Para nuestra primera visita del día tan solo tuvimos que cruzar la calle. La Karg-e-Karim Khan o ciudadela de Karim Khan estaba practicamente enfrente de nuestro hotel. De forma rectangular con una torre de ladrillo decorado en cada una de sus esquinas forma un conjunto imponente que contiene una de las residencias de Karim Khan con sus jardínes y fuentes correspondientes.
Ya habíamos leído que no merecía mucho la pena entrar (200.000 riales la entrada) pero aplicamos el consabido “ya que estamos aquí...”. Pues bien, es cierto, no merece la pena entrar. Dentro te encuentras con un jardín que tiene una fuente y un estanque en el centro, pero las fuentes no funcionaban y eso le quitaba atractivo y las habitaciones que se pueden visitar no merecen pasarse mucho puesto que conservan restos de pinturas pero muy deterioradas.
Lo mejor de la visita es el hamman muy bien conservado y que ahora funciona como museo.
Dentro del recinto podéis encontrar también una tienda enfocada al turismo que vende artesanía.
Al salir de la ciudadela nos dirigimos a la cercana entrada de la mezquita Vakil, pero aunque íbamos a visitarla no resistimos la atracción del bazar Vakil, a un lado de la mezquita y para allí fuimos. El bazar es uno de los más grandes del país y también de los más bellos. Nos llamó la atención lo cuidados que estaban los negocios al comienzo del bazar y lo bien que se conserva. Nos dejamos llevar curioseando por las diferentes calles del bazar y acabamos dando con una coqueta plaza en su interior llena de tiendas de artesanía donde acabábamos muchos de los turistas extranjeros e iraníes que andábamos por el bazar. Aprovechamos la ocasión para comprar los regalos para la familia que nos faltaban y nos lamentamos de no poder ir cargando con algunas de las maravillas que allí se vendían.
Nos tomamos un helado en un puesto cercano e intentamos volver a la entrada del bazar desandando nuestros pasos pero, como no, acabamos perdiéndonos y tras andar un buen rato por otras partes del bazar acabamos saliendo por uno de sus extremos.
Como vimos que no estábamos lejos de la mezquita Nasir-al Molk decidimos ir a visitarla aunque ya sabíamos que como la mañana estaba avanzada no íbamos a poder disfrutar del espectáculo de la luz entrando por sus vidrieras. De todas formas disfrutamos de su belleza y del recogimiento que se respira allí. Al entrar parece una más de las mezquitas iraníes que habíamos visto.
Pero a la derecha del patio, al cruzar una puerta se accede a una bella sala de columnas de piedra y cuyo lateral lo forman arcos cerrados por las preciosas vidrieras que la han hecho famosa.
Aunque no vimos entrar el sol a través de ellas podíamos hacernos una idea de la belleza de la imagen que se debe de crear. Nos sentamos un rato allí disfrutando del hecho de estar casi solos y viendo como dos mujeres rezaban delante del mihrab que se encontraba al fonde de la sala.
Al salir regresamos a la zona de la mezquita Vakil y comimos en un cercano restaurante que habíamos visto que se recomendaba en las guías (no recuerdo ahora el nombre) y donde la comida estaba amenizada por música tradicional en vivo.
La comida podia ser menú (los consabidos kebabs) o un buffet de ensaladas, y nosotros optamos por esta posibilidad aunque los iraníes echan unos condimentos a las ensaladas que les dan un sabor muy extraño para nosotros.
Como teníamos wifi aprovechamos para contactar por whatsapp con alguno de los taxistas que se nos habían ofrecido para llevarnos a Persépolis y Pasargada y cuyo precio rondaba los 45 euros por 6 horas. El precio nos parecía bien pero no nos apetecía que nos pusieran un tiempo límite para ver una de las maravillas que tanto deseábamos ver, así que finalmente optamos por contratar el desplazamiento en el hotel por 70 euros pero sin límite de tiempo. Preferimos pagar ese dinero de más, saber que íbamos a ir en un buen coche y que no andaríamos mirando el reloj.
Después de pasarnos por el hotel para dejar las compras del bazar y contratar la excursión del día siguiente nos fuimos caminando hasta nuestra siguiente visita, Sha e-Cheragh, el tercer lugar más sagrado del Islam iraní tras Mashad y Qom, donde se encuentra enterrado el hermano del imán Reza.
Nos llevo unos 40 minutos caminando llegar hasta allí.
