableciesen en el puente orfebres y joyeros. Mi mujer pasa un buen rato entretenida en tiendas y escaparates mientras yo me aburro como una ostra, hasta que decido acercarme a un grupo de turistas que están recibiendo en castellano explicaciones sobre el puente y sus alrededores. Así por lo menos mato el rato a la vez que me ilustro.
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Cuando ella se cansa de pulular y sufrir entre joyas, vagamos un poco sin rumbo y nos perdemos por las calles de Florencia.
De repente, por una calle empieza a aparecer mucha gente comiendo bocadillos, gente sentada en la acera comiendo bocadillos, otros apoyados contra la pared también con bocadillos, todo el mundo con bocadillos… ¿qué pasa aquí? Un poco más adelante encontramos la explicación, hay dos establecimientos, uno frente a otro, llamados igual: All´Anticuo Vinaio, y que tienen dos colas importantes de personas que esperan a hacerse con un buen bocata. Se trata de la calle Via dei Neri. En la puerta de una de los locales un cartel dice algo así como que son los establecimientos con más críticas positivas de la web tripadvisor. Me apetecería probar uno de aquellos bocatas pero no me apetece nada hacer cola, así que seguimos paseando. Unos metros más adelante vemos otro local que parece mezcla entre tienda y bar y decidimos entrar a tomar algo. El sitio se llama La Prosciutteria,
también está en Via dei Neri como las anteriores y entrar resultó un completo acierto.
La Prosciutteria
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Según entramos, a la derecha encontramos el mostrador con embutidos, encurtidos, quesos… y al fondo hay unas 5 o 6 mesas donde hay gente comiendo y bebiendo. Le decimos al chico que nos atiende que queremos 2 cervezas y nos comenta que nos tenemos que servir nosotros: cogerlas de la nevera, abrirlas y servirlas. Es entonces cuando reparo en un cartel que dice que no tienen licencia de restaurante y por ello no pueden servir las bebidas, ni ofrecer un menú.
El sitio es francamente chulo, con un aire muy típico y auténtico (seguramente colaboran a darle mucho “aire” la infinidad de embutidos diferentes que cuelgan del techo).
Veo la pinta que tienen los bocatas de las mesas vecinas y me levanto a pedir uno (mi mujer dice no tener hambre). El chico me explica (cada vez domino más el italiano) que no tienen menú de bocadillos, pero que me hace el bocata con lo que yo quiera de todo lo que hay en el exhibidor.
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Yo le digo que me haga el bocata que él quiera pero que mi única condición es que lleve queso. Me indica que lo primero que se ha de elegir es la carne (o sea el embutido) y me da a probar una loncha de algo parecido en aspecto (no tanto en sabor) al salchichón. Le doy el visto bueno y le añade un cremoso queso y unos tomates secos y me dice que no hace falta nada más. Él es el que sabe así que me dejo llevar. El bocata está de auténtico campeonato mundial. Riquísimo!!! Así que animo a mi mujer a que se pida otro, pero ella es más “segurola” y se pide uno de panceta con aceite de trufa que está muy bueno pero que sorprende menos que el mío.
Vistas desde la torre de Arnolfo
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Ah y por cierto, las cervezas que nos pedimos son una Peroni y una que nos comentan que procede de los alrededores de Florencia y que se llama “Math La 16”.
Salimos encantados de La Prosciutteria y pensamos que es hora de seguir con las visitas culturales, así que nos plantamos en la Santa Croce. En la explanada frente a la iglesia un par de músicos ambulantes cuentan con una muy entregada audiencia formada en su mayoría por chicos y chicas muy jóvenes que aplauden a rabiar cada canción. Los músicos (chico y chica) parecen divertidos y contentos y se aprecia muy buen rollito entre músicos y espectadores.
