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Con el tema de las fotos, antes os pongo un par de mapas para ubicar un poco todos los sitios que voy nombrando. Kampala, Masindi y Nakuru, aún no los he nombrado pero lo haré.
Tras agilizar nuestros siguientes proyectos, finalmente comunicamos que nos marchamos el Martes 1 de Noviembre. Jordi y Sandra se iban a un proyecto a la Isla de Mfangano y yo a Masindi en Uganda. Tras navegar por internet en un ciber (1 Sc/min), planifico la ruta que consistía en moto desde la casa dónde estaba hasta Mbita, desde allí ferry hasta Luanda, luego matatu hasta Kisumu y, desde allí, bus a Kampala. En Kampala tenía pensado estar un par de días para cambiar dinero, comprar la tarjeta del móvil y visitar algo y, posteriormente, ir a Masindi. Una vez solucionado esto, comenzamos a preparar la fiesta de graduación que sería el Viernes 28. Compramos nosotros tres bebidas para los niños, globos y varias cosas más para adornar un poco el colegio. La graduación comenzaba a las 9 de la mañana, decidimos ir al colegio a las 7 para preparar el colegio y pintar la cara a los niños.
A las 7 de la mañana estábamos camino del colegio (hay que decir que estaba a 5 minutos andando) cargados con todo el material. Allí mientras Sandra pintaba la cara a los niños, Jordi y yo comenzamos a hinchar globos para ponerlos por el colegio. Tarea un poco complicada ya que los niños se volvían locos con los globos y esperaban que uno se soltara para jugar con ellos. Terminamos antes de las 9 de todo y comenzó nuestra clase particular sobre la diferencia entre la hora y la “hora africana”. Poco a poco van viniendo los invitados. En la cocina empiezan a preparar toda la comida. Un grupo de niños desaparece porque van a llamar a unos padres (ya eran casi las 10), otro grupo de niños desaparece porque van a buscar una cabra. Llega más gente, más padres, más invitados. El tiempo sigue pasando. A las 12 yo tenía que estar en el instituto porque estaban interesados que también fuera a la graduación.
A las 11 deciden que es hora de darle te a los niños, el puerrit se había sustituido hoy por te que todo el mundo consume desde pequeño. Mismo funcionamiento del puerrit, los niños se van acercando de los más pequeños a los más mayores, en fila, cogen una taza, se la llenas, se marchan y, cuando terminan, lavan su taza en tres palanganas, y la dejan secando para que la vuelvan a utilizar. Cuando todo el mundo está con te, es la hora de sacrificar la cabra. A ninguno de los tres nos gustó la forma como la hicieron, delante de todo el mundo. Le explicamos al director que no nos parecía bien relacionar “fiesta” con “matar a un animal”. Nos dicen que allí es normal, que los niños están acostumbrados a ver morir animales en casa. Le digo que lo que no me gusta no es el matar el animal, sino el ambiente festivo que se genera alrededor. Entiende mi postura y dice que se plantearán hacerlo dentro de la cocina otros años. Que yo sepa, nadie dije “que se adapten a nuestras costumbres”, “que se vayan a su país”, ni frases tan españolas
Finalmente empieza la ceremonia a la 1 (con cuatro pedazo horas de retraso). Lo primero, el director de la escuela hace un pequeño resumen de lo que ha sido el curso, de los objetivos para el siguiente curso, agradece a los padres la confianza depositada en la escuela y, antes de terminar, sacó pecho con los tres voluntarios españoles que estábamos allí. Luego fue el turno de los niños cantando las canciones que tenían preparados ellos para la graduación, y las canciones que les habíamos enseñado nosotros. Al césar lo que es del césar, Jordi y Sandra les enseñaron varias canciones, y yo sólo dos. Pero los mejores momentos fueron con una canción mía (sí, sí, como lo leéis, el “Esta si, esta no, esta me gusta me la como yo”) y, la mejor sin duda, la que le enseñaron ellos que yo no conocía, pero todos los catalanes que lean esto seguro que sí: el Joan petit. Después, vienen las canciones suyas, cantadas en luo (su idioma local) y que los invitados que había se acercaban y le iban dando dinero a los niños.
