2017-09-11, Lunes. La Boca, Caminito, Transbordador Nicolás Avellaneda ✏️ Diarios de Viajes de America Sur

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Cuando hemos intentado cargar la tarjeta del Subte en el Kiosko cercano de casa, hemos tenido problemas, pues se ha tragado algún billete. Ante el temor de no poder abortar la operación, y de perder el dinero, hemos preferido bajar a la ventanilla del metro.

Con la tarjeta recargada, hemos tomado el 29. Ciertas reticencias y temores nos estaban coartando la posibilidad de descubrir la zona de BOCA. Un viajero del autobús, le ha preguntado al chofer por la parada para llegar a la bombonera. Hemos aprovechado la ocasión, ya que unos y otros nos podíamos hacer compañía.

Los alrededores del estadio están rodeados de tiendas de suvenires. Hay más lugares de ventas de accesorios deportivos que dentro del propio estadio. Adentro encontramos la tienda oficial del equipo, con todo tipo de indumentarias y fotos que cada cual desee adquirir. Fuera, firmas, huellas de manos o de pies, fechas y años de victorias, de ligas, de campeonatos. Todo lo que haga recordar lo grande que es el equipo. Club Atlético Boca Juniors.

Al Llegar a Caminito y la zona cercana del puerto, los colores son vivos, cálidos, amarillos, rojos, azules. Las casas, forradas con uralitas coloreadas, uralitas pintadas y repintadas, más que lo que fueron, son un escenario de película para saciar a los turistas, que tarde o temprano, ponemos el barrio como punto de mira marcado en nuestras rutas por la ciudad. Curiosidad, intriga, misterio, nos empujan a poder palpar y ver con nuestros propios ojos todo aquello de lo que hemos oído hablar. Y el enigma se desvanece, y lo que creíamos realidad, se convierte en un escenario, en un teatro al aire libre.

Cazadores de comensales al vuelo, bailadoras de tangos en parado, vendedores de baratijas inservibles, nombres de pila multicolores en filetes made in China, chamarras de cuero de tercera o cuarta flor piel. CDs con música enlatada para turistas. Escaleras pintadas, conventillos donde se apilan y apiñan los negocios de futuros inciertos.

Pero el conjunto, visto desde fuera, de golpe, parece hasta real. Cuanto más cutre, cuanto más chapucero, tosco, rudo, más nos atrae. Y ahí estamos los turistas, oleadas tras oleadas de mórbidos curiosos.

Nos acercamos a contemplar el famoso puente transbordador de Nicolás Avellaneda, construido en 1914, a la imagen y semejanza del que se construyera en 1887 en Portugalete, cuyo autor o arquitecto fue Alberto Palacio, discípulo de Eiffel. A pesar de que quisiera suponer, que éste de Boca pudiera tener similar procedencia, en realidad, el arquitecto que lo ideó fue Eduardo Rodríguez, y el ingeniero que lo construyó, fue Juan Agustín Valle.

El Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, cuyo nombre oficial era Transbordador del Riachuelo Nicolás Avellaneda 3 4 5, o simplemente Puente Transportador, estuvo en funcionamiento hasta 1960. Parece ser que en el año 2011 se comenzaron a realizar trabajos para rehabilitarlo y tras 6 años, a partir del 27 de Septiembre de 2017, el transbordador habría podido volver a funcionar, después de 60 años de inactividad. Pero este dato oficial no es real, y lo comentaré en diciembre, a nuestro regreso a B. Aires, cuando volvamos a Caminito.

El viaje de re-inauguración será realizado con periodistas, personal de Vialidad Nacional que ha participado en las tareas de reparación del transbordador y 15 vecinos que serán seleccionados en un sorteo. Este es el único viaje previsto, y no queda claro aún que uso se le dará al transbordador.

Según Wikipedia, el puente conecta la Avenida La Plata en isla Maciel de Dock Sud con la Avenida Almirante Brown en el barrio de la La Boca, Buenos Aires. La plataforma transbordadora del puente mide 8 x 12 metros y podía operarse desde un puesto de control en el propio transbordador así como desde una sala de máquinas. Se creó para transportar peatones, carros, vehículos y tranvías.

