Plovdiv ✏️ Diarios de Viajes de Bulgaria9º día: de DEVIN a PLOVDIV. Desayunamos en nuestro cómodo hotel de Devin y salimos de la ciudad cruzando el puente, hasta la cercana estación de autobuses. La primera furgoneta del día pasa a las 8h15' y nos deja en la Estación Yug de Plovdiv...Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.⭐ Puntos: 5 (13 Votos) Etapas: 8 Localización: Bulgaria9º día: de DEVIN a PLOVDIV Desayunamos en nuestro cómodo hotel de Devin y salimos de la ciudad cruzando el puente, hasta la cercana estación de autobuses. La primera furgoneta del día pasa a las 8h15' y nos deja en la Estación Yug de Plovdiv dos horas después. Al llegar cogemos un taxi (7 BGN) para ir a nuestro hotel, que está donde Cristo perdió el zapato. El taxista no lo conoce por su nombre, pero no hay problema, sabemos que está al final de un largo canal diseñado para la práctica del remo; con un poco de mímica conseguimos que lo identifique. Y claro, nada más instalarnos... nos toca pedir otro taxi para ir al centro. Plovdiv es una ciudad que concentra mucha Historia en un espacio bastante reducido. Mucho antes del comienzo de nuestra Era, los tracios ya habían levantado una importante fortaleza en la actual Nebet Tepe, una de las cuatro grandes colinas del lugar. En el siglo IV a de C, Filipo de Macedonia, padre del gran Alejandro, reforzó la obra tracia fundando un gran asentamiento, al que debía tener mucho cariño puesto que lo llamaron Filipópolis. Más tarde los romanos engrandecieron mucho más la ciudad, a la que dieron el nombre de Trimontium, dotándola de su famoso anfiteatro, un estadio, el foro, etc. Y aunque luego conocería largos periodos de decadencia, Plovdiv ha llegado a nuestros días conservando parte de su patrimonio, en el que destacan las casas burguesas del siglo XIX. Indicamos al taxista que nos deje en la Plaza Djumaya, intuyendo que es el punto de acceso más fácil a los barrios antiguos. Y lo es, aunque comprobamos que llegar hasta aquí ya empieza a ser complicado para los conductores. En Plovdiv se ha conservado relativamente intacto un centro histórico laberíntico y con muchos desniveles, gracias a que el tráfico rodado se canaliza por túneles y avenidas periféricas. Entramos en la Mezquita Djumaya, que data del siglo XV y se acompaña de un minarete de 23 metros; hoy como antaño sigue dedicada al culto musulmán y todo el mundo puede entrar, sólo hay que dejar el calzado fuera. Comprobamos que está bien restaurada y tiene una moqueta nueva, pero aparte de eso no es gran cosa, ni de lejos se puede comparar a las fastuosas mezquitas de las ciudades turcas. En la misma plaza se conservan, por debajo del nivel del suelo, los restos de un odeón romano hábilmente transformados en un minúsculo auditorio. El pasadizo alberga también una oficina de turismo, en la que nos proveemos de un plano que nos ayudará a orientarnos. A la vez nos enteramos de que hoy se celebra la Noche de las Galerías; esto significa que a partir de las 19h la entrada a muchos sitios interesantes será gratuita, así que esperaremos hasta entonces. Pero mientras tanto podemos explorar el pintoresco barrio de calles empedradas, para lo cual ascendemos la colina por las calles Saborna y Doctor Chomakov. En una placita nos encontramos con una escena que nos inspira curiosidad: la filmación de un vídeo de música folklórica. Al igual que en Rumanía, en Bulgaria existen canales de televisión dedicados exclusivamente a la música tradicional, emitiendo sin interrupción unos videoclips que se parecen absurdamente unos a otros. Los actores van vestidos con vistosos trajes, pero lógicamente la grabación se hace en playback, de modo que pasamos un rato fascinados viendo a una cantante que se cimbrea mientras finge cantar, músicos que se cimbrean pero no tocan y figurantes