Akaroa. Christchurch. Vuelo a Auckland y regreso a casa ✏️ Diarios de Viajes de Nueva Zelanda

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Cuando fuimos a meter el equipaje en los coches nos volvemos a encontrar con una agradable sorpresa. Otra rueda del coche que se tuvo que arreglar en los Catlins se encuentra totalmente desinflada. Como estamos al final del viaje y los chicos han aprendido bastante en todas las peripecias con las ruedas en los dos coches, se opta por cambiarla por la rueda de repuesto. Y así entregamos luego el coche, con una rueda pinchada en el compartimento de la rueda de repuesto. Lo comunicamos y sin problema.

Nos vamos hacia Akaroa porque 4 del grupo tienen reservada una hora de travesía en kayak. Al resto solo nos queda dar paseos por el pueblo a la espera de que regresen. Podríamos haber ido con uno de los coches a una cercana bahía, pero las carreteras reviradas nos hicieron dudar de si nos daría tiempo de ver algo en una hora. Además, el día ha amanecido totalmente nublado. El cielo está cubierto y el mar presenta un tono plomizo del agua. No nos estrañaba nada que se pusiera a llover, pero aguantó sin llover hasta que estábamos cercanos a Chrischurch.





Rue Lavaud, como ya mencioné, una vez pasado el War Memorial se convierte en Beach Rd. Va bordeando la bahía hasta llegar al muelle principal. En este muelle llegan barcazas de los cruceros que tienen escala en Akaroa Harbour. Barcazas que trasladan a muchos turistas que invaden el pueblo, sobre todo las terrazas y restaurantes que dan a la bahía. Con anterioridad a los terremotos de Christchurch los cruceros atracaban en el puerto de Lyttelton.




La gran French Bay tiene otro muelle deportivo y por toda ella se ven pulular los veleros, la mayoría en descanso en el día de hoy. La playa es bastante fea, llena de chinorros. No es el atractivo de Akaroa.




A partir del muelle principal hay un agradable paseo hasta el faro de madera. De camino aparece la entrada principal de los Garden of Tanen. Es una especie de reserva escénica con distintos tipos de árboles etiquetados, algunos exóticos, nativos de Nueva Zelanda, unos pocos europeos y otros cuya plantación se remonta a antes de 1870. Hay varios paseos trenzados. Comunica con dos
viejos cementerios históricos de los primeros colonos, uno católico y otro anglicano. Por los distintos paseos, a veces, se obtienen bonitas vistas de la bahía.




El faro de madera de Akaroa parece bastante nuevo, pero fue construido en 1879 y se alzaba en Akaroa Heads. En 1980 fue reemplazado por otro faro automatizado y este faro se restauró y se trasladó al lugar que ahora ocupa. Hasta tiene un museo.




Después de la hora del kayak nos ponemos en camino hacia Christchurch.

Pero antes nos vamos a desviar a Pingeon Bay.

La bahía de las palomas debe su nombre a un tipo de paloma llamada Keruru o paloma de madera que fue vista por aquí por unos balleneros. Esta paloma habita solo en la Isla Sur. Es una de las bahías más largas y su población se asentó en la misma hacia 1840, antes incluso de que Christchurch fuera fundada.

Sigue siendo un pequeño pueblo, ahora dedicado a la ganadería, con alguna que otra fábrica de quesos y productos lácteos. Sus primeros colonos se dedicaron a la industria de la madera y la siembra de pastos que exportaban. Una de las grandes fincas pioneras, Annandale, sigue funcionando como granja y además es una opción de alojamiento de lujo.

En esta bahía hay una ruta de senderismo que dura unas 4 o 5 horas. Nosotros solo la comenzamos. Se avanza por un camino que atraviesa zona de pastos que se extienden en la lejanía y parecen no tener fin. El color dorado de los pastizales y el azul brillante del agua del Pacífico en la bahía eran los colores dominantes de esta caminata.
El día sigue nublado y cuando llevamos un rato andando parece que el nublado se me pasa al interior de mi cabeza comenzando los mareos. Así que nosotros decidimos volvernos. El resto, algo aburrido de la monotonía del mismo paisaje, también se vuelve.







