Macedonia búlgara ✏️ Diarios de Viajes de Bulgaria5º día: de RILA a MELNIK. Sabemos que el primer autobús al pueblo de Rila sale a las 8h10' porque ayer nos encontramos, perdida en un rincón del monasterio, una hojita con el horario. Preguntando en nuestro hotel, ni confirman ni desmienten...Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.⭐ Puntos: 5 (13 Votos) Etapas: 8 Localización: Bulgaria5º día: de RILA a MELNIK Sabemos que el primer autobús al pueblo de Rila sale a las 8h10' porque ayer nos encontramos, perdida en un rincón del monasterio, una hojita con el horario. Preguntando en nuestro hotel, ni confirman ni desmienten: al "staff" le importa muy poco el horario, y menos aún los viajeros que dependemos del transporte público. Mientras esperamos en la Puerta Oeste no somos conscientes del fallo que estamos a punto de cometer. Ayer se quedaron con el DNI de Pilar en la recepción del hotel; a lo largo del día nos fuimos olvidando de reclamarlo, y si nos acordamos alguna vez, coincidió que no había nadie del personal para pedirselo. Y aún menos esta mañana, puesto que el hotel no sirve desayunos y la gran casona parecía desierta. El caso es que nos dejamos olvidado el documento y no nos daremos cuenta hasta llegar a Melnik. El autobús llega casi puntual, cargado de personas que seguramente tienen algo que hacer en el monasterio a esas horas. De regreso al pueblo (2 BGN) sólo embarcamos nosotros y dos mochileras de la Rep. Checa. El autobús nos deja en una solitaria estación, pasado el centro del pueblo, y desaparece nada más descargar nuestros equipajes. Hay un horario colgado en la caseta; al parecer faltan apenas 15 minutos para la próxima salida a Blagoevgrad, pero corriendo un poco consigo llegar a una panadería y comprar unas banitsa (bollos con sabor a queso); cuando regreso ya está esperando el autobús... que es el mismo que nos acaba de traer. Y con el mismo conductor, que mientras subimos exclama quedamente: "¡Otra vez!". O sea que habla español; si nos hubiera dicho que seguía viaje, no habríamos tenido que bajar nuestras maletas ni las mochilas de las otras chicas, pero por lo visto los búlgaros nunca informan de nada si no se les pregunta expresamente. El trayecto a Blagoevgrad también cuesta 2 BGN; allí esperamos una media hora antes de salir hacia Sandanski (6 BGN). Ambas son ciudades medianas situadas en la ruta de Grecia y los transportes son frecuentes. Finalmente nos metemos en una atestada furgoneta (2,5 BGN) que hacia el mediodía nos deja a la entrada de Melnik, en el cruce de la carretera que sube al Monasterio de Rozhen. Suponemos que en este lugar no hay ni un solo taxi con licencia, lo dice incluso la guía LP y se encarga de confirmarlo un hombre que está por allí al volante de un Skoda y que se da un aire a Tony Soprano. Nos ofrece sus servicios, pero de momento no le decimos ni sí ni no; de hecho no sabemos lo que vamos a hacer y podemos aplazar la decisión algunas horas. Resulta difícil imaginar que, hasta hace poco más de 100 años, Melnik fue una próspera ciudad griega de 20.000 habitantes que florecía gracias al comercio de sus famosos vinos. En 1912, un tratado que ponía fin a una guerra supuso la cesión a Bulgaria de esta comarca, y a partir de entonces sus habitantes griegos comenzaron a emigrar en masa hasta que no quedó prácticamente ninguno. En la actualidad Melnik apenas cuenta con 300 habitantes censados; es un pueblo turístico bien preservado que se puede ver en media hora, sin embargo vale la pena tomarse más tiempo y visitarlo con tranquilidad. Se extiende a lo largo de un pequeño valle rodeado por acantilados de piedra caliza, llamados "pirámides" porque la erosión ha afilado sus puntas. Casi todas las casas que quedan en pie tienen algún valor patrimonial; algunas presentan los elementos típicos del estilo "renacimiento búlgaro", con una planta superior más ancha cuyos salientes descansan en tirantes de madera; pero a la vez el pueblo tiene un aspecto mediterráneo, sobre todo los días soleados como hoy. Lo primero que hacemos es ir a la