Itinerario de la jornada:
MIRADOR DE LOS CANARIOS-MIRADOR ASTRONÓMICO-AJUY-PÁJARA-MIRADOR DEL CERRO DE LAS PEÑAS-MIRADOR DE LAS PEÑITAS-RUTA VEGA RIO LAS PALMAS AL EMBALSE DE LA PEÑA-CORRALEJO.
Perfil en Google Maps (la ruta no marca la ruta hacia el Mirador de los Canarios.
El día volvió a amanecer lluvioso, pero el pronóstico del tiempo indicaba claramente que para medio día el sol luciría en el cielo. Después de desayunar, dejamos el hotel y cogimos el coche para trasladarnos hacia el norte. Nuestra estancia en la península de Jandía había terminado: bueno, casi. Todavía nos quedaba algo que visitar.
Mirador de los Canarios.
Para llegar a este fantástico mirador hay que ir por la PV-602, la antigua carretera de Jandía. Tanto si se viene del norte como del sur, hay que dejar la autovía FV-2 en la salida de Mal Nombre, no hay problema porque los carteles también ponen el dibujo de la cámara que anuncia un mirador. La pista que lleva allí y recorre el Barranco de los Canarios sale de la parte posterior de la gasolinera que pongo en el plano.
Desde la parte posterior de esta gasolinera sale la pista hacia el mirador de los Canarios, que también es posible apreciar.
Parece complicado, pero no hay pérdida. También allí existe un cartel de mirador. Hay que seguir la pista hasta el final (antes había una señal de prohibido el paso por unos desprendimientos y había que desviarse por otra pista, a la derecha, pero nosotros ya pudimos pasar por la de la izquierda sin problemas). Desde la gasolinera son cinco kilómetros hasta el mirador. La pista está asfaltada (o lo estuvo antaño), pero ahora se encuentra en estado lamentable y aparece el asfalto roto, con algunos agujeros que parecen cuevas y multitud de gravilla y piedras sueltas. Resulta un tanto incómoda por los botes, pero tras renegar de vez en cuando, con paciencia y precaución se llega arriba sin problemas en poco más de diez minutos. En fin, que yo no iría caminando.
Rumbo al Mirador de los Canarios.
Al final de la subida, hay un aparcamiento. Por aquí vimos muy poca gente, la zona estaba mucho menos concurrida que Cofete. Cuando salimos del coche, casi se nos lleva el viento: ¡madre mía, qué vendaval! Pero las vistas… ¡magníficas! Una maravilla. Se apreciaba todo el arco de Cofete. Las fotos dicen una cosa, pero la realidad es mucho más.
La pista sigue unos metros más, ya en un tramo impracticable para un turismo. Hay que dejar el coche en el aparcamiento y subir a pie hasta lo alto, no son más de 500 metros y merece muchísimo la pena: desde arriba se ve toda la costa central y el norte de la isla en un panorama asombroso. Si coronas el acantilado (mi marido lo hizo) verás todo de un lado a otro, pero yo no pude acceder a lo alto del risco. No era especialmente peligroso, pero me dio vértigo aunque no suelo tener. Quizás me pasó factura el agujero vertical que se abría a mis pies o también influyó que no me había puesto las botas de montaña y notaba el piso resbaladizo por las piedrecitas. Sin embargo, lo que vi desde el lugar al que llegué me compensó con creces.
Pista inaccesible para turismos que sube hasta el risco (hay que ir a pie, muy recomendable subir).
Nos encontraremos unas vistas maravillosas hacia el norte de la isla.
También se veía la pista que nos había traído hasta el mirador con su árido paisaje.
Y el Arco de Cofete incluso con el aparcamiento formaban una estampa espectacular.
Nos encontraremos unas vistas maravillosas hacia el norte de la isla.
También se veía la pista que nos había traído hasta el mirador con su árido paisaje.
Y el Arco de Cofete incluso con el aparcamiento formaban una estampa espectacular.
Lo recomiendo: no os perdáis este mirador. Es impresionante. Incluso si no queréis o no podéis llegar a la Playa de Cofete, desde aquí es posible desquitarse porque las vistas de la Playa dejan sin respiración. Por cierto, fuimos por la mañana, en torno a las once, y creo que fue un acierto por la posición del sol.
Mirador Astronómico de Sicasumbre.
Seguimos hacia el norte por la FV-2 y, pasado Costa Calma, nos desviamos hacia la izquierda por la PV-605. Nos hubiera gustado parar en La Pared y ver la Playa del Viejo Rey, pero no nos daba tiempo, así que continuamos en dirección a Pájara contemplando pintorescos paisajes.
