Cogí el autobús X95 (precio del billete de 6€) entre 14:00 y 14:30 y en aproximadamente en 45 minutos llegué al aeropuerto. El vuelo transcurrió con total normalidad y en una hora ya estaba aterrizando en el aeropuerto de Rodas. Una vez allí, decidí que lo más conveniente para ir a la ciudad de Rodas era el autobús, puesto que el precio era muy económico (2'30€) y la estación de autobuses estaba bastante cerca del hotel. El tiempo que tarda en hacer el trayecto es aproximadamente de media hora. Cuando llegamos estaba de noche y eso me dificultó encontrar el hotel Best Western Plaza, a pesar de llevar un croquis. Había algunas calles que no tenían nombre y no me situaba dónde estaba, no veía ningún indicador con los nombres de hoteles y empecé a dar vueltas, sin llegar a estar lejos del hotel, pero sin acercarme tampoco. Tuve que preguntar varias veces y al final, al cabo de 15 ó 20 minutos logré encontrar el hotel. ¡Me había ido en sentido contrario!. Llegué extenuado, después de este ratillo tirando de la maleta y sin poder utilizar las muletas.
El hotel, típico de zona de playa y encima en temporada baja. No me gustó demasiado. La habitación que me asignaron era grande pero se notaba que era bastante antigua. La cama era muy baja, lo que me parece incómodo. Había adicionalmente una mesa baja, escritorio, sillón, TV plana, un armario grande y un minibar más bien mal surtido. En relación al cuarto de baño, noté al principio cierto olor a humedad. No había demasiada presión de agua. Curioseando un poco más por el hotel vi que en la primera planta había 2 ó 3 ordenadores a disposición de los clientes, aparte del wifi gratuito.
Salí a buscar algún sitio cercano para cenar, pero el panorama no era muy halagüeño, porque la mayoría de los bares que vi estaban o vacíos o cerrados. Al final, entré en uno con aspecto folklórico y que estaba decorado como si fuese una venta. El restaurante Koikos, en la calle Mandilara 20-26, a 5 minutos del hotel. Éste debía concentrar a toda la gente que había por la zona, porque estaba lleno. No fui muy afortunado con lo que pedí, al arriesgarme a pedir platos típicos que no había comido hasta el momento.
- Spetsofai: Guiso de salchichas con tomate y berenjena.
- Gambas Saganaki acompañadas de patatas cocidas. La salsa que llevaban las gambas a base de tomate, queso feta, cebolla, orégano,...no me agradó demasiado y las patatas estaban un poco tiesas.
El servicio fue bastante rápido y los camareros amables. La cuenta ascendió a 20'60€.
Al día siguiente bajé pronto a desayunar. El buffet no me gustó demasiado. Variedad tenía (queso, embutidos, bollería y pastelería, ingredientes para preparar la ensalada griega, pan, mermelada y mantequilla, fruta, alimentos calientes), pero no hubo nada que probase que estuviese realmente bueno y el aspecto y/o presentación de algunos productos dejaba un poco que desear. No me entraba la comida ni por los ojos ni por el estómago.
Cuando salí del hotel me fui derecho hacia la estación de autobuses y al final de ella, junto a la muralla, hay una oficina de turismo. Allí me dieron un mapa de la ciudad/isla de Rodas y una hoja con el horario de autobuses por la isla. Ya me informaron además que iba a ser difícil que sin coche y por la época en la que estábamos, pudiese visitar algunos lugares como los yacimientos de Ialissos y Kamiros, que era de los que tenía previstos.
De Rodas hay constancia histórica desde el siglo VII a.c, cuando diferentes ciudades de la isla participaron en la colonización griega del Mediterráneo. Tras superar las guerras Médicas (en las que se enfrentaron al imperio persa las ciudades-estado griegas), entró a formar parte de la liga de Delos (asociación político-militar que liderada por Atenas agrupaba a ciudades-estado de la región del Ática, islas del mar Egeo y la costa de Asia Menor) a finales del siglo V a.c. Después de nuevas luchas internas griegas y con el reino de Macedonia, Rodas llegó a adquirir su independencia y se convirtió en una potencia marítima del Mediterráneo oriental. Durante el dominio romano llegó a perder influencia frente a la ciudad de Delos, ser saqueada y convertirse en capital de la provincia Insularum. Durante el siglo XIII vivió una época convulsa en la que fue disputada por bizantinos, turcos y corsarios, hasta que a principios del siglo XIV fue entregada a la Orden de los Caballeros de San Juan. Durante los dos siglos siguientes, Rodas fue nuevamente una potencia marítima y la ciudad se embelleció con muchos monumentos (la muralla, el Palacio del Gran Maestre, el Hospital de los Caballeros, los albergues, etc...). Con la ocupación turca en 1523, los Caballeros de la Orden abandonaron la isla para establecerse en Malta y la isla entró en declive, del que no se empezaría a recuperar hasta principios del siglo XX, al caer bajo el dominio italiano. Se empezaron a construir nuevos monumentos, calles, hoteles, etc...