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Para acceder al interior de la iglesia hay que pagar, 6 euros por cabeza. Sin duda, lo que más nos llama la atención (y lo que mejor recordábamos de nuestra anterior visita a este templo hace años) es la cantidad de tumbas que alberga y la relevancia de los allí enterrados: Miguel Ángel, Galileo, Ghiberti, Machiavelo, Rossini…. Tambíen está el apabullante cenotafio de Dante (pero, al parecer, sus restos no están aquí). Sentí una rara impresión al estar tan cerca de los restos de Miguel Ángel.
Tras contemplar el resto de la iglesia, salimos al exterior a través de un patio con zonas porticadas en su periferia (no era el claustro). En la explanada frente a la iglesia los músicos de antes seguían disfrutando con su público y viceversa.
Nuestro plan en Florencia no contemplaba mucho más así que comenzamos a callejear sin rumbo y a curiosear en alguna tienda.
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Volvimos a pasar por sitios que ya habíamos visitado pero, francamente, no nos importó volver a ver el Ponte Vecchio o la Piazza della Signoria.
Nuestros perdidos pasos nos llevaron hasta la Vía Tuornaboni, una calle en la que abundan los comercios de lujo desorbitado (muchos famosos y carísimos diseñadores). Muy vistoso uno de los extremos de la calle, donde se ubica la Piazza di Santa Trinita y en la que, entre otros edificios, nos llamaron especialmente la atención el Palazzo Spini Feroni (un sobrio edificio del s. XIII y donde ahora tiene su central Salvatore Ferragamo) y también la Colonna della Giustizia.
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Comenzaba a atardecer y nos apeteció comer algo, era lo mejor, porque íbamos a llegar tarde a Roma y nos convenía cenar en Florencia. Encontramos un bar que era una rara mezcla entre charcutería, estanco, bar y tienda de vinos y en el que tan sólo había un parroquiano tomándose un café. Pedimos una tabla de embutidos y una ensalada y un par de cañas de cerveza que resultaron estar buenísimas, Birrificio Fiorentino es la marca en cuestión y resultaron de las birras más ricas que bebimos durante esta nuestra estancia en Italia. Recordad el nombre!
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Cuando salimos del bar-tienda ya había anochecido y se nos ocurrió ir hasta el Duomo, para verlo a la luz de la luna. Nos resultó casi tan bonito como de día.
Faltaba ya poco tiempo para dirigirnos hasta la estación del tren y no había mucho más que hacer por allí, así que optamos por tomarnos unas últimas cervezas en un pub irlandés que estaba allí mismo, en la piazza del Duomo. Elegimos unas Castello, elaboradas en San Giorgio di Nogaro provincia de Udine. Nos hizo mucha gracia un gran cartel en la barra que decía “Beer is the answer, but i can´t remember the question”
Otra interesante tienda de Florencia
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Las cervezas y el tiempo en Florencia se nos acabaron así que nos fuimos a la estación y buscamos nuestra carrozza. No es que nos hubiesen ascendido a príncipe y princesa en nuestra estancia en Florencia, es que vagón de tren en italiano se dice carrozza.
En el viaje de vuelta tuvimos una especie de iluminación. Ojeando la revista del tren, del flecchia rossa, vimos que hace el trayecto Roma – Venecia en muy poco más de 3 horas. No nos habíamos planteado volver a visitar Venecia, porque pensábamos que la distancia requería un viaje de muchas horas, pero 3 horas nos parecía algo muy asumible por pasar un día en Venecia.
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Al llegar a Roma, empezamos a mirar en las máquinas de la estación precios de billetes de tren a Venecia para los días siguientes pero ya tan sólo quedaban los de clase Bussines y realmente el precio era muy caro. Intentamos más tarde hacerlo on line con el wifi del hotel pero el resultado fue el mismo así que acabamos por descartar la brillante idea. Estaba claro que mucha gente había tenido la misma idea que nosotros para los días festivos de Semana Santa pero ellos habían madrugado más . Así pues, al día siguiente, seguiríamos con el planning inicialmente trazado.
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