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Era día de traslado y por eso prometía ser bastante soso, sin embargo terminó convirtiéndose en una de las anécdotas y peores momentos de nuestra vida. La Odisea de Ulises, un cuento de Navidad al lado de esto. Pero vayamos por partes.
Con la maletas hechas, nos reunimos con Utam Kapri en la puerta del hotel para que nos acompañara andando a la parada de autobús. Era por la zona de Jamal, pero una vez allí, había que bajar la calle hacia el sur. Había una gran hilera de autobuses turísticos, todos ellos con destino Pokhara, así que no habrá problemas para aquellos que quieran organizar el viaje sobre la marcha. Llegamos al nuestro, de la empresa Holidays Adventure. Correcto. Son 200 los kilómetros que separan Katmandú de Pokhara, pero a pesar de eso, el trayecto dura nada menos que unas 7 horas por las malas carreteras, falta de infraestructuras y la orografía del país. Ya lo sabíamos y lo asumimos sin problema.
A las 7:30 arrancamos y aprovechamos para comer los bollos que habíamos comprado el día anterior, ya que mi novio se iba encontrando mejor aunque aún estaba conservador.
La primera, en la frente. El autobús tenía aire acondicionado, sí, pero no refrigeraba. Salía caliente y más tarde se paró. Viva. Por suerte aún no hacía demasiado calor. Las carreteras eran malas, estrechas, sinuosas, llenas de baches y de doble sentido, con camiones que iban a una elevada velocidad a pesar de todo y tocando las bocinas sin parar (con sonidos como los coches de la feria) para avisar de que se aproximaban. Sobre las 10 hicimos la primera parada y aprovechamos para comprar agua aunque ya llevábamos. La razón era para tomarla fresquita, que se agradecía, pero esto nos permitió ahorrar la nuestra y resultó ser clave.
Sobre las 11:00 paramos en la carreta en medio de una gran caravana. Un pasajero nepalí del autobús dijo que había hablado con un amigo que volvía de Pokhara y dijo que en ese sentido estaba igual. Aprovechamos para salir a estirar las piernas, hacer unas fotos…. Pero el calor iba aumentando y alguno que yo me sé hasta buscó la sombra debajo de la caja de un camión, porque en el autobús sin aire no se podía estar.
Al principio nos lo tomamos con tranquilidad y una hora después nos empezamos a mover de nuevo, pero no por mucho tiempo. Unos minutos después, nos quedamos parados otra vez, afortunadamente cerca de un pequeño pueblo. En esos momentos, el estómago me empezó a hacer extraños y acabé haciendo uso un par de veces de unos baños de pago (como salí corriendo del autobús, no llevaba la cartera y me dejaron entrar gratis). Ya me parecía a mi raro librarme estando mi chico tan fastidiado y habiendo comido lo mismo.
El tiempo pasaba, el calor aumentaba, mi malestar seguía y solo nos quedaba el consuelo de poder comprar agua fresca en un bar del pueblo que pronto se empezó a desabastecer porque la hilera de camiones y autobuses era espectacular, kilométrica. Estuvimos en esa zona 4 horas, hasta las 16:00. El carril de bajada (el nuestro) tenía un atasco infinito con todos los vehículos estancados, pero aprovechando que el otro estaba libre, nuestro conductor continuó bajando deprisa una media hora y con eso nos ahorró otras tantas de retención. Cuando ambos carriles estaban colapsados, paramos. Era increíble. En 2 carriles había 3 interminables hileras de autobuses y camiones en varios sentidos, con una pared montañosa a un lado y un barranco que desembocaba en el río a otro.
Después de mucho rato, entre el calor y mis males, me empecé a sentir muy mareada y bajé del autobús uniéndome a otras cientos de personas que estaban en nuestra misma situación. Me tumbé en la cuneta, me abaniqué con lo que pude, bebí agua…. Pero me seguía sintiendo mal. Aunque ya no nos daba el sol, el calor era bochornoso, sudaba mucho, tenía sed y la situación estaba empezando a desesperarme. No entendíamos que pasaba: Unos decían que había habido un desprendimiento y que la carretera estaba cortada, otros, que habían matado a 4 policías. El caso es que todo el mundo coincidía en que de allí no nos moveríamos mínimo hasta la mañana siguiente y que podríamos estar incluso días. De hecho, el conductor del camión que había detrás de nuestro autobús decía que llevaba ahí 36 horas. A mí era lo que me faltaba.