Nos vamos ahora directamente hacia Christchurch, donde llegamos a la hora de comer. La ciudad nos recibe lloviendo. La lluvia no duro mucho aunque el día siguió completamente nublado.

Aparcamos cerca de la antigua y derruida catedral, en un descampado en el que antes del terremoto de 2010 y, sobre todo, del terremoto fatal de 2011, habría algún edificio.

Casi enseguida llegamos a New Regent Street. Con un cartel que indica “La calle más bonita de Nueva Zelanda” y la historia de la misma.

En realidad en un centro comercial peatonal. Distintas tiendas, bares y restaurantes ocupan los edificios de color pastel construidos al estilo colonial español, un revival de lo que aquí llaman Spanish Mission.
Fue construída bajo iniciativa privada de 1930 a 1932 y se considera como el precursor del centro comercial de Nueva Zelanda. En su día fue considerada una idea bastante avanzada, el concepto de calle entera formada por pequeñas tiendas, para los tiempos que corrían y en plena depresión.
Unas 40 tiendas se alinearían en la calle. En 1994 la calle se cerró al tráfico y se convirtió en un centro comercial peatonal por el que discurría su pintoresco tranvía. En el mismo año fue incluída como Area Histórica en Hostoric Places Trust de NZ.

Sus edificios fueron dañados en el terremoto de 2011 pero reabrieron en 2013, al igual que el tranvía.
Actualmente la calle tiene 38 tiendas en dos filas, entre las calles Gloucester y Armagh y por el centro de la misma se pasea el histórico tranvía.





En uno de sus edificios comimos, en el Café Stir que, en la primera planta, ofrece también opciones de comida

Hasta la hora que teníamos que trasladarnos al aeropuerto decidimos dar una vuelta por la ciudad. Nos separamos y cada uno fue donde le apeteció.

Yo no tenía nada preparado de la ciudad de Christchurch porque no estaba en mis planes el visitarla. Y la guía estaba en el fondo de la maleta. Pero fuimos improvisando, en base a alguna que otra cosa que recordaba de haberla leído.

Lo primero que visitamos era la cercana Cathedral Square, en el centro de la cual se alza lo que queda de la antigua Catedral Anglicana. La catedral fue terminada de construir en 1904 en un estilo gótico del que estaban muy orgullosos los habitantes de Christchurch. Era la sede del obispado anglicano de Nueva Zelanda y Polinesia. Sucesivos terremotos fueron dañando su estructura y torre. Pero fue el terremotode 2011 el que hizo caer la alta torre y la aguja, así como también daño gravemente su estructura.





Se decidió demoler el conjunto y construir una nueva estructura. Decisión que resultó ser altamente polémica, con la oposición de varios grupos que incluso llevaron el caso a los tribunales. Aunque estos dieron la razón a la iglesia anglicana, la demolición quedó en suspenso y allí siguen los restos de la catedral. Recordando en cada mirada la catástrofe que sufrió la ciudad. Parece ser que lás últimas decisiones se acercan a su restauración.

La Plaza de la Catedral es el centro geográfico de la ciudad, entre las calles principales Colombo y Worcester. También era, y sigue siendo, el corazón de la ciudad. El lugar donde la gente se reúne por diversos acontecimientos, buenos y malos. Un espacio público con recuerdos de históricos acontecimientos. Un sitio frecuente de conciertos, celebraciones varias y muestras de artistas callejeros. Siempre recordarán la famosa figura del “mago de Nueva Zelanda” y sus oratorias delante de la catedral. El “mago” que estaba retirado, volvió a aparecer ocasionalmente para promover la restauración de la iglesia.

Casi todos los edificios históricos que la rodeaban desaparecieron con el terremoto. Y toda la zona estuvo cerrada hasta 2013 en que se plantaron nuevos jardines y volvió a abrirse.

En la plaza hay una escultura moderna que llama la atención. Es la escultura del Chalice, un caliz en forma de cono invertido que quería representar la forma de la aguja de la torre de la catedral a la inversa. Fue diseñada por un artista afamado del país, entre 2000 y 2001, con motivo del nuevo milenio y los 150 años de la fundación de la ciudad.




