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Domingo 27 de agosto de 2017
Hoy hacemos la excursión a la isla Wasini, que se encuentra en la reserva nacional marítima de Kisite. Está a unos 50 kilómetros al sur de Diani Beach y entre las actividades se incluyen snorkel, el trayecto en barca a la isla y la comida.
La furgoneta nos pasa a buscar ¡puntual! por el hotel. Somos dos parejas y una madre con dos hijos. Nos dirigimos a Shimoni, la población de la costa más cercana a la isla. El paisaje durante este trayecto de hora y media es muy verde y denso. Palmeras, algún campo de arroz, cultivos de maíz… También podemos observar las cabañas de la población más rural.
En Shimoni la furgoneta nos deja en manos del grupo de guías de la compañía Coral Spirit. Aquí nos reunimos con otros turistas: franceses, italianos, alemanes…
Subimos a la embarcación típica árabe llamada dhow, con capacidad para unas treinta personas. Navegaremos durante alrededor de una hora para acercarnos a la reserva marítima, donde habitan delfines. El capitán para el barco, los guías miran y remiran dentro del agua, hacen alguna llamada y finalmente nos informan que lamentablemente los delfines se han desplazado a alguna otra zona y no podremos verles.
Para hacer snorkel rodeamos un poco la isla. Para los que no llevamos equipo nos prestan unas gafas con tubo para respirar. Están muy viejas, las primeras que me dan están defectuosas y me las cambian. Nos metemos en el agua por grupos, cada grupo tiene un guía asignado. Nos indican que el arrecife de coral está unos metros más hacia adelante y nos hacen nadar. Hay corriente y no es fácil. El chaleco flotador del barco es de talla única gigante y me dificulta nadar. Llegamos a un punto donde finalmente sumerjo la cabeza y atisbo dos pececillos azules. Toca volver al barco, que se ha desplazado por algún motivo que no logramos entender y nos hacen nadar otra vez. Vaya decepción.
Nos dicen que más tarde volveremos al agua.
El barco sigue rodeando la isla y en la segunda ronda de snorkel también nos hacen bajar del barco a varios metros de la zona de peces. Aquí podemos dedicar unos cinco minutillos a sumergirnos y observar varios peces y el coral que cubre el suelo. No hay mucha cantidad de peces pero nos damos por medio satisfechos. Muy cerca hay una islita de unos diez metros de diámetro que es toda arena blanca preciosa.
Cuando suba la marea esta isla desaparecerá para volver a la superficie seis horas más tarde siguiendo los ciclos de la marea.
Volvemos al barco para ir a comer a la isla. De nuestro barco cambiamos a una barquita más pequeña que nos acerca a la orilla de la costa. La playa es fea, llena de musgo y algas. Empiezan a aparecer varios chiquillos locales que nos piden dinero o nos quieren vender conchas. Son insistentes y no se conforman con un “No, thank you”.
El restaurante es un porche con vistas al mar, la mesa es larga y todos estamos sentados de cara al exterior. El menú incluye arroz, pescado o pollo, cangrejos y otros animales de mar y de postre fruta. La bebida se paga aparte.
Durante el trayecto en barco lamentablemente me ha dado una insolación (nos ha tocado sentarnos al sol) y después de vomitar varias veces por la borda mi estómago no está para el marisco fresco que nos ofrecen.
Después de comer hacemos un pequeño tour por la isla. Con nuestro guía recorremos las calles del pueblo. Con unos tres mil habitantes, la isla no tiene electricidad ni agua corriente, dependen sólo de las placas solares para generar energía y del agua de la lluvia. Las casas son construcciones de una sola planta hechas con adobe o piedra. En la plaza del pueblo varios chicos juegan a fútbol.
Es temporada de vacaciones escolares así que todos los niños del pueblo nos persiguen durante todo el paseo. Una pareja ha traído libretas y lápices para repartir. Los niños les rodean tendiendo la mano. Dos de ellos se pelean y rompen una libreta. En la salida del restaurante nos vendían bolsas de chocolatinas para que se las regaláramos a los chiquillos.
Llega la hora de embarcar otra vez. Durante el trayecto de una hora de vuelta los guías nos cantan canciones tradicionales utilizando cubos y botellas como instrumentos. Los turistas damos palmas. El trayecto pasa rápido así. Al finalizar nos piden propina.
Llegados a Shimoni unas personas han contratado la visita a las cuevas de los esclavos y el resto nos tenemos que esperar quince minutos dentro de la furgoneta que nos devolverá al hotel.
Y finalmente después de la hora y media de carretera estamos de vuelta al resort. 
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