que simplemente se cimbrean. Localizamos muchas de las casas-museo que podremos visitar por la tarde y tomamos nota del ambiente, entre bohemio y burdamente comercial, de las abigarradas callejuelas. Hace mucho calor cuando bajamos de la colina; después de comer en la Plaza Djumaya buscamos algún lugar fresco donde descansar y nos acabamos refugiando en el bonito Parque del Zar Simeón, al sur de la ciudad. Desde allí nos acercamos a la Ópera, reconvertida en un moderno centro cultural; no hay ningun espectáculo anunciado para estos días pero comprobamos que Plovdiv también es una ciudad dinámica y atractiva para la gente joven. Acabamos de hacer tiempo recorriendo la peatonal y comercial Avenida Knyaz Alexander y volvemos a subir la colina. Hay mucha gente arremolinada en los principales espacios museísticos, así que debemos tomarlo con calma y avanzar despacio para ver los que nos parecen más interesantes. Comenzamos por el Museo de Etnografía, instalado en una gran mansión ricamente decorada que exhibe una ingente colección de objetos antiguos. De allí nos vamos a otras dos residencias que son contiguas: la Casa Balabanov, poco vistosa y reservada a exposiciones temporales, y la Casa Hindlian, suntuosa aunque no muy bien restaurada; en esta última nos quedamos a escuchar un concierto a cargo de tres niños que resultan ser auténticos virtuosos. La noche avanza y decidimos entrar en la Iglesia de los Santos Constantino y Elena, que conserva pinturas de Zahari Zograf; nos parece que este templo tiene algo de inquietante, a pesar de estar brillantemente iluminado. A la salida nos topamos con la Galería de Iconos y también pasamos revista a su colección, de gran valor histórico. Por último, al pasar junto a una casa vemos el portón abierto y un camino de velas encendidas a través de un patio. Seguimos a las personas que van entrando y descubrimos que se trata de una iglesia armenia; aunque tal vez estamos en una residencia privada ya que vemos a unas personas en actitud de anfitriones que reciben a sus invitados. Nos acordamos de que en este año se cumple el centenario del genocidio armenio de 1915; seguramente es por eso que los residentes armenios de Plovdiv han organizado este acto. Nos gustaría informarnos preguntando a alguien, pero en ese momento sucede algo que nos empuja a batirnos en retirada: ha comenzado a llover y, viendo las aparatosas nubes que se han formado por el calor, mucho nos tememos que no van a ser cuatro gotas. En efecto, cuando conseguimos refugiarnos en un restaurante de la plaza diluvia como si se acabara el mundo. Y sigue lloviendo torrencialmente cuando salimos, por lo que nos cuesta horas encontrar un taxi que nos lleve al hotel. Museo de Etnografía y Casa Balavanov. Alojamiento y comidas en Plovdiv Nos alojamos en el moderno Hotel Landmark (53€ por noche con desayuno), que estaría muy bien si no fuera porque, como decía, está a unos 6 km del centro de Plovdiv. Lo elegimos porque los establecimientos más céntricos no nos inspiraban mucho, nos parecían todos bastante cutres. El Landmark está en medio de un bosque que empieza a ser devorado por el avance de la ciudad; tiene una piscina que no utilizamos y vistas sobre el canal de remo y poco más. La conclusión que sacamos es que la oferta hotelera de Plovdiv es más bien pobre para ser una ciudad que atrae a no pocos visitantes (sobre todo búlgaros y griegos). En esta primera jornada comimos en un local llamado Arena, uno de los 2 o 3 que ocupan con grandes terrazas entoldadas uno de los lados de la Plaza Djumaya. Su aspecto es el de un vulgar chiringuito playero, y la comida confirma sobradamente esa impresión. Recomendamos evitarlo, aunque nosotros tuvimos suerte porque estando allí vimos pasar a Kosta y Gergana, los jóvenes que nos habían llevado en su coche el