2017-11-20, lunes. Último día a bordo. ✏️ Diarios de Viajes de America Sur

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La jornada está resultando muy tranquila. La mar está muy calmada y la navegación es muy cómoda. Digo mar porque el agua es salada y va y viene con la marea, pero en realidad son fiordos entre islas e islotes. Rías como las gallegas, como las del país vasco, con pequeñas corrientes, pero con aguas tranquilas, sin oleaje, sin fuertes vientos, sin sobresaltos, sin mareos. El paisaje, a ratos soleado, a ratos nublado, a ratos con sirimiri, deja ir intuyendo un paisaje bonito, salvaje, natural, seminevado, interesante, pero frío, bastante frío.

Por la mañana nos ha explicado Persibal, todo lo que nos podría interesar sobre la zona de Torres del Paine. Pero no nos ha quedado nada claro, porque así, como a botepronto, es un bombardeo de ideas, sin entender por dónde van los senderos, cómo son las altimetrías, hasta dónde llegan lo transportes, cuál es el lugar más recomendable, etc.

En el puente de mando he mantenido una conversación con uno de los oficiales. Me ha explicado cosas sobre los escalafones, características del motor, de la navegación, etc. A modo de ejemplo, digamos, que el barco lleva dos motores de nueve cilindros cada uno. Que gira a mil revoluciones por minuto. Que consume alrededor de quince toneladas de combustible al día, etc.

Pasamos por diversos estrechamientos, donde toda la tripulación se pone en alerta.Son pasos de 60 metros o incluso de menos, por donde debe pasar nuestro barco, con sus 123 metros de eslora y sus 23 metros de manga.

Salimos al exterior a contemplar las cimas nevadas y las abundantes cascadas. Nieva o cae aguanieve. No puedo reprimir mi deseo de recordar el soneto de Vicente Gaos, hablándonos de la pureza de la nieve y de su alma:
Nieva, alma mía, nieva dulcemente
¡Qué prodigioso envío de blancura!
¿Es cándido el color de la hermosura?
¡Inmaculado y terso como frente
de niño! Nieva, nieva... No se siente
sino el pisar de Dios, su palma pura.
Nieva... ¡ Y la nieve llega hasta la hondura
del corazón, que está resplandeciente!
Niévame el alma, niévamela entera,
házmela buena y limpia, porque anhelo
mirar tu mundo, verlo como era.
cuando de niño levantaba al cielo
la frente, cuando había primavera,
oh Dios, cuando eras tú mi alto consuelo.

Tras el almuerzo, hemos tenido ocasión de concertar una charla con Kristian, que sobre un mapa, nos ha ido dando sugerencias para visitar y desplazarnos durante los tres próximos días. Ciertamente va a ser algo complicado, pero una vez que alquilemos un vehículo, podríamos ir haciendo tres recorridos.

Mientras estoy escribiendo este relato, a través de la ventana contigua de este comedor, veo las montañas que conforman este archipiélago, montañas que caen casi verticalmente hasta el agua. Nevadas, casi todas, desde media ladera hasta sus cimas. Precipitándose hacia el canal a través de multitud de corrientes de agua, convertidas en torrentes unas veces, en cascadas otras. Describir una y otra vez este paisaje es complicado. Pero uno no deja de asombrarse con tanta naturaleza en su estado más puro, salvaje, libre de la remodelación por la mano humana, pero no de su especulación.

Cruzamos el último paso angosto antes de pasar a la bahía que hay frente a Puerto Natales, sobre las 18:30. Y a pesar de encontrarnos muy próximos a la ciudad y su puerto, hemos podido cenar a bordo, contemplar las maniobras de atraque, y poco a poco ha ido oscureciendo, y la ciudad ha comenzado a iluminarse como queriendo vestirse de navidad, con todas sus lucecitas multicolores de semáforos, carteles luminosos, farolas, escaparates, etc.

Hacia las 22:00 horas hemos podido abandonar el buque, y soportando el aire marino que azotaba nuestros cutis, hemos esperado a un par de taxis, que nos han acercado hasta el Hotel.

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