guesthouse donde tenemos habitación reservada. Se llama Chavkova Kashta (50 BGN con desayuno) y la encontramos allí donde la calle principal desemboca en una plaza que sestea a la sombra de un gran plátano. No nos piden ningún documento para registrarnos, pero es allí, mientras tomamos un refresco en la terraza de la mejana, donde nos acordamos del DNI que se ha quedado en Rila... La hemos hecho buena!! Sin embargo volvemos a tener suerte, pues la chica que hace de gerente de esta sencilla pensión resulta ser la persona más eficiente y empática que encontraremos en todo el viaje. Ni siquiera hace falta que le expliquemos lo obvio, rápidamente toma libreta y boli y se dispone a apuntar los teléfonos a los que va a llamar. Todas las reservas las hemos hecho a través de Booking, de modo que sólo tenemos que abrir nuestro espacio personal en su web para ver los datos de cada alojamiento en una misma pantalla y así la búsqueda es muy rápida. En pocos minutos la joven encargada nos confirma que el hotel de Rila se compromete a enviar el DNI por mensajería (a portes debidos, eso sí) a nuestro hotel en Devin, y que allí también están avisados para que adelanten el pago. Una vez resuelto el problema continuamos descubriendo el pueblo, que aparte de la calle y la plaza sólo cuenta con algunos grupos de casas colgados en pequeñas elevaciones. Entre los vestigios del pasado más importantes está la Casa Pasjova, que de momento no se puede visitar porque está en proceso de restauración; donde sí entramos es en la Casa Kordopulova, que con sus 4 plantas domina desde una colina el extremo del pueblo. Esta casa presume de ser la más grande de Bulgaria en su género; construída en el siglo XVIII, fue hogar de muchas generaciones de una familia de ricos bodegueros, cuyo último representante murió asesinado en el turbio clima posterior a las Guerras Balcánicas. Aparte de una mediocre colección de objetos antiguos, la casa destaca por la cuidada restauración de los murales, vidrieras y techos de madera tallada originales. La visita finaliza en la antesala de las bodegas, donde nos ofrecen un vaso de vino; sin embargo no se pueden ver las galerías kilométricas que se extienden bajo la montaña, seguramente por miedo a que algún visitante se pierda allí para siempre. Ya casi ha pasado la hora de comer cuando volvemos a la mejana de nuestra guesthouse. Sentados a la sombra refrescante del plátano probamos un plato de pimientos rellenos, de influencia griega y turca. Nos retiramos un par de horas a nuestra habitación para escapar al calor y a continuación volvemos al cruce de carreteras, con intención de subir al Monasterio de Rozhen, que está a unos 7 km. Mientras esperamos por si pasa alguna furgoneta nos enteramos de que justo el día siguiente, 8 de septiembre, se celebra una especie de romería anual. Con esto cambiamos de planes, volvemos al pueblo y localizamos al "Soprano" local (no es difícil localizar a quien sea, en un pueblo tan pequeño) para negociar el recorrido que haremos mañana. Va cayendo la tarde, pronto hará menos calor y nos parece buena idea, para aprovechar el tiempo, hacer la ruta de las ruinas de Melnik. Hay que subir algunas cuestas empinadas, pero en total el recorrido no es muy largo y las vistas sin duda merecerán la pena... bueno, de hecho son lo único que vale la pena. Los últimos rayos de sol arrancan destellos dorados de las desnudas "pirámides" mientras el pueblo, encerrado entre ellas, ofrece un apacible aspecto de cuento de hadas. En cambio las ruinas de 3 o 4 monasterios y una fortaleza, que se encuentran por el camino, carecen de interés incluso para los arqueólogos, que después de señalizarlas con unos carteles las han vuelto a dejar abandonadas al implacable paso de los siglos. Ya de noche, todavía nos acercamos hasta la última atracción de Melnik: la bodega de Mitko Manolev, alias Shestaka ("Seisdedos"). Se supone que en verano organiza catas de vino informales hasta muy tarde; sin embargo nosotros la encontramos cerrada, lo cual es un fastidio después de subir a oscuras la escarpada