Lo siguiente era ya la entrega de diplomas a los niños que acaban algo así como parvulitos, y pasan a primero. Está muy bien porque todos los niños del colegio desfilan por delante de ellos y los acompañan hasta la mesa donde les dan los diplomas. Con eso finalizaba la graduación. Los niños acudían a comer, de los más pequeños a los más mayores mientras que el director del colegio se quedaba hablando con los padres e invitados para intentar recaudar dinero para la escuela.
Sobre las 4 de la tarde, el director del colegio me dice de irnos al instituto a la graduación, que empezaba a las 12…..cuando le digo que estaba sorprendido por los retrasos y, de haberlo sabido, hubiéramos ido más tarde al colegio me responde, bromeando, que el horario estaba bien, que la graduación empezaba a las 9 “hora africana”. Vamos hasta el instituto en moto y allí estaba terminando la graduación. Me quedo hablando un poco con los alumnos que estaban contento porque, este curso que ha terminado, sólo podían estudiar dos cursos pero el año que viene podrán hacer tres, por lo que no tienen que dejar el instituto. Entre todos los alumnos que me presentan, había un chico y una chica que no tenían claro sí podrían estudiar al año siguiente. ¿El motivo?, la matrícula cuesta unos 200€, el sueldo de un profesor es de 40€/mes, y ambos eran huérfanos y este año habían podido estudiar gracias a una recolecta, y que ahora tienen que empezar a hacer otra para el próximo curso. Ahí me llevo un palo gordo porque te das cuenta que 200€ nos lo podemos gastar fácilmente cuatro o cinco amigos en irnos de copas un fin de semana. Me comprometo con ellos en pagarle, al menos, una matrícula recolectando dinero a mi vuelta a España. Eso sí, la idea que tengo es que la gente ponga 2 o 3 euros, que mucha gente ponga poco dinero antes que uno se venga arriba y diga “toma 100 €”. En nada empiezo con ello, lo digo por si alguno se anima.
De vuelta a casa os vamos los tres españoles a tomar algo al Kaswanga, la mejor coca cola que me he tomado en mi vida!! En plan “trabajo finalizado”. Vemos un cartel de una fiesta que hay al día siguiente en Mbita, por supuesto que decidimos ir como fin de fiesta.
El sábado por la tarde nos fuimos en moto a Mbita, buscamos el lugar de la fiesta y nos vamos a picar algo. Buscamos en los puestos callejeros y cenamos una especie de pincho de carne que venden. La verdad es que en Kenia era la primera vez que lo veíamos, pero en Uganda es muy normal eso. Mientras cenamos sentados en un banco, las personas de alrededor se sorpreden de nosotros y nos invitan a comer de su comida y se interesan por conocer que carajos hacen tres blancos allí. Después nos vamos a un bar, compramos una botella de ginebra Gillbeys, con Bitter lemon y empezamos a entonarnos. De allí a la fiesta que estaba al lado, a sorprendernos de que la gente liga “estilo cabra” (ríete tu del regeton), y nos volvemos a casa sobre las 2 o 3 de la madrugada…con una buena tajada. Eso sí, las negociaciones con las motos fueron complicadas porque aprovechan que no es difícil el transporte. Te suelen pedir 300 Sc (el viaje normal, cuesta 100 Sc) y, tras mucho negociar, la mía la conseguí por 150 o 200 Sc.
El lunes, que era nuestro último día, decidimos hacer la cena. Intentamos hacer tortilla pero no hubo forma de que saliera debido a que no tienen sartenes. Así que hicimos una especie de revuelto. Después de cenar cerramos que vengan tres motos a por nosotros, dos a las siete, que es a la hora que tenían que marcharse ellos, y otra a las 8 para mí. Me voy a mi casa y paso, probablemente, la peor noche de todas las que estuve en África ya que, en el mismo lugar que tres semanas antes quería marcharme…..ahora resulta que me tengo que marchar y no quiero hacerlo porque sé que nunca olvidaré lo vivido allí, ni a la gente que me acogió, ni mucho menos a Jordi y Sandra.
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