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Nuestro último día en Tokyo había que mimetizarse con la población, y hacer lo típico, pero primero hicimos una breve parada en Shinjuku para ver las vistas desde el ayuntamiento, esta vez de día y desde la torre sur. Sorpresa incluida, se veía perfectamente el Monte Fuji! a cierta distancia claro... En el mirador había varios estudiantes haciendo entrevistas a los turistas así que estuvo divertido, te ponían hasta un traje.
Después fuimos hasta la estación de Harajuku. Desde ahí la ruta comienza al otro lado de las vías, entrando en el Meiji Jingu, el monasterio sintoísta más importante de Tokio, en el parque Yoyogui. Estaba abarrotado. En el templo vimos un par de bodas. Muchísimas niñas con los kimonos.
Saliendo del parque recorrimos la famosa estrecha calle Takeshita Dori, sin desperdicio. Después fuimos al inicio de Omotesando, que habíamos leído que había un puesto que hacían unos estupendos Takoyaki, así que compramos nuestro picnic y cruzamos por el famoso puente de Harajuku al parque. Allí se concentran numerosos freaks vestidos con extraños ropajes y los famosos rockabillies bailando como locos.
Paseíto por el parque tras la comida viendo las diversas actuaciones, y rumbo a Odaiba, para ello a coger la JR yamonote desde Harakuju hasta Shimbassi y ahí el monorraíl sin conductor (viene cada 5 minutos así que si te hace ilusión es fácil sentarse en la primera fila del primer vagón, esperas uno y ya está).
La verdad que mola la futurista Odaiba, especialmente el puente Rainbow, las vistas de rascacielos, la estatua de la libertad, el Gundam, los centros comerciales decorados de navidad…
A la vuelta paramos en Tokyo Station y allí encontramos por fin la famosa tienda con sus múltiples variedades de kitkat. Aunque más adelante veríamos en varios sitios, tantos diferentes juntos sólo fue en esta.
Hotel, cena, dormir. Y maleta, que al día siguiente partiamos a los Alpes japonenes!
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