Al final de una pronunciada curva, tras pasar el desvío de la FV-618, apareció el aparcamiento del Mirador Astronómico de Sicasumbre. Este mirador lleva un buen rato verlo porque tiene varias zonas para asomarse (dicen que son 4 miradores en uno) y merece bastante la pena. En realidad se trata de un mirador pensado fundamentalmente para la observación del cielo y las estrellas. La verdad es que debe ser una pasada estar allí de noche, contemplando el firmamento. Sin embargo, nos pillaba un poco a trasmano de los alojamientos, así que quizás sea en otra ocasión.
Ahí arriba está el Mirador Astronómico.
Desde el lado izquierdo de la carretera según se va hacia Pájara, se pueden ver los barrancos que bajan hasta el mar en la zona central de la isla, por occidente.
Desde el otro lado, el paisaje no resulta menos espectacular al vislumbrar los sorprendentes montículos que corren hacia Jandía. Es como un balcón sobre la península sur, su entrada (o salida) natural.
Pero no hay que quedarse aquí. Un camino sube hasta lo alto de un cerro, donde se encuentra el mirador astronómico, que cuenta con paneles informativos, una rosa de los vientos, un reloj solar… Además, hay un sitio muy chulo para hacer la típica foto de recuerdo de la isla: con vistas, cartel y esculturas de cabras, todo incluido.
Camino que sube hacia el mirador.
Postal típica de la isla.
Postal típica de la isla.
El viento alcanzó aquí su máxima expresión. Hay una cuestecita guapa hasta llegar arriba, aunque sin problema alguno. Sin embargo, el viento tiraba para atrás que daba gusto: apenas permitía sostener la cámara de fotos entre las manos. Fue el lugar de Fuerteventura donde más noté el viento (junto con una zona del Mirador de los Canarios), lo que no resulta extraño porque estábamos en un cerro, dominando gran parte de la isla. Las vistas eran espectaculares hacia el Monumento Natural de la Montaña del Cardón, la Montaña Hendida y la Degollada del Viento (¡claro!).
Muy chulo este lugar. No os lo perdáis.
Ajuy
En la playa de Ajuy desembarcaron por primera vez los normandos cuando llegaron a Fuerteventura en 1402, si bien luego establecieron su capital tierra adentro, en Betancuria dos años después. Desde la FV-605, tomamos un desvío señalizado a la izquierda, cerca de Pájara, que por la FV-621 en poco más de media docena de kilómetros lleva directamente a Ajuy, pequeño pueblo marinero situado en el Puerto de la Peña. El paisaje resulta curioso porque aparecen algunas salpicaduras verdes y grupos de palmeras, que le dan la apariencia de un pequeño oasis, que recuerda inevitablemente a las películas de los tiempos de Jesucristo y los escenarios bíblicos.
De las vistas de la carretera en la foto de arriba, pasamos a las de abajo, ya cerca de Pájara y en dirección hacia Ajuy.
Enseguida están anunciadas sus famosas cuevas, que atraen a muchos visitantes, puesto que aquí llegan los autobuses turísticos. Hay un aparcamiento gratuito bastante grande antes de entrar en el pueblo, donde dejamos el coche. Merece la pena no llevarlo hasta la playa, apenas hay que caminar unos doscientos metros y viene bien no contaminar las pintorescas vistas con las de los vehículos aparcados frente al mar (que haberlos, los había).
El lugar nos gustó en cuanto lo vimos. No es la típica playa enorme y turística, sino una especie de caleta de arena negra (dicen que en otra época del año es marrón) con algunas piedras. Curiosamente, aquí a los turistas no hay que buscarlos en la playa, sino sobre las rocas, tomando el camino que lleva hasta las Cuevas de Ajuy. Según pudimos leer, éste es uno de los más importantes lugares geológicos de todo el archipiélago canario porque es donde se encuentran las rocas más antiguas, restos del antiguo magma formado por la lava expulsada por los volcanes y que fue su origen.
Además del pintoresco conjunto que forma su pequeño grupo de casas de colores y sus barquitas, lo primero que llama la atención es el fortísimo oleaje que baña su costa. Tanto la playa como las rocas que la cierran son batidas furiosamente por una marea implacable, que inevitablemente me dejó abrumada, con los ojos fijos y los oídos pendientes del estrépito. Y eso que era un día con buen clima y casi sin viento…
Existe un sendero habilitado para visitar las cuevas que escavan su rocosa costa, desde donde se cargaban y descargaban antiguamente los barcos que salían y llegaban a la isla. El camino hasta la cueva es sencillo y tiene cuerdas y barandillas, pero si se quiere pisar las curiosas rocas horadadas hay que ir con cuidado para no tropezar o resbalar; mejor llevar calzado con suela que agarre. De paso podemos ver la costa con sus olas rompen estrepitosamente contra las rocas y también unos antiguos hornos de cal (desde arriba y desde abajo), así como dunas fósiles. Hay varios miradores y aunque la ruta no creo que llegue a un kilómetro y medio, se tarda un buen rato en verlo todo porque la imagen del mar embravecido engancha.
