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Al bajar del ferry en Mbita, lo primero subir a una moto que me llevara hasta Rusinga. La primera moto me pide 150 Sc, le digo que no, que no soy nuevo, que sé que vale 100 Sc. Se rie como reconociendo que lo han pillado. Le digo que voy a pillar otra moto, que no me fio de él y me dice que me lleva por 90 Sc. Lo acepto pero le pago 100 Sc. Compruebo que en un mes, la carretera que va desde Mbita a Kaswanga ha mejorado considerablemente. Dudo si es que ya soy medio africano y me he acostumbrado a esas carreteras o es real, me dicen que sí, que la han renovado.
Nada más bajar de la moto en Kaswanga escucho a lo lejos “Ricadroooooooo” y veo unos cuantos niños corriendo. Me sorprende que se acuerden de mi después de un mes, al final va a ser verdad lo que me dijeron en Uganda de “En Europa os olvidáis de la gente, en África no”. Se me abalanzan varios niños y me piden globos!!. Todavía se acordaban de los globos de la graduación!!!. Les digo que no tengo y me apunto, para mi próximo viaje, llevar un cargamento de ese plástico tan insignificante para nosotros, pero que tanto les gusta.
La estancia poco dio de sí. Al día siguiente me marchaba, era solo saludar. Aun así, aproveché para ir a Mbita, buscar un ciber, y planificar bien mi llegada hasta Nairobi. Quería ir a Nakuru dónde había quedado con Jordi y Sandra. La opción más directa era volver a coger el ferry, matatu hasta Kisumu y bus hasta Nakuru. Pero, en la oficina de correos de Homa Bay, tenía un paquete que me habían enviado desde España pero llego cuando ya me había marchado de Kenia. El problema de Homa Bay es que luego tenía que ir a Kisumu para tomar el autobús a Nakuru…demasiadas horas.
El Sábado por la mañana, a las 8, ya estaba listo para ponerme en marcha. ME vuelvo a despedir de Jane y Michael y me marcho caminando hasta Kaswanga. Moto hasta Mbita que me deja junto a la matatu de Homabay (opté por esta opción). Matatu africana también, 26 personas!!!, 3 de ellas fuera de la matatu agarrados a la puerta (kafkiano total). En hora y media estábamos en Homa Bay. Nada más bajar de la matatu me pregunta un chico si quiero ir a Nairobi, le digo que no, que voy a Nakuru y me dice la matatu que es, que tarda unas 5 horas. Le pregunto a qué hora sale y me dice que puede esperar una hora, le digo que voy a correos, me dice que me espera, y me indica cómo llegar a la oficina.
La oficina estaba a 10 minutos andando. Como no acabo de encontrarla le pregunto a un señor que me dice que me he pasado. Me indica como llegar y me pregunta si le molesta que me acompañe. Le digo que no y me deja en la misma puerta. Allí cojo el paquete (un powerbank solar, todo sea dicho) y vuelvo a dónde sale la matatu. Como voy bien de tiempo, me fumo un cigarro y me indican que en cuanto me lo fume salimos, que da igual que sólo seamos otra chica y yo.
Tras las cinco horas de rigor con mil paradas, lo normal en una matatu, llego a Nakuru. Jordi me había dicho que el hotel estaba cerca de dónde paran las matatus. Ellos estaban fuera y tardarían un poco en llegar aún. Voy al hotel, les pido habitación, y bastante aceptable (muy bien en relación calidad precio). Aprovecho para ducharme y me voy a dar una vuelta por el mercadillo que tenía en la calle. Unas dos horas después llegan ellos y nos vemos en el bar del hotel que estaban haciendo el Barcelona- Real Madrid. Casualidades del destino, me dieron la habitación continua a ellos.