Se compone de una fuerte estructura de acero cubierta de 42 láminas de aluminio que representan otras tantas hojas de plantas nativas, pintado todo de color plata. En ellas se reflejaba la catedral y su torre con la aguja. Sobrevivió al terremoto de 2011.

Por el área de la plaza se encuentra también un kiosko de turismo en dónde venden los tickets del tranvía. Este tranvía hace un recorrido de 2,5 km. por los sitios más emblemáticos de la ciudad y se puede bajar y luego volver a subir en cualquiera de sus 17 paradas. Era buena opción para hacer un buen recorrido por la ciudad y conocerla. Y lo que más me gustaba es que llegaba hasta el jardín botánico del que había leído que era bonito y merecedor de una visita. Tentados estuvimos, pero al final lo dejamos porque no teníamos suficiente tiempo.

Recordaba haber leído también cosas sobre la catedral provisional y nos pusimos a buscarla pensando que no estaría demasiado lejos. Nos adentramos en la calle Colombo. En esta calle nada recuerda el terremoto. Son edificios modernos y grises, como en cualquier otra ciudad moderna. Nada que destacar. La recorrimos por largo trecho y decidimos volvernos porque tan alejada no podía estar la catedral nueva.
Pasada la estación central nos desviamos por la calle Lichfield. Cuando esta calle se cruza con Madras St., en la que comenzamos acaminar, nos encontramos con algo que no buscábamos ni sabíamos de su existencia.
Un montón de sillas distintas, todas pintadas de blanco, sobre una plataforma de césped verde. Nos acercamos y pudimos leer de qué se trataba.

185 sillas vacías. Es una especie de monumento no oficial en recuerdo de las 185 personas que murieron en el terremoto del 22 de febrero de 2011. Un artista local tuvo la idea para conmemorar el primer aniversario de la catástrofe. Compró algunas sillas, otras se las donaron, incluso familiares de las víctimas. Todas distintas. Con la ayuda de algunos voluntarios las pintaron de blanco y las colocaron sobre una plataforma que previamente habían sembrado de césped, en el solar de una iglesia baptista demolida. Lo que iba a ser una muestra temporal se fue alargando en el tiempo y se trasladó posteriormente al sitio que ahora ocupa, también el solar de otra iglesia destruída por el terremoto, la iglesia de S. Pablo. La muestra lleva ya cinco años y quieren hacerla permanente.

La idea de las sillas vacías no fue original de este artista local sino que se inspiró en las pinturas de sillas vacías de Van Gogh y algunos otros parques que utilizaron esta idea. Las sillas diferentes representan la singularidad de cada una de las víctimas y les rinde homenaje.

En cada silla blanca hay un clavel rojo. Da algo de impresión ver las sillas y lo que representan, sobre todo la sillita del bebé.





Este memorial se encuentra en la esquina de las calles Cashel y Madras, casi enfrente de donde estaba el edificio CTV, donde murieron 115 personas al desplomarse por completo.

Siguiendo por la calle Madras, en su intersección con la calle Hereford, muy cerquita de las sillas vacías, encontramos la Catedral Provisional o, como también es conocida, la Catedral de cartón. Fue inaugurada en agosto de 2013 y es la sede provisional de la diócesis anglicana de Christchurch.

Ocupa el espacio original de la, también, iglesia anglicana de San Juan, demolida después del terremoto. Cuando la diócesis pueda trasladarse a la Catedral restaurada, esta iglesia de cartón seguirá utilizándose por la parroquia de San Juan.

Fue diseñada por el arquitecto japonés Shigeru Ban, y construída en menos de un año. Es la muestra perfecta de lo que se puede hacer con materiales reciclados y en poco tiempo.

Una base de hormigón, paredes de contenedores de transporte, 96 tubos de cartón forman la estructura. Los tubos de cartón están reforzados con madera y están revestidos de un poliuretano especial contra incendios. Separados algo entre sí, dejan entrar la claridad al interior. En la frontal, en el lugar de un rosetón, un espacio triangular con vidrieras de colores, también triangulares. El resultado es una iglesia luminosa que se usa tanto para los oficios religiosos como para otros eventos culturales.




Enfrente, Latimere Square, una plaza toda cubierta de verde y con árboles plantados.