Imágenes del sendero, con sus miradores y los antiguos hornos de cal.
Pudimos bajar a la cueva por una escalera tallada en la piedra. Digo pudimos porque no sé si estará accesible siempre o la marea impedirá llegar a otras horas. Tampoco es que haya nada especial en la cueva, pero es un lugar curioso de visitar, desde donde se oye y se contempla el agua romper contra una de las enormes rocas que cierran la cueva. De nuevo, hay que tener cuidado para no resbalar, pero sin problema alguno.
Dentro de la cueva.
Sendero de regreso, el mismo que el de ida.
Sendero de regreso, el mismo que el de ida.
Volvimos hasta el pueblo por el mismo camino y teníamos previsto hacer una pequeña ruta por la parte alta del acantilado hasta encontrar el llamado Arco Jurado, una roca con curiosa forma de arco que está en el mar a unos tres o cuatro kilómetros. Pero la mañana había pasado deprisa y ya eran las dos y media. Yo tenía planeado ir hasta Pájara, a un restaurante de comida canaria, llamado Casa Isaítas, del que me habían hablado muy bien; pero se nos había hecho muy tarde. Así que decidimos comer en Ajuy. Hay varios restaurantes, pero nos atrajo sin remedio el menú del día de uno de ellos, con su potaje de lentejas casero. Era Casa Pepín, un restaurante sencillo, que tiene una terraza con unas magníficas vistas al mar. Luego vi que este restaurante ha recibido algunas críticas no muy buenas en internet, pero la verdad es que nosotros no tuvimos queja. Nos trataron bien, la comida estaba buena (lentejas, pescado fresco con papas, ensalada y mojos, y helado de postre), y por 10 euros el menú, ¿qué exquisiteces vas a exigir? Si se trata de pedir a la carta, ya no puedo opinar.
Pájara.
Desde Ajuy, retrocedimos por la misma carretera hasta el cruce que lleva a Pájara. Por el camino, otra vez la sensación de estar cruzando un escenario de película de Semana Santa. También nos fijamos en la Montaña de la Teta, cuyo apodo tiene fácil explicación viendo una foto .
Por la carretera de Ajuy a Pájara.
Al fondo, la Montaña de la Teta.
Al fondo, la Montaña de la Teta.
El municipio de Pájara es el más extenso de España y el que más kilómetros de costa posee pues llega desde el centro hasta la punta sur, incluyendo Jandía. La capital está situada al norte, en una de las pocas zonas agrícolas de la isla, mientras que el resto del municipio destaca por sus inmensas playas y sus centros turísticos (Costa Calma, Morro Jable, Esquinzo, etc).
Pájara es una localidad pequeña y su centro urbano nos pareció bastante cuidado. Su principal punto de atracción es la Iglesia de la Virgen de la Regla, que data del siglo XVIII, aunque parece que una de sus naves es bastante anterior. Su rasgo distintivo es la portada que cuenta con varios detalles de reminiscencia azteca. Esto es así porque sus constructores fueron españoles que vivieron en Méjico y al volver incorporaron este tipo de adornos, aunque no hay un acuerdo unánime sobre esta explicación.
Resulta muy interesante visitar el interior, que cuenta con dos naves y sendos altares barrocos. Por fortuna, no nos pasó como en Betancuria: la iglesia estaba abierta y pudimos entrar a verla.
Al salir, dimos una vuelta por la pequeña población, que como he mencionado antes, nos pareció tranquila y muy agradable.
Miradores del Barranco de las Peñas y de las Peñitas, en la carretera entre Pájara y Betancuria.
La carretera FV-30, en el tramo que une Betancuria y Pájara, es una de las más espectaculares de la isla por sus paisajes. Tiene un firme en perfecto estado, pero es bastante vertiginosa porque trepa y vira, agarrándose a las montañas que cierran unos valles muy profundos que en su final se asoman al mar.
Los mojones blancos marcan el lugar por donde discurre la carretera.
