Era nuestro último día en Dubrovnik y la verdad es que sólo teníamos unas horas por delante antes de que saliera nuestro vuelo pasadas las 3 de la tarde. Esto suponía estar un par de horas antes en el aeropuerto como mínimo, ya que había que devolver el coche y no sabíamos si habría mucha gente en el aeropuerto; no lo conocíamos ya que habíamos entrado al país por Split.
Con el casco histórico más que visto de día, de noche, las murallas recorridas y poco más que ver, decidimos tirar hacia la carretera del aeropuerto a primera hora y pasar ese rato de mañana hasta las 12.30 en Cavtat. Dijimos adios (¿quizá hasta luego?) a la simpática y amable Andrea y a la maravillosa ciudad de Dubrovnik, deseándole que sobreviva por muchos, muchos años más a las aglomeraciones, a los grandes cruceros, a Juego de Tronos y sobre todo a las modas tan cambiantes y caprichosas que lanzan al estrellato a una ciudad para prostituirla sin límites, convertirla en un parque temático y destrozar sin piedad su esencia.
Llegamos a Cavtat (pronunciado Saftat) y aparcamos al final del puerto en un parking bastante grande, de pago. Es una pequeña ciudad costera muy turística a unos 20 kilómetros de Dubrovnik, con la que tiene conexión por tierra y mar. Hay autobuses que tardan una media hora en alcanzar Dubrovnik y desde su muelle se llega al mismo puerto antiguo de Dubrovnik.
Nosotros, como teníamos poco tiempo y hacía un día estupendo, nos dedicamos a pasearla, no entramos en ningún monumento. Pero se pueden visitar el Monasterio franciscano, la iglesia de San Nicolás.
En mi opinión lo más interesante que tiene es la zona del puerto y el paseo marítimo prolongación del mismo, que ofrece unas vistas impresionantes y desemboca en una zona de pequeñas piscinas naturales donde se puede tomar un baño.
Tras el paseo picamos algo rápido, compramos algo de comida para el vuelo y al aeropuerto.
El aeropuerto de Dubrovnik es muy pequeño. Hay una gasolinera al lado, por si teneis que dejar el depósito del coche de alquiler lleno, como fue nuestro caso. No tiene pérdida.
Devolvimos el coche de alquiler sin incidentes y a volar a Barcelona y después a Galicia.
Ha sido este un gran viaje, lleno de ciudades maravillosas, paisajes espectaculares y gente amable y acogedora. Tenemos cientos de anécdotas que han hecho este destino muy especial, pero las reservamos con mimo para nosotros. Sin duda los Balcanes nos han calado en lo más profundo del alma y estamos seguros de que volveremos para continuar lo que empezamos en este viaje.
Con el casco histórico más que visto de día, de noche, las murallas recorridas y poco más que ver, decidimos tirar hacia la carretera del aeropuerto a primera hora y pasar ese rato de mañana hasta las 12.30 en Cavtat. Dijimos adios (¿quizá hasta luego?) a la simpática y amable Andrea y a la maravillosa ciudad de Dubrovnik, deseándole que sobreviva por muchos, muchos años más a las aglomeraciones, a los grandes cruceros, a Juego de Tronos y sobre todo a las modas tan cambiantes y caprichosas que lanzan al estrellato a una ciudad para prostituirla sin límites, convertirla en un parque temático y destrozar sin piedad su esencia.
Llegamos a Cavtat (pronunciado Saftat) y aparcamos al final del puerto en un parking bastante grande, de pago. Es una pequeña ciudad costera muy turística a unos 20 kilómetros de Dubrovnik, con la que tiene conexión por tierra y mar. Hay autobuses que tardan una media hora en alcanzar Dubrovnik y desde su muelle se llega al mismo puerto antiguo de Dubrovnik.
Nosotros, como teníamos poco tiempo y hacía un día estupendo, nos dedicamos a pasearla, no entramos en ningún monumento. Pero se pueden visitar el Monasterio franciscano, la iglesia de San Nicolás.
En mi opinión lo más interesante que tiene es la zona del puerto y el paseo marítimo prolongación del mismo, que ofrece unas vistas impresionantes y desemboca en una zona de pequeñas piscinas naturales donde se puede tomar un baño.
Tras el paseo picamos algo rápido, compramos algo de comida para el vuelo y al aeropuerto.
El aeropuerto de Dubrovnik es muy pequeño. Hay una gasolinera al lado, por si teneis que dejar el depósito del coche de alquiler lleno, como fue nuestro caso. No tiene pérdida.
Devolvimos el coche de alquiler sin incidentes y a volar a Barcelona y después a Galicia.
Ha sido este un gran viaje, lleno de ciudades maravillosas, paisajes espectaculares y gente amable y acogedora. Tenemos cientos de anécdotas que han hecho este destino muy especial, pero las reservamos con mimo para nosotros. Sin duda los Balcanes nos han calado en lo más profundo del alma y estamos seguros de que volveremos para continuar lo que empezamos en este viaje.
Gracias por acompañarnos.