Llamamos al hotel del Pokhara y les contamos que no sabíamos cuando llegaríamos y nos dijeron que no había problema. Evidentemente vimos el viaje peligrar y de entrada y si conseguíamos llegar ese día a Pokhara, decidimos posponer el inicio del trekking un día más, dedicar el siguiente a descansar y restárselo a Varanasi ya que muy sabiamente, le habíamos dedicado un día más de lo inicialmente previsto (2) para tenerlo de margen por si surgía alguna complicación en el paso de la frontera por tierra.
El pánico y desesperación empezó a crecer entre los turistas, veíamos a muchos que habían cogido sus equipajes y comenzaban a andar en busca del próximo pueblo, que unos decían que estaba a 4km y otros a 12km; era lo que hubiésemos hecho nosotros de no haber tenido el equipaje grande. Vendedores ambulantes llegaron vendiendo hasta pepinos, pero rápido se quedaron sin comida ni agua, la gente se mareaba y vimos incluso pasar como pudieron varias ambulancias repletas de gente… horrible. Yo no quería comer por mis problemas estomacales, cuando me sentí floja de fuerzas me tomé un plátano de los que llevábamos para el trekking y empezamos a compartir parte de esta comida con otros viajeros porque no había nada cerca. Las dos botellas que llevábamos inicialmente empezamos a tener que racionarlas porque no sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar allí… ¡pero hacía tanto bochorno! Empezamos a dar paseos por la zona y compartir impresiones con el resto de gente, cuando nos encontramos con un grupo de españoles que estaba tan desesperados como nosotros. Valoramos incluso el llamar al consulado pero… era sábado y en el mejor de los casos ¿qué harían? ¿mandar un helicóptero? Si allí ni siquiera había sitio para que se posara.
Oscureció y para colmo vimos que muchos nepalís, que eran los que habían mantenido la calma, se empezaban a marchar andando diciendo que no querían pasar la noche en la carretera junto a la ladera, ya que era época de Monzón y podía haber otro desprendimiento que nos cayera encima. Terrorífico, de verdad.
Al final, hablando con unas chicas alemanas determinamos que esperaríamos hasta las 4 de la mañana y si no había movimiento, cogeríamos las cosas y nos iríamos andando hasta el primer pueblo antes de que empezara el calor y allí pagaríamos lo que fuera por que nos llevaran a Pokhara.
Al final, la verdadera razón de todo esto condensaba las dos versiones que nos habían llegado: había habido un desprendimiento que había sepultado a 4 policías y cortado la carretera. Lo bueno es que era en la de Chitwan, no en la nuestra, pero por lo visto todos los efectivos estaban centrados en esa zona y no había nadie que dirigiera el tráfico en esta.
En fin…. Yo llegué a pensar que no saldríamos de allí jamás, era una impotencia tremenda… pero a las 10 de la noche, tímidamente y muy despacio, nos empezamos a mover. En ese momento, también, comenzó un fuego en la montaña de al lado. Sí, como lo leéis. El colmo de los colmos. Afortunadamente se extinguió, no sé cómo y nosotros en cosa de una hora pasamos el punto de bloqueo, que era la entrada del siguiente pueblo… y de ahí, dos horas más de oscuro y serpenteante camino a Pokhara, pero ya daba igual. Habíamos salido.
Después de un rato, paramos en un buffet de carretera par que la gente cenara, nosotros obviamente no, sólo queríamos llegar, pero parecía que no lo haríamos nunca. Sobre la 1 de la madrugada, llegamos al parking de autobuses y un montón de taxis, todos a precio fijo de 500R por el plus de nocturnidad, se ofrecían a llevarnos a Lakeside, la zona turística. Nuestro taxista telefoneó a nuestro hotel para decir que llegábamos y el chico nos abrió la puerta a nuestra llegada. Fue amabilísimo, le dijimos que queríamos prolongar la estancia un día e iniciar el trekking otro más tarde para poder descansar al siguiente, y que necesitábamos saber si habría algún problema ya que en nuestros permisos ponía el día de entrada y salida del Area de Conservación del Annapurna. Nos dijo que no habría problema con nada, ellos se encargarían al día siguiente de todo y que no fuéramos a descansar. Llegar a la habitación fue como entrar en el Edén: estancia nueva, cómoda, aire acondicionado, ducha limpísima y plátanos y agua que evidentemente devoramos antes de descansar de esa tremenda paliza física y mental. Desde luego, no era un viaje, era una AVENTURA.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
- Aguas: 90R
- Taxi: 500R
Total: 590 R
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