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Al día siguiente, sábado, nos levantamos temprano y nos acercamos a Hauptbahnhof (estación central) para coger el tren de la 9:15 h. que nos llevaría hasta Bremen. En 1:20 h. llegamos a esta preciosa ciudad y nos dirigimos hacia el centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad. El primer dato reconocible del camino es un fotogénico molino de viento rodeado de flores, a unos pasos, comienza la comercial calle Sögestrasse donde se encuentran las figuras en bronce de un grupo de cerditas.
Al terminar la calle llegamos a un conjunto de plazas y edificios históricos de carácter medieval. La primera impresión supera todas mis expectativas: día soleado y mercado de flores con todas las variedades imaginables de tulipanes.
En otra de las plazas han colocado un mercado lleno de puestos de verduras, quesos y productos locales. Los colores de las flores, los turistas sentados en las terracitas y el bullicio del mercadillo dan una imagen estupenda de Bremen.
La Marktplazt es un espacio abierto donde encontramos la Catedral de San Pedro del siglo XIII, la Casa del Comercio fundada en el siglo XII por la Liga Hanseática, el Ayuntamiento, la Iglesia de Nuestra Señora y muy especialmente la estatua de Roland, símbolo de la ciudad, que representa la justicia y la libertad.
Destaca por su popularidad la pequeña estatua de los músicos de Bremen y según marca la tradición hay que agarrar las patas del burro para que se cumpla un deseo.
Seguimos nuestro camino adentrándonos por el estrecho callejón Bottcherstrasse, o calle de los antiguos toneleros, donde se halla el carrillón entre las fachadas de ladrillo rojo. Caminando junto al río llegamos hasta el barrio de Schnoor, el barrio más antiguo y bohemio de Bremen. Conviene perderse por sus estrechas calles llenas de tiendecitas y restaurantes.
Se va acercando la hora de comer y decidimos buscar la antigua cervecería Ständige Vetretung, frente al antiguo carrillón. La decoración típica de las cervecerías alemanas invita a pedir unas cervecitas que acompañamos con contundentes platos típicos de la zona; “Bremer Knipp” (carne de cerdo con guarnición de patatas) y para mi “Bremer pannfisch” (pescado a la brasa con patatas).
Deshaciendo el camino andado, nos volvemos hacia la estación de trenes y ponemos rumbo a Hamburgo, mientras aprovechamos para dar una cabezadita en el tren. Al llegar a Hamburgo, vamos en metro a la estación de St. Pauli y caminando llegamos hasta la barroca Iglesia de St. Michaelis. En la entrada hay una estatua de bronce que representa la lucha entre el diablo y el arcángel Miguel, patrón de los caballeros y soldados. Ya que la iglesia es luterana, no podía faltar una gran estatua en bronce dedicada a Lutero, impulsor de la Reforma. Lo más espectacular de esta visita fue la subida a la torre para contemplar la bonita panorámica del puerto y del resto de la ciudad justo a la hora en que se ponía el sol y comenzaban a encenderse todas las luces de Hamburgo. Además, con el importe del ticket podías tomar un chocolate caliente en una sala al resguardo del frío y el viento.
Al anochecer, nuevamente fuimos a pasear a la parte golfa de la ciudad y a entretenernos caminando entre los clubs, sex-shop, discotecas, y bares de la calle Reeperbahn.
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