Inicié la visita por la puerta de entrada más cercana a la oficina de turismo, que resultó ser para acceder al paseo por el foso y la muralla. El recorrido puede ser de hasta 4 km aproximadamente.
El hotel, típico de zona de playa y encima en temporada baja. No me gustó demasiado. La habitación que me asignaron era grande pero se notaba que era bastante antigua. La cama era muy baja, lo que me parece incómodo. Había adicionalmente una mesa baja, escritorio, sillón, TV plana, un armario grande y un minibar más bien mal surtido. En relación al cuarto de baño, noté al principio cierto olor a humedad. No había demasiada presión de agua. Curioseando un poco más por el hotel vi que en la primera planta había 2 ó 3 ordenadores a disposición de los clientes, aparte del wifi gratuito.
Salí a buscar algún sitio cercano para cenar, pero el panorama no era muy halagüeño, porque la mayoría de los bares que vi estaban o vacíos o cerrados. Al final, entré en uno con aspecto folklórico y que estaba decorado como si fuese una venta. El restaurante Koikos, en la calle Mandilara 20-26, a 5 minutos del hotel. Éste debía concentrar a toda la gente que había por la zona, porque estaba lleno. No fui muy afortunado con lo que pedí, al arriesgarme a pedir platos típicos que no había comido hasta el momento.
- Spetsofai: Guiso de salchichas con tomate y berenjena.
- Gambas Saganaki acompañadas de patatas cocidas. La salsa que llevaban las gambas a base de tomate, queso feta, cebolla, orégano,...no me agradó demasiado y las patatas estaban un poco tiesas.
El servicio fue bastante rápido y los camareros amables. La cuenta ascendió a 20'60€.
Al día siguiente bajé pronto a desayunar. El buffet no me gustó demasiado. Variedad tenía (queso, embutidos, bollería y pastelería, ingredientes para preparar la ensalada griega, pan, mermelada y mantequilla, fruta, alimentos calientes), pero no hubo nada que probase que estuviese realmente bueno y el aspecto y/o presentación de algunos productos dejaba un poco que desear. No me entraba la comida ni por los ojos ni por el estómago.
Cuando salí del hotel me fui derecho hacia la estación de autobuses y al final de ella, junto a la muralla, hay una oficina de turismo. Allí me dieron un mapa de la ciudad/isla de Rodas y una hoja con el horario de autobuses por la isla. Ya me informaron además que iba a ser difícil que sin coche y por la época en la que estábamos, pudiese visitar algunos lugares como los yacimientos de Ialissos y Kamiros, que era de los que tenía previstos.
De Rodas hay constancia histórica desde el siglo VII a.c, cuando diferentes ciudades de la isla participaron en la colonización griega del Mediterráneo. Tras superar las guerras Médicas (en las que se enfrentaron al imperio persa las ciudades-estado griegas), entró a formar parte de la liga de Delos (asociación político-militar que liderada por Atenas agrupaba a ciudades-estado de la región del Ática, islas del mar Egeo y la costa de Asia Menor) a finales del siglo V a.c. Después de nuevas luchas internas griegas y con el reino de Macedonia, Rodas llegó a adquirir su independencia y se convirtió en una potencia marítima del Mediterráneo oriental. Durante el dominio romano llegó a perder influencia frente a la ciudad de Delos, ser saqueada y convertirse en capital de la provincia Insularum. Durante el siglo XIII vivió una época convulsa en la que fue disputada por bizantinos, turcos y corsarios, hasta que a principios del siglo XIV fue entregada a la Orden de los Caballeros de San Juan. Durante los dos siglos siguientes, Rodas fue nuevamente una potencia marítima y la ciudad se embelleció con muchos monumentos (la muralla, el Palacio del Gran Maestre, el Hospital de los Caballeros, los albergues, etc...). Con la ocupación turca en 1523, los Caballeros de la Orden abandonaron la isla para establecerse en Malta y la isla entró en declive, del que no se empezaría a recuperar hasta principios del siglo XX, al caer bajo el dominio italiano. Se empezaron a construir nuevos monumentos, calles, hoteles, etc...
Inicié la visita por la puerta de entrada más cercana a la oficina de turismo, que resultó ser para acceder al paseo por el foso y la muralla. El recorrido puede ser de hasta 4 km aproximadamente.