Al acabar el partido nos vamos a cenar, y luego a tomar algo a algún pub. Lo primero que me sorprendió de un pub superluminoso que fuimos es que la gente sólo miraba el fútbol, pasaba de la música y de todo. Luego que como éramos blancos, sólo les faltó tirar a alguien de una mesa para que nos sentáramos nosotros. Como no nos acabó de converncer el sitio, cambiamos y fuimos a otro pub dónde podíamos hablar tranquilamente y beber la botella de gilbeys con los better lemon. De ahí, tras contarnos las mil historias vividas, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente por la mañana, el cajero no me daba dinero. Había un error y parecía que era generalizado para todo el mundo. Fuimos buscando otro cajero hasta que dimos con uno que, según ellos, “nunca fallaba” y así fue. Después acudimos al supermercado a comprar algo para ellos y al hotel a recoger nuestras cosas. Después de comer, yo me marcharía hacía Nairobi y ellos se marchaban a pasar la noche al cráter de Menengai.
Durante la comida me recomendaron parar, de camino a Nairobi, en el lago Elementaita, que es gratis y merece la pena la visita. Desde allí, que cogiera bus o Matatu hasta Nairobi o, en su defecto, hasta Naivasha y allí bus. Me comentaron que habían hecho autostop y que es una pasada porque, al ser blanco, te suelen llevar sin problemas. La verdad es que, después de la noche de Luanda, me animé a irme hasta Nairobi haciendo autostop ya que era lo único que me faltaba para poner broche de oro.
Después de comer, era momento de marcharse. Esta despedida sería más dura porque a Jordi y Sandra ya no los vería en mucho tiempo. Hasta que ellos volvieran a España o hasta que nos volviéramos a encontrar por algún país perdido del mundo. Me sorprendió que para mí fue menos duro de lo esperado, sabía que no era un adiós, era un hasta luego. Me acompañaron hasta la matatu y, ahora sí, nuestros caminos se separaron.
Al dejarme la matatu en la carretera que llevaba al lago, negocie con una moto ida y vuelta. N me convencía el precio, así que dije que no y comencé a caminar camino al lago. Sucedió lo que sabía que sucedería. Cuando llevaba 10 minutos andando se me acercó una moto que acepto el precio que estaba dispuesto a pagar. Me llevó hasta el lago, se quedó un rato por allí mientras tomaba fotos, y nos volvimos. El lago merece la pena, pero hay que ir con tiempo. Está lleno de pelícanos y flamencos y, con un poco de suerte, puedes ver el movimiento sincronizado de ellos. El tiempo meterológico no acompañaba, así que en unos 20 minutos le dije de volver.
Al dejarme junto a la carretera estaba pensando hacer autostop, pero en nada sería de noche y no me quería arriesgar a quedarme allí. Me subí a una matatu camino de Nairobi que poco después me cambiaron a un autobús (cosa normal allí el cambio que te hacen de matatus durante un trayecto). Llegué a Nairobi ya de noche cerrada. No tenía alojamiento pero decidí ir al hotel dónde estuve los primeros días. Ese hotel cutre, en zona cutre, que ocupé con ganas de llorar y preguntándome que carajos hacía allí. Estaba cerca de dónde me encontraba, a unos 15 minutos andando. Lo encontré sin dificultad, pedí una habitación y me di cuenta que no había rastro alguno de los miedos del primer día: ni zona, ni habitación cutre...ni nada de nada. Recuerdo que lo escribí en Facebook, que incluso puse que hasta me parecía que había más luz en la zona, y un amigo, acertadamente, me escribió “hay más luz, pero no en la zona”.
Al levantarme a la mañana siguiente me quedaban sólo dos días en Nairobi. No quedaba tiempo para nada más que comprar recuerdos y ver algo de la ciudad. Decidí ir a ver el museo del ferrocarril, y dejar las compras para el martes por la mañana. Me puse mi google maps para ir a ver el museo pero, con la manía de “camina hacía el suroeste, gira por Kaisungu road” y teniendo en cuenta que la brújula me la había dejado en casa y no habían estrellas para orientarme…pues me fui en dirección contraria por lo que me quedé sin ver el museo peeeeero, a cambio, sí que atravesé un barrio musulmán puro y duro. Cuando reconocí que me había perdido y que estaba en la otra punta, decidí volverme hacía el hotel.