Su nombre le fue dado en honor a Nicolás Avellaneda, antiguo presidente de Argentina, que también diera nombre al Partido de Avellaneda en la margen derecha del río. Es uno de los últimos 8 puentes transbordadores que quedan en el mundo, siendo el único en América.

El 25 de septiembre de 1908 se autorizó a la empresa Ferrocarril del Sud a fabricar un puente transbordador que conectara la ciudad de Buenos Aires con la provincia de Buenos Aires al sur del río Matanza-Riachuelo. La provincia de Buenos Aires corrió con todos los gastos de la construcción aunque también sirviera a la capital argentina. Al mismo tiempo, se levantaron otros dos transbordadores para cruzar el río: el Presidente Urquiza y el Presidente Luis Sáenz Peña. Para la construcción del transbordador, se trajeron las piezas en barco desde Inglaterra y se armó en la costa del Riachuelo como un mecano.

Fue inaugurado el 31 de mayo de 1914 y funcionó hasta 1960. Junto a éste, se ha levantado el Puente Nicolás Avellaneda, a una distancia de sólo 100 m, en 1940. A su vez, los otros dos transbordadores fueron desmantelados.

En 1993, estuvo a punto de ser desguazado y vendido como chatarra como parte de un lote de puentes ferroviarios, durante el desmantelamiento de los trenes que se llevó adelante durante la presidencia de Carlos Menem. Gracias a la oposición de varias asociaciones de vecinos e historiadores, fue conservado.

En 1995 la ciudad de Buenos Aires declaró sitio de interés cultural a este puente, impidiendo de esta manera su demolición. Mediante el decreto 349 del año 1999, el gobierno nacional incluyó esta estructura en la lista de monumentos históricos nacionales.
A partir de 2004, con la creación de ACUMAR y el plan de recuperación del Riachuelo, comenzaron a barajarse proyectos para rehabilitar el viejo transbordador, que tomaron nuevo impulso en 2012 cuando se descubrió un túnel cruzando el río a 28 m de profundidad, que permitiría el traslado de un gasoducto que actualmente pasa por la estructura del transbordador y es una traba a su rehabilitación.

A los pocos días, el proyecto para comenzar la puesta en funcionamiento del puente fue anunciado por la Fundación por La Boca, estando a cargo de Vialidad Nacional.

Actualmente ya se ha remplazado el gasoducto, se han realizado reparaciones en la maquinaria y se pintó el exterior en su color original, un gris nube.

La estructura posee un puente superior horizontal de 77,50 m de luz, lo que deja libre una altura de 43,20 m sobre el cero del Riachuelo. Los dos grandes pilares que le sirven de apoyo están anclados a cilindros de fundición que llegan a la cota -24 m. En la barquilla por viaje entraban cuatro carros con sus caballos y 30 personas.

Como existe una valla que rodea el puente, para concluir los trabajos de acondicionamiento del mismo, las fotos no son muy buenas ya que el punto de enfoque no es el adecuado.

Regresamos por el paseo de Benito Quinquela Martín, hasta el Bar La Perla, el más antiguo de la Boca, fundado en 1882. Mientras tomamos unos refrigerios, nos llaman la atención los cuadros y cientos de fotografías que cuelgan de sus paredes, en los que están retratados, hasta el mismísimo Papa Francisco.

Buscamos dónde comer y, lo hacemos allí mismo, en el Barrio del puerto. Regresamos al autobús hasta Plaza de Mayo. Caminado por Gral San Martín primero y, posteriormente, por Florida, llegamos hasta el Centro Cultural Borges. Interesantes exposiciones pictóricas.

De regreso hacia los apartamentos, buscamos el hotel Grand King. Intentaremos reservar un par de habitaciones para diciembre. Por el camino, fotos nocturnas del Teatro Colón y del Palacio de Justicia.

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