Confieso que de las ciudades para visitar en un día desde Nueva York, Philadelphia era la que menos me atraía. No me importaba repetir en la monumental Washington para que mi novio la conociera o ir por primera vez los dos a Boston, pero resulta que él siempre había tenido la ilusión de visitar las escaleras de Rocky Balboa y no le discutí su elección, así que desde España compramos los billetes de ida y vuelta en la web de Megabus por tan sólo 22$ los dos. Un chollo esta compañía.
El autobús salía a las 9:15 de la mañana de cerca de los muelles de Chelsea, así que cogimos con bastante tiempo para no tener problemas en el metro. Una vez allí, compranmos el desayuno en un puesto callejero que no por el hecho de serlo fue barato: 2 donuts y un bagel de huevo, queso y salchicha nos costó 14,60$. Eso sí, grandes eran.
El viaje fue muy tranquilo y acertamos eligiendo ese día para ir porque dejamos Nueva York lloviendo. El autobús era muy nuevo, cómodo, con techo panorámico, enchufes y Wi-fi. No podíamos pedir más y menos a ese precio. En un par de horas llegamos a Philadelphia, primero para cerca de Independence Hall y después en la estación de la calle 34th, que es donde bajamos nosotros. Ya desde el autobús nos sorprendió bastante la limpieza y majestuosidad de la ciudad, una sensación que no hizo más que incrementarse a lo largo del día.
Llevábamos el mapa impreso y la ruta a pie trazada más o menos desde casa, y la primera parada por cercanía era el Museo de Arte.
Este edificio es más famoso por las carreras de entrenamiento de Rocky Balboa que por su contenido. De hecho fuimos allí para subir sus famosas escaleras y ver la estatua del boxeador.
Con el objetivo de mi chico cumplido, seguimos andando por Benjamin Franklin Parkway hasta Logan Square y luego dar con Broad St para ver sus algunos de sus murales. En Philadephia, como en Nueva York, hay bastante cultura urbana y desde los 80 se lleva promoviendo un programa especial para involucrar a los graffiteros en la decoración de la ciudad.
Dos de los murales más famosos están en la confluencia de las calles Broad y Spring Garden y otro que en el cruce de Broad y Arch St.
Desde allí fuimos andando al Hall por Broad St, donde también vimos un original mural a la altura del Hospital.
Llegamos así al City Hall, no sin antes parar en un supermercado a comprar unas cuantas americanadas de esas que no hay en España y que tanto nos gustan para comer y beber por 8,22$.
La plaza en la que está en Ayuntamiento es muy particular, con una terreno amplio donde hay un varias piezas de ajedrez y damas gigantes esparcidas y al fondo, el bonito edificio municipal.
Además en sus alrededores y patio interior había un mercadillo navideño, lo cual multiplica la belleza de cualquier edificio.
Continuamos por Market St y fuimos paseando entre tiendas y edificios hasta que nos topamos con la pequeña casa en la que Thomas Jefferson hizo el borrador de la Declaración de Independencia.
Poco más adelante están los principales monumentos relacionados con este tema, el Independance Hall y la Liberty Bell.
En esa explanada hay un pequeño museo en el que se resume breve pero comprensible la historia de la independencia y la liberación de esclavos, que sirve como buena introducción antes de entrar a ver la Liberty Bell, con acceso gratuito.
A la salida, continuamos recorriendo los edificios colindantes y de arquitectura similar y típica de la zona en el siglo XVII como LA Carpenter’s Historic House, que nos gustó mucho por fuera y por dentro y la Todd House.
De ahí subimos por 3rd Street hasta Betsy Ross House, donde se confeccionó la primera Bandera de EEUU.
Un poco más arriba, en la calle 2nd, llegamos a Elfreth’s Alley, que es considerada la calle residencial más antigua de todo EEEUU con unas pequeñas viviendas encantadores y muy representativas de la clase trabajadora del siglo XVIII.
Con prácticamente todo el itinerario cumplido, regresamos andando a la zona céntrica disfrutando de la arquitectura local por el camino hasta que llegamos a Reading Terminal Market para comer, un antiguo mercado en el que se pueden encontrar multitud de puestos que ofrecen platos internacionales y locales.
Como no podría ser de otra manera, nosotros nos decantamos por un par de bocadillos Philly Cheesesteak, la especialidad de la ciudad y que venía con patatas.
