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18 de agosto, jueves
VIAJE EN AUTOBUS LIMA-PARACAS
Debido al jet lag nos despertamos a las 5:30 y menos mal porque la noche anterior me había equivocado y habia puesto la alarma del despertador a las 6:45 en lugar de las 5:45. ¡Cosas del empanamiento de los vuelos transoceánicos!
Tras ducharnos relajadamente y cerrar maletas bajé a imprimir los billetes en recepción aunque me tocó esperar un poco porque la familia de italianos, una pareja con su hijo pequeño, también habían madrugado, me habían ganado por la mano para hacer el check out y estaban discutiendo con el conserje nocturno la factura del hotel. Pero a eso de las 6:30 estábamos saliendo del hotel. Nos dirigimos a la estación de Cruz del Sur por unas calles de Lima que ya mostraban una actividad febril, y es que como he dicho en la introducción, ¡los peruanos madrugan mucho!
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Cerca de la estación empezamos a ver el paisaje habitual de muchas calles peruanas: una pléyade de vendedores ambulantes de las más variadas mercancias y una fila de puestos ambulantes de comida donde los más madrugadores estaban desayunando camino al trabajo.
La estación de autobuses, un funcional edificio acristalado, estaba atestado de algunos clientes peruanos pero sobre todo de turistas formando varias colas, todos con cara de despistados y con pinta de "no sé si ésta es la cola correcta". Y es que la estación no tenía paneles informativos! y las salidas se anunciaban por megafonía. En todo caso preguntando se llega a Roma y en informacion primero nos remitieron a un mostrador para facturar las maletas. Y es que en todos los trayectos de Cruz del Sur hay que facturar la maleta como en un aeropuerto. Se entrega a un operario que la etiqueta y te da el resguardo y luego la amontona o la deja en una esquina aparentemente al azar. Siempre me fui de todos estos mostradores con la sensacion de que veía mis maletas por ultima vez pero tengo que decir que en ningún viaje perdieron ninguna de nuestras cosas así que el sistema, aunque rudimentario, funciona.
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Por megafonia avisaron de la salida del autobus de las 7 a las 7:15 y una amable operaria me indicó que el de las 7:30 también saldria retrasado asi que aprovechamos para ir a uno de los puestos callejeros de comida (la cafeteria estaba cerrada) e improvisar un desayuno a base de cafe malo y bollo duro. Tambien tengo que decir que en todas nuestras vacaciones ningun autobus de Cruz del Sur salió a la hora anunciada así que no os estreseis si vais con retraso...
A eso de las 7:45 desde megafonia anunciaron que nuestro bus iba a salir desde la puerta 2 (la cola estaba en la puerta 1) y alli nos encaminamos todos. Antes de entrar al bus, un operario revisó nuestros pasaportes y comprobó que coincidian con los datos que ayer había introducido con tranto trabajo, nos comprobaron las mochilas, nos pasaron un detector de metales y, una vez en el autobus, otro agente nos grabó en video. Nos quedamos extrañados de tantas medidas de seguridad pero fueron las habituales en todos los viajes.
Los autobuses de Cruz del Sur son magnificos, mucho mejores que los de nivel similar en España. Habitualmente son nuevos, de dos pisos, con una zona VIP en el nivel inferior con asientos más anchos y reclinables casi hasta la horizontal y una zona normal en el superior que la verdad es que ya es muy cómoda. Además llevan 2 conductores que se turnan cada 4 horas y azafata ("terramoza" según su terminología) y dan comida y bebidas durante todo el viaje, proporcionan manta y almohada si el viaje es nocturno, todos tienen baño y por supuesto ofrecen películas durante todo el trayecto. No probamos otras empresas de autobuses en el Perú (que las hay y muchas) pero mi opinión sobre Cruz del Sur no puede ser mejor y los recomiendo encarecidamente.
