Antes de las 10.30 estábamos ya aparcando en Buelna, en el concejo de Llanes, en busca de la Playa del Covijeru. Seguimos la señal COBIJERU (acceso peatonal).
El camino es muy sencillo y en un momento se llega. Nos acercamos primero a la costa, otra vez el azul del Cantábrico y sus perfiles kársticos erosionados de forma caprichosa.
El arco de piedra se llama el Salto del caballo y hasta allí subían los más atrevidos.
Luego bajamos hasta la playa, mucho menos concurrida que su hermana famosa (la playa de Gulpiyuri). La marea estaba baja, tal vez demasiado… Es una playa interior, declarada monumento natural, aislada de la costa.
Parece contradictorio, pero el agua del mar entra por una grieta de varias decenas de metros. En las inmediaciones hay también una cueva; hace falta llevar linterna. Parecía apta para todos los públicos, incluidas familias con niños.
Después de estar bastante rato disfrutando de este regalo natural y de jugar en la arena y, ¡cómo no!, medio bañarnos en la poca marea que había, queríamos comer en Puertas de Vidiago, en Casa Poli, donde comimos hace años con nuesto niño siendo un bebé de 6 meses. Pero por la carretera, en Riego dirección Vidiago, se nos cruzó el Asador Riegu con su parque infantil en la terraza y su horno de leña. Estaba clara la elección. Comimos de tapeo en la terraza; probamos un cachopo con cabrales que se salía del plato. ¡Y pedimos el normal, no el que llaman cachoposaurio!
Un pulpito a la gallega y calamares tiernísimos también. Otro diez para ellos.
Nuestra siguiente parada fue en los Bufones de Arenillas de Vidiago. Estábamos seguros de que ver los bufones en acción le iba a llamar muchísimo la atención a nuestro nene.
Ver caballos cerca de la costa no es algo a lo que estemos acostumbrados.
Intentamos ajustar la explicación a su mundo: hay una grieta en las rocas que comunica con el mar.
Cuando la ola llega, sale el aire que está en la grieta dando un “bufido”; si la marea está fuerte, el agua sale por la grieta.
Con estas pocas indicaciones y observando, la lección estaba dada. Insistimos mucho en no acercarse; había gente que salía literalmente bañada, como el fotógrafo de la derecha.
Nos desvíamos hacia Niembru, para ver su cementerio bañado por la ría de Barro.
Una estampa preciosa situada también en el concejo de Llanes.
Ya habíamos conocido la belleza de la Playa de Gulpiyuri la vez anterior, a la que se llega por la autovía del Cantábrico, salida 313 (Naves, Villahormes, Hontoria), y no queríamos dejar de disfrutar otra vez de esta joya natural. La foto es de aquella ocasión, muy temprano; si no, es imposible sacarla a solas.
Una vez que aparcamos, caminamos a través de un "prau"; se ve perfectamente cómo es una playa de interior, declarada, con mil razones, monumento natural.
Otro espectáculo de la naturaleza es la desembocadura del río Guadamía, en Llames de Pría. Aparcamos donde pudimos, estaba abarrotado de coches. Hay que caminar un poquito, pero el paseo es muy sencillo. Y aunque hubiera sido complicado, la Playa de Guadamía lo justifica todo.
Y seguimos caminando hasta llegar a los Bufones de Pría, bañados por el maravilloso Cantábrico.
Desde aquí, de seguido ya hasta nuestro alojamiento en Valdredo, en los apartamentos rurales Casa Bego, muy cerquita de la costa también y bien situados para lo que nos quedaba por ver.
Un buen jardín por el que correr, caracoles, mesas y barbacoas, zona de columpios y piscina... ¿para qué más?
El camino es muy sencillo y en un momento se llega. Nos acercamos primero a la costa, otra vez el azul del Cantábrico y sus perfiles kársticos erosionados de forma caprichosa.
El arco de piedra se llama el Salto del caballo y hasta allí subían los más atrevidos.
Luego bajamos hasta la playa, mucho menos concurrida que su hermana famosa (la playa de Gulpiyuri). La marea estaba baja, tal vez demasiado… Es una playa interior, declarada monumento natural, aislada de la costa.
Parece contradictorio, pero el agua del mar entra por una grieta de varias decenas de metros. En las inmediaciones hay también una cueva; hace falta llevar linterna. Parecía apta para todos los públicos, incluidas familias con niños.
Después de estar bastante rato disfrutando de este regalo natural y de jugar en la arena y, ¡cómo no!, medio bañarnos en la poca marea que había, queríamos comer en Puertas de Vidiago, en Casa Poli, donde comimos hace años con nuesto niño siendo un bebé de 6 meses. Pero por la carretera, en Riego dirección Vidiago, se nos cruzó el Asador Riegu con su parque infantil en la terraza y su horno de leña. Estaba clara la elección. Comimos de tapeo en la terraza; probamos un cachopo con cabrales que se salía del plato. ¡Y pedimos el normal, no el que llaman cachoposaurio!
Un pulpito a la gallega y calamares tiernísimos también. Otro diez para ellos.
Nuestra siguiente parada fue en los Bufones de Arenillas de Vidiago. Estábamos seguros de que ver los bufones en acción le iba a llamar muchísimo la atención a nuestro nene.
Ver caballos cerca de la costa no es algo a lo que estemos acostumbrados.
Intentamos ajustar la explicación a su mundo: hay una grieta en las rocas que comunica con el mar.
Cuando la ola llega, sale el aire que está en la grieta dando un “bufido”; si la marea está fuerte, el agua sale por la grieta.
Con estas pocas indicaciones y observando, la lección estaba dada. Insistimos mucho en no acercarse; había gente que salía literalmente bañada, como el fotógrafo de la derecha.
Nos desvíamos hacia Niembru, para ver su cementerio bañado por la ría de Barro.
Una estampa preciosa situada también en el concejo de Llanes.
Ya habíamos conocido la belleza de la Playa de Gulpiyuri la vez anterior, a la que se llega por la autovía del Cantábrico, salida 313 (Naves, Villahormes, Hontoria), y no queríamos dejar de disfrutar otra vez de esta joya natural. La foto es de aquella ocasión, muy temprano; si no, es imposible sacarla a solas.
Una vez que aparcamos, caminamos a través de un "prau"; se ve perfectamente cómo es una playa de interior, declarada, con mil razones, monumento natural.
Otro espectáculo de la naturaleza es la desembocadura del río Guadamía, en Llames de Pría. Aparcamos donde pudimos, estaba abarrotado de coches. Hay que caminar un poquito, pero el paseo es muy sencillo. Y aunque hubiera sido complicado, la Playa de Guadamía lo justifica todo.
Y seguimos caminando hasta llegar a los Bufones de Pría, bañados por el maravilloso Cantábrico.
Desde aquí, de seguido ya hasta nuestro alojamiento en Valdredo, en los apartamentos rurales Casa Bego, muy cerquita de la costa también y bien situados para lo que nos quedaba por ver.
Un buen jardín por el que correr, caracoles, mesas y barbacoas, zona de columpios y piscina... ¿para qué más?