Por suerte me di cuenta y localicé la puerta de la Libertad, que fue mi primer contacto con la ciudadela medieval y más concretamente con el barrio de los Caballeros.
La primera visita que hice fue al Museo Arqueológico (4€ con descuento para personas con discapacidades físicas). Se encuentra en el que fuera Hospital de los Caballeros, edificio gótico del siglo XV. Se pensó como alojamiento para peregrinos y para curar a enfermos, aunque terminó convertido en cuartel y fue muy dañado durante el período de dominio turco. Las estancias se distribuyen a lo largo de una galería de 2 plantas con arcada en torno a un patio central.
Por ver el estilo arquitectónico merece la pena. El museo, en la planta superior, alberga piezas de arte de Rodas y las islas del Dodecaneso desde la Prehistoria hasta la primera época del Cristianismo. A mí de lo que más me gustó fueron los mosaicos que pude contemplar en la planta superior. Por ejemplo:
- El centauro y el conejo
- Hombre sobre un Pegaso cazando a un león
- Tritón (deidad acuática, hijo de Poseidón y Anfítrete)
- El centauro y el conejo
- Hombre sobre un Pegaso cazando a un león
- Tritón (deidad acuática, hijo de Poseidón y Anfítrete)
Cuando terminé la visita tomé la calle de los Caballeros para ir hasta el Palacio del Gran Maestre. A un lado y otro de la calle, se encuentran diferentes albergues de la Orden de los Caballeros, cada uno de ellos correspondiente a los 7 idiomas en los que se dividía la Orden según el país de procedencia de sus miembros. Por ejemplo en esta calle se pueden ver las siguientes residencias: España, Francia, Italia y Provenza. Especialmente detallado en cuanto a la decoración es el Albergue de Francia.
[align=justify]Serían ya las 11 de la mañana y esta calle estaba a tope de gente, por unos cuantos grupos de cruceristas que debían haber llegado por la mañana. Especialmente pesado me pareció un grupo de chinos, que no paraban de hacerse fotos ridículas a cada instante.
En el Palacio del Gran Maestre (entrada gratuita para personas con discapacidades físicas) se encontraba básicamente todo el mundo. Había muchos grupos. Fue construido en el siglo XVI y tiene el aspecto de una fortaleza.
Durante el dominio turco fue convertido en una cárcel y a mediados del siglo XIX explotó, debido a un depósito de pólvora. Durante la II Guerra Mundial, los italianos se encargaron de su restauración para convertirlo en residencia de Mussolini durante sus visitas oficiales a la isla. El edificio está organizado en torno a un patio central de 2 plantas con torreones y arcadas.
El acceso a las salas que se pueden visitar se hace por una espectacular escalera con una bóveda apuntada. Se pueden ver algunas esculturas y mobiliario, pero lo que destaca claramente por encima de lo demás son los mosaicos del suelo.
- Cabeza de Medusa
- Mosaico bizantino de Kos
- Mosaico con Thalia (Musa) de Kos
- Cabeza de Medusa
- Mosaico bizantino de Kos
- Mosaico con Thalia (Musa) de Kos
Después me dirigí hacia la calle Sócrates, que más o menos es la calle que separa el barrio de los Caballeros del barrio turco. De camino, me topé con algunas bellas estampas como la de la Torre del Reloj o la Mezquita de Solimán, construida en el siglo XVI.
La calle Sócrates era un hervidero de gente y de puestos de souvenirs uno tras otro, así que en cuanto pude me escabullí de allí para recorrer algunas callejuelas adyacentes del barrio turco. Es sorprendente cómo desciende la cantidad de gente que pasea por la calles en cuanto te alejas 2 metros de la calle principal. Llegué hasta la plaza Arionos, donde está la mezquita del sultán Mustafá (de 1765), una fuente turca y los baños turcos, construidos durante la época del sultán Solimán en el siglo XV. ¡Estaba yo solo!.
Callejeando un poco más llegué hasta casi el final de la calle Sócrates, donde se halla la plaza Ipókratus. Aquí se puede contemplar otra bella y pintoresca imagen, de las muchas que regala esta ciudad. En torno a una fuente de estilo gótico, se observan diferentes edificios de interés. Uno de ellos es el Palacio de la Castellanía, edificio de 1503 con una escalinata exterior y una arcada en la planta baja.
Callejeando un poco más llegué hasta casi el final de la calle Sócrates, donde se halla la plaza Ipókratus. Aquí se puede contemplar otra bella y pintoresca imagen, de las muchas que regala esta ciudad. En torno a una fuente de estilo gótico, se observan diferentes edificios de interés. Uno de ellos es el Palacio de la Castellanía, edificio de 1503 con una escalinata exterior y una arcada en la planta baja.
