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Es jueves y sólo faltan dos días para la media Maratón que va a correr Bicho en Reykjavik, así que hoy también se levanta más tempranito para hacer el que será su último entrenamiento antes de la carrera. Los demás nos levantamos a las 8:00 en nuestro bungalow de Hvammstangi.
¿Cómo amanece el día hoy? Pues nublado.
¡Qué pregunta más tonta! Según los pronósticos de en.vedur.is no debería llovernos más en los días que nos quedan en Islandia, pero ya no me lo creo.Hoy vamos a recorrer la península de Snaefellsnes, parando en los puntos de interés que nos dé tiempo, en el que va a ser el día de más kilómetros de carretera.
Cuando vamos a desayunar nos encontramos con que la leche del tetrabrik que habíamos comprado en Akureyri está cortada, así que hay que hacer una incursión de emergencia en el súper de Hvammstangi. Entre unas cosas y otras son casi las 10:00 cuando nos ponemos en marcha.
Al inicio del camino llueve ligeramente, pero el horizonte más luminoso al oeste nos da un atisbo de esperanza.
Atajamos por la carretera 59, que está casi toda sin asfaltar pero no es mala, así que avanzamos a buena velocidad. Sin embargo, la última parte se nos hace eterna porque están en obras, hay mucho bache y sigue lloviendo. Los últimos 8 kilómetros están asfaltados y se ve que van avanzando con las obras.
Al llegar a Búðardalur tomamos la 60 para enlazar enseguida con la 54. Esta carretera va bordeando toda la península y es muy bonita porque te conduce todo el tiempo entre el mar y las montañas, pero el tramo norte hasta Stykkishólmur está sin asfaltar y no se puede ir a gran velocidad, así que se hace muy largo.
Llegamos por fin a Stykkishólmur a las 12:30, habiendo parado sólo un ratito en un apartadero de la 54 a tomar unas fotos… ¡Uffff! ¡Qué cansancio! Menos mal que está despejado y eso nos sube el ánimo. Echamos gasolina y volvemos a lavar el coche, que se nos ha quedado también guapo tras la travesía de la 59.
Damos una vueltecita por Stykkishólmur y subimos a ver la iglesia de cerca. Es un pueblecito muy tranquilo con su puerto pesquero, del estilo de Hvammstangi.
A las 13:45 reanudamos nuestro itinerario hacia el oeste de la península.
A partir de aquí la 54 está asfaltada y transcurre entre el mar y los campos de lava Berserkjahraun, muy similares a los que ya vimos hace unos días en el sur de Islandia, aunque tal vez aquéllos eran más llamativos por su sinuoso relieve y el verde tan verde de su musgo.
Más adelante, nada más pasar Grundarfjörður, aparecen a la derecha la piramidal figura de Kirkjufell y a la izquierda la pequeña cascada Kirkjufellfoss, una frente a otra. Aparcamos aquí sobre las 14:50 y estamos un buen rato sacando fotos de ambas, esperando que una nube obstinada se quite de delante del sol y deje que la montaña quede iluminada.
Por fin…
Las vistas desde la cascada son realmente bonitas:
El lugar era tan tranquilo y agradable que decidimos sacar nuestros ya legendarios sándwiches de producto nacional y comérnoslos en plan picnic sentados en la hierba frente a Kirkjufellfoss, con Kirkjufell a nuestras espaldas.
Reanudamos nuestra vuelta a la península de Snaefellsnes a las 15:45. Este tramo de la 54 sigue siendo bastante bueno. Enlazamos con la 574, que también es asfaltada, muy buena. Pasado Hellissandur, la carretera vuelve a bordear campos de lava cubierta de musgo, mientras que en segundo plano se adivina ya a nuestra izquierda el volcán Snaefellsjökull con su cumbre nevada, medio envuelto en niebla y nubes.
Este volcán se encuentra extinguido hace muchísimos años, pero es famoso por haber sido elegido por Julio Verne como punto de entrada a su Viaje al Centro de la Tierra.
Sobre las 16:30 alcanzamos el desvío a la playa de Djúpalónssandur. Está señalizado como Djúpalon, carretera 572, y sigue siendo asfaltada con buen firme. Desde el parking bajamos por un camino flanqueado por caprichosas formaciones de lava esculpidas por la erosión, una de las cuales tiene un agujero que encuadra a modo de marco una bonita imagen del Snaefellsjökull. Nosotros no pudimos ver ese efecto de enmarcado porque, a pesar de ser un día despejado, unas nubes espesas seguían envolviendo el volcán.
Lo primero que encontramos al pisar la playa son las cuatro piedras de diferentes tamaños que en la antigüedad debían levantar los candidatos a hombres de mar en una especie de selección para las campañas de pesca. Según la mayor piedra que pudieran levantar eran clasificados como: completamente aptos (piedra de 154 kg), medio fuertes (100 kg), debiluchos (54 kg) y no aptos (23 kg)
En esta misma playa se encuentran también desperdigados fragmentos oxidados de un pesquero inglés que naufragó en 1948.
Aparte de estas curiosidades, Djúpalónssandur es una preciosa playa de arena negra donde el mar rompe bastante embravecido, y de hecho advierten de lo arriesgado que es meterse aquí en el agua.
Abandonamos Djúpalónssandur a las 17:15. Nuestra siguiente parada es Hellnar. Habíamos leído algo sobre una gruta con cara de ogro, llamada cueva de Badstofa, y sobre la posibilidad de ver focas también en esta zona, pero no encontramos ni lo uno ni lo otro. Así que preguntamos a unas mujeres que atienden en un bar que hay allí y nos indican cuál es la gruta y nos dicen que suele haber alguna foca pero que hoy precisamente no las han visto por allí.
