OPUWO: El valor de las cosas ✏️ Diarios de Viajes de NamibiaLa realidad es tozuda. La gasolinera de Palmwag no acepta visa y reposto los últimos 100 N$ (dólares namibios) que llevo, con la esperanza de que los muchachos de la recepción estén equivocados y en Kamanjab tenga alguna forma de disponer de...Diario: NAMIBIA: La vuelta al Sur de África en 80 días (2)⭐ Puntos: 5 (7 Votos) Etapas: 10 Localización: NamibiaLa realidad es tozuda. La gasolinera de Palmwag no acepta visa y reposto los últimos 100 N$ (dólares namibios) que llevo, con la esperanza de que los muchachos de la recepción estén equivocados y en Kamanjab tenga alguna forma de disponer de efectivo. Llego alrededor de las 12h y, efectivamente, todo está cerrado y la gasolinera no aceptan tarjetas. Se me acercan unos chavales y conversan mientras pienso en como resolver el asunto. Me preguntan por mi familia, haciéndome deletrear todos sus nombres. No les presto atención y les pregunto dónde conseguir efectivo. Me indican que en Oppi-Kappi Lodge puedo conseguir moneda contra la tarjeta y allí me dirijo. La amable chica de la barra me dice que todo lo que puedo hacer con mi tarjeta es consumir. Así que decido tomar una cerveza y comer un buen filete de kudu mientras chateo por whatsupp y converso con la simpática camarera. Entonces me acuerdo que dispongo de moneda sudafricana, con la cual el dólar namibio tiene paridad y que en alguna ocasión me habían devuelto como cambio. Tengo 200 Rands, suficiente para llegar a Opuwo. Llego a la gasolinera, reposto y los chavales se acercan a mí con varios llaveros formados por una piedra oscura en la que están tallados diferentes animales salvajes, además de los nombres de mis padres y hermanos. Ya me había pasado algo similar en Swakopmund, pero no me di cuenta de sus intenciones por la tensión del momento. Me excuso, no tengo forma de pagarlos. Llego a Opuwo con la puesta de sol. Me sorprende ver un núcleo poblado tan grande después de recorrer centenares de kilómetros por carreteras solitarias. El escenario resulta de ciencia ficción. En la penumbra se ve iluminado por los focos de los coches, numerosos hombres y mujeres caminando por las aceras vestidos en ropas tribales. Algunos van con una especie de faldas y chaqueta, muchas de ellas con faldas de piel de cabra y los pechos descubiertos. Todos se congregan en las gasolineras en busca de transporte a sus poblados. Llego a uno de los lodges que recomienda la Lonely Planet y no tengo problema en alojarme. Pregunto a la cocinera por el buffet de la cena, que consiste en costillas de cerdo y es caro. Sin embargo, no tiene inconveniente en recomendarme un sitio donde cenar. De camino saco dinero de un cajero. Al día siguiente pregunto en la recepción por las poblaciones himba que hay en las proximidades. Ella me ofrece sus tours, pero yo le comento que tengo mi propio coche y que lo que necesito es un guía. Me presenta a Petrus, con quien acuerdo visitar un poblado por 600 N$, 300 por su servicio y 300 en presentes para la comunidad. Tras comprar en un economato un saco de 25kg de maíz, café, té y azúcar, nos dirigimos a uno de los poblados localizado a unos 25km al oeste de Opuwo. Petrus pide permiso y un grupo de mujeres y niños nos recibe. Los hombres están cuidando el ganado. Petrus traduce lo que las mujeres le cuentan. Tienen bien estructurada la exposición. El agua escasea y las mujeres himba no se lavan. Se aplican un ungüento formado por grasa animal y un polvo arcilloso rojo que muelen de una roca arcillosa y conservan en dos cajas hechas de cuerno de vaca y cuero unidas por sus tapas por un cordón con abalorios. El olor resulta agradable. Además, por las noches, cuando los hombres regresan a los hogares, ellas se pasan una especie de incienso por el cuerpo para agradarlos. Las mujeres y niños no eluden las fotos y parecen tan acostumbrados que parece que posen. Al final de la visita todas abren sus hatillos y exponen diferentes artesanías para su venta. Entrego con Petrus los obsequios y me despido de todos. De regreso a la ciudad me despido de Petrus. Hace mucho calor y hago tiempo en la piscina del lodge para dar una vuelta por la tarde. Si conocer la cultura himba me impactó por la mañana, no menos lo hizo esa tarde. Sin alterar ningún elemento de los que les caracteriza, las mujeres paseaban tal cual por las calles de la ciudad, entraban en los supermercados o sacaban dinero de los cajeros. Junto a ellas, también vestidas de forma característica se encontaban mujeres herrero, con grandes sayas y tocados en forma de cruasán y mujeres demba, con faldas de brillantes colores y pechos desnudos. El viento levanta la arena. Reconozco el olor de la ciudad, es el agradable olor de las mujeres himba. Al día siguiente compruebo que el cargador del móvil no funciona. Pregunto a la recepcionista dónde puedo comprar uno y me responde que en los chinos. ¿Pero, hay tiendas de chinos aquí?, le pregunto. Si, varias, mientras me señala la calle. Voy a buscar un cable mientras ella hace gestiones para solventar sus problemas con el lector de la tarjeta de crédito. Como suponía, los ´chinos’ no tenían lo que buscaba. Sin embargo, en una tienda de móviles, el espabilado muchacho me pregunta por el tipo de clavija. El cable que utiliza él tiene tres salidas y una de las que no utiliza es la adecuada para mi teléfono. Cuando le pregunto cuánto es, me responde que lo que yo considere. Le doy 50N$, algo más de 3€, que es lo que me costó el cable defectuoso en los chinos de Barcelona. Contento, se despide. Es la segunda vez que me pasa algo así en Namibia. En Swakopmund, tras darme un precio y reparar un segundo pinchazo, el mecánico me pidió que pagase lo que considerase porque el trabajo había sido menos de lo que había previsto. De regreso al lodge, la máquina seguía sin estar reparada. Decidí sacar el dinero y abonarlo en efectivo. Tanto entrar y salir me permitió reparar en una versión en pequeño de las cajas que utilizan las mujeres himbas para guardar su polvo rojo. A pesar de que la torpe recepcionista rompió el cordón al mostrarlas, su singularidad hizo que me las quedase. No volveré a tener la oportunidad de encontrar algo igual. Es el valor de las cosas. Día 25, Opuwo. Índice del Diario: NAMIBIA: La vuelta al Sur de África en 80 días (2)
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