Al otro lado, asoma la cúpula de la mezquita de la Fuente o Kadrevan Dzamí. Alrededor, las casas turcas. El Palacio de la Castellanía es hoy en día la sede del Archivo Histórico.
Continué por la calle Aristóteles, hasta llegar a los restos de la iglesia de Santa María del Burgo.
Como estaba al lado de la puerta de la Virgen María, aproveché para salir unos instantes de la ciudad medieval y hacer unas fotografías del puerto turístico.
De regreso al casco antiguo, fui a la búsqueda de algún lugar donde comer. Elegí el restaurante Dafni, en la escondida calle Themistokleous 1-3. Recuerdo que había como mucho una mesa ocupada o lo mismo estuve sólo yo. Me pusieron un pan de ajo con aceite y unos aperitivos consistentes en humus y taramosalata (puré hecho a base de huevas de pescado y zumo de limón, con un característico color rosado), que estaban buenísimos. Luego pedí una musaka y pulpo al grill. En total la cuenta fue de 20€ y comí bastante bien. El servicio fue rápido (lo contrario me hubiese extrañado) y los dueños (madre e hijo) eran amables. El hijo comentaba que le gustaría visitar Barcelona y hablando de política tenía la teoría de que a los griegos les iba tan mal porque en Alemania y otros países del norte de Europa tenían envidia de Grecia. También decía que prefería esa época del año porque era más tranquila y podía hablar con la gente. ¡Tan tranquila, que estaba yo solo!¡Vaya negocio! En cualquier caso recomiendo el restaurante y tiene buenas opiniones en Tripadvisor además.
www.tripadvisor.es/ ...egean.html
Después de comer seguí "investigando" por el barrio turco y me perdí por la calle Pythagora, con los restos de fortificaciones bizantinas; por la plaza Platonos, con la mezquita de Ibrahim Pasha;
www.tripadvisor.es/ ...egean.html
Después de comer seguí "investigando" por el barrio turco y me perdí por la calle Pythagora, con los restos de fortificaciones bizantinas; por la plaza Platonos, con la mezquita de Ibrahim Pasha;
la plaza Athina y los restos de la basílica paleocristiana de San Miguel, junto a la bucólica iglesia bizantina de San Spyridon.
Continué mi periplo por estrechas callejuelas empedradas con arcos entre edificios de un lado y el otro, con la única presencia en la mayoría de los casos de gatos.
Así hasta llegar a la plaza Dorieos, ocupada por un inmenso árbol en el centro y por una fuente octogonal para las abluciones. A un lado se encuentra la mezquita Recep Pasha, construida en 1558. No pude apreciarla apenas, al estar completamente rodeada de andamios.
Continué por la calle Omirou, en la que destacan los arcos entre lado y lado de la calle, hasta llegar a la Torre de España.
Metiéndome por todas las callejuelas que pude, llegué de nuevo a la plaza Arionos (donde los baños turcos) y a la calle Orfeos, frente a la mezquita de Solimán. A esa hora, que no debían ser ni las 4 de la tarde, la zona se había quedado vacía. Nada que ver con la mañana. Los puestos de souvenirs cerrados y los restaurantes o cerrados o a punto de hacerlo. Aproveché para hacer una parada y picotear algo, así que me fui a un bar que había enfrente de la mezquita y me tomé un té y un "surtido" de postres, por 6€.
Después de este piscolabis me di unas cuantas vueltas más por algunas calles del barrio de los Caballeros, aprovechando que había muy poca gente. Fui a salir de la ciudad medieval por la puerta de la Marina, de 1478, con dos torres con almenas.
Como estaba al lado del puerto Kolona, que es de donde salen los ferrys a la isla de Symi, aproveché para comprar un billete ida y vuelta para esta isla, que me costó 30'60€. La empresa es Dodekanisos Seaways:
www.12ne.gr/ ...pageID=139
Hice más fotos de la muralla desde el puerto y me fui paseando de camino a la zona moderna de Rodas, pasando por la puerta de San Pablo
www.12ne.gr/ ...pageID=139
Hice más fotos de la muralla desde el puerto y me fui paseando de camino a la zona moderna de Rodas, pasando por la puerta de San Pablo
y por el muelle de Mandraki, con los molinos y el fuerte de San Nicolás.
Cuando llegué al Nea Ágora o Mercado Nuevo, con aires orientales, estaba cansadísimo y de ahí no me moví.
Tiré de zoom de la cámara digital para hacer unas fotos de la Iglesia ortodoxa de la Anunciación o el edificio de Correos. Y esto fue lo que vi de la ciudad moderna.