senda que lleva hasta allí. Claro que no por eso vamos a dejar de probar los vinos locales; hay muchos restaurantes abiertos, la mayoría poco concurridos ya que no parece que abunden los turistas. Nos decidimos por uno llamado Bistro Melnik, que ocupa con su terraza la mayor parte de la placita. Casi todo el mundo está cenando o bebiendo aquí, y se comprende porque lo que más apetece en una noche así es estar en un sitio abierto y despejado; incluso se ven estrellas, gracias a que el alumbrado de la población es de lo más discreto. Nos aventuramos a pedir vino blanco a granel, que resulta ser un producto muy bueno, afrutado y libre de acidez. Para finalizar la cena, la casa ofrece graciosamente a sus clientes grandes racimos de deliciosas uvas. 6º día: de MELNIK a BANSKO Para hacer este trayecto en transporte público, lo primero sería volver a Sandanski y esperar que allí hubiera alguna salida a Gotse Delchev, que está en otra de las grandes rutas del sur. Pero cuando pasamos por Sandanski no nos acordamos de comprobarlo, y nos parece dudoso que circulen furgonetas por esa zona montañosa. Con lo cual nos veríamos obligados a retroceder hasta Blagoevgrad, donde sí se encuentra fácilmente transporte a Bansko. Todo se complica más aún si antes queremos ir a Rozhen, ya que perderíamos la primera salida a Sandanski y creemos que no hay más que 3 al día. Desayunamos tranquilamente y nos despedimos de la buena gente de Chavkova House. Nuestro "chófer espontáneo" se presenta puntual a las 9h y embarcamos en su flamante Skoda... que en realidad no es suyo, lo cual hace más jugoso el negocio xD El acuerdo al que llegamos ayer consiste en que primero nos subirá al monasterio, nos dejará tiempo para verlo con calma y a continuación iremos a Bansko, todo ello por la módica suma de 90 BGN; es aproximadamente el doble de lo que nos costaría ir en autobús, pero a cambio ahorramos la mitad del tiempo. El Monasterio de Rozhen se encuentra en plena montaña, "arrinconado" al fondo de un gran prado de media altitud. Dicha explanada está vacía a excepción de la sencilla tumba de Yane Sandanski, un héroe macedonio de los siglos XIX-XX; pero hoy por ser día señalado se anima con la concurrencia de muchas familias que acuden con sus modestas ofrendas de flores. A primera vista este monasterio no es tan espectacular como el de Rila, pero es más antiguo y eso se nota en su valor artístico; los frescos y esculturas que se conservan tanto en la iglesia como en el antiguo refectorio son muy notables. Los fieles se afanan con flores y velitas frente a las imágenes mientras Pilar saca fotos de la escena; yo estoy en la nave principal escuchando el canto litúrgico cuando observo un movimiento raro entre la gente... enseguida algunos hombres se acercan y me indican que no está permitido hacer fotografías en el santuario. Les agradezco su discrección y nos retiramos para guardar las cámaras; la verdad es que ni siquiera habíamos pensado en ello y además la señal de prohibición está muy escondida. Donde sí hacemos buenas tomas es en el exterior; la gente está contenta y muchas ancianas posan encantadas para nosotros. En apenas una hora hemos visto todo lo que hay que ver y nos ponemos de nuevo en marcha. Como nos habíamos imaginado, el itinerario a Bansko supone volver a recorrer la ruta principal de Grecia, denominada carretera 1 o E79. Nuestro "Soprano" no es hombre muy comunicativo, pero alguna información sí que nos da en su inglés rudimentario; sobre todo nos advierte que el cauce del río Struma, junto al que pasa la carretera, es muy peligroso con sus crecidas repentinas, que se llevan autos y camiones con toda facilidad. Vemos que en el río se anuncian algunos puntos de salida para hacer rafting, que puede estar bien ya que en algunos tramos el río se encañona algo. Nos desviamos a la derecha por la carretera 19 y comenzamos a subir las estribaciones de los Montes Pirin; cuando llegamos a Bansko han pasado unas dos horas desde que salimos de Rozhen. El conductor no conoce bien la ciudad y se asusta al ver el centro en obras, de