Cuando íbamos a entrar nos pararon en la puerta y nos dijeron amablemente que esperasemos un momento, mientras llegaba un guía autorizado. La entrada es gratuita pero no permiten entrar a los no musulmanes solos sino que deben de hacerlo acompañados de un guía. Las mujeres entran por una puerta diferente y debeen de ponerse un chador. Una vez dentro se presentó nuestro guía, un chico joven con una banda sobre el pecho como las de las misses donde ponía “Visitas extranjeras” que nos fue informando sobre el orígen del santuario y de los diferentes edificios que lo conforman. Nos dimos cuenta de la religiosidad y el fervor que se respiraba en el lugar, aunque todo el mundo nos miraba con una sonrisa. Podíamos sacar fotos sin problemas aunque no se nos permitía la entrada a la tumba. Nos llamó la atención la foto de un hombre que estaba expuesta en el centro de la plaza y nuestro guía nos comentó que era un soldado iraní que acababa de morir en Siria combatiendo contra el ISIS.
Si bien el mausoleo no llama especialmente la atención desde fuera cuando entras todo cambia pues nos encontramos con una plaza de una gran belleza con el mausoleo coronado por una preciosa cúpula de color verde azulado flanqueada por dos minaretes de gran belleza.
Mientras escuchábamos las explicaciones del guía trajeron a dos italianos que acaban de llegar para añadirse a la visita y finalmente nos dejaron sacar las fotos que quisiésemos en la plaza pero no nos dejaron ni a sol ni a sombra para evitar que anduvieramos solos por ahí y entrasemos en el mausoleo propiamente dicho, que fotografiamos desde fuera.
Cuando abandonamos el recinto salimoss por la puerta opuesta a la que entramos y vimos como era un continuo de gente el que llegaba para rezar en ese lugar tan sagrado para ello. Nuestra intención era visitar la cercana mezquita Atiq, la más aantigua de la ciudad, pero ya estaba cerrada, así que nos tomamos unas coca colas ante la mirada curiosa de los chavales que atendían un pequeño local e iniciamos la vuelta hacia nuestro hotel por la que parecía ser la calle de Shiraz dedicada a los electrodomésticos.
Repetimos la cena del día anterior en el hotel, con samosas, fruta y unos zumos de melón que compramos junto a la ciudadela y nos dormimos soñando con Persépolis. Por fin íbamos a cumplir el sueño de tantos añoss y visitar la mítica ciudad destruída por Alejandro al día siguiente.
Ya habíamos leído que no merecía mucho la pena entrar (200.000 riales la entrada) pero aplicamos el consabido “ya que estamos aquí...”. Pues bien, es cierto, no merece la pena entrar. Dentro te encuentras con un jardín que tiene una fuente y un estanque en el centro, pero las fuentes no funcionaban y eso le quitaba atractivo y las habitaciones que se pueden visitar no merecen pasarse mucho puesto que conservan restos de pinturas pero muy deterioradas.
Lo mejor de la visita es el hamman muy bien conservado y que ahora funciona como museo.
Dentro del recinto podéis encontrar también una tienda enfocada al turismo que vende artesanía.
Al salir de la ciudadela nos dirigimos a la cercana entrada de la mezquita Vakil, pero aunque íbamos a visitarla no resistimos la atracción del bazar Vakil, a un lado de la mezquita y para allí fuimos. El bazar es uno de los más grandes del país y también de los más bellos. Nos llamó la atención lo cuidados que estaban los negocios al comienzo del bazar y lo bien que se conserva. Nos dejamos llevar curioseando por las diferentes calles del bazar y acabamos dando con una coqueta plaza en su interior llena de tiendas de artesanía donde acabábamos muchos de los turistas extranjeros e iraníes que andábamos por el bazar. Aprovechamos la ocasión para comprar los regalos para la familia que nos faltaban y nos lamentamos de no poder ir cargando con algunas de las maravillas que allí se vendían.
Nos tomamos un helado en un puesto cercano e intentamos volver a la entrada del bazar desandando nuestros pasos pero, como no, acabamos perdiéndonos y tras andar un buen rato por otras partes del bazar acabamos saliendo por uno de sus extremos.
Como vimos que no estábamos lejos de la mezquita Nasir-al Molk decidimos ir a visitarla aunque ya sabíamos que como la mañana estaba avanzada no íbamos a poder disfrutar del espectáculo de la luz entrando por sus vidrieras. De todas formas disfrutamos de su belleza y del recogimiento que se respira allí. Al entrar parece una más de las mezquitas iraníes que habíamos visto.