Al ir de sur a norte, desde Pájara a Betancuria, el primer mirador que nos encontramos fue el del Barranco o Risco de las Peñas, que está a 426 metros de altitud, en la divisoria entre los municipios de Pájara y Betancuria. Las vistas desde aquí son realmente impresionantes, con la Presa de las Peñitas, el Valle y el Huerto de los Granadillos, el risco de las Peñitas, y a la izquierda el Valle de Fénduca, que termina en el Barranco de Ajuy.
Abajo, entre la vegetación, se puede ver el embalse colmatado de Las Peñitas.
También se aprecia muy bien desde aquí la llamada Montaña de la Teta, con 292 metros de altitud, coronada por una colada basáltica, viva muestra de su origen volcánico.
No hay que olvidarse de parar en este mirador, lo que resulta muy sencillo porque la zona de aparcamiento es bastante grande, al contrario que en otras zonas de la carretera también con paisajes espléndidos pero sin sitio material para detenerse. En el rato que estuvimos, no se presentaron las ardillas, pero sí un nutrido grupo de cuervos, fieles habitantes de esta zona.
Aquí comienza (en dirección norte) el municipio de Betancuria.
Solo dos o tres kilómetros después, llegamos al segundo mirador de la zona, el Mirador de las Peñitas, desde el que se aprecia muy bien la vegetación de la Vega del Río Palmas y el sendero por el que íbamos a caminar unos minutos después. Muy bonitas también las vistas que ofrece este mirador, otro de los imprescindibles.
Otra vista del embalse y del barranco de las Peñas, al fondo.
Vega del Río Palmas y sendero hacia el embalse a vista de pájaro desde el mirador.
Vega del Río Palmas y sendero hacia el embalse a vista de pájaro desde el mirador.
Sendero de Vega del Río Palmas a la Ermita de la Virgen de la Peña (ruta a pie).
Nos hubiera gustado hacer la ruta completa que va desde Vega del Río Palmas hasta Ajuy (creo que son unos 10 kilómetros más el regreso), pero eso hubiese requerido más tiempo, otra planificación de la jornada y un transporte alternativo de ida o de vuelta. De todas formas, con lo pronto que anochece a principios de febrero y la jornada cargadita que llevábamos, decidimos hacer la versión corta de la ruta, que es la más bonita e interesante según todos los comentarios.
En Vega de Río Palmas, a medio camino entre Betancuria y Pájara, se inicia esta preciosa caminata.
La ruta tiene en total tiene unos cuatro kilómetros de longitud, teniendo en cuenta que se va y se vuelve por el mismo sitio. Se tarda como una hora y media en completarla porque es tan bonita que se hacen bastantes paradas para sacar fotos. El camino es fácil, aunque hay que cruzar una zona húmeda (¡un río con agua!) y transitar por el barranco, cuyo tránsito está habilitado mediante escaleras y barandillas. La primera parte es muy sencilla, siguiendo un camino de tierra que lleva al río. El paisaje que dejamos atrás es de lo más bonito de la isla. Parece como un oasis.
Llegamos a la zona del río, cuyas aguas corrían, denotando que había llovido últimamente. No es que fuese un río caudaloso, claro, pero en algunas zonas tuvimos que ir saltando de piedra en piedra.
Seguimos caminando hacia el embalse, con el pico de la Muda a nuestra izquierda. Se apreciaba perfectamente la línea de mojones blancos marcando la carretera e, incluso, pudimos distinguir el mirador donde habíamos estado unos minutos antes. También empezábamos a ver el embalse colmatado, que apenas acumula agua actualmente.
Llegamos al principio del barranco, donde saltando una cuerda pudimos acceder a la lo alto de la presa, que ofrecía unas vistas fantásticas del sendero que baja a la ermita, si bien el sol de frente molestaba un tanto.
Seguimos bajando por el barranco y las vistas hacia la presa eran preciosas. Vimos una pareja de ánades y, por fin, divisamos la pequeña ermita, a la que los lugareños llevan en romería a la Virgen de la Peña cada año. Por cierto que se nos pasó (no teníamos tiempo material) ver la iglesia en el pueblo, donde está la imagen de su Patrona. Una pena.
Cumplido nuestro objetivo, tuvimos que volver más aprisa de lo que nos hubiera gustado porque pronto se ocultaría el sol. El regreso fue por el mismo camino, pero el atardecer ofrecía imágenes espléndidas de la que, sin duda, nos pareció una de las zonas más bellas de Fuerteventura, un contraste espléndido para su árido territorio.
Desde aquí emprendimos camino hacia nuestro lugar de alojamiento de la jornada, en Corralejo, adonde llegamos ya de noche. Por el camino nos detuvimos en una gasolinera para lavar el coche porque estaba tan lleno de barro que nos daba vergüenza a nosotros mismos.