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El día anterior habíamos ido a la playa con los familiares en Port d’Alcudia, pues ellos tienen una casa de playa. Estuvimos todo el día con ellos, y nos bañamos en la playa de Port d’Alcudia.
Desde mi punto de vista, es la mejor playa de la isla (de hecho Triapdvisor también lo dice); al tartarse de una playa grande, sin aglomeraciones, con el arena blanca y fina, el mar de color turquesa y agua calentita.
El planing del día consistía en visitar el Castillo de Bellver, aprovechando que al ser domingo era la entrada gratuita, y terminar la ruta por la Serra da Tramunta: Sóller, Port de Sóller, Sa Calobra y Monestir de Lluc.
Tomamos el coche y tras de media hora de camino, llegamos al Castillo de Bellver, en Palma. Su rasgo más característico es su trazado circular, siendo de los pocos castillos de Europa con esta extraña forma. También cuenta con una torre redondeada, única en el mundo.
El Castilo de Bellver fue mandado construir por Jaume II en 1300 y fue completado en 10 años. Se concibió como residencial real, aunque solo el rey Sancho (en 1314) y Juan I de Aragón (en 1395) lo habitaron durante cierto tiempo. A partir de la Guerra de Sucesión (1700-1715), el castillo se convirtió en prisión, donde se incomunicó a ilustres personajes como el intelectual Gaspar de Jovellanos. Durante la Guerra Civil Española, fueron encarcelados en Bellver centenares de republicanos defensores del gobierno surgido de las urnas.
Actualmente acoge la sede del Museo de Historia de la Ciudad, que repasa la historia de la Palma, desde la Prehistoria hasta la época actual. Es un museo interesante, con varios mapas, cuadros, objetos y figuras de las distintas estepas de la historia expuestas en el museo.
En la planta de arriba acoge diversas salas, como la dedicada a Gaspar de Jovellanos, donde repasa su estadía en la presión.
Tamién hay una zona dedicada a esculturas de la antigua grecia.
Lo mejor del castillo son las extraordinarios vistas que se obtienen de Palma, pudiendo distinguir perfectamente la catedral y el Palau de la Almudaina.
También ofrece buenas vistas del muelle de cruceros de la ciudad.
Desde aquí se observa perfectamente le trazado circular del castillo.
Después de unas cuentas fotos, abandonamos el castillo y tomamos el coche en dirección a Sóller.
Teníamos previsto parar en los Jardines d´Alfabia, pero por falta de tiempo decidimos continuar hacia Sóller.
Tras aparcar el coche en Soller, iniciamos la vista por el Convento de los Misioneros del Sagrado del Corazón.
De camino al centro de Sóller, nos encontramos con la antigua estación de tren, donde llega el tren procedente de Palma.
Desde 1912, un ferrocarril de vía estrecha recorre la ruta de 27,3 km que separan Palma de Sóller, por medio de un paisaje campestre, pasando por 13 túneles, puentes y viaductos. Cuesta unos 20 €, un precio bastante caro para 4 personas, y al disponer de coche alquilado consideramos una pérdida de dinero alquilar el coche y tenerlo un día parado.
Otra de las atracciones turísticas de la población es el tranvía de madera que recorrer Soller y Port de Sóller.
En la antigua estación de tren, se localizan dos salas de exposiciones dedicadas a Picasso y a Miró. La Sala Picasso muestra más de 50 obras de cerámica del autor elaboradas entre 1948 y 1971 con sus temas habituales, como bailarinas, mujeres y toros;
mientras que sala Miró alberga una serie de coloridos grabados del artista catalán, cuyo abuelo materno era de Sóller.
Bajando a 100 metros siguiendo la línea del tranvía, llegamos a la Plaça de la Constitución, la principal de la ciudad.
Entre sus principales monumentos destaca la Iglesia de San Bartomeu, que desgraciadamente la encontramos cerrada.
Barroca principalmente, la iglesia se había construido entre 1688 y 1723 y conserva elementos de su primitivo interior gótico; hasta que en 1904, Joan Rubió, un discípulo de Antoni Gaudí, empezó a trabajar en la reforma modernista de San Bartomeu.