Pero a la derecha del patio, al cruzar una puerta se accede a una bella sala de columnas de piedra y cuyo lateral lo forman arcos cerrados por las preciosas vidrieras que la han hecho famosa.
Aunque no vimos entrar el sol a través de ellas podíamos hacernos una idea de la belleza de la imagen que se debe de crear. Nos sentamos un rato allí disfrutando del hecho de estar casi solos y viendo como dos mujeres rezaban delante del mihrab que se encontraba al fonde de la sala.
Al salir regresamos a la zona de la mezquita Vakil y comimos en un cercano restaurante que habíamos visto que se recomendaba en las guías (no recuerdo ahora el nombre) y donde la comida estaba amenizada por música tradicional en vivo.
La comida podia ser menú (los consabidos kebabs) o un buffet de ensaladas, y nosotros optamos por esta posibilidad aunque los iraníes echan unos condimentos a las ensaladas que les dan un sabor muy extraño para nosotros.
Como teníamos wifi aprovechamos para contactar por whatsapp con alguno de los taxistas que se nos habían ofrecido para llevarnos a Persépolis y Pasargada y cuyo precio rondaba los 45 euros por 6 horas. El precio nos parecía bien pero no nos apetecía que nos pusieran un tiempo límite para ver una de las maravillas que tanto deseábamos ver, así que finalmente optamos por contratar el desplazamiento en el hotel por 70 euros pero sin límite de tiempo. Preferimos pagar ese dinero de más, saber que íbamos a ir en un buen coche y que no andaríamos mirando el reloj.
Después de pasarnos por el hotel para dejar las compras del bazar y contratar la excursión del día siguiente nos fuimos caminando hasta nuestra siguiente visita, Sha e-Cheragh, el tercer lugar más sagrado del Islam iraní tras Mashad y Qom, donde se encuentra enterrado el hermano del imán Reza.
Nos llevo unos 40 minutos caminando llegar hasta allí.
Cuando íbamos a entrar nos pararon en la puerta y nos dijeron amablemente que esperasemos un momento, mientras llegaba un guía autorizado. La entrada es gratuita pero no permiten entrar a los no musulmanes solos sino que deben de hacerlo acompañados de un guía. Las mujeres entran por una puerta diferente y debeen de ponerse un chador. Una vez dentro se presentó nuestro guía, un chico joven con una banda sobre el pecho como las de las misses donde ponía “Visitas extranjeras” que nos fue informando sobre el orígen del santuario y de los diferentes edificios que lo conforman. Nos dimos cuenta de la religiosidad y el fervor que se respiraba en el lugar, aunque todo el mundo nos miraba con una sonrisa. Podíamos sacar fotos sin problemas aunque no se nos permitía la entrada a la tumba. Nos llamó la atención la foto de un hombre que estaba expuesta en el centro de la plaza y nuestro guía nos comentó que era un soldado iraní que acababa de morir en Siria combatiendo contra el ISIS.
Si bien el mausoleo no llama especialmente la atención desde fuera cuando entras todo cambia pues nos encontramos con una plaza de una gran belleza con el mausoleo coronado por una preciosa cúpula de color verde azulado flanqueada por dos minaretes de gran belleza.
Mientras escuchábamos las explicaciones del guía trajeron a dos italianos que acaban de llegar para añadirse a la visita y finalmente nos dejaron sacar las fotos que quisiésemos en la plaza pero no nos dejaron ni a sol ni a sombra para evitar que anduvieramos solos por ahí y entrasemos en el mausoleo propiamente dicho, que fotografiamos desde fuera.
Cuando abandonamos el recinto salimoss por la puerta opuesta a la que entramos y vimos como era un continuo de gente el que llegaba para rezar en ese lugar tan sagrado para ello. Nuestra intención era visitar la cercana mezquita Atiq, la más aantigua de la ciudad, pero ya estaba cerrada, así que nos tomamos unas coca colas ante la mirada curiosa de los chavales que atendían un pequeño local e iniciamos la vuelta hacia nuestro hotel por la que parecía ser la calle de Shiraz dedicada a los electrodomésticos.
Repetimos la cena del día anterior en el hotel, con samosas, fruta y unos zumos de melón que compramos junto a la ciudadela y nos dormimos soñando con Persépolis. Por fin íbamos a cumplir el sueño de tantos añoss y visitar la mítica ciudad destruída por Alejandro al día siguiente.