Último día en la tierra del hielo y del fuego, del agua y de la piedra, del ajo y del aceite, de la cabra y el caballo, de la luna y el sol, del norte y del sur. Una vez levantados y duchados, hicimos inventario de comida y le regalamos un sobre de salchichón ibérico a la buena mujer por las molestias causadas y un bote de fabada Litoral. El salchichón se lo metió debajo del brazo pero la fabada se la dejó a quien viniera detrás de nosotros…esa mujer no sabía lo que se hacía. Antes de irnos charlamos un rato (media hora) con la mujer que al parecer no tenía prisa para coger un avión ni nada por el estilo y que solo le faltaba decirnos: Pero quedaros un poco más, si tengo camas, os hago algo de comer y os vais… Era como tu tía la del pueblo pero en Islandia. Llévate una chaqueta que luego en Reikiavik refresca. Llámame cuando llegues.
Cuando por fin nos deshicim… cuando la señora tuvo que dejarnos nos subimos al coche para rematar la faena viendo la capital. Fuimos con poco tiempo y el poco tiempo que tuvimos lo pasamos tomando un café y viendo suvenires. Hicimos una última visita a una escultura de acero que representa un barco vikingo y que es la más representativa de Reikiavik. Y por último antes de partir al aeropuerto vimos el Harpa que es un centro de conciertos y conferencias (eso pone la wiki). El edificio es bonito con sus cristalitos y tal pero sin muchas alharacas. Después de haber visto todo lo que habíamos visto por la isla ahora un edificio con cristales, espejos y suelos encerados pues nos deja como las vacas al tren. Ni fu ni fa.
Cada vez con menos ánimo nos dirigimos al aeropuerto y a dejar el coche. Una vez entregadas las llaves, la amable señorita receptora del coche con una sonrisa de oreja a oreja nos indica que nos han puesto una multa: “…así que tranquilamente cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas dentro de un túnel o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de Islandia, en un futuro lo veríamos…” Y fue cuando nos tocó verlo. Una maravillosa multa por exceso de velocidad que por suerte únicamente fueron 30 €. Dejamos 100 por si acaso volvíamos en un futuro que nos lo fueran descontando.
Ya sin nuestro querido Dacia Duster 4x4, le cogimos mucho cariño, fuimos a por la tarjeta de embarque sin miedo a que nos echaran para atrás por peso, nos habíamos comido y bebido todo lo que llevamos e incluso unas botas de montaña del 43, así que la azafata nos dijo que metiéramos más cosas en las maletas porque no llegábamos al mínimo de peso para facturar. Metimos a un niño que se encontraba perdido por la terminal. ¿El vuelo? Como el de ida pero multiplicado por 5. Confieso que nunca he hecho pis en los baños de un avión pero debe haber gente que le fascine mear a miles de metros de altura. Nosotros éramos cuatro personas y ni a la ida ni a la vuelta aliviamos nuestras vejigas ni una sola vez. Al contrario que a la ida, a la vuelta sí que pude apoyar mi cabeza en la ventanilla y echarme un sueñecito…
Y soñé que iba a un país plagado de volcanes, cascadas, géiseres, mares, ríos, lagos, hielo, glaciares, lava, montañas, caminos, praderas, auroras… Descubrí que para lo pequeños que somos el daño tan grande que podemos hacer a la naturaleza. Cuidemos esa naturaleza para que los que vienen detrás nuestro mañana puedan contarnos que un día vieron volcanes, cascadas, géiseres, mares….
El avión aterriza en Alicante. España. Calor.
Cuando por fin nos deshicim… cuando la señora tuvo que dejarnos nos subimos al coche para rematar la faena viendo la capital. Fuimos con poco tiempo y el poco tiempo que tuvimos lo pasamos tomando un café y viendo suvenires. Hicimos una última visita a una escultura de acero que representa un barco vikingo y que es la más representativa de Reikiavik. Y por último antes de partir al aeropuerto vimos el Harpa que es un centro de conciertos y conferencias (eso pone la wiki). El edificio es bonito con sus cristalitos y tal pero sin muchas alharacas. Después de haber visto todo lo que habíamos visto por la isla ahora un edificio con cristales, espejos y suelos encerados pues nos deja como las vacas al tren. Ni fu ni fa.
Cada vez con menos ánimo nos dirigimos al aeropuerto y a dejar el coche. Una vez entregadas las llaves, la amable señorita receptora del coche con una sonrisa de oreja a oreja nos indica que nos han puesto una multa: “…así que tranquilamente cogimos el coche y...¡flash! ¿?...¡flash!. O había turistas dentro de un túnel o nos habían sacado una foto las autoridades policiales de Islandia, en un futuro lo veríamos…” Y fue cuando nos tocó verlo. Una maravillosa multa por exceso de velocidad que por suerte únicamente fueron 30 €. Dejamos 100 por si acaso volvíamos en un futuro que nos lo fueran descontando.
Ya sin nuestro querido Dacia Duster 4x4, le cogimos mucho cariño, fuimos a por la tarjeta de embarque sin miedo a que nos echaran para atrás por peso, nos habíamos comido y bebido todo lo que llevamos e incluso unas botas de montaña del 43, así que la azafata nos dijo que metiéramos más cosas en las maletas porque no llegábamos al mínimo de peso para facturar. Metimos a un niño que se encontraba perdido por la terminal. ¿El vuelo? Como el de ida pero multiplicado por 5. Confieso que nunca he hecho pis en los baños de un avión pero debe haber gente que le fascine mear a miles de metros de altura. Nosotros éramos cuatro personas y ni a la ida ni a la vuelta aliviamos nuestras vejigas ni una sola vez. Al contrario que a la ida, a la vuelta sí que pude apoyar mi cabeza en la ventanilla y echarme un sueñecito…
Y soñé que iba a un país plagado de volcanes, cascadas, géiseres, mares, ríos, lagos, hielo, glaciares, lava, montañas, caminos, praderas, auroras… Descubrí que para lo pequeños que somos el daño tan grande que podemos hacer a la naturaleza. Cuidemos esa naturaleza para que los que vienen detrás nuestro mañana puedan contarnos que un día vieron volcanes, cascadas, géiseres, mares….
El avión aterriza en Alicante. España. Calor.