En resumen, sólo la ciudad medieval puede dar perfectamente para la mayor parte del día si uno se entretiene en pasear por todas las calles y en visitar alguno de sus monumentos. No es tan pequeña como pueda parecer y tiene muchos rincones con encanto.
Cuando llegué al hotel se me ocurrió preguntar en la agencia de viajes de al lado acerca de posibles excursiones a Ialyssos y Kamiros, pero me dijeron que no había nada, que la única posibilidad sin alquiler de coche era en taxi y me dieron un presupuesto de 100€. ¡Como que no! Dando unas cuantas vueltas di con otra agencia de viajes que estaba abierta, pero me dijeron que todavía no había excursiones porque se estaba inaugurando la temporada. Estos son a veces los inconvenientes de viajar en temporada baja. Descarté por consiguiente toda opción de poder ir a estos lugares.
Después de descansar un rato fui a buscar un restaurante donde cenar. Por no ir al mismo sitio de la noche anterior, se me ocurrió ir a uno que estaba prácticamente al lado, pero que a diferencia del que ya conocía estaba prácticamente vacío. El nombre del susodicho bar era Rodofagia, en la calle Ionos Dragoumi 23. La experiencia no fue positiva, entre que no tenían la mitad de los platos que figuraban en la carta (¿temporada baja?) y lo poco acertado que estuve en la elección.
- Saganaki: Se trata de queso kefalotyri frito en aceite de oliva. De todos los platos que probé en Grecia fue el peor y más asqueroso (por supuesto desde mi punto de vista) con diferencia. Me comí todo lo que pude, por no dejármelo tal cual en el plato, porque no podía soportar el sabor. Creo que es queso que está salado y al freirlo me pareció malo de remate.
- Filete de pollo al grill con arroz blanco: Soso, sosísimo. No había mucho más donde elegir en la carta.
De postre gratuito me pusieron una naranja, que no son santo de mi devoción. La cuenta fue de 16€. Por comer mal al menos no fue excesivamente caro.
Sábado 19 de marzo: ¡Menudo panorama! Este día era el que tenía pensado ir a Lindos y había previsión de lluvia. Yo me levanté temprano en cualquier caso, con la intención de realizar la excursión. Salí del hotel pronto, para coger el autobús a Lindos a las 9 y en cuanto puse un pie en la calle comenzó a llover. No me fie de continuar y regresé al hotel. Hice bien, porque en unos minutos se levantó un vendaval y las gotas de agua se transformaron en una tormenta eléctrica. ¡Menuda la que estaba cayendo!. Esto me dejó bajo de ánimo, pensando en que iba a hacer el resto del día si estaba lloviendo como lo hacía en ese momento. Incluso me acosté de nuevo, ya con la idea de dar prácticamente por perdida toda la mañana. Sin embargo, a eso de las 11 de la mañana me desperté y vi que había dejado de llover y que hasta había salido un rayito de sol. No me lo pensé dos veces y me fui deprisa a la estación de autobuses. El siguiente autobús a Lindos salía a las 11:30 y era el último que me permitiría llegar a tiempo para la visita de la acrópolis. El billete en cada sentido me costó 5'5€. Del paisaje de camino no recuerdo nada en especial en lo que se refiere al paisaje. Sólo me llamó la atención las imágenes religiosas que llevaba el conductor y que se santiguó varias veces cuando pasamos por algún monasterio o capilla dedicada a los accidentados en carretera. El viaje duró algo más de una hora y en Lindos paró en la carretera general. Para llegar al pueblo hay que caminar carretera abajo unos 5-10 minutos.
La primera y más bonita de las imágenes con la que uno se queda al llegar a este pueblo es la de la acrópolis sobre las casas blancas.
Cuando llegué al hotel se me ocurrió preguntar en la agencia de viajes de al lado acerca de posibles excursiones a Ialyssos y Kamiros, pero me dijeron que no había nada, que la única posibilidad sin alquiler de coche era en taxi y me dieron un presupuesto de 100€. ¡Como que no! Dando unas cuantas vueltas di con otra agencia de viajes que estaba abierta, pero me dijeron que todavía no había excursiones porque se estaba inaugurando la temporada. Estos son a veces los inconvenientes de viajar en temporada baja. Descarté por consiguiente toda opción de poder ir a estos lugares.
Después de descansar un rato fui a buscar un restaurante donde cenar. Por no ir al mismo sitio de la noche anterior, se me ocurrió ir a uno que estaba prácticamente al lado, pero que a diferencia del que ya conocía estaba prácticamente vacío. El nombre del susodicho bar era Rodofagia, en la calle Ionos Dragoumi 23. La experiencia no fue positiva, entre que no tenían la mitad de los platos que figuraban en la carta (¿temporada baja?) y lo poco acertado que estuve en la elección.