Separados en el autobus, mi mujer e hijo iban delante y a mi me tocó detrás junto a... ¡la familia de italianos que estaban en nuestro mismo hotel! Nos quedamos mirando y nos reconocimos de la recepción, nos presentamos, confirmamos que todos teníamos Paracas como destino y nos extrañamos de las casualidades que tiene la vida. Aún nos íbamos a extrañar mucho más a lo largo del viaje...
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Paracas está a 266 km al sur de Lima y el trayecto duró 3h y media. Al principio el autobus se sumergió en el intenso y caótico tráfico limeño mientras sorteaba motocarros y vendedores abundantes, fauna que aprovecha todo semáforo peurano para buscarse la vida: periódicos, baratijas, bebidas, bocadillos, etc, ¡todo se puede vender en un atasco en Lima!
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Pero a los pocos kilómetros atravesamos los suburbios de Lima, una interminable sucesión de casas de una planta, con el habitual aspecto de no haber sido terminadas, que cubrían el terreno hasta donde alcanzaba la vista ascendiendo por las laderas de las colinas y formando caóticos barrios sin apenas urbanizar, con calles de tierra sin aceras, miles de cables apoyados en postes de madera, perros callejeros y mucha basura abandonada en las calles, con un aspecto muy similar al de las favelas brasileñas. Y es que aquí parece que era donde vivían gran parte de los 10 millones de limeños. Desde luego, Lima no nos estaba ofreciendo su mejor imagen...
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Poco después dejamos la ciudad. La carretera era una autovia de pago bastante mala que discurría junto al mar dejando a nuestra izquierda un paisaje muy árido de colinas marrones y sin apenas vegetación: el desierto de Perú. En este desierto es donde empezamos a ver las primeras "invasiones", los asentamientos irregulares formados por colonos usurpadores de tierras de los años 60 de los que hablé en la introducción. La imagen no podía ser más mísera, ¡y había decenas de ellos! ¡Estabamos entrando en contacto de manera brutal con la realidad de Perú!
Durante el trayecto fui hablando con la familia de italianos que eran de Milán. El padre, alto, moreno y muy simpático, se llamaba Michelle y trabajaba en un proyecto de páginas web. La madre, rubia de ojos claros y Giulia de nombre, trabajaba en una consultora. Ambos tendrían unos treinta años y viajaban con Filippo, su hijo de 9 que hablaba un inglés excelente. Comentando con Giulia, que era la planificadora del viaje, nos dimos cuenta que habíamos planeado la misma ruta en nuestos primeros 3 dias así que probablemente ibamos a coincidir en algún sitio más hasta Nasca .
RESERVA NACIONAL DE PARACAS
Paracas es un pequeño pueblo de apenas 4000 habitantes, capital del distrito homónimo, en la provincia de Pisco, dentro del departamento de Ica. Se ubica en una pequeña bahía resguardada de las inclemencias metereológicas por una pequeña península que le proporciona un clima suave y agradable aunque ventoso y hace de él un codiciado destino veraniego. Por eso dispone de varios hoteles, club náutico, balnearios y muchas segundas residencias de limeños desahogados.
En quechua el nombre de Paracas significa “lluvia de arena” ya que es habitual que el viento provoque violentas tormentas de arena en esta zona.
Aparte del clima, los principales atractivos turísticos del pueblo son la Reserva Nacional de Paracas (una zona del desierto declarada parque natural protegido) y las Islas Ballestas (unas islas cercanas en las que viven miles de aves, pingüinos, leones marinos, delfines y otras especies animales).
La estación de autobuses de Cruz del Sur estaba en obras y en sus instalaciones provisionales situadas en las afueras del pueblo desembarcamos y nos pusimos a la cola para reclamar nuestras maletas mientras nos despedíamos de nuestros amigos italianos que se dirigian a su hotel (y a la excursion que habían reservado desde Italia y que nosotros teníamos aún que contratar).
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Para los peruanos, Paracas también es famoso porque en esta ciudad se produjo el 7 de septiembre de 1820 el desembarco de los seis navíos del Ejército Libertador al mando del general José de San Martín como parte de la Expedición Libertadora del Perú. Junto a la estación se levanta un exótico monumento que conmemora dicha efeméride.
