Estábamos tan cerca de Galicia… que no quisimos dejar escapar la ocasión de visitar la Playa de las Catedrales o de Aguas Santas, en Ribadeo (Lugo). Desde aquí cogimos la salida 516 por la LU-P-0610 hasta llegar al aparcamiento. Al ser agosto tuvimos que dejar el coche en el más alejado y caminar un poco, por un camino flanqueado por maizales.
No hay que explicar nada para convencer de que hay que ir. Es una maravilla, un regalo de la naturaleza…
Solo hay que tener en cuenta que es necesario ir con la marea baja, dos horas antes o dos horas después de la bajamar, según leímos. Después empieza a subir y por donde antes se caminaba, ya no se puede.
También llevar chubasquero, el tiempo estaba muy cambiante y lo mismo nos hacía sol que nos llovía. Y chanclas. Nosotros nos cambiamos en el coche y nos las quitamos al bajar a la arena; tampoco las usamos, fuimos descalzos todo el rato.
Es necesario pedir permiso, al menos en ciertas épocas del año, como agosto. Lo pedían y miraban antes de bajar a la playa. Vimos que mucha gente se quedó sin poder pasear. Solo es el trámite de rellenar datos e imprimir.
Desde arriba también puede verse, pero la valía de pasear, pasar por debajo de los arcos, meternos en pequeñas grutas, jugar en los charcos…
Para nuestro hijo fue como estar en un parque de atracciones. "¿Me puedo mojar los pies?". ¡Menos mal que teníamos ropa seca en el coche, porque el agua le llegó a la cintura!
Le llamaron muchísimo la atención las colonias de mejillones pegados a las rocas.
Casi al mediodía ya no se podía estar abajo, así que subimos y seguimos admirando el paisaje desde arriba.
Comimos en un área de descanso de Ribadeo y volvimos a tierras asturianas.
Buscando nuestro siguiente destino llegamos a Tapia de Casariego. No sabíamos si íbamos bien hacia el Frexulfe; en el albergue de peregrinos paramos y encontramos la Playa de las Represas, con un pequeño merendero-mirador.
Para llegar a la Playa del Frexulfe, puede hacerse desde Navia (camino Andés) desde el que bajamos a la playa
o bien desde Puerto de Vega, desde donde tras aparcar y caminar un poco, hay una perspectiva completa de la playa, porque se ve desde enfrente.
Las de hoy, como tantas otras en este viaje, son visitas para degustar con tranquilidad y sentirnos afortunados por poder vivir estos regalos de la naturaleza.
No hay que explicar nada para convencer de que hay que ir. Es una maravilla, un regalo de la naturaleza…
Solo hay que tener en cuenta que es necesario ir con la marea baja, dos horas antes o dos horas después de la bajamar, según leímos. Después empieza a subir y por donde antes se caminaba, ya no se puede.
También llevar chubasquero, el tiempo estaba muy cambiante y lo mismo nos hacía sol que nos llovía. Y chanclas. Nosotros nos cambiamos en el coche y nos las quitamos al bajar a la arena; tampoco las usamos, fuimos descalzos todo el rato.
Es necesario pedir permiso, al menos en ciertas épocas del año, como agosto. Lo pedían y miraban antes de bajar a la playa. Vimos que mucha gente se quedó sin poder pasear. Solo es el trámite de rellenar datos e imprimir.
Desde arriba también puede verse, pero la valía de pasear, pasar por debajo de los arcos, meternos en pequeñas grutas, jugar en los charcos…
Para nuestro hijo fue como estar en un parque de atracciones. "¿Me puedo mojar los pies?". ¡Menos mal que teníamos ropa seca en el coche, porque el agua le llegó a la cintura!
Le llamaron muchísimo la atención las colonias de mejillones pegados a las rocas.
Casi al mediodía ya no se podía estar abajo, así que subimos y seguimos admirando el paisaje desde arriba.
Comimos en un área de descanso de Ribadeo y volvimos a tierras asturianas.
Buscando nuestro siguiente destino llegamos a Tapia de Casariego. No sabíamos si íbamos bien hacia el Frexulfe; en el albergue de peregrinos paramos y encontramos la Playa de las Represas, con un pequeño merendero-mirador.
Para llegar a la Playa del Frexulfe, puede hacerse desde Navia (camino Andés) desde el que bajamos a la playa
o bien desde Puerto de Vega, desde donde tras aparcar y caminar un poco, hay una perspectiva completa de la playa, porque se ve desde enfrente.
Las de hoy, como tantas otras en este viaje, son visitas para degustar con tranquilidad y sentirnos afortunados por poder vivir estos regalos de la naturaleza.