Lo acompañamos además de una pequeña ración de macarrones con queso y un refresco más el agua gratuíta que te ponen. Los bocadillos estaban espectaculares… pero seguro que nuestras arterias no pensaban lo mismo. Todo nos costó 30$ con la propina ya incluida.
Por si era poco, llevábamos anotado un puesto de donuts para probar. La primera vez que pasamos tenía una cola bastante larga y cuando fuimos después de comer apenas quedaba nada, así que nos llevamos un donut sabor gingerbread y otro llamado “Elvis’ Delight” porque ojo, combinaba en un donut los ingredientes del sándwich favorito de “El Rey”: bacon y crema de cacahuete. Una locura. Los dos nos costaron 1,80$ en total.
Continuamos dando una vuelta por los grandes edificios y tiendas de alrededor hasta que se fue acercando la hora de la vuelta. La ciudad nos parecía elegantísima.
Regresamos andando a la estación de autobús poco antes de la hora y a las 18:15 partimos de vuelta a Nueva York más que satisfechos con la visita. Philadelphia nos había sorprendido mucho, a mí en particular que era la que estaba más reacia.
Echamos un sueñecito en el trayecto y cuando llegamos nos fuimos al centro comercial Macy’s para ver Santaland, un enorme espacio que cada año montan para los niños y los no tan pequeños. Desgraciadamente, aunque el centro cerraba a las 10, esa sección lo hacía a las 9 y sólo pudimos ver la entrada porque nos lo permitió una trabajadora, pero os aseguro que prometía con todos los detalles cuidados al mínimo y los elfos pululando por los alrededores.
Y terminada la visita, ese día sí que pudimos cenar en el restaurante que se nos había quedado en el tintero el lunes, el Raw Material. Lo descubrí por casualidad unas semanas antes en internet y me quedé alucinada con su plato estrella fuera de carta: la hamburguesa bomba. Se trata de una pequeña porción de carne con pan relleno de queso líquido que estalla cuando lo cortas, una maravilla.
Pedimos un par de ellas que aunque pequeñas, fueron suficientes. El sabor era sublime. No sabemos si acabará siendo la mejor de nuestra vida, pero sí sin duda la más original. Con una buena limonada natural, pagamos un total de 44$.
Y en éxtasis turístico y gastronómico regresamos al hotel satisfechos y encantados una noche más.
El autobús salía a las 9:15 de la mañana de cerca de los muelles de Chelsea, así que cogimos con bastante tiempo para no tener problemas en el metro. Una vez allí, compranmos el desayuno en un puesto callejero que no por el hecho de serlo fue barato: 2 donuts y un bagel de huevo, queso y salchicha nos costó 14,60$. Eso sí, grandes eran.
El viaje fue muy tranquilo y acertamos eligiendo ese día para ir porque dejamos Nueva York lloviendo. El autobús era muy nuevo, cómodo, con techo panorámico, enchufes y Wi-fi. No podíamos pedir más y menos a ese precio. En un par de horas llegamos a Philadelphia, primero para cerca de Independence Hall y después en la estación de la calle 34th, que es donde bajamos nosotros. Ya desde el autobús nos sorprendió bastante la limpieza y majestuosidad de la ciudad, una sensación que no hizo más que incrementarse a lo largo del día.
Llevábamos el mapa impreso y la ruta a pie trazada más o menos desde casa, y la primera parada por cercanía era el Museo de Arte.
Este edificio es más famoso por las carreras de entrenamiento de Rocky Balboa que por su contenido. De hecho fuimos allí para subir sus famosas escaleras y ver la estatua del boxeador.
Con el objetivo de mi chico cumplido, seguimos andando por Benjamin Franklin Parkway hasta Logan Square y luego dar con Broad St para ver sus algunos de sus murales. En Philadephia, como en Nueva York, hay bastante cultura urbana y desde los 80 se lleva promoviendo un programa especial para involucrar a los graffiteros en la decoración de la ciudad.
Dos de los murales más famosos están en la confluencia de las calles Broad y Spring Garden y otro que en el cruce de Broad y Arch St.
Desde allí fuimos andando al Hall por Broad St, donde también vimos un original mural a la altura del Hospital.
Llegamos así al City Hall, no sin antes parar en un supermercado a comprar unas cuantas americanadas de esas que no hay en España y que tanto nos gustan para comer y beber por 8,22$.