día anterior. Les invitamos a tomar algo y pasamos un buen rato charlando, compartiendo anécdotas de la vida en España, donde Kosta pasó un par de años sin llegar a entender por qué los españoles hablamos sin parar con todo el mundo, incluso si no nos preguntan nada. Para cenar entramos, en medio del diluvio, en el restaurante italiano Piacere, que está justo al lado del anterior. Naturalmente no era cuestión de quedarse en la terraza inundada, por el contrario tuvimos que trepar al piso superior para ponernos a cubierto. La comida era bastante buena; nos quedamos hasta medianoche y entonces tratamos de salir, pero la lluvia era tan fuerte que nadie se atrevía a cruzar la puerta; el local parecía un centro de refugiados y ni siquiera el personal pensaba en cerrar. 10º día: PLOVDIV y Monasterio de BACHKOVO Anoche volvimos tardísimo al hotel por culpa de la tormenta, de modo que nos despertamos tarde y salimos levitando hasta posarnos en la terraza exterior, donde desayunamos contemplando una relajante piscina vacía. Queremos ir a Bachkovo; al parecer hay una furgoneta que sale a las 10h y son las 9h30' cuando pedimos un taxi en recepción. ¿Nos dará tiempo a llegar a la estación?... Llegamos a creer que no; plantados en la acera vemos pasar taxis que no son el nuestro y los minutos vuelan. Pero cuando por fin nos toca, topamos con un taxista que es de los que se crecen ante los desafíos; con una mano llama por teléfono para avisar mientras con la otra no deja de dar volantazos para tomar atajos inverosímiles. Cuando entramos en el patio de la avtogara se planta delante de la furgoneta derrapando, como en las películas; son las 10h01' y el taxista peliculero se ha ganado 5 BGN de propina. El billete cuesta 4 BGN y en poco más de media hora llegamos al Monasterio de Bachkovo, que se encuentra en una bonita región montañosa, entre bosques, cascadas y pequeños pueblos. Desde la parada hay que subir por una calzada en zigzag, jalonada por tenderetes de artesanía y algunos puestos de bebidas con mesas. Bachkovo es el segundo monasterio más grande de Bulgaria; fundado en el siglo XI por unos nobles georgianos, tras los saqueos de rigor fue reconstruído a comienzos del siglo XVII con la imponente estructura que ha llegado hasta nuestros días. Sus altos edificios podrían albergar a un gran número de monjes, pero las zonas visitables se limitan al antiguo refectorio y un par de iglesias. En el primero se cobra una entrada de 6 BGN, pero nosotros encontramos la puerta abierta y nos colamos a echar un vistazo a los frescos que decoran la habitación abovedada, con un cierto efecto envolvente. En la Iglesia de la Asunción de la Virgen se venera un icono de madera y plata que goza de una sólida reputación de hacedor de milagros. La leyenda popular pretende que es obra de San Lucas; los especialistas opinan más bien que data del siglo XIV y procede de Georgia. La iglesia atesora otros iconos y pinturas notables, pero la obra más vistosa se encuentra en el exterior, a lo largo de las galerías; se trata de un mural panorámico pintado en el siglo XIX por un tal Alexi Atanasov, con escenas que narran la historia del monasterio. Del mismo periodo son los frescos pintados por Zahari Zograf en el pórtico de la Iglesia de los Arcángeles, que encontramos en el otro patio del monasterio. Salimos del recinto y tomamos un camino que lleva al antiguo osario, edificio de enorme importancia histórica. Al parecer es un superviviente de los primeros siglos de Bachkovo y por su estilo arquitectónico podría ser único en Europa. Junto con los restos de monjes fallecidos hace casi un milenio, el osario conserva frescos medievales también únicos... Pero no podemos ver nada de esto porque al parecer los monjes actuales no lo abren nunca. Regresamos a la carretera y nos sentamos