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Mientras hacíamos cola, unas chicas nos ofrecieron hacer la excursión de la Reserva Nacional en un minivan con guía por 35 soles por persona. Como el precio era el que esperábamos, aceptamos. Tras sacar gorro y protector solar, dejamos las maletas en la misma consigna de la estación (si se puede llamar consigna a una cabaña de cañas sin puerta) mientras las chicas seguían reclutando un heterogéno grupo de varias nacionalidades de unos 15 turistas.
Nuestro guía se llamaba Luis. Era un joven con escasos rasgos indígenas, de unos 35 años, moreno, con el pelo recogido en una coleta, tez tostada, barba de 3 días, chaleco multibolsillos de explorador y un acento parecido al argentino. Nos dió un pequeño discurso de introducción con varios comentarios irónicos y socarrones, de esos que sólo le salen a un guía si lleva haciendo el mismo tour demasiado tiempo y la verdad es que la primera impresión fue que ibamos a ser guiados por un chulo. Afortunadamente, tras conocerle mejor, nos pareció un tío amable y un buen guía, aunque un poco pesadito en las explicaciones y con un objetivo primordial en la vida: obtener una gran propina
Montamos en la minivan y enfilamos la carretera hasta la caseta del entrada del parque situada a apenas 3 kilometros del pueblo donde pagamos el ticket de entrada al parque (10 soles adultos, 3 soles niño).
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Cada guía hace la visita como le da la gana. El nuestro hizo la primera parada del circuito turístico en el Yacimiento Fósil, en la carretera de entrada al parque. Esta zona es el primer contacto con el desierto. La carretera esta hecha con la sal procedente de las salinas de Otuma, que están en la misma carretara unos kilometros más adelante y que no visitamos. Es curioso raspar el supuesto asfalto y comprobar que es blanco y salado . Nuestro guía arranco unas rocas del arcén para comprobarlo, algunas de las cuales presentaban las típicas cristalizaciones cúbicas del cloruro sódico. Allí Luis nos dio unas nociones sobre el clima del desierto y una explicación científica de la falta de precipitaciones de la zona y luego nos dejó sueltos un rato. Justo en esa zona, el suelo presenta miles de fósiles marinos ya que hace millones de años, el área estaba cubierta por el mar.
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Volvimos a la minivan y recorrimos un accidentado tramo de desierto hasta llegar a nuestra segunda parada, una colina junto a una pequeña bahia rocosa junto la playa de Yumaque. Desde lo alto de la bahía se podía sentir la desolación del paisaje desértico en claro contraste con las olas que golpeaban un pequeño entrante de mar rodeado de acantilados.
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En uno de ellos habia un grupo de pelícanos descansando.
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Luego nos dirigimos hacia Lagunillas, un pequeño entrante del Pacífico que forma una bahía muy tranquila con playas dominadas por aves marinas. En su vertiente más meridional hay varios restaurantes turísticos donde aprovechamos para comer. En su aparcamiento había más pelícanos buscando comida y en una de sus playas habia pingüinos en unas rocas.
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Comimos en el restaurante El Che, un sitio agradable aunque un poco turístico donde probamos un cebiche y las famosas conchas de Paracas (pequeñas vieiras gratinadas con queso). Aquí también probamos la dulzona Inca Cola que no nos gustó nada y decidimos evitar el resto del viaje.
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Junto a la bahia de Lagunillas está la Playa Roja, llamada así por el color de su arena y de los pequeños acantilados que la rodean.
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Años atrás los tours se acercaban a la Catedral, un arco de roca formado por la erosión del mar y el viento que recordaba a las cúpulas de las catedrales pero como se derrumbó en el terremoto de 2007, el paisaje ahora ya no merece la pena y nosotros no lo visitamos.
Por último en nuestro viaje de vuelta pasamos junto al Museo de la Reserva Nacional de Paracas que tampoco vimos.