La plaza en la que está en Ayuntamiento es muy particular, con una terreno amplio donde hay un varias piezas de ajedrez y damas gigantes esparcidas y al fondo, el bonito edificio municipal.
Además en sus alrededores y patio interior había un mercadillo navideño, lo cual multiplica la belleza de cualquier edificio.
Continuamos por Market St y fuimos paseando entre tiendas y edificios hasta que nos topamos con la pequeña casa en la que Thomas Jefferson hizo el borrador de la Declaración de Independencia.
Poco más adelante están los principales monumentos relacionados con este tema, el Independance Hall y la Liberty Bell.
En esa explanada hay un pequeño museo en el que se resume breve pero comprensible la historia de la independencia y la liberación de esclavos, que sirve como buena introducción antes de entrar a ver la Liberty Bell, con acceso gratuito.
A la salida, continuamos recorriendo los edificios colindantes y de arquitectura similar y típica de la zona en el siglo XVII como LA Carpenter’s Historic House, que nos gustó mucho por fuera y por dentro y la Todd House.
De ahí subimos por 3rd Street hasta Betsy Ross House, donde se confeccionó la primera Bandera de EEUU.
Un poco más arriba, en la calle 2nd, llegamos a Elfreth’s Alley, que es considerada la calle residencial más antigua de todo EEEUU con unas pequeñas viviendas encantadores y muy representativas de la clase trabajadora del siglo XVIII.
Con prácticamente todo el itinerario cumplido, regresamos andando a la zona céntrica disfrutando de la arquitectura local por el camino hasta que llegamos a Reading Terminal Market para comer, un antiguo mercado en el que se pueden encontrar multitud de puestos que ofrecen platos internacionales y locales.
Como no podría ser de otra manera, nosotros nos decantamos por un par de bocadillos Philly Cheesesteak, la especialidad de la ciudad y que venía con patatas.
Lo acompañamos además de una pequeña ración de macarrones con queso y un refresco más el agua gratuíta que te ponen. Los bocadillos estaban espectaculares… pero seguro que nuestras arterias no pensaban lo mismo. Todo nos costó 30$ con la propina ya incluida.
Por si era poco, llevábamos anotado un puesto de donuts para probar. La primera vez que pasamos tenía una cola bastante larga y cuando fuimos después de comer apenas quedaba nada, así que nos llevamos un donut sabor gingerbread y otro llamado “Elvis’ Delight” porque ojo, combinaba en un donut los ingredientes del sándwich favorito de “El Rey”: bacon y crema de cacahuete. Una locura. Los dos nos costaron 1,80$ en total.
Continuamos dando una vuelta por los grandes edificios y tiendas de alrededor hasta que se fue acercando la hora de la vuelta. La ciudad nos parecía elegantísima.
Regresamos andando a la estación de autobús poco antes de la hora y a las 18:15 partimos de vuelta a Nueva York más que satisfechos con la visita. Philadelphia nos había sorprendido mucho, a mí en particular que era la que estaba más reacia.
Echamos un sueñecito en el trayecto y cuando llegamos nos fuimos al centro comercial Macy’s para ver Santaland, un enorme espacio que cada año montan para los niños y los no tan pequeños. Desgraciadamente, aunque el centro cerraba a las 10, esa sección lo hacía a las 9 y sólo pudimos ver la entrada porque nos lo permitió una trabajadora, pero os aseguro que prometía con todos los detalles cuidados al mínimo y los elfos pululando por los alrededores.
Y terminada la visita, ese día sí que pudimos cenar en el restaurante que se nos había quedado en el tintero el lunes, el Raw Material. Lo descubrí por casualidad unas semanas antes en internet y me quedé alucinada con su plato estrella fuera de carta: la hamburguesa bomba. Se trata de una pequeña porción de carne con pan relleno de queso líquido que estalla cuando lo cortas, una maravilla.
Pedimos un par de ellas que aunque pequeñas, fueron suficientes. El sabor era sublime. No sabemos si acabará siendo la mejor de nuestra vida, pero sí sin duda la más original. Con una buena limonada natural, pagamos un total de 44$.
Y en éxtasis turístico y gastronómico regresamos al hotel satisfechos y encantados una noche más.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
• Desayuno: 14,60$
• Billetes de autobús i/v a Philadelphia: 22$
• Snack a media mañana: 8,22$
• Comida y postre: 31,80$
• Cena: 44$
Total: 106,02$