- Saganaki: Se trata de queso kefalotyri frito en aceite de oliva. De todos los platos que probé en Grecia fue el peor y más asqueroso (por supuesto desde mi punto de vista) con diferencia. Me comí todo lo que pude, por no dejármelo tal cual en el plato, porque no podía soportar el sabor. Creo que es queso que está salado y al freirlo me pareció malo de remate.
- Filete de pollo al grill con arroz blanco: Soso, sosísimo. No había mucho más donde elegir en la carta.
De postre gratuito me pusieron una naranja, que no son santo de mi devoción. La cuenta fue de 16€. Por comer mal al menos no fue excesivamente caro.
Sábado 19 de marzo: ¡Menudo panorama! Este día era el que tenía pensado ir a Lindos y había previsión de lluvia. Yo me levanté temprano en cualquier caso, con la intención de realizar la excursión. Salí del hotel pronto, para coger el autobús a Lindos a las 9 y en cuanto puse un pie en la calle comenzó a llover. No me fie de continuar y regresé al hotel. Hice bien, porque en unos minutos se levantó un vendaval y las gotas de agua se transformaron en una tormenta eléctrica. ¡Menuda la que estaba cayendo!. Esto me dejó bajo de ánimo, pensando en que iba a hacer el resto del día si estaba lloviendo como lo hacía en ese momento. Incluso me acosté de nuevo, ya con la idea de dar prácticamente por perdida toda la mañana. Sin embargo, a eso de las 11 de la mañana me desperté y vi que había dejado de llover y que hasta había salido un rayito de sol. No me lo pensé dos veces y me fui deprisa a la estación de autobuses. El siguiente autobús a Lindos salía a las 11:30 y era el último que me permitiría llegar a tiempo para la visita de la acrópolis. El billete en cada sentido me costó 5'5€. Del paisaje de camino no recuerdo nada en especial en lo que se refiere al paisaje. Sólo me llamó la atención las imágenes religiosas que llevaba el conductor y que se santiguó varias veces cuando pasamos por algún monasterio o capilla dedicada a los accidentados en carretera. El viaje duró algo más de una hora y en Lindos paró en la carretera general. Para llegar al pueblo hay que caminar carretera abajo unos 5-10 minutos.
La primera y más bonita de las imágenes con la que uno se queda al llegar a este pueblo es la de la acrópolis sobre las casas blancas.
Se ve también una de las playas, que en esta época estaba vacía y la costa acantilada.
En la plaza principal, que es el primer sitio con el que se encuentra uno al llegar a Lindos, se puede alquilar un burro para que te suba a la acrópolis. Eso será en temporada alta. En marzo no hay. El pueblo no se puede decir que estuviese concurrido precisamente. Varias tiendas de souvenirs esperando a turistas que no llegaban, algunos autóctonos arreglando su casa o quizás preparando su negocio para la próxima apertura de cara a la temporada y 4 personas sueltas.
Para subir a la acrópolis está indicado por algunas calles y es cuesta arriba. El pavimento está formado por cantos rodados.
Esto con la lluvia que había caído no hacía mucho rato, facilitaba el que se pudiese resbalar. Más arriba me hizo menos gracia cuando vi que el caminito no era más ancho de un metro (quizás fuese un poco más pero a mí no me lo pareció) e iba pegado a la ladera. Te resbalas por el suelo mojado y lo mismo no lo cuentas. Son pocos metros y si es en un día seco, no es ningún problema, pero a mí me dio un poco de miedo y me condicionó el resto de la visita, tanto que sin haber entrado en la acrópolis estaba pensando ya en bajar, por si le daba por ponerse a llover de nuevo (el día estaba entre soleado y muy nublado). No tuve que pagar entrada.
La acrópolis de Lindos se encuentra sobre una peña a 116 m sobre el nivel del mar. Durante el período arcaico, entre los siglos VII y VI a.c, Lindos desempeñó un importante papel en la colonización griega. Durante el siglo VI a.c gobernó un tirano moderado llamado Kleoboulos y fue bajo su mandato que se construyó un primer templo dedicado a Athenea y se empezaron a edificar diferentes monumentos en la acrópolis. A pesar de que posteriormente perdió su importancia a favor de la ciudad de Rodas, Lindos continuó siendo un centro importante por el santuario de Athenea. Durante los períodos bizantino, de la Orden de los Caballeros y turco, fue una fortaleza.
La entrada a los edificios de la acrópolis propiamente dicha se efectúa subiendo por la larga y espectacular escalera que conduce hasta el Edificio Administrativo de los Caballeros.