Por la tarde vino a verme una amiga que había conocido por internet. Pasamos la tarde juntos, fuimos a un supermercado para comprar te y café para traerme a España, cenamos algo, nos tomamos algo en un pub, y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, después de desayunar, ella me llevó a una zona dónde podía comprar recuerdos. Zona de venta pare kenianos, así que los precios eran baratos. La zona era dónde acudía a comprar la gente que tiene tiendas, por lo que es difícil que te vendan sólo una cosa. Compré varios brazaletes, pendientes, collares y demás recuerdos para familia y amigos. Después, con el dinero que me sobraba, le dije de cambiarlo. Fuimos a una casa de cambio y aproveché para cambiar los Sc de Uganda también. Después, nos volvimos hacía la zona del hotel. Un policía me pidió el pasaporte (la primera vez que me lo pedían en dos meses) y, al ver que era español, sin ni tan siquiera abrirlo, me suelta un “los europeos sois unos caballeros, continua y ten cuidado”..me dejó un poco que no sé por dónde iba.
Después de comer acudimos al hotel, pedí que me mandaran un coche para el aeropuerto y Keshya (mi amiga) se esperó hasta que llegó el coche. Mientras esperábamos, le comenté que se podía dedicar a recibir a europeos, que cobrara 30€ por ejemplo por todo el día, y que les facilitara las cosas porque el contraste es muy fuerte. Que simplemente le acompañara al hotel, le ayudara a comprar una tarjeta de teléfono, le ayudara a coger un bus si era necesario, le llevara a comprar recuerdos, etc. Me dijo que perfecto, que era una buena idea pero no sabía cómo hacerlo.
Llegó mi coche, me despedí de Keshya que se iba a coger la matatu que le llevaba a Eldoret. Con el conductor del coche que me llevaba al aeropuerto estuvimos hablando de la diferencia entre Africa y europa y mi experiencia. De repente, mientras estábamos en el monumental atasco, me dice que si me importa ir en otro coche. Le digo que sin problema pero que no le voy a pagar al otro, me dice que no me preocupe que ellos se apañan. Hablan y me cambian a un coche mejor. El “truco” es que ese nuevo coche iba al aeropuerto a esperar a viajeros, y así aprovechaba el viaje. Charreta amigable con él también.
Al entrar al aeropuerto, comienza la diferencia total entre aeropuertos europeos y africanos (o, al menos, keniano). Lo primero que hay que pasar un control por dónde sólo pueden pasar coches con el conductor. Nosotros tuvimos que pasar andando por una caseta dónde no te piden nada, sólo pasas un detector de metales. Después subes al coche y te lleva hasta la terminal. Me despido del taxista que me trae un carro para las maletas y compruebo que faltaban, aún, unas 5 horas para salir mi vuelo.
En la terminal desde dónde salía, sólo estaba mi vuelo y otro a Amsterdam a la misma hora. Así que desértica estaba la terminal. Para entrar dentro del edificio, tienes que pasar un control de seguridad. Pregunto antes si puedo facturar ya y me dicen que sí. Paso el control y me doy cuenta que en los mostradores de British no hay nadie. Prefiero esperar dentro para no salir con todo el equipaje peeeeeero, resulta que en el edificio SOLO hay los mostradores de facturación, ni tiendas ni nada de nada. Tengo suerte porque en menos de media hora ya estaban facturando. Facturo, me dan las 3 tarjetas de embarque para todos los vuelos y el chico me pregunta si voy a Alicante, le digo que sí y me pregunta por el equipo de fútbol de la ciudad. Le digo que el Hércules que, lógicamente, no tenía ni idea pero le digo que le ha tocado en la copa con el Barcelona, sonríe y nos ponemos un poco a hablar de fútbol.