Esta es la cara de ogro… Cuando te lo dicen la ves, pero si no…
Lo que sí vimos fueron los coletazos de una ballena retozando a unos cuantos metros de la costa.
Entre Hellnar y Arnarstapi, que es el siguiente pueblecito, hay un camino peatonal a lo largo del acantilado que por lo visto es muy bonito, pero sólo caminamos un pequeño trecho porque no tenemos tiempo para todo.
Volvemos al coche a las 18:00. Al poco de pasar Arnarstapi sale a la izquierda la pista F570, que va hacia la base del Snaefellsjökull. Queremos llegar hasta allí e incluso ascender un poco caminando por la ladera del volcán hasta donde podamos porque, al parecer, en los días despejados hay tal panorama desde esas alturas que puede verse hasta Reykjavik.
Nada más coger la F570 sale a la derecha un desvío que va a Ólafsvík, pero hay que seguir por la izquierda.
La F570 es de las peores carreteras que hemos cogido en Islandia. Está llena de baches y piedras, y encima tiene algunos tramos de pendiente muy acusada que hacen que sea casi imposible meterse por ahí sin un 4x4. Vamos ascendiendo por esta pista, adentrándonos cada vez más en la niebla, hasta el punto de que parece que hubiéramos atravesado algún agujero negro que nos ha transportado a otra dimensión, porque este mundo gris y tenebroso no tiene nada que ver con el azul y luminoso que hemos dejado hace tan sólo unos minutos en Arnarstapi. Verdaderamente impone respeto.
A los veinte minutos más o menos, habiendo recorrido unos 8 kilómetros, llegamos a una especie de explanada donde no hay niebla. Decidimos parar porque hay niebla circundante que nos impide ver el entorno y no sabemos si ya estamos en la base del Snaefellsjökull o nos la hemos pasado. Nos encontramos rodeados de montañas. A la izquierda intuimos una cumbre más alta que las demás y cubierta de nieve, por lo que deducimos que ése tiene que ser el volcán.
Por supuesto, no nos atrevemos a subir andando ni dos metros por la ladera, así que, tras hacer unas cuantas fotos nos damos por satisfechos con la intentona y regresamos a la vida real y soleada de la 574.
Estas fotos están tomadas desde la F570, casi llegando ya a la 574:
Son las 19:15 cuando retomamos la 574 y seguimos hacia el este. Nuestra siguiente parada es unos 18 km más adelante, en Búðir, una pequeñísima aldea en mitad de la nada, compuesta por un hotel y esta graciosa iglesita de madera negra.
Un poco más adelante, la carretera 574 atraviesa una zona de lagunas de diferentes tamaños con el agua absolutamente quieta como espejos, donde se reflejan las nubes y las montañas de forma espectacular gracias al espléndido sol que luce. Paramos en cuanto que encontramos un apartadero, para verlo tranquilamente y tomar unas fotos.
Y aquí es cuando se desarrolla el terrorífico episodio de Los Pájaros, de Hitchcock.
Cuando bajamos del coche hay un par de pájaros de tamaño medio sobrevolando la orilla del lago en la zona donde hemos aparcado. Al principio están piando de forma amigable pero, cuando avanzamos hacia el borde, el dulce piar se torna graznido intimidatorio y empiezan a acercarse unos cuanto pájaros más, y más…
y todos graznando y volando en círculo unos metros por encima de nosotros y lanzándose en picado de forma amenazadora sobre nuestras cabezas… 
Al principio nos da risa. Niñaaa y Niñooo se van corriendo hacia el coche. Yo me pongo la capucha del anorak y trato de seguir adelante e incluso de sacarles alguna foto, pero finalmente me acobardo y me doy media vuelta también.
Por lo visto son especies de aves que anidan junto a las orillas de los lagos y sólo estaban protegiendo sus crías.
Volvemos al coche y un poco más adelante paramos de nuevo junto a otro de esos lagos. Esta vez hay más suerte y no nos entrometemos en la nidada de ningún pájaro. Las imágenes son preciosas, con la luz de última hora de la tarde.
Son las 20:15 cuando damos por terminada la jornada de hoy y nos encaminamos hacia nuestro alojamiento. Para esta noche tenemos reservado un bungalow cerca de Stykkishólmur, así que tenemos que coger la carretera 56 para volver hacia el norte de la península. Hubiera querido reservar algo por el sur, que nos pillaba más de paso, pero lo poco que había tenía precio desorbitado, así que cuando encontré esta cabañita por 102 € me pareció buena opción, aunque tuviéramos que hacer unos cuantos kilómetros más.
La 56 es una carretera fantástica que recorre paisajes preciosos. Llegamos al alojamiento cerca de las 21:00 y sólo ver la cabañita por fuera es amor a primera vista,
con su porche y su terraza lateral. 
Al entrar nos termina de cautivar porque, sin ser mucho más grande que otras, está muy bien aprovechada y da mucha sensación de amplitud. Además, todo está nuevo y limpísimo, y se nota que está decorada con cariño. Tiene hasta una barbacoa de gas en el porche. ¡Si lo llegamos a saber no cenamos hoy sopicaldos de sobre! Nos planteamos incluso la posibilidad de acercarnos a Stykkishólmur a por unas chuletas, pero abortamos la idea ante la certeza de que a esas horas los nativos están ya todos acostados y los supermercados cerrados.
Desde el porche de nuestra casita tenemos unas espléndidas vistas del anochecer en la península de Snaefellsnes.
Y así termina nuestro noveno día en Islandia, que ha sido agotador en cuanto a kilómetros de coche, pero precioso en paisajes con la colaboración de la luz del sol. Cuantos más días llevamos en este país, más me gusta y más pena me da que nuestro viaje vaya a finalizar ya tan pronto.
Y es que Islandia enamora.
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