Lo cierto es que desde que entramos por la calle Madras las muestras del terremoto son más evidentes. Solares en los que los edificios han sido demolidos, otros edificios en construcción y algunos que no han sido demolidos y muestran aún los daños sufridos.

Con tantos edificios sin habitar, y suficientes paredes en raso, no es de extrañar que en Christchurch hayan proliferado, después del terremoto, muestras del arte urbano o callejero. Variopintos grafitis y murales adornan paredes completas o secciones de ellas, y van dando una nota de color entre tanto gris y aliviando un poco tanta desolación de edificios dañados.






También hay esculturas, de distinta temática y material, diseminadas por las calles de la ciudad.




Y hasta un centro comercial temporal construido con contenedores de transporte. El Re:START ocupa el sitio de los edificios de City Mall destruídos por el terremoto. Fue una respuesta a corto plazo para la instalación de negocios mientras los edificios eran demolidos y de nuevo construídos. Y aún sigue funcionando. En la calle Cashel, cerca de Colombo St.




De vuelta a New Regent St., en la calle Worcester vimos edificios menos modernos que recuerdan el carácter inglés de Christchurch antes de los terremotos. Bien estos edificios no fueron dañados o bien han sido ya restaurados.




Luego nos topamos con Cathedral Junction que es una galería comercial cubierta de cristaleras por cuyo interior pasa el tranvía y tiene una parada. Conecta la Plaza de la Catedral con New Regent Stree. En la galería hay varios restaurantes, boutiques, y hasta un hotel. También una oficina que sirve como estación central de reservas para las atracciones de la ciudad.



Y poco más. Paseo de nuevo por New Regent St. hasta el final de la misma donde hay otra muestra del Art Street, Call me Snake, de Judy Millar.




En el traslado al aeropuerto desde el coche pudimos ver el recorrido del río Avon y algo de las grandes arboledas de Hagley Park. Un aspecto bastante distinto de la ciudad que no habíamos tenido oportunidad de ver.


Volábamos desde el aeropuerto de Christchurch, desde la terminal de vuelos domésticos. Hacia Auckland dónde hacíamos noche. Con la compañía JetStar que dicen que es una low cost, pero ya quisieran la mayoría de las low cost parecerse a ella. Por formalidad, normas de equipaje, atención recibida…
Entregamos los coches sin ningún problema y esperamos hasta las 8:55 que partía nuestro vuelo.

Llegamos al aeropuerto doméstico de Auckland pasadas las diez de la noche.

Como al día siguiente teníamos que estar en el aeropuerto sobre las doce de la mañana hice una reserva de 4 habitaciones dobles en el Auckland Airport Kiwi Hotel, situado en la zona de Mangere. La reserva incluía el transporte gratuito de un shuttle que sirve a varios hoteles de la zona y que nos dejó en la misma puerta del hotel. No nos merecía la pena trasladarnos a Auckland por la hora que llegábamos y la que teníamos que partir al día siguiente y más teniendo en cuenta que se tarda casi una hora del aeropuerto a la ciudad.

Así que Auckland se queda pendiente para una próxima visita.

El Hotel Kiwi tiene algunas instalaciones viejunas pero en conjunto está bastante bien y con unas habitaciones confortables en las que pudimos dormir a pierna suelta y sin tener que poner el reloj para el día siguiente.

Como el hotel se encuentra al lado de la autopista no hay mucho por hacer en los alrededores. Ni siquiera un paseo tranquilo pues el mismo sería al borde de la carretera con el ruido de los coches y sin nada digno de ver. Bueno, había un cementerio.

Así que a las 11 estábamos cogiendo de nuevo el bus para el aeropuerto, para hacer el check in tranquilamente y mirar las tiendas del mismo.

Nos quedaba por delante una travesía de 17,5 horas en el “vuelo más largo del mundo” hasta Doha, una escala de 9 horas en la madrugada en el aeropuerto de Doha, ocho horas de vuelo de Doha a Madrid, otra escala, más corta, y un vuelo de 45 minutos hasta llegar a casa.

Había ya ganas de regresar a casa. Habíamos estado fuera de ella 25 días, en el otro extremo del mundo.

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