a beber algo cerca de la parada, mientras esperamos a que pase una furgoneta de regreso a Plovdiv. Y deben pasar con frecuencia, porque antes de acabar la cerveza ya tenemos que echar a correr para abordar una. Al llegar a Yug nos pasamos a la vecina estación de trenes. Hemos decidido viajar mañana en tren a Sofia; aunque yo dispongo de un pase corporativo que me permite hacer algunos viajes gratis, nos interesa enterarnos del horario y de paso compramos un billete para Pilar. Ningún empleado de las taquillas habla inglés, pero en ruso nos entendemos lo bastante bien como para asegurarnos de que el billete que nos venden será válido zaftra (mañana) y no sivodnia (hoy). Cuesta 9 BGN y está impreso en búlgaro únicamente; al parecer casi todos los trenes de esa línea son igual de vetustos y lentos. La descomunal tormenta de anoche ha servido para refrescar el ambiente; hoy se está muy bien en la calle y decidimos ir al centro caminando. Paramos a comer en un restaurante con terraza junto a la Avenida Gladston, cerca del parque; sirven especialidades italianas y probamos un brócoli gratinado que está bastante bien. Volvemos a cruzar el barrio histórico y subimos a la Nebet Tepe (colina de las oraciones). Al parecer, las cuatro grandes colinas de la ciudad han conservado sus nombres turcos; en esta, visitantes y nativos se encaraman a las dispersas ruinas de la fortaleza tracia para disfrutar de sus amplias vistas, cosa que hacemos nosotros también. Tras esto nos acercamos a la que podría ser la seña de identidad más reconocible de Plovdiv: el anfiteatro romano. Construido bajo el reinado de Trajano, en el siglo II, pasó largo tiempo sepultado por escombros, de los que fue rescatado en época bastante reciente. No resulta fácil verlo bien desde las estrechas calles adyacentes, pero en todo caso a primera vista no nos parece un monumento deslumbrante; se nota demasiado su precaria conservación y además las gradas se ven afeadas por aparatosas barandillas de hierro. Cuando nos acercamos a las puertas para decidir si entramos o no, nos cruzamos con una riada de gentes que bajan de improviso y franquean la entrada entregando sus billetes a los porteros: hay un concierto. Nos dicen que se trata del dúo Two Cellos y hasta nos llegan a ofrecer "entradas VIP" por 90 BGN; declinamos la oferta, la verdad es que no nos gusta el estilo de estos jóvenes croatas que dan volteretas mientras arrancan chirridos a sus instrumentos. Ponemos rumbo al barrio llamado Kapana ("la trampa"), situado al oeste de Nebet Tepe. Está formado también por calles adoquinadas, pero algo más rectas y anchas, con casas sencillas de poca altura que datan de unos 100 años. Es un barrio de moda para bares alternativos y tiendas de ropa; cuando llegamos hay actuaciones musicales y mucha animación, seguramente parte de la programación cultural que comenzó ayer. La impresión que sacamos de nuestra breve visita a Plovdiv es que se trata de una ciudad dinámica, abierta a iniciativas e influencias, que además ha logrado consolidar un espacio urbano coherente y atractivo. En muchos aspectos nos parece más interesante que la capital del país. Hace rato que ha anochecido y no vemos, en la algarabía de Kapana, ningún lugar a propósito para cenar; emigramos a otra zona de la ciudad en busca de un restaurante recomendado en las guías, llamado Malik Bunardjik. Resulta ser un agradable jardín adosado a la falda de la Bunardjika Tepe o "colina de los libertadores"; tanto la cocina como el servicio son buenos, probamos un satch, especialidad que se sirve en un recipiente que echa humo. Al salir no nos apetece caminar mucho; localizamos un taxi y regresamos pronto a nuestro remoto alojamiento. Índice del Diario: En Bulgaria: buscar y no encontrar.
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