La Reserva de Paracas es un paisaje interesante pero no nos pareció espectacular y desde luego si no hay mucho tiempo nos pareció una visita prescindible.
El minivan nos devolvió a la estacion de bus. Allí nos ofrecieron el tour de las islas Ballestas para el dia siguiente con el mismo guía por 40 soles por persona que reservamos.
También sacamos billetes para el día siguiente para el autobus con destino a Ica. Queríamos coger el de las 11:10 pero ya no quedaban billetes. ¡Menos mal que siempre había billetes para todos los destinos en Perú sin necesidad de reservar! así que nos ofrecieron plaza en uno anterior a las 10:40 (no había más, el siguiente ya era por la tarde). Ibamos muy justos de tiempo pero las chicas que vendian los billetes eran las mismas que llevaban las excursiones y nos aseguraron que no tendríamos problemas para cogerlo asi que casi mejor (20 soles por persona, unos 5.5€ cada uno).
De paso tambien nos ofrecieron la excursión Ica-Huacachina que incluía una visita panoramica a Ica, visita a una bodega de Pisco, visita al museo Regional y paseo en buggies y sandboarding en el oasis, todo ello por 85 soles por persona (24€), entradas aparte. Nos parecia un poco caro pero como ibamos con el horario justo nos pareció todo muy cómodo y lo cogimos también.
También aprovechamos para coger los billetes del bus Ica-Nasca del día siguiente. Para este no había problema. Cogimos para el de las 18:55 ya que de nuevo las chicas de la taquilla nos dijeron que llegaríamos sin problemas (35 soles por persona, unos 9.8€ cada uno)
Y con todos los deberes hechos, nos despedimos hasta el día siguiente.
HOTEL SAN AGUSTIN PARACAS
De vuelta en la estación recuperamos nuestras maletas y nos acercamos caminando a nuestro hotel que estaba a apenas 500 metros. El Hotel San Agustin es el típico resort de playa con habitaciones amplias, blancas y diáfanas con espectaculares vistas a la bahía y la puesta de sol y con los habituales servicios de cualquier hotel de playa: piscina, tumbonas, animación, etc que en invierno sobrevive con los turistas occidentales que visitan los atractivos naturales de Paracas. El hotel es precioso, tranquilo y relajante. La habitación grande y las camas cómodas, el baño amplio y la wifi potente. Un lujo de hotel, lástima de no poder aprovecharlo... La única pega era que la playa era un poco raquítica con muchos guijarros y con las aguas no todo lo cristalinas que debieran ser dado su proximidad al puerto del pueblo.
Puntuacion 5/5
Precio: 109€
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PARACAS PUEBLO
Después de descansar un rato en el hotel y mandar whatsapps, disfrutamos de la puesta de sol y nos encaminamos a Paracas pueblo para la cena.
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El pueblo de Paracas se recorre en 10 minutos. Tiene un animado paseo maritimo que a esas horas y en invierno estaba ya prácticamente desierto, con mucha oferta de restaurantes, y un par de calles centrales con algún restaurante más y cajeros automáticos pero no da mucho más de sí. Aprovechamos para reponer todo el cash que habiamos gastado en la estación comprando billetes de bus y excursiones. Por todo el pueblo hay pequeñas agencias turísticas que nos ofecían la excursión de Islas Ballestas para el dia siguiente hasta bien entrada la noche asi que no hay problemas en reservarla a cualquier hora que lleguéis.
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Cenamos en el restaurante El ancla, un restaurante olvidable del paseo marítimo donde nos cazaron ofreciéndonos pisco sour gratis y volvimos paseando al hotel a descansar mientras disfrutábamos de un fabuloso cielo estrellado con constelaciones del hemisferio sur que nunca habíamos visto como la Cruz del sur y el Centauro donde localizamos la famosa Alfa Centauri, la estrella más cercana a la nuestra situada a "sólo" 4.3 años luz del sol y que nunca antes habíamos tenido la oportunidad de ver .