Nuestro primer día en Praga lo queríamos comenzar haciendo un tour guiado por la ciudad. Lo hemos hecho en otras ciudades y es una manera amena de ponerte en situación y aprender algo de historia del sitio que vamos a visitar. Nos fuimos a la Plaza de la Ciudad Vieja, de donde salen la mayoría de los tours, y como era temprano aprovechamos para hacer unas fotos.
Enseguida nos empezaron a abordar empresas para hacer tours. Nosotros solo conocíamos a los de Sandemans, que era con quien habíamos estado en Berlín y Edimburgo y nos había gustado. Nos acercamos a donde estaba el grupo de Sandemans a preguntar por su recorrido para comparar con las otras empresas que se nos habían acercado, pero parece que le sobraban clientes, porque nos dijeron que si lo íbamos a hacer con ellos que se lo dijéramos en ese momento, que tenían muchas reservas. Conclusión, con la de empresas que hay (6 empresas ofrecen tours por la ciudad), no lo vamos a hacer con estos del paraguas rojo, que les sobra la gente. Nos fuimos con PRG Tours, los del paraguas morado, con tan mala suerte que apenas tenían gente y nos derivaron a la empresa Unity Tours, los del paraguas blanco y negro. La experiencia fue muy buena, con un guía muy majo que se llamaba Gorka.
Primero nos contó un poco de historia de Praga en la Plaza de la Ciudad Vieja, las guerras husitas, las defenestraciones,… Después fuimos al barrio judío, al Rudolfino con vistas al castillo, donde nos explicó algunas historias y anécdotas muy interesantes. Hicimos una parada en un bar que se llama Kynspersky Pivovar, donde nos tomamos una cerveza semioscura que estaba muy buena. Luego volvimos a la plaza para que nos explicaran el reloj astronómico. Seguimos por el Teatro Estatal, donde se rodó la película de Amadeus, y por último nos explicó algo del periodo comunista en la plaza de Wenceslao. Un tour muy recomendable. Como en todos los tours gratuitos al final se paga la voluntad, lo que cada uno quiere o puede, en este caso tanto en euros como en coronas. A diferencia de los tours de Sandemans que había hecho, en esta ocasión el guía no era muy pesado recordando que tuviéramos en cuenta lo majo que era a la hora de pagar al final.
Fuimos a comer a un restaurante cercano, que nos recomendó Gorka, y que yo ya llevaba apuntado del foro, U Provanice. Pedimos dos cervezas y una bandeja de carne con un nombre rimbombante, que no estuvo mal, pero que me decepcionó un poco, pues llevaba más dumplings que carne. Creo que nos equivocamos un poco con lo que pedimos. Nos salió por 482 coronas.
Salimos del restaurante y nos compramos de postre un trdelnik, un dulce típico de la República Checa, que es una masa que se enrolla en un cilindro y se hace a la brasa. Nosotros lo pedimos relleno de chocolate, y nos costó 70 coronas. En Cesky Krumlov los había visto más baratos, pero no encontramos la ocasión de comerlo. Estaba muy bueno, muy esponjoso y cuando tirabas se iba desenrollando solo. Donde lo compramos lo estaban haciendo allí mismo en las brasas. Vimos otros sitios donde los tenían en una bandeja sin rastro de la brasa donde se habían cocinado, que supongo que estarían peores al llevar más tiempo hecho.
Como faltaban 5 minutos para las tres de la tarde fuimos a ver el espectáculo del reloj astronómico, a las horas en punto. Ya nos habían dicho que no era gran cosa, así que no nos sentimos decepcionados. Nos pareció curioso, sin más, con las figuras moviéndose y los apóstoles pasando. Lo mejor, el cacareo del gallo al final.
Enfilamos la calle Karlova para ir al Puente de Carlos y cruzar al barrio de Mala Strana. Según nos acercábamos al puente el gentío era más grande, cuantísima gente. Cierto que Praga es preciosa, pero con tanta gente pierde un poco de su encanto. Las únicas fotos que pudimos hacer fueron del puente hacia afuera, porque del puente solo salían cabezas.
El barrio de Mala Strana, el barrio pequeño, uno de los distritos más antiguos e históricos de Praga. En esta zona a los pies del castillo hay palacetes y casas preciosas. Visitamos la Iglesia de San Nicolás de Mala Strana, una de las iglesias más bonitas de Praga. Está considerada como una de las obras maestras del barroco en Europa Central. La entrada cuesta 70 coronas y nos encantó. Las paredes y el techo están decoradas con pinturas al fresco, y con unas cuidadas perspectivas para mirarlas desde abajo, y resultado es magnífico. Allí estuvimos un buen rato paseando por la iglesia mirando hacia arriba hasta que nos dolió el cuello.
Después nos fuimos a la Isla de Kampa, un parque junto al río al que van a descansar y a pasear turistas y praguenses. Para llegar allí pasamos por el emblemático Muro de John Lennon, lleno de pintadas con un valor más simbólico que artístico.
Descansamos un rato en el césped y dimos una vuelta por el parque. Vimos la estatua de los bebés gigantes con códigos de barra en la cara, de David Černý, los pingüinos amarillos en el río, e hicimos unas fotos del puente de Carlos desde la isla.
Volvimos a cruzar el puente, que seguía hasta arriba de gente, pero nos lo tomamos con calma, para que el paseo resultase agradable. Incluso hicimos algunas fotos.
Nos fuimos al hotel a descansar un rato y salimos a cenar al Pivovarsky Klub, una cervecería que estaba justo al lado de nuestro hotel. La variedad de cervezas de este local es enorme, tanto nacionales como internacionales. Tienen 6 cervezas de tirador, que según decían son de pequeñas cervecerías, y que las van cambiando cada poco tiempo. Para cenar, pedimos una ensalada, un salmón a la plancha y un puré de patatas, que ya empezábamos a estar un poco hartos de tanta carne. Y nos pedimos dos cervezas cada uno, de las de tirador, que en general nos gustaron mucho. Un lugar recomendable para comer o tomar una cerveza, además el camarero era muy agradable. La cuenta fue de 456 coronas.