Con todo facturado intento salir fuera de la terminal pero no hay salida. Voy al mismo lugar por el que he entrad, le explico que queda mucho para mi vuelo, y me deja salir. Fuera del aeropuerto me lo recorro de arriba abajo mil veces, me voy a tomar un café a una cafetería, observo como salen los “muzungos” europeros del aeropuerto, me doy más vueltas para fumar, ceno en la misma cafetería hasta que, una hora antes, me voy a la terminal para despedirme ya de África.
Paso el control de seguridad sin problemas, voy al control de pasaporte que, simplemente, te lo sellan, y ya no hay más controles, entro en el duty free directamente. Busco la puerta que me toca entrar y espero allí un rato. Abren la puerta, revisan tu tarjeta de embarque y pasas al control de seguridad con escáner corporal. En ese control me quitan el mechero, me dicen que no puedo llevarlo. Me pongo las botas, el cinturón, la chaqueta, salgo del control y, ¿a qué no sabéis que me encuentro?, otro control de seguridad!!!. Vuelta a quitarme todo y a volver a pasarlo. De allí, directo al avión.
El avión estaba lleno. Me toca pasillo central así que no iba a ser muy incómodo el viaje…a no ser por el tio que tenía delante que lo primer que hizo fue bajar el respaldo y me toco comerme 8 horas del cogote del tío en mi boca. De todas formas, viaje de pensar todo lo vivido, lo que había hecho, las experiencias nuevas, lo aprendido, lo que he echado de menos…en definitiva, para no engañarnos, 8 horas de lágrimas intentando salir por mis ojos debido a la tristeza de despedirme y a lo vivido y aprendido en mi primera experiencia como voluntario.
Finalmente aterrizamos en Londres. Como tenía 6 horas hasta mi próximo vuelo no iba a ir directamente a la terminal para embarcar, preferí salir fuera, que me diera el aire, fumar y todo eso. Cuando alcanzo la puerta del avión y doy las gracias a la tripulación para salir, nada más entrar en el finger, me doy cuenta que estoy que no quepo por el pasillo. La cabeza muy muy alta y una sensación alucinante. Pasas control de pasaportes, que es muy rápido y, como las maletas iban directas a Alicante, camino de buscar wifi y salir de la terminal.
Al salir del edificio compruebo que es de noche y que hace un frio importante, por lo que la chaqueta comprada en Uganda estaba haciendo su papel. Compruebo que hay una zona de fumadores con wifi, ¡qué más puedo pedir!, pido fuego y conecto el móvil. Instintivamente mando un whatssapp a una buena amiga diciéndole “acabo de aterrizar en Londres. A pesar de los lagrimones de todo el viaje he salido con una sensación de orgullo alucinante, con la cabeza muy alta. Me he dado cuenta que no solo no soy menos que nadie sino que soy más que muchos”…y esto igual sobraba contarlo aquí, pero me había dado cuenta que durante el viaje, el mundo que se me vino abajo en verano por varios palos muy muy gordos consecutivos, se estaba reconstruido o, mejor dicho, mi aventura me había permitido volver a reconstruir el mundo…….
Lo siguiente ya sólo es que intenté adelantar el vuelo a Madrid y me pedían 250€ (vamos, casi lo mismo que me había costado el billete completo)…y que unas 14 horas después estaba en Alicante. Creo que los detalles de los otros dos vuelos, carecen de importancia. Lo importante esta dicho. Quizás sólo falta añadir, al whatssapp comentado, el que te cambia la vida ese viaje, ya no ves el mundo con los mismos ojos..y no es un tópico, es verdad. Ahora sólo queda decidir si “sentar” la cabeza o volver a hacer otra locura de esta. Esta opción es la más posible. En cuanto recoja el dinero para los dos chavales de Kenia, a planificar otra que será, probablemente, la última.
Por cierto, he creado una página de facebook, llamada "mi mundo, mi realidad" dónde estoy colgando las fotos poco a poco.
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