modo que en cuanto puede nos deja tirados y se esfuma. Sufrimos un poco para llegar con nuestras maletas al hotel, sorteando zanjas y vallas; más que un simple arreglo de asfalto y baldosas parece que estén levantando la ciudad de nuevo Bansko se ha posicionado con fuerza en el mapa turístico gracias a las modernas instalaciones de su estación de esquí alpino, cuyas pistas son accesibles en telecabina desde el casco urbano. Pero a la vez es una ciudad antigua, rica en tradiciones y cuna de dos autores de gran peso en las letras nacionales: el erudito monje Paisi Hilendarski (siglo XVIII) y el poeta comunista Nikola Vaptsarov, fusilado en 1942 por el régimen filonazi en Sofia. Como aún no es temporada de nieve, nos limitamos a ver el centro histórico, que por suerte no está en obras. Seguramente lo estuvo no hace mucho, ya que las calles empedradas y casi todas las casas parecen recién restauradas y tienen muy buen aspecto. Sin embargo estas casas del siglo XIX no son visibles desde el exterior ya que cada una está protegida por un muro bastante alto, con lo cual pasear por el barrio tampoco es que ofrezca muchos puntos atractivos; por suerte hay un par de plazas grandes y arboladas donde sentarse a comer, beber o a contemplar la vida. Comenzamos visitando la Iglesia Sveta Troitsa (Santísima Trinidad), que data del siglo XIX y destaca por su campanario de 30 metros de altura. Sin ser una maravilla, al menos puede presumir de haber sido la iglesia más grande de Bulgaria hasta la inauguración de la de Alejandro Nevski; sin embargo lo más interesante está en su interior, profusamente decorado con maderas policromadas, incluyendo púlpitos, sillas del coro y un iconostasio tan enorme que por sí solo constituye un monumento. También entamos en dos espacios museísticos: la Exposición Permanente de iconos de la Escuela de Bansko, que no nos impresiona mucho, y la Velyanova Kashta, interesante para descubrir la arquitectura tradicional de Bansko, diferente a las de otras regiones. Las entradas de ambos cuestan 3 BGN. Alojamiento, comidas y spa Nos quedamos en el Park Hotel Gardenia (45€ en "pensión completa"); es céntrico pero no lo recomendamos, a pesar de que la LP lo pone por las nubes. Juegan la arriesgada carta de ofertar, por un poco más que los otros hoteles, la pensión completa (incluso nos pusieron unas pulseras ) y el acceso al spa. Pero este último es pequeño y algo cutre, con mantenimiento deficiente, y lo del buffet no sé ni cómo definirlo, tal vez una mezcla entre rancho de cuartel y sopa de asilo. Nosotros sólo entramos a la hora de cenar (cerraban a las 21h), pero como estábamos más que saciados con el almuerzo no nos importó no comer nada. Con todo, el hotel parecía tener éxito entre los grupos de turistas búlgaros y al menos la habitación estaba bien. Pero ya digo que no volveríamos, más que nada por la desfachatez de llamar comida a "eso". También pedimos en recepción que hicieran una consulta a la estación de autobuses de Gotse Delchev; no nos resolvieron la duda, pero tuvieron el valor de cobrarnos 2 BGN por la llamada. Para comer elegimos la agradable terraza de la Mejana Obetsanova, en la céntrica Plaza Vazrajdane. Buena selección de vinos y especialidades búlgaras; tanto que nos arriesgamos a pedir cordero asado, cosa que hacemos de vez en cuando por "deformación profesional" (estamos en el sector agroalimentario). Y el cordero estaba bien hecho, aunque la carne era demasiado grasa para nuestros estándares. La taberna está ambientada con algo relativo a los antiguos guerrilleros, tal vez por eso nos traen la cuenta clavada en una madera con la punta de un enorme machete. Para estar a la altura, sacamos nuestra navajita Opinel y clavamos en la tablilla un billete de 50 BGN; aunque tal como es la gente de aquí, nos tememos que se pueden enfadar por pagar con un billete "roto"... Pero no, el camarero no se inmuta, suponemos que ni siquiera ha entendido la broma. Índice del Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.
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