Pegada a la iglesia se halla el Banco de Santander, también obra de Joan Rubió.
En la Plaça de la Cosntitució también podemos contemplar el Ayuntamiento, rodeado de de bares y restaurantes.
Continuamos el trayecto del tranvía, y llegamos al Mercado de la localidad.
Desde aquí parten algunas calles bien bonitas.
Regresamos a la Plaça de la Constitució, donde nos adentramos por Carrer de Sa Luna, la calle comercial por excelencia de la localidad.
A mediados de la calle nos encontramos con Ca’n Prumera-Museu Modernista, ubicada en una mansión modernista. Ofrece un repaso de los pintores modernistas más importantes: Joan Miró, Picasso, Gauguin, Klee…, y de otras obras de Miquel Barceló, Antoni Tàpies y Eduardo Chillida.
Como iba siendo hora de comer, decidimos entrar en una pizzería en la misma Sa Luna. Después de unas buenas pizzas, nos acercamos a Sa Fábrica de Geltas, recomendada por nuestros familiares. Pedimos un helado de dos bolas, y los tomamos en un pequeño patio con algunas mesas.
Tras este delicioso helado, tomamos el coche y nos dirigimos a Port de Sóller, a tan solo tres km de distancia de Sóller.
Es uno de los puertos naturales más abrigados y amplios de Mallorca, y hasta aquí llega el tranvía de madera.
Especialmente en Port de Sóller hacía mucho calor, pasando de los 35 grados, por lo que decidimos dar un pequeño paseo alrededor de la playa d´en Repic.
La población cuenta con las típicas tiendas de cualquier zona de veraneo.
Tras un rato en Port de Sóller, volvimos a tomar la MA-10 en dirección a Sa Calobra, pero de camino nos detuvimos en el Mirador de Ses Barques, a 6 km de Sóller.
Este mirador ofrece fenomenales vistas de Port de Sóller.
Después, la MA-10 se dirige al este para atravesar la sierra de Son Torella y, a 16 km de Sóller, hay una carretera secundaria hacia el norte que llega hacia el punto más elevado de la isla, el Puig Major (1445 m), de acceso prohibido por pertenecer al Ejercito y estar coronado por una base de telecomunicaciones.
Desde allí, la carretera bordeada los emblases de Cúber y Grog Blau.
Al pasar los encoros, la MA-10 se bifurca y tomamos a la derecha la carretera que baja hacia la Sa Calobra, una playa de cantos rodados y grava. Para acceder a ella hay que recorrer una carretera de 14 km que desciende 900 metros de altura hasta el mar, con doce curvas de 180 grados y, una conocida como el nudo o Nus de Sa Calobra, de 360º.
La carretera está llena de coches, la mayoría de alquiler. La bajada lleva sobre unos 20-25 min, y al llegar abajo hay que aparcar el coche, ya sea un parking de pago o aparcándolo en las cunetas.
Optamos por la segunda opción, y caminamos los últimos 150 metros hasta llegar a la cala de Sa Calobra, de cantos rodados. A cala también se puede llegar por medio de un barco que parte de Port de Sóller.
Continuando hacia el oeste hay un serie de chiringuitos de playa, y siguiendo un poco más se llega al Torrente des Pareis. Para acceder a la playa hay atravesar distintos túneles en la roca, pues la cala se encuentra entre dos paredes de montaña. La cala es muy bonita, pero como playa en sí es incomoda al ser de piedras.
Nos deleitamos contemplando el paisaje, tomando unos granizados en un bar.
Tras un rato de descanso efectuamos la subida con el coche y nos llevaría sobre unos 30 minutos para unos 14 km, recordad que la carretera está llena de curvas y los coches van en filia india unos detrás de otros.
Regresamos a la MA-10 y nos acercamos al Monasterio de Lluc, que desgraciadamente encontramos cerrado. Como era un sitio que teníamos ganas de visitar, nos acercamos de nuevo en la etapa 9, donde explicaré el santuario de Lluc. Tras esta pequeña decepción, regresamos al apartamento en Alaró.
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