La acrópolis de Lindos se encuentra sobre una peña a 116 m sobre el nivel del mar. Durante el período arcaico, entre los siglos VII y VI a.c, Lindos desempeñó un importante papel en la colonización griega. Durante el siglo VI a.c gobernó un tirano moderado llamado Kleoboulos y fue bajo su mandato que se construyó un primer templo dedicado a Athenea y se empezaron a edificar diferentes monumentos en la acrópolis. A pesar de que posteriormente perdió su importancia a favor de la ciudad de Rodas, Lindos continuó siendo un centro importante por el santuario de Athenea. Durante los períodos bizantino, de la Orden de los Caballeros y turco, fue una fortaleza.
La entrada a los edificios de la acrópolis propiamente dicha se efectúa subiendo por la larga y espectacular escalera que conduce hasta el Edificio Administrativo de los Caballeros.
Como me despisté un poco y no sabía por dónde seguir, subiendo por unas piedras llegué hasta los Propileos y el templo de Athena Lindia. Se trata de un templo de estilo dórico construido a principios del siglo IV a.c, después de que el templo construido en época de Kleoboulos se hubiese quemado.
El templo se levanta en el punto más alto de la acrópolis. Acercándose a la muralla la vistas son insuperables: por un lado playas y los acantilados, por otro el pueblo de Lindos un centenar de metros más abajo.
Junto al templo se conservan restos de algunas stoas y bajando las escaleras que conducen a los Propileos hay una gran stoa del período helenístico, construida hacia el 200 a.c. Antes de iniciar el descenso se pasa por la iglesia bizantina de Ayios Ioannis.
Como dije, no le dediqué todo el tiempo debido al monumento, máxime teniendo en cuenta el esfuerzo para subir, por la preocupación que tenía de que pudiese llover otra vez. Sobra decir que no lo hizo, así que corrí para nada y no disfruté lo merecido.
Hice una breve pausa en el bar Apollo para tomar un té (2'50€) y me dejé llevar por unas calles y otras viendo las casas blancas, alguna pequeña capilla y una ermita, mosaicos, torreones, la iglesia bizantina de Panagia (del siglo XV),... Un pueblo muy fotogénico.
Para comer llevaba una lista de restaurantes apuntados, pero tuve que obviarla porque casi todos los restaurantes que vi estaban cerrados, así que me aseguré y fui al restaurante Byzantino. Pedí lo siguiente:
- Tzatziki, del que no dejé ni rastro con el pan de pita
- Dorada al horno
La cuenta fue de 19€. El personal rápido y amable.
www.byzantinolindos.gr/index.php
Comí a toda velocidad y no estuve en el restaurante más de media hora. Tenía dudas de si coger el próximo autobús, que salía a las 15:30, en apenas 20 minutos, o bien esperarme hasta el de las 18:00. Al principio pensé en quedarme, pero tras pasear por un par de calles y ver que no había ningún ambiente, cambié de opinión y me fui a la parada de autobús.
- Tzatziki, del que no dejé ni rastro con el pan de pita
- Dorada al horno
La cuenta fue de 19€. El personal rápido y amable.
www.byzantinolindos.gr/index.php
Comí a toda velocidad y no estuve en el restaurante más de media hora. Tenía dudas de si coger el próximo autobús, que salía a las 15:30, en apenas 20 minutos, o bien esperarme hasta el de las 18:00. Al principio pensé en quedarme, pero tras pasear por un par de calles y ver que no había ningún ambiente, cambié de opinión y me fui a la parada de autobús.
El pensamiento de que no llegara a tiempo a la parada y que se hubiese ido el autobús, me hizo subir por la carretera más rápido de lo recomendable, teniendo en cuenta la pendiente de la carretera, que iba caminando por el asfalto y con muletas. Llegué a tiempo, pero muy exhausto y esos 5-7 minutos me pasaron factura para el resto del viaje y semanas posteriores a él.
Cuando llegué a Rodas, cerca de las 5 de la tarde tenía muchas dificultades para caminar y me costó trabajo llegar al hotel, a apenas 500 m de la estación. Estuve descansando el resto de la tarde y pensé no salir a cenar, pero al final fui al mismo restaurante que la primera noche: el Koikos. Sólo que no tuve tanta suerte y no fue llegar y sentarme. Sábado por la noche y sin reserva. El restaurante estaba completo y no paraba de entrar gente que tendría reserva. Me tocó esperar más de una hora. Perdí la cuenta. Por lo menos en esta ocasión acerté con lo que pedí:
- Ensalada de berenjenas
- Spaghetti con frutos del mar (gambas, pulpo, calamares, mejillones,...)
- Bizcocho de nueces como postre
Todo estaba realmente bueno y para finalizar me invitaron a un licorcito. En cuanto al servicio, para lo lleno que estaba no tuve que esperar demasiado entre plato y plato. Tardaron más para el primero, pero después fueron todos seguidos. El personal muy amable, como el primer día.
La cuenta fue de 18'30€.
www.koukosrodos.com/en/koukos-uk
Al día siguiente era el turno de hacer la excursión a Symi.
La isla de Symi
Después de la excursión cogí un taxi de vuelta al hotel (otros 7€). Me encontraba tan cansado que ni siquiera tuve ganas de salir para cenar.
Al día siguiente, lunes 21 de marzo, era el último que pasaba en la isla de Rodas y regresaba por la noche a Atenas, antes de partir hacia el último destino del viaje en Kalambaka. Mi plan para esa mañana hubiese sido visitar la acrópolis de Rodas y hacer un recorrido por el barrio más moderno de la ciudad, para ver los puntos de interés que hubiese, como por ejemplo el acuario. Todo esto lo tuve que descartar porque no me encontraba bien para andar y teniendo en cuenta que todavía me quedaban 4 días para regresar a España y entre medias tenía la visita de los monasterios de Meteora, pensé que lo mejor era permanecer toda la mañana en el hotel. Incluso comí en el restaurante del hotel, creyendo que comer a la carta podría estar mejor que el desayuno buffet. Pedí lo siguiente:
- Tzatziki
- Salmón a la plancha
No estuvo mal ni bien, aunque el postre de la casa que me pusieron no me gustó ni al paladar ni a la vista. La cuenta fue de 16'60€. Definitivamente no me pareció que la gastronomía fuese el punto fuerte del hotel.
Después de hacer tiempo, cogí un taxi para ir al aeropuerto. Todo por descansar. Frente a los 2'30€ del autobús, el precio del taxi es de 28€ y ni siquiera se ahorra tiempo. El vuelo hacia Atenas salió a su hora y transcurrió con normalidad.
Cuando llegué a Rodas, cerca de las 5 de la tarde tenía muchas dificultades para caminar y me costó trabajo llegar al hotel, a apenas 500 m de la estación. Estuve descansando el resto de la tarde y pensé no salir a cenar, pero al final fui al mismo restaurante que la primera noche: el Koikos. Sólo que no tuve tanta suerte y no fue llegar y sentarme. Sábado por la noche y sin reserva. El restaurante estaba completo y no paraba de entrar gente que tendría reserva. Me tocó esperar más de una hora. Perdí la cuenta. Por lo menos en esta ocasión acerté con lo que pedí:
- Ensalada de berenjenas
- Spaghetti con frutos del mar (gambas, pulpo, calamares, mejillones,...)
- Bizcocho de nueces como postre
Todo estaba realmente bueno y para finalizar me invitaron a un licorcito. En cuanto al servicio, para lo lleno que estaba no tuve que esperar demasiado entre plato y plato. Tardaron más para el primero, pero después fueron todos seguidos. El personal muy amable, como el primer día.
La cuenta fue de 18'30€.
www.koukosrodos.com/en/koukos-uk
Al día siguiente era el turno de hacer la excursión a Symi.
La isla de Symi
Después de la excursión cogí un taxi de vuelta al hotel (otros 7€). Me encontraba tan cansado que ni siquiera tuve ganas de salir para cenar.
Al día siguiente, lunes 21 de marzo, era el último que pasaba en la isla de Rodas y regresaba por la noche a Atenas, antes de partir hacia el último destino del viaje en Kalambaka. Mi plan para esa mañana hubiese sido visitar la acrópolis de Rodas y hacer un recorrido por el barrio más moderno de la ciudad, para ver los puntos de interés que hubiese, como por ejemplo el acuario. Todo esto lo tuve que descartar porque no me encontraba bien para andar y teniendo en cuenta que todavía me quedaban 4 días para regresar a España y entre medias tenía la visita de los monasterios de Meteora, pensé que lo mejor era permanecer toda la mañana en el hotel. Incluso comí en el restaurante del hotel, creyendo que comer a la carta podría estar mejor que el desayuno buffet. Pedí lo siguiente:
- Tzatziki
- Salmón a la plancha
No estuvo mal ni bien, aunque el postre de la casa que me pusieron no me gustó ni al paladar ni a la vista. La cuenta fue de 16'60€. Definitivamente no me pareció que la gastronomía fuese el punto fuerte del hotel.
Después de hacer tiempo, cogí un taxi para ir al aeropuerto. Todo por descansar. Frente a los 2'30€ del autobús, el precio del taxi es de 28€ y ni siquiera se ahorra tiempo. El vuelo hacia Atenas salió a su hora y transcurrió con normalidad.