Día 6: Cenotes entre tormentas tropicales ✏️ Diarios de Viajes de MexicoAl despertarnos vemos el cielo gris y mucha humedad pues ha llovido por la noche. Hoy toca de nuevo desayunar en el Kabah, que nos encanta. Vamos sin prisa, pues el tiempo parece que no nos va a acompañar. Pero el paisaje que nos rodea sigue...Diario: Nuestro sueño maya⭐ Puntos: 5 (38 Votos) Etapas: 9 Localización: MexicoAl despertarnos vemos el cielo gris y mucha humedad pues ha llovido por la noche. Hoy toca de nuevo desayunar en el Kabah, que nos encanta. Vamos sin prisa, pues el tiempo parece que no nos va a acompañar. Pero el paisaje que nos rodea sigue siendo encantador incluso nublado. La primera idea era visitar las ruinas de Tulúm y alguna playa cercana, pero decidimos esperar a ver cómo evoluciona el tiempo. Estando en el Kabah cae una gran tormenta, por lo que alargamos el desayuno mientras pensamos qué hacer. Entonces me acuerdo de que es miércoles y hay desayuno con los Raggs (mascotas del hotel) en el restaurante Gran Azul. Nosotras ya hemos desayunado pero decidimos acercarnos a verlo. Realmente está preparado fenomenal para los niños, pues todos los croissants, galletas, pasteles y demás, están decorados para niños, con forma de los Raggs. Las mascotas están por allí y los niños están encantados bailando con ellos y haciéndose fotos. Es la mejor opción en una mañana de lluvia, pero para las 10 comienza a despejarse y por supuesto, queremos aprovechar a conocer otro de los rincones de la Riviera Maya. Aunque se ha abierto el cielo, hay muchas nubes y parece que pueden seguir cayendo tormentas, por lo que decido cambiar el plan de Tulúm por los cenotes cercanos al hotel. Un cenote es una depresión del terreno que se encuentra inundada, formando profundas cavernas. Presentes únicamente en la Península de Yucatán, esta compleja línea de túneles subterráneos jugó un papel importante dentro de la mitología Maya, siendo para ellos la ventana que conducía al inframundo y el epicentro en torno al que giraban muchos de sus rituales vinculados con la muerte. Pueden estar total o parcialmente abiertos al cielo, dependiendo de su edad (cuanto más abiertos, más viejos). Su nombre proviene de la lengua maya "ts'ono'ot" (caverna con agua), y se les atribuye un uso sagrado antiguamente, siendo probable lugar de sacrificios humanos según algunos estudios sobre los huesos encontrados en ellos. En la carretera federal, a la altura del hotel Barceló hay dos cenotes de fácil acceso y cómodos de visitar y allá que nos vamos. Como hoy vamos hacia el norte, no hace falta cruzar la carretera federal. Enseguida pasa una van, nos montamos y en 10-15 minutos estamos a la altura de los cenotes, donde nos bajamos. Nos cuesta 40 pesos el trayecto las dos (2€). Al bajar de la van comienza a caer otra tormenta, esta vez es más fuerte y nos empapamos. Por un momento pienso si la idea no ha sido acertada, pero ya que estamos allí, decidimos caminar hacia el cenote “Jardín del Edén”. Al llegar a la caseta donde se paga la entrada, los chicos nos ven tan mojadas que nos dejan pasar amablemente a la caseta. Allí nos quitamos la ropa que está chorreando y decidimos esperar a ver cómo evoluciona el día. Cuando para de llover, decidimos que pasamos al cenote. Estoy segura de que es una buena oportunidad, pues son lugares muy visitados y probablemente hoy, con la lluvia, no hay tanta gente. La entrada nos cuesta 100 pesos adulto y 40 pesos niño, por lo que en total pagamos unos 7€. Realmente merece la pena la visita; ¡el sitio es precioso! Alquilamos un chaleco para la niña y nos damos varios baños. Fenomenal. Nos dirigimos entonces a la carretera federal de nuevo y desde allí se ve el cartel del "Cenote Azul", al que también entramos: 80 pesos adulto y 40 pesos niño. Por 6€ pasamos el resto de la mañana en este otro lugar encantador, donde hay gran cantidad de pececillos que masajean nuestros pies, ¡y gratis! En el cenote azul encontramos más gente, supongo que por la hora que es ya, pero no es para nada agobiante. Me han encantado los cenotes, y eso que sólo hemos podido ver los de fácil acceso y por lo tanto, más turísticos. Pero sé que hay otros menos visitados que me gustaría conocer en mi próximo viaje a la Riviera Maya, pues se trata de lugares únicos y muy especiales. De vuelta al hotel (otros 10 minutos y otros 40 pesos) vamos a comer al Kabah, que nos encanta. Probamos nuevas ensaladas (con espinacas y beicon, tomate y queso, manzana…), además de carpaccio y canelones rellenos de espinacas. Y cómo no, el plato de pasta hecha al momento, que esta vez es con salmón, setas y salsa de queso. De postre, unos pastelitos. Todo estupendo. Al salir de Kabah damos un paseo por la zona del White Sand y llegamos hasta el Riviera. Se ha quedado una tarde preciosa. Estamos un rato en la piscina El Lago y mi hija quiere ir un ratito al mini club. Así que la dejo allí y yo aprovecho para buscar otra de las piscinas de adultos. Me lío un poco entre los caminos, pero uno de los conductores de los carritos blancos me para y cuando le digo a dónde voy, me lleva en su trenecito a la piscina “El rinconcito”. Una gozada. Después un rato de gimnasio voy a recoger a la niña. Hoy en el mini-club han hecho galletas y nos las llevamos envueltas en una servilleta, pero ¡oh! los coatís las huelen y se lanzan a nosotras. Pasamos un rato muy divertido con estos animalitos pero nos quedamos sin galletas. Hoy vamos más tranquilas pues la cena está reservada en el Punta Emilia a las 20:30. Este restaurante está situado literalmente en la playa y es especialista en arroces y pescados. El sitio es encantador, y está iluminado precioso. Son varios toldos con mesitas dentro rodeados de luces en un ambiente tranquilo y acogedor. Al sentarnos le digo a la camarera que es el cumpleaños de mi hija y si le pueden poner una velita en el postre. En realidad, el cumpleaños es a nuestro regreso a España, pero un día me dijo que le haría ilusión celebrarlo juntas en México y se me ocurrió darle la sorpresa. La cena excelente: ceviche mixto (verduras y pescado) y una parrillada de pescados, acompañada de arroz; todo ello acompañado de dos cocktails. Cuando estamos acabando aparece un mapache que se sube rápidamente a nuestra mesa y se lleva de un bocado el pan de mi hija. Y seguido, vuelve de nuevo y se sube a la mesa intentando comer pescado de su plato. Lo de los mapaches en este restaurante debe ser algo natural, pues los camareros parecen estar acostumbrados, pero para nosotras la experiencia es nueva, desde luego… Nos quedamos alucinadas. Entonces llega la sorpresa del cumpleaños. Llegan tres camareros cantando el cumpleaños feliz acompañados de maracas, con una tarta y una vela. Mi hija sorprendida y entusiasmada. Desde luego ha sido el remate de la cena de hoy. Una maravilla. Índice del Diario: Nuestro sueño maya
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