(15 de agosto de 2017)
Aforismo: si consigues aparcar gratis y sin dificultad en todas las playas, es que ese destino no está masificado. Y también si no tienes que esperar por un sitio libre para cenar.
No madrugué y me entraron las prisas. Desayuné en el puerto, me peleé con el ordenador en un cibercafé (los menús de los restaurantes están en inglés pero los de Windows están en griego) y cogí el coche.
La carretera que baja al sur y luego bordea la isla hacia el oeste no tiene pérdida. Que yo sí me haya confundido es normal, tengo el Curso Avanzado en Desorientación, eso no se aplica al resto del mundo. Hay vehículos en ambos arcenes, apenas cabemos: nos frenamos y cedemos el paso, los nativos temerosos de Dios y de los barrancos sin protección, los turistas temerosos de las franquicias de los seguros. Conducción tranquila.
Primer punto, Agnontas o Agnondas, pequeña zona de baño con barcos, y con mesas y gatos en la arena (léase guijarros). En la isla no son imprescindibles los escarpines como en Croacia, pero sí recomendables. No se te ocurra caminar sobre esas piedras si sufres de fascitis plantar o pies delicados. Echo un vistazo y decido seguir ruta.
Llego a Limnonari, bastante llena, tampoco me llama y continúo casi sin detenerme. Cada pocos minutos hay nuevas paradas y no me preocupa.
Y entonces viene Panormos, una playa organizada, como dicen aquí, con servicios, una de las conocidas. Me aparto unos metros del parking y ya sin gente, de pronto, me encuentro con el Egeo. Con el Egeo que recordaba. Ese agua imposible, tan cristalina, color turquesa, color de piscina con azulejos de color... color azul Egeo. Esa visibilidad. Me lanzo de cabeza aprovechando el escalón natural, y todo es ¡oh! y ¡ah!, maravilla y emoción. No salgo, no quiero salir. Persigo a los peces, hago el pino, me dejo flotar. Alucinantes horas de la toalla al mar y del mar a la toalla, leyendo "Rayuela". Mirando a mi alrededor, los bosques de pinos circundándonos. ¡Ohs y ahs!
Comí en la taverna Vasiliki, junto a la carretera. La camarera me sonríe, todas me sonríen, y no es por mi apostura o porque tenga pinta de millonario ruso con propinas excelsas. Pregunta de dónde soy tras unos yasas y efjaristós y parakalós. Bullicio agradable. Los griegos no gritan, hablan muy fuerte (la diferencia está en el cariño del oyente). Después vendrán las avispas. Especialmente a mi mesa y la de al lado. Las avispas cumplen en Skópelos el papel de los perros. No hacen nada, sólo están jugando, y yo que no quedo convencido.
Me han hablado de Andrines. Buscándola aparezco en Milia, otra de las populares. Aparco y dejo atrás el chiringuito con música, mucha de la cual es en castellano (neutro y latino). Es como un programa de Callejeros Viajeros donde siempre están de fiesta y consiguen mostrar lo peor de cualquier sitio. Pero a dos minutos por la arena vuelve el silencio y el espacio, son calas grandes. El agua en ésta me recuerda al Caribe, por el color y las olas. Se está muy bien. Hay un par de islotes en frente decorando el paisaje con gusto, ¿quién los habrá puesto?
Tomo una cerveza Mythos, cuatro euros, comer y beber no es barato. Retrocedo a por Andrines: estaba pegada, sin indicaciones. Parad en el cartel del restaurante y urbanización Regina Small Villages, parad donde veáis porque los aparcamientos son libres y creativos en Skópelos, y bajad por el sendero. Más ¡oh! y ¡ah!, muchos más. Son unas franjas de guijarros y el mar, sólo eso y todo eso. Varios accesos, varios puntos. A la derecha son rocas para saltar, creo. Mañana vuelvo. Andrines o Antrines y para Google es Paralia Antrines.
Doy el día de sol por finalizado y muy cumplido. Regreso a casa, con fantásticas vistas de las bahías, ducha y al pueblo. Pregunto por los barcos del sábado y atienden con escasa alegría. Como estoy sensible al trato de la gente me fijo. Los paisanos van a lo suyo pero si los saludas responden. Callejeo y llego a un rincón sin salida con gatos, gatitos, gatitos. La señora asoma, me ve jugando y da conversación, de dónde soy (de nuevo), si me gusta aquello, qué calor, si estoy con la familia.
Cené en The Muses. Me hicieron un hueco en seguida. El camarero te toca la espalda, eso creo que sólo pasa en Grecia.
Agnontas
La